Pedro Sevylla

Obra Literaria

 

 

Vivir, leer y escribir; por ese orden. Ese es mi lema; a él me debo. PSdeJ

Espacio y tiempo son magnitudes complementarias, pero de muy distinta naturaleza. Continente y contenido, el espacio descubierto por los sentidos, es una realidad física, tangible. El tiempo, intangible, es una intuición, una deducción alcanzada por la inteligencia. Sin embargo, el tiempo modifica el espacio, tanto continente como contenido; y ese cambio pasa a ser un concepto que afecta de manera importante a la manera de percibir la realidad, haciéndola depender del momento y del punto de mira. Una fotografía es única, no puede haber dos iguales. Nada constatable es fijo, inmutable, absoluto: todo lo constatable es relativo.

Nuestros sentidos son imperfectos, nuestra inteligencia limitada, y por si fuera poco, las personas somos, de natural, egoístas y egocéntricos. Y con esas limitaciones y distorsiones vamos por la vida; observamos, participamos, intuimos, razonamos, llegamos a conclusiones, las modificamos, abstraemos, generalizamos, guardamos todo en la memoria y escribimos.
Ante tal situación cabe preguntar ¿Qué es la realidad?, ¿Qué es la verdad? ¿Cuánta realidad, cuánta verdad guardan la memoria y los escritos? Seguramente poca, y, sin embargo, lo escrito se convierte en archivo al que el individuo recurre cuando necesita ayuda. En el curso preuniversitario tradujimos, La Iliada y La Eneida: En ellas está la realidad de Ulises y Eneas.

Aficionado a la lectura, y deseoso de fijar al papel mis hallazgos y contrariedades, escribo desde muy temprano. Me rendí a la poesía sin condiciones, y la prosa poética fue el resquicio por donde entraron los relatos breves. Ellos, y las sorprendentes facilidades del procesador de textos, me llevaron, ya asentado en la madurez, a la novela. El interés por la lengua y la cultura portuguesas, posibilitó mi actividad de traductor y el regreso a la poesía. El descubrimiento de Brasil supuso un impulso para mi trayectoria literaria.

A los doce años escribí mi primer relato largo con argumento. En él había planteamiento, nudo y desenlace; como debe ser. Para mí era una novela; aunque el fraile profesor de literatura dijo que veía «la masa para un pan, hecha con las harinas de todas mis lecturas; y sin levadura.» Era una crítica negativa que entendí como elogio con reparos; de modo que luego, cuando escribí mi primera novela, ya en serio, tuve un cuidado enorme en poner una buena ración de levadura. He ido publicando libros con un único criterio, el que correspondía a la ética y a la estética de cada momento. La ética no cambió mucho desde que se afirmó a los diecisiete años. La estética evolucionó siguiendo el cambiante concepto de belleza.

Bibliografía

NARRATIVA:

* Los increíbles sucesos ocurridos en el Principado (1982).
* Pedro Demonio y otros relatos (1990).
* En defensa de Paulino (1999).
* El dulce calvario de la señorita Salus (2001). 1ª Edición
* En torno a Valdepero (2003).
* La musa de Picasso (2007).
* Del elevado vuelo del halcón (2008).
* La pasión de la señorita Salus (2010). 2ª Edición
* Pasión y muerte de la señorita Salus. (2012) 3ª Edición
* Las mujeres del sacerdote (2012).
* Estela y Lázaro vertiginosamente (2014).

POESÍA:

* El hombre en el camino (1978)
*Relatos de Piel y de palabra (1979).
* Poemas de ida y vuelta (1981).
* Mil versos de amor a Aipa (1982).
* Somera investigación sobre una enfermedad muy extendida (1988).
* El hombre fue primero la soledad vino después (1989).
* Madrid, 1985 (1989).
* Aiñara (1993).
* La deriva del hombre (2006).
* Trayectoria y elipse (2011).
* Elipse de los Tiempos (2012).
* BRASIL, Sístoles y diástoles, poemas y relatos en castellano y portugués (2016).

ENSAYO:

* Ad memoriam (2007).

EDICIONES COLECTIVAS

* Premios de narraciones “Miguel Cabrera” (1997)
* Premios “Relatos de la Mar” (1999).
* Premios “Paradores” de Relatos (2002).
* Antología de cuento breve. Salón del Libro Hispanoamericano. México (2009).
* II Día Internacional de la poesía en Segovia (2011).
* Antología de Relatos Hispanoamericanos Latin Heritage Foundation (2011).USA
* Palencia. Palabra y luz (2013).

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Poética

La gran hispanista brasileña Ester Abreu, escribió: «Según dice Sócrates a Fedro, aquel que no posee nada más valioso que sus escritos, y pasa largo tiempo mejorándolos, quitando una cosa aquí, añadiendo otra allá, a ese hombre se le llamará poeta. Pero no es sólo quitar, y añadir, Sócrates lo sabía: Es mucho más. Es lo que hace Pedro Sevylla de Juana: es utilizar un lenguaje poético auténtico, y mover las palabras con la propiedad de un director de orquesta para producir armonía; es lanzar silencios en palabras y palabras que vuelen hasta los espacios siderales, y desciendan al centro de la Tierra, a los infernales caminos dantescos; es representar e imaginar en lo «irreal» y proyectarse en la verdad de una manera original y propia. Es el lector, quien, con su acción, completa la obra, como nos muestra el concepto de poema de Pedro Sevylla: «Los poemas son jaulas que el lector abre, para que el águila o el colibrí escapen. Palabras finales, en «BRASIL, Sístoles y diástoles»

Si investigo las causas que me alejan de la soledad impulsándome a la acción, la belleza, entendida como equilibrio y armonía, ocupa un lugar primordial. A ella voy una y otra vez portando mi equipaje, reincidente de búsquedas pensadas o impensadas. Ya en ella, me quedo como en casa propia, refugio cálido o fresco según deseos y necesidades. Después apenas queda exploración, la belleza llena todo el yute de los sacos vacos, toda la lona de los costales, los canastos hasta el asa, cestos, bolsos y bolsillos. ¡Hay tanta…!

Adonde dirijas la mirada, está: soberbias montañas, valles pronunciados, llanuras extensas, flora y fauna de variedad prolífica, desiertos formados por suaves colinas ricas en matices de un solo color o líquidas profundidades adornadas de peces y escollos coralinos; vastas nocturnas luminarias separadas entre s por miradas de kilómetros vacos y repletas gusaneras de minúsculos virus invisibles. Se la ve desperezarse en el roco de las madrugadas o cerrar los párpados tras las espléndidas puestas de sol. Por si no bastara, la mano del hombre y su ingenio han construido, pieza a pieza, todo un laberinto de hermosura. Pinturas partícipes de la armonía copiada de la naturaleza, floridas de aportaciones personales que diferencian a las unas de las otras; esculturas que siguen los derroteros marcados por la imaginación, responsable del exuberante derroche de formas y volúmenes ganados al aire; edificios insolentes, algo más que habitáculos, idóneos para que el espritu aspire a alcanzar la estética suprema del arco celeste, de los horizontes huidizos; composiciones de Johan Sebastián Bach y Louis Daniel Armstrong: desde el murmullo del agua en el arroyo hasta el bronco cañón de las tormentas. Y un engarce ntimo de las artes bellas, ajustadas hasta conseguir la máxima perfección que el ojo humano puede apreciar, el entusiasmo que agota la capacidad emocional de las personas.

¡Abunda tanto la belleza!; escarbas y aflora. Se descubre tierna, voluptuosa, niña que se va haciendo mujer y camina sin pausa, conquistando habitaciones, la casa en sus dimensiones verdaderas, desde el propileo abierto a brisas cálidas, hasta el elevado palomar de los arrullos afectivos; calles, caminos, recorriendo el mundo, impregnándole de su vaho sutil, perecedero, renovado. Dispongo en los ojos un lugar destinado a ella cuando viajo; as, quienes esperan mi llegada, reciben en el relato su correspondiente porción llena aún de frescura. Simetría, orden, simpatía de los contrarios o de los iguales, similitud, contraste; llamada repetida al sometimiento, a la huida, a la norma y a la constante rebelión. Hay belleza para rato; las células y los electrones se organizan una y otra vez en hermosos conjuntos sucesivos, siguiendo al albur la ley de probabilidades.

La poesía adopta a la realidad, la amamanta, la acuna, la desnuda, y la hace suya, recreándola. La poesía es cangilón, es vasija, es vaso; y el poeta es arcaduz que entrega su mirada, su sospecha, sus sueños y quimeras, su saber y entender, su sentir, su deseo de amar. Poesía es belleza y equilibrio, es síntesis y es ritmo. Poesía es búsqueda. Poesía es progreso. Es donación, es aire, es acero, es espuma, es raíz, es vértigo.

Yo no sé si quien me hizo el regalo fue Bécquer, aquel Gustavo Adolfo enfermo en el cisterciense monasterio de Veruela, adonde caminé peregrino mucho antes que a Collioure, previo a Soria mi paso, en busca de Machado y su amor transformado en novia, en esposa, en hija, en compañera; entregado por completo al atractivo frutal de Leonor, huerto ella y hortelana al tiempo, tierra, agua y canal de riego. O fueron Lorca, Darío, Vallejo y Neruda, tan distintos y tan míos; o Juan Ramón quizá, atrincherado en la pureza, quitándole a la margarita los pétalos albos, despojándola de tules, de adornos que enmascaran la esencia; o el pastor Miguel y la vida que le ahogó el corazón al respirar la tierra húmeda y germinada. No sé; la poesía vino a m muy de mañana, yendo a arrancar almortas con mi madre en plena noche, rodeados ella y yo de sombras insidiosas y sonidos intrigantes, camino de las bodegas hacia arriba, por valles escondidos de la luna creciente hasta llegar al páramo llano. Asperjaban esplendor mis ojos sobre la amanecida, luz y calor en efímera convivencia con el rocío a punto de iniciar la cabalgada, puesto ya un pie en el estribo. Acaso el mérito es de Góngora, portador de la belleza en fardos sobre el hombro, en la vereda yo del poético embeleso.

Puede ser, ignoro ese punto concreto, que recibiera la poesía de manera indirecta, reflejada, filtrada o enriquecida, mostrándome ella los matices añadidos por alguno de esos que llaman, y no sé por qué, poetas menores -Gabriel y Galán, Grilo, Campoamor, Villaespesa, considerados sin razón, estoy convencido, de segunda línea- trovadores que a su vez la hubieran hallado en los excelsos. Luna yo que recibiera de la tierra la luz estelar, y luego, sabida la fuente, fuera al Sol a beberla; porque las estrellas, señoras de sus planetas, poseen el brillo nocturno, el verdadero lustre esmaltado: una luz pura, suya por entero; y disfrutan difundiéndola, irradiándola en todos los confines, fundiendo la oscuridad al penetrarla.
Los extraños me salieron al sendero en mi tránsito, Tagore, Elitis, Maiakovski, Byron, Yeats, Whitman, T. S. Eliot, Blake, Martinson, Ekelöff o Lundkvist, acompañados de Apolinaire, Rimbaud, Pessoa, Baudelaire, la Kazakova, la Wine y Leopardi. Todos contribuyeron, sin duda, a la coronación; pero la poesía estaba ya en la belleza que iba destapando a derecha e izquierda, a ras de suelo o en la cúspide.

Cuando me detenía en los imperceptibles detalles -conformadores de una plenitud ingenua- mi sensibilidad, virgen, enfrentaba millones de fibras nerviosas a la superficie de los objetos de uso cotidiano y mi intuición perforaba las foliaciones cutáneas de los frutos exóticos, entrando en la esencia verdadera de su pulpa, persiguiendo el jugo dulce y los atractivos colores. Después, derroteros extraños me acercaron a la compleja morfología del insecto, a la sorprendente complejidad de las mariposas; durante un tiempo permanecí en sus ojos compuestos, en sus alas variadísimas, en su inagotable calistenia.

Conquistó mi reverdecido interés el Universo inconcluso, espacio previsto para que la temperatura del color dibuje el cuadro perfecto, enorme mural en el que los seres humanos podemos ser elementos insustituibles. Trazando van las estrellas con voluntad decidida su va hacia la nada ubérrima, estadio final que no es más que el principio de una evolución sin término -sístoles y diástoles, rotación y translación- eternizada por la sublime entrega del general convenio, a la euritmia que origina las conocidas músicas estelares. Quise aproximarme al hombre arañando su impenetrable coraza, y para abrir las mentes cerradas a la mínima emoción hube de punzar corazones que destilaban fluidos purulentos. Avancé a través de los enormes cementerios en que se habían convertidos los campos cultivables, y no fui capaz de volver atrás la mirada. En la última trinchera hallé el amor y ante el amor me detuve, pues en su interior se dan cita los cuatro elementos y de all parten las directrices fructíferas. El amor es la rama que origina las hojas, es el tronco del que arrancan las ramas, es la raíz que sustenta el tronco, es la tierra que alimenta la raz, es la vida muerta que da a la tierra los imprescindibles nutrientes; y adonde quiera que vaya, el amor me precede. Capítulo dieciséis de «Ad Memoriam» 

En mi opinión, el escritor, como cualquier hijo de vecino, percibe, intuye, siente, conoce, ama, aprehende, desecha, imagina, modifica, eslabona, desgaja, combina, fija y acepta. Lleva por ello una maleta bien surtida: asuntos de enjundia y nimiedades recogidos al paso: ideas, pensamientos, vivencias, fobias, filias, puntos de vista propios y adoptados, que dan forma a historias compuestas de una precisa del teatro de operaciones, de la definición clara del problema y de una salida razonable del laberinto que muestra el largo hilo utilizado». «Yo cuento lo oído como visto, y lo visto como oído, pues no me fío más de mis ojos que de los ajenos, ni atribuyo a mis oídos menos objetividad que a mis ojos. Viajo, leo y escucho relatos de gente que acaba de llegar de otro país, cuando la memoria está aún fresca y la fantasía sigue inflamada por las emociones. Y todo ello lo vierto en mis libros con la misma seguridad y pareja desconfianza. ¿Dónde termina la realidad, dónde empieza la ficción, y en qué punto se encuentran?, ¿no es la imaginación el ensanchamiento de los sentidos? La realidad es múltiple, y cuando nos acercamos a una faceta nos separamos de las otras. Nuestra voluntad actúa a partir de las creencias, de las convicciones: realidad y ficción mezcladas, ¿no debemos ocuparnos de ambas por igual si ambas por igual nos afectan?

El fatigoso oficio de escritor templa el carácter de quien lo ejerce, y lo hace sobre un yunque de papel en el que los golpes no suenan. Ocho, diez y hasta doce horas diarias de un trabajo callado que apenas muestra lo conseguido. Suelo seguir un desarrollo creativo que parte de algún hecho cierto, esqueleto, armazón; lo relleno con carne de mi propia carne, experiencia sedimentada, gotas destiladas en el alambique interno; y trato de dar al conjunto una forma agradable. En la búsqueda de la calidad narrativa, fin pretendido por el escritor -la excelencia del entramado, el progreso ágil del argumento, la suavidad de la hechura- el lector que soy coopera. Leo y escribo, escribo y leo; y aunque tengo buen digerir, siempre queda en el aliento el aroma de lo ingerido. Y en verdad, estoy más orgulloso de mis lecturas que de mis escritos.
El azar elige el asunto sobre el que versarán las novelas, incluso la manera de desarrollar el argumento. Un azar pobre, en efecto; conformado por variables escasas que además se repiten. A más del albur, no tengo otros condicionantes ajenos. Sea por ello crtico el lector, sin remordimiento alguno, cuando se disponga a valorar el resultado. Estoy a su servicio, mi meta es su entendimiento; pues sé que alcanzado cuaja la novela, se solidifica, se yergue como un menhir en la llanura, como un obelisco en la plaza. No obstante, escribo para seres en permanente evolución, y no puedo tratarlos como a niños o a enfermos gástricos a quienes se tritura la carne y desmenuza el pescado. Tampoco siembro de trampas el sendero para probar su progreso. Trato de esperar al rezagado pero sin perjudicar el ascenso del que sube a buen ritmo. Busco ese complejo equilibrio que identifica a la obra bien desarrollada; y dejo un cierto margen a la interpretación personal, a la capacidad aclaratoria que cada uno posee; de manera que es el lector quien cierra el proceso creativo, quien termina de concretar la novela.

Un libro es un recipiente en el que se vuelcan elementos heterogéneos con la conformidad y, asimismo, con la ignorancia del propio escritor; no debe extrañarnos, pues, que el lector encuentre lo que el escritor no supo que ponía. Es posible, entonces, que una novela guste a dos lectores por motivos distintos, incluso por consideraciones contrapuestas. Porque si el autor es fiel a s mismo, personalidad contradictoria como todas, su escrito recogerá esa forma contradictoria de ver la realidad, y el lector tomará el partido que le interese, aquel que enfile mejor con su especulación.» Conferencia en la Casa de Palencia en Madrid, sobre «El escritor y su obra», noviembre de 2003

Hay literatura en lo que escribimos; y eso puede engañarnos. Los poetas somos el centro del cosmos, y desde ah lo vemos todo, y lo explicamos. En mi caso, además, la novela me tiene rastreando como investigador, analizando como sicólogo, trabajando al pie de los hechos como sociólogo, y hurgando en el pasado como arqueólogo. El cosmos es el centro y los novelistas mariposas, abejas, soldados al asalto de la muralla. Debemos escribir con el corazón en la mano. Hay que desbrozar, quitar los adornos y dejar los puros sentimientos. Capítulo El amor en su carro de placer, de la novela «Estela y Lázaro vertiginosamente