Bernardo Carpio

Bernardo Carpio

Las leyendas son reflejo de la personalidad de los pueblos que las crean, tiempo e insistencia; de su imaginación creativa, de su ansia de lo inasible.
Nacen de una anécdota simple, a veces; de una apariencia, de una sombra antigua en ocasiones. Sus perfiles difusos, diluidos, y esa reverberación de los espacios menos destacados, admiten variadas interpretaciones. Se extienden con lentitud, van pasando de lo individual a lo colectivo y viceversa. Y en ese avance en zigzag, cada receptor oral las trasmite añadiendo algún matiz propio, que las hace verosímiles dentro de lo insólito. La leyenda de Bernardo el Carpio, entre la realidad y la fantasía por tanto, ha sido interpretada de muy diversas formas; en ocasiones con interés político: ya fuera entre países, Francia y España; o entre facciones históricas dentro de un mismo país. Se le opone por ello a Roldán, y a Rodrigo Díaz de Vivar.

“La existencia de Bernardo del Carpió es dudosa. Para Menéndez y Pelayo, el Bernardo histórico era, o nieto de Carlomagno o hijo de Ramón, conde de Ribagorza y Pallars, y Teuda, hija del conde Galindo de Jaca. Feijoo, en sus Escritos históricos, arguyó que el silencio de las crónicas no es prueba contra la existencia de Bernardo del Carpio. Desfourneaux y Horrent especularon que la creación de esa trágica historia de amor, fue una respuesta española a la figura de Roldán quien también era ilegítimo.
Aunque Bernardo del Carpio no hubiese existido, su leyenda nació de una necesidad política y moral; volvió a aparecer como respuesta a otros fines y duró a través de los siglos”.