Jorge de Sena

Contenido: Introducción. Mi poema traducido. Poemas de Sena traduzidos. Texto de Sena en castellano. Ensaio de Luciana Salles. Biobibliografia de Sena, por Jorge Fazenda. Videos

Vaya por delante mi agradecimiento a los lectores. Acaba de cumplir un año este blog. Alberga cincuenta trabajos de autores de las dos culturas, en las dos lenguas, castellano y portugués. Las visitas/descargas se aproximan a las trescientas mil, hechas desde cincuenta países: México, Brasil, España, Colombia, Argentina, Perú, Chile y Estados Unidos a la cabeza. Entre Los autores más visitados están Jorge Luis Borges, Gabriela Mistral, César Vallejo, José Asunción Silva, Hilda Hilst, Jorge Amado, Quevedo, Camões, Juan Ramón y Cortázar.
Entre ellos, algunas de mis novelas, como Pasión, muerte y Resurrección de la Señorita Salus, Ad memoriam, Del elevado vuelo del halcón y Las mujeres del Sacerdote; y los libros de cuentos La musa de Picasso y En torno a Valdepero. Gracias de todo corazón por vuestro estímulo.

La dictadura de Portugal, llamada Estado Novo, se mantuvo entre 1933 y 1971. Dentro de la persecución de las libertades, practicaba la censura más férrea.
Jorge de Sena nació en Lisboa el año 1919. Debido a la dictadura, partió para el exilio, en Brasil, el año 1959. Murió en Santa Bárbara, California, EUA, el día 4 de junio de 1978. Su cuerpo fue recibido en Lisboa en septiembre de 2009. Fechas que son ventanas por donde mirar su vida y, como consecuencia, su vasta y sólida obra.
Mécia de Sena, su esposa, no acompañó a los restos del esposo desde el cementerio del Calvario en Santa Bárbara, hasta el de los Prazeres en Lisboa. No estuvo la viuda, por tanto, en la Basílica da Estrela, donde se celebró un homenaje al profesor, poeta, dramaturgo, ensayista, crítico y traductor, con la presencia, entre las autoridades, del ex presidente de la República Portuguesa, António Ramalho Eanes, amigo de larga y verdadera amistad de Jorge de Sena, uno, sin duda de los que el poeta dejó en su patria al partir: Amigos meus mais caros tenho nela, saudosamente nela.

Mécia de Sena, no viajó a Lisboa “por causa do impacto” que le causarían las ceremonias. Pero, desde su casa de Santa Bárbara, dijo que el regreso de Jorge de Sena a su patria representaba un hecho muy importante para ella, tanto como lo hubiera sido para su marido. Añadió: «Espero que seja o passo decisivo para o reconhecimento do meu marido como escritor e como cidadão»
La iniciativa del regreso fue del Ministro de Cultura, José Antonio Pinto Ribeiro, con quien, Mécia de Sena, estuvo de acuerdo.
«Saímos para ele escrever sem pensar nos limites que lhe eram impostos.»: palabras de la viuda.
«Passou a ter condições de vida e de trabalho que potenciaram a sua criatividade», explicó Jorge Fazenda Lourenço, especialista en la obra de Jorge de Sena: “Os anos de Brasil (1959-65), os primeiros vividos, como adulto, em liberdade, são talvez o seu período mais criativo”.
Volver a Portugal, incluso de visita, era arriesgado, porque entre 1950 y 1968 tuvo orden de prisión. Salieron de Brasil, también, por el golpe militar de 1964. «Tínhamos alergia às ditaduras. Saímos do Brasil também por causa da ditadura», comentó Mécia.
Los exílios fueron la vida de Sena, incluso cuando vivió em Portugal, exilio interior. Y los exilios contribuyeron a la originalidad y fuerza de su escritura.

 

 

Documento de ingeniero Civil en Portugal

 

 

La oportuna llegada de la Primavera
Poema de Pedro Sevylla de Juana

Apoyándose en la punta de los pies
sobre los últimos yelos invernales
domingo a medio día
descendió silenciosa y sorprendente
Primavera.

Música y color de un bienestar fingido,
la primavera inicia, valiente, su andadura
el invierno regresa a su escondrijo
la ambición escala hacia la cumbre
la intemperie nocturna pide prórroga
la grisura está de moda
sobre las nubes altas se multiplican los milagros,
la actualidad se opone al descontento
todo debe ser sumisa aceptación,
la electrónica trae computadores
más y más sofisticados
laberinto que a muy pocos lleva
hasta el análisis aséptico y el conocimiento neutral,
porque los computadores
-antes lo intuíamos pero ahora ya tenemos certeza-
nos alinean imponiendo su sencillo orden
de despistados y necios.

Los ciudadanos conscientes que aún quedan
reflexivos y, por eso,
críticos,
se van desmoronando grano a grano
bajo el peso de problemas reales
y problemas inventados.

Ley de Gravitación Universal:
la interdependencia entre iguales
proporciona la cohesión del Universo,
la simple independencia desemboca en soledad,
y la soledad ahonda la profunda trayectoria
de quien lee y quien escribe,
unos pocos que simulan ser desconocidos
cuando cruzan temerosos temerarios
el ágora pálida y, con frecuencia, fría.

La poesía sigue pasando de mano en mano
manos escasas de cuatro convencidos
o de cuatrocientos,
los mismos de siempre o los hijos de sus hijos
en un viaje lleno de pausas y sahumerios
como se llevan los cadáveres
a las tumbas abiertas en los saturados cementerios.

Lograda la armonía por audaces
de otros tiempos,
la regularidad disciplinar sustituye al equilibrio
en la disposición de los métodos y de la iniciativa,
convirtiéndose en clave de múltiples acciones
tableteo de las ametralladoras
endiabladas marchas militares
repetido murmullo de la monotonía
de la mentira repetida hasta parecer verdad
hasta llegar a ser la verdad única,
porque los eslabones de la cadena
que nos atan los unos a los otros
al mismo tiempo nos separan,
el fuego avanza a llamaradas en los campos incultos
hogueras trasmutadas en piras de cadáveres vivientes
encendidas en habitáculos inhóspitos
para combatir las bajas temperaturas de la miseria humana,
la palidez de las ciudades desmiente a la aurora
dejando pálida
frente al crepúsculo
la belleza honesta del alba.

Los déspotas expelen ráfagas de injusticia y precios elevados
y cuando son descubiertos
convocan elecciones y son sustituidos
por bien adiestrados simuladores
que logran la momentánea confianza
de la multitud desconfiada,
mas estén donde estén y sean quienes sean
llevan la muerte consigo y bajo los perfumes caros
huelen a despojos descompuestos,
porque para que exista un rico
de los ricos actuales
dueños de enormes fortunas
valoradas en miles y miles de propiedades
que incluyen los cuerpos y las almas,
son necesarios, cuando menos,
tres generaciones de pobres de solemnidad
de esos pobres que ahora carecen de tierra, agua,
aire y fuego,
y como acostumbra a ocurrir
la incertidumbre y el miedo
sobrevuelan millones de cabezas
robando sueños.

Quienes diseñan la faz de lo que nos conviene
mudan puntos, rayas, superficies, volúmenes
y tonalidades,
dejando los antiguos al alcance de la mano
diestra
con la sana intención de recobrarlos,
porque todo ha de cambiar vertiginosamente
en el vertiginoso giro de los radios en la rueda
para dar la perseguida apariencia
de nuevo e igual, de igual y nuevo,
de manera que la repetición intermitente del paisaje
nos produzca la sensación de cambio a unos
y de continuidad a otros,
visión compendio de todas las posibles
miren las personas hacia atrás o hacia adelante
contentos o no con el presente maquillado
que los días ofrecen
a la espera de un mismo futuro distinto
en la proximidad distante.

El futuro pinta oros de tan
pluscuamperfecto como viene,
el pretérito huele a nardos
y se viste de color
rosa azulado.
De todos es sabido que la historia muda,
para adaptarse a la vigencia de los tiempos,
de cuando en cuando el resultado del anterior análisis,
haciendo volver sobre sus pasos
a los que quieren, faro en la costa,
verdadera y firme esa verdad de verdades,
abierta, eso sí, mutatis mutandis,
a la investigación
constante.

Los poderes fácticos
a escritores, ensayistas y poetas
por señas nos advierten,
utilizando parábolas ya olvidadas
y viejos símbolos actualizados,
que consideran una broma de mal gusto
la manía de seguir, día tras día, en la refriega,
comprendiendo los hechos y juzgándolos
para relatarlos después del modo que los vimos;
debemos sonreír con sonrisa ingenua
aunque nadie desvele el acertijo
porque la primavera acaba de llegar
y el inverno inverna en su escondrijo.

PSdeJ, Valdepero, Vitória ES, El Escorial

 

 

Arrival of spring, óleo de David Hocney

 

 

A oportuna chegada da primavera
Poema e tradução Pedro Sevylla de Juana

Apoiando-se na ponta dos pés
sobre os últimos gelos invernais
domingo a meio-dia
silenciosa e surpreendente desceu
a Primavera.

Música e cor de um bem-estar fingido,
a Primavera inicia, valente, sua andadura
o Inverno regressa a seu esconderijo
a ambição escala a cumeada
a intempérie noturna pede prorroga
o cinzento está na moda
sobre as nuvens altas se multiplicam os milagres,
a atualidade se opõe ao descontente
todo deve ser submissa aceitação,
a eletrônica traz computadores
mais e mais sofisticados
labirinto que a muito poucos leva
até a análise asséptico e o conhecimento neutro,
porque os computadores
-dantes o intuíamos mas agora já temos certeza-
nos alinham impondo sua singela ordem
de despistados e néscios.

Os cidadãos conscientes que ainda restam
reflexivos e, por isso,
críticos,
se vão desmoronando grão a grão
debaixo do peso de problemas reais
e problemas inventados.

Lei de Gravitação Universal
a interdependência entre iguais
proporciona a coesão do Universo;
a singela independência desemboca em solidão
e a solidão afunda a intensa trajetória
de quem lê e quem escreve,
uns poucos que fingem ser desconhecidos
quando cruzam temerosos temerários
a ágora pálida e, com frequência, fria.

A poesia segue passando de mão em mão,
mãos escassas de quatro convencidos
ou de quatrocentos,
os mesmos de sempre ou os filhos de seus filhos
numa viagem cheia de pausas e incensários
como se levam os cadáveres
às tumbas abertas nos saturados cemitérios.

Conseguida a harmonia por audazes
de outros tempos,
a regularidade disciplinar substitui o equilíbrio
na disposição dos métodos e da iniciativa,
convertendo-se em chave de múltiplas ações
rajadas das metralhadoras
endiabradas marchas militares
repetido murmúrio da monotonia
da mentira repetida até parecer verdade
até chegar a ser a verdade única,
porque os elos da corrente
que nos atam uns aos outros,
ao mesmo tempo nos separam;
o fogo avança em labaredas nos campos incultos
fogueiras transmutadas em piras de cadáveres viventes
acendidas em habitáculos inóspitos
para combater as baixas temperaturas da miséria humana,
a palidez das cidades desmente a aurora
deixando pálida
em frente do crepúsculo
a beleza honesta da alva.

Os déspotas expelem gritos de injustiça e preços elevados
e quando são descobertos
convocam eleições e são substituídos
por bem adestrados simuladores
que conseguem a momentânea confiança
da multidão desconfiada,
mas estejam onde estiverem e sejam os que sejam
levam a morte consigo e sob os perfumes caros
cheiram a despojos decompostos,
porque para que exista um rico
como os ricos atuais:
donos de enormes fortunas
valorizadas em milhares e milhares de propriedades
que incluem os corpos e as almas;
são necessários, quando menos,
três gerações de pobres absolutos, íntegros
desses pobres que agora carecem de terra, água,
ar e fogo,
e como acostuma a ocorrer
a incerteza e o medo
sobrevoam milhões de cabeças
roubando sonhos.

Quem desenha a face do que nos convém
muda pontos, listras, superfícies, volumes
e tonalidades,
deixando os antigos ao alcance da mão
destra
com a sã intenção de recobrá-los,
porque tudo tem de mudar vertiginosamente
no vertiginoso giro dos rádios na roda
para dar a perseguida aparência
de novo e igual, de igual e novo,
de maneira que a repetição intermitente da paisagem
produza a sensação de mudança para uns
e de continuidade a outros,
visão compendio de todas as possíveis
olhem as pessoas para atrás ou para adiante
contentes ou não com o presente maquilhado
que nos dias oferecem
à espera de um mesmo futuro diferente
na proximidade distante.

O futuro pinta ouros de tão
perfeito como vem,
o pretérito cheira a nardos
e se veste de cor
rosa azulado.
De todos é sabido que a história muda,
para se adaptar à vigência dos tempos,
de quando em quando o resultado da anterior análise,
fazendo voltar sobre seus passos
aos que querem, faro na costa,
verdadeira e firme essa verdade de verdades,
aberta, isso sim, mutatis mutandis,
à investigação
constante.

Os poderes fáticos,
a escritores, ensaístas e poetas
por meio de sinais nos advertem,
utilizando parábolas já esquecidas
e velhos símbolos atualizados,
que consideram uma brincadeira de mau gosto
a mania de seguir, dia após dia, na refrega,
compreendendo os fatos e julgando-os
para relatar logo até os mínimos detalhes do acontecido;
devemos sorrir com sorriso ingênuo
embora ninguém desvele a chacota
porque chegada já a primavera
inverna o inverno no interior da sua choça.

PSdeJ, Valdepero, Vitória ES, El Escorial

 

 

 

Poemas de Jorge de Sena
Traducidos por Pedro Sevylla de Juana

El poema A Portugal, fue escrito por Jorge de Sena en los inicios del exilio en Brasil. Se publicó, cuando el autor ya había muerto, en el libro “40 anos de servidão”. Comienza con un verso de Camões en Os Lusiadas, canto III, 21 estância: “Esta é a ditosa pátria minha amada”. Pero añade esse Não rotundo y solitário reforzado por estar entre puntos. Verso primero de uma elegia que termina “Eu te pertenço: mas ser´s minha, não”. De nuevo la negación, pero ya menos rotunda.
A propósito del lenguaje vulgar, Jorge de Sena dice:
A linguagem vulgar, quando empregada literariamente, não é mais ou menos vulgar, conforme a percentagem de palavras especializadas ou difíceis. Um escritor pode ter um “rico estilo”, e ser de uma vulgaridade flagrante; enquanto outro, com palavras quase todas comuns, pode exprimir muitas ocultas verdades (SENA, 1949, p. 62).

 

A PORTUGAL
Poema de Jorge de Sena

Esta é a ditosa pátria minha amada. Não.
Nem é ditosa, porque o não merece.
Nem minha amada, porque é só madrasta.
Nem pátria minha, porque eu não mereço
a pouca sorte de ter nascido nela.

Nada me prende ou liga a uma baixeza tanta
quanto esse arroto de passadas glórias.
Amigos meus mais caros tenho nela,
saudosamente nela, mas amigos são
por serem meus amigos, e mais nada.

Torpe dejecto de romano império;
babugem de invasões; salsugem porca
de esgoto atlântico; irrisória face
de lama, de cobiça, e de vileza,
de mesquinhez, de fátua ignorância;
terra de escravos, cu pró ar ouvindo
ranger no nevoeiro a nau do Encoberto;
terra de funcionários e de prostitutas,
devotos todos do milagre, castos
nas horas vagas de doença oculta;
terra de heróis a peso de ouro e sangue,
e santos com balcão de secos e molhados
no fundo da virtude; terra triste
à luz do sol caiada, arrebicada, pulha,
cheia de afáveis para os estrangeiros
que deixam moedas e transportam pulgas,
oh pulgas lusitanas, pela Europa;
terra de monumentos em que o povo
assina a merda o seu anonimato;
terra-museu em que se vive ainda,
com porcos pela rua, em casas celtiberas;
terra de poetas tão sentimentais
que o cheiro de um sovaco os põe em transe;
terra de pedras esburgadas, secas
como esses sentimentos de oito séculos
de roubos e patrões, barões ou condes;
ó terra de ninguém, ninguém, ninguém:

eu te pertenço. És cabra, és badalhoca,
és mais que cachorra pelo cio,
és peste e fome e guerra e dor de coração.
Eu te pertenço: mas ser´s minha, não.

Jorge de Sena
“Peregrinatio ad Loca Infecta (1959-1969)” em 40 Anos de Servidão, Lisboa: Edições 70, 1989, pp. 85-86.

 

A Portugal
Poema de Jorge de Sena
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Esta es la dichosa patria mi amada. No.
Ni es dichosa, porque no lo merece.
Ni mi amada, porque es sólo madrastra.
Ni patria mía, porque yo no merezco
la escasa suerte de haber nacido en ella.

Nada me ata o vincula a tanta bajeza
como ese eructo de pasadas glorias.
Mis amigos más queridos están en ella,
nostálgicos en ella, pero amigos son
por ser mis amigos, y eso es todo.

Torpe deyección de romano imperio;
baba de invasiones; salitre puerco
de agotamiento atlántico; irrisoria cara
de lodo, de codicia, y de vileza,
de mezquindad, de vanidosa ignorancia
tierra de esclavos, culo por el aire oyendo
crujir en la niebla la nao del Encubierto;
tierra de funcionarios y prostitutas,
devotos todos del milagro, castos
en las horas vacías de enfermedad oculta;
tierra de héroes a peso de oro y sangre,
y santos con mostrador de secos y mojados
en el fondo de la virtud; tierra triste
a la luz del sol encalada, acicalada, sin brio,
llena de amabilidad para los extranjeros
que dejan monedas y transportan pulgas,
oh pulgas lusitanas, hacia Europa;
tierra de monumentos en los que el pueblo
da nombre a la mierda anónima;
tierra – museo en que aún se vive,
con cerdos por la calle, en casas celtiberas;
tierra de poetas tan sentimentales
que el olor de un sobaco los pone en trance;
tierra de piedras descarnadas, sequías
como esos sentimientos de ocho siglos
de robos y patrones, barones o condes;
oh tierra de nadie, nadie, nadie:

yo te pertenezco. Eres cabra, eres puerca,
eres más que perra en celo,
eres peste y hambre y guerra y dolor de corazón.
Yo te pertenezco: pero pertenecerme tú, no.

Traduzido por PSdeJ em El Escorial 18 outubro 2017

 

 

El 3 de mayo en Madrid o “Los fusilamientos” Óleo sobre lienzo Francisco de Goya Museo del Prado

 

Jorge de Sena fue casi todo en escritura, pero más que nada fue poeta. Y más aún, un poeta de convicciones que pretendía, siendo testigo, dar testimonio y extender. Y lo dijo así:
“É que à poesia, melhor que a qualquer outra forma de comunicação, cabe, mais que compreender o mundo, transformá-lo.” (SENA, 1961, p.11)

 

Carta a meus filhos sobre os fuzilamentos de Goya
Poema de Jorge de Sena

Não sei, meus filhos, que mundo será o vosso.
É possível, porque tudo é possível, que ele seja
aquele que eu desejo para vós. Um simples mundo,
onde tudo tenha apenas a dificuldade que advém
de nada haver que não seja simples e natural.
Um mundo em que tudo seja permitido,
conforme o vosso gosto, o vosso anseio, o vosso prazer,
o vosso respeito pelos outros, o respeito dos outros por vós.

E é possível que não seja isto, nem seja sequer isto
o que vos interesse para viver. Tudo é possível,
ainda quando lutemos, como devemos lutar,
por quanto nos pareça a liberdade e a justiça,
ou mais que qualquer delas uma fiel
dedicação à honra de estar vivo.
Um dia sabereis que mais que a humanidade
não tem conta o número dos que pensaram assim,
amaram o seu semelhante no que ele tinha de único,
de insólito, de livre, de diferente,
e foram sacrificados, torturados, espancados,
e entregues hipocritamente à secular justiça,
para que os liquidasse “com suma piedade e sem efusão de
sangue.”

Por serem fiéis a um deus, a um pensamento,
a uma pátria, uma esperança, ou muito apenas
à fome irrespondível que lhes roía as entranhas,
foram estripados, esfolados, queimados, gaseados,
e os seus corpos amontoados tão anonimamente quanto haviam vivido,
ou suas cinzas dispersas para que delas não restasse memória.
Às vezes, por serem de uma raça, outras
por serem de uma classe, expiaram todos
os erros que não tinham cometido ou não tinham consciência
de haver cometido. Mas também aconteceu
e acontece que não foram mortos.
Houve sempre infinitas maneiras de prevalecer,
aniquilando mansamente, delicadamente,
por ínvios caminhos quais se diz que são ínvios os de Deus.

Estes fuzilamentos, este heroísmo, este horror,
foi uma coisa, entre mil, acontecida em Espanha
há mais de um século e que por violenta e injusta
ofendeu o coração de um pintor chamado Goya,
que tinha um coração muito grande, cheio de fúria
e de amor. Mas isto nada é, meus filhos.
Apenas um episódio, um episódio breve,
nesta cadeia de que sois um elo (ou não sereis)
de ferro e de suor e sangue e algum sêmen
a caminho do mundo que vos sonho.
Acreditai que nenhum mundo, que nada nem ninguém
vale mais do que uma vida ou a alegria de tê-la.
É isto o que mais importa – essa alegria.
Acreditai que a dignidade em que hão-de falar-vos tanto
não é senão essa alegria que vem
de estar-se vivo e sabendo que nenhuma vez
alguém está menos vivo ou sofre ou morre
para que um só de vós resista um pouco mais
à morte que é de todos e virá.
Que tudo isto sabereis serenamente,
sem culpas a ninguém, sem terror, sem ambição,
e sobretudo sem desapego ou indiferença,
ardentemente espero. Tanto sangue,
tanta dor, tanta angústia, um dia
– mesmo que o tédio de um mundo feliz vos persiga –
não hão de ser em vão. Confesso que
muitas vezes, pensando no horror de tantos séculos
de opressão e crueldade, hesito por momentos
e uma amargura me submerge inconsolável.
Serão ou não em vão? Mas, mesmo que o não sejam,
quem ressuscita esses milhões, quem restitui
não só a vida, mas tudo o que lhes foi tirado?
Nenhum Juizo Final, meus filhos, pode dar-lhes
aquele instante que não viveram, aquele objeto
que não fruíram, aquele gesto
de amor, que fariam “amanhã”.
E, por isso, o mesmo mundo que criemos
nos cumpre tê-lo com cuidado, como coisa
que não é só nossa, que nos é cedida
para a guardarmos respeitosamente
em memória do sangue que nos corre nas veias,
da nossa carne que foi outra, do amor que
outros não amaram porque lho roubaram.

Lisboa, 25 junho 1959.
(Em poesia II, pg 125 a 128.)

 

Carta a mis hijos sobre los fusilamientos de Goya
Poema de Jorge de Sena
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

No sé, hijos míos, qué mundo será el vuestro.
Es posible, porque todo es posible, que sea
aquel que yo deseo para vosotros. Un sencillo mundo,
donde la única dificultad provenga
de lo simple y natural.
Un mundo en que todo esté permitido,
conforme a vuestro gusto, vuestro anhelo, vuestro placer,
vuestro respeto a los otros, el respeto de los otros a vosotros.

Y es posible que no sea esto, ni siquiera esto,
lo que necesitéis para vivir. Todo es posible,
aun cuando luchemos, como debemos luchar,
por cuanto valoremos la libertad y la justicia,
o más que cualquiera de ellas una fiel
dedicación al honor de estar vivo.
Un día sabréis que, aunque la humanidad
no lleva cuenta del número de los que pensaron así,
amaron a su semejante por cuanto tenía de único,
de insólito, de libre, de diferente,
y fueron sacrificados, torturados, apartados,
y entregados con hipocresía a la secular justicia,
para que los liquidara “con suma piedad y sin efusión de sangre.

Por ser fieles a un dios, a una idea,
a una patria, una esperanza, o acaso
al hambre sin respuesta que les roía las entrañas,
fueron destripados, desgarrados, quemados, gaseados,
y sus cuerpos amontonados tan anónimos como vivieron,
o sus cenizas diseminadas para que de ellas ni memoria quedara.
A veces, por ser de una raza, otras
por ser de una clase, purgaran todos
los errores que no habían cometido o no tenían conciencia
de haber cometido. Pero también ocurrió
y ocurre que no murieran.
Hubo siempre infinitas maneras de prevalecer,
aniquilando mansamente, delicadamente,
por caminos inescrutables como se dice que son los de Dios.

Estos fusilamientos, este heroísmo, este horror,
fue una cosa, entre mil, acontecida en España
hace más de un siglo y que por violenta e injusta
ofendió el corazón de un pintor llamado Goya,
dotado de un corazón muy grande, lleno de furia
y de amor. Pero esto no es nada, hijos míos.
Sólo un episodio, un episodio breve,
en esta cadena de la que sois un eslabón (o no seréis)
de hierro y de sudor y sangre y algo de esperma
en el camino del mundo que os imagino.
Aceptad que ningún mundo, que nada ni nadie
vale más que una vida o la alegría de vivirla.
Es esto lo que más importa – esa alegría.
Aceptad que la dignidad, de la que os hablarán tanto,
no es sino esa alegría que nace
de seguir vivo sabiendo que nunca
nadie está menos vivo o sufre o muere
para que uno solo de vosotros resista un poco más
a la muerte que es de todos y vendrá.
Que todo esto lo sabréis estoicamente,
sin culpar a nadie, sin terror, sin ambición,
y sobre todo sin desapego o indiferencia,
ardientemente espero. Tanta sangre,
tanto dolor, tanta angustia, un día
– aunque el tedio de un mundo feliz os persiga –
no han de suceder en vano. Confieso que
muchas veces, pensando en el horror de tantos siglos
de opresión y crueldad, dudo unos instantes
y la amargura me sumerge inconsolable.
¿Serán o no en vano? Pero, aunque no lo sean,
¿quién resucita a esos millones, quiénes restituyen
no sólo la vida, sino todo lo que les fue quitado?
Ningún Juicio Final, mis hijos, puede darles
aquel instante que no vivieron, aquel objeto
que no disfrutaron, aquel gesto
de amor futuro.
Y, por eso, ese mundo que formemos
debemos tenerlo con cuidado, como cosa
que no es sólo nuestra, que nos es cedida
para guardarla con respeto
en memoria de la sangre que nos corre por las venas,
de nuestra carne que antes fue otra, del amor que
otros no amaron porque les fue robado.

Traduzido por PSdeJ, El Escorial 19 outubro de 2017

 

 

 

Tratado de Tordesillas

 

HISPANISMO: ARCHIPIELAGO DE GLORIAS Y VANIDADES EN EL MAR-OCÉANO DE LA IGNORANCIA UNIVERSAL
JORGE DE SENA

Sexto Congreso de la Asociación internacional de Hispanistas Toronto 22 a 26 agosto 1977.

Cuando recibí de la Comisión Directiva, y de los organizadores de este Congreso, la invitación para hablar en una de las sesiones plenarias en esta reunión internacional de los más distinguidos hispanistas, me sentí, podríamos decir, al mismo tiempo conmovido, eufórico, asustado y desconfiado. Bueno. No soy uno de los patriarcas internacionales en la política del Hispanismo y otros campos afines a triunfos académicos; tampoco soy uno de aquellos escritores a quienes los hispanistas—en el sentido más estricto y usual de la palabra—se supone que lean, puesto que es generalmente parte de su Credo de Nicea no dirigir la mirada hacia una página escrita en portugués. Y mi obra crítica, aun cuando suponga un estudio más o menos en serio de escritores en español, sólo rara vez se ha leído en público o impreso en esta lengua castellana que me es tan querida; y así ha escapado naturalmente a la atención de gente tan ensimismada como los españoles y los hispanoamericanos, para no hablar de los hispanistas de otros países que, como todos los conversos entusiastas, tienden a ser más papistas que el Papa.

Por lo tanto, entonces, al aceptar tal honor, me puse a rumiar: dado que en estos tiempos los honores se suelen otorgar a personas sin mucho mérito, los solitarios independientes como yo no pueden rechazar un honor, a menos que rechazarlo sea un mayor honor. Y eso no era por cierto el caso. ¿Qué milagro se había producido? ¿Me habían descubierto como el escritor portugués que hace poco recibió el mismo premio inter nacional de poesía, Etna-Taormina, que también recibieron Guillen y Alberti, sin mencionar a Ana Akhmatova o Ungaretti? No, la invitación había llegado antes de que se me concediera el premio. ¿Se había descubierto, después de la Revolución Portuguesa, que Portugal existe realmente, junto a España, así como no se ha descubierto aún que el Brasil existe junto a la América Española, y que, en superficie y población es la mitad de toda la América del Sur?

Podría ser. Y ha habido una reciente transformación en las filas del hispanismo, lusitanismo, brasilianismo, después de la Revolución Portuguesa y de la transición española hacia la democracia, con su increíble ausencia de derramamiento de sangre (cuando la sangre y su verter a borbotones es parte de los mitos hispánicos), y con su no menos increíble porcentaje de votantes (cuando nosotros, los pueblos de habla española o portuguesa se supone que no merecemos la democracia, que dicho sea de paso no es mucho mejor en otras partes, y sobre todo en países ilustres donde por lo menos la mitad de los votantes no se molestan en emitir su voz en el concierto o desconcierto político de su patria) ; esta transformación ha sido el descubrimiento de nuestro tradicional espíritu de libertad, y el rechazo del pasado inmediato, ante cuyos gobiernos tantos se inclinaran de tan buen grado por tanto tiempo. No me olvido, por supuesto, de que muchos, en muchos países, intervinieron para ayudar a los peninsulares y a los hispanoamericanos que se negaban a aceptar las dictaduras que constituyen una parte tan grande del llamado Mundo Libre, y esto ha sido en los últimos cuarenta años, aun antes de que el sintagma fuera acuñado para fines de la Guerra Fría.

Tampoco me olvido de que algunos de ustedes, y otros muchos que no conocen una palabra de lengua hispánica alguna ni de sus literaturas, han trabajado con ahínco para promover a gente que, aun cuando se les considera grandes escritores, siéndolo o no, traicionan el principio fundamental de cualquier humanismo desde los comienzos de nuestra civilización: resistir, en nombre de la libertad humana, ante cualquier intento de los dictadores, de ganar prestigio explotando las debilidades humanas de hombres viejos y ciegos.
Espero que todos ustedes me perdonarán la crudeza con que expreso mis sentimientos. Pero cuando me invitaron a hablar aquí, por cierto se sabía que siempre hablo muy claramente sobre lo que considero esencial para nuestra dignidad de escritores y /o investigadores.

Volviendo a mis razonamientos al aceptar que hablaría aquí: quizás el milagro fuera que la AIH deseaba que todos los pueblos de la vieja Hispania Romana nos reuniéramos y habláramos nuestras propias lenguas para el goce de todos. Era seguramente el caso; inmediatamente, sin embargo, recordé que, hace unos años, en uno de nuestros congresos, y premeditadamente, había leído yo una ponencia en portugués, y provoqué protestas de mi auditorio amable y atento que me pidió la explicación en español de lo que yo había dicho, pedido que satisfice de buen grado. Natural mente, ya es hora, creo, de que los hispanistas comiencen a aprender las otras lenguas nacionales que corresponden a su propio campo de estudio, o por lo menos que luchen contra el bloqueo psicológico de inveterado orgullo de otros tiempos, que los ensordece siempre que esas lenguas son habladas delante de ellos. Después de todo, el portugués, el catalán, o el gallego, no son tan difíciles para gente que suele conocer ya el francés, o el italiano, o aun el rumano. Y con el respeto debido al País Vasco, no estoy pidiendo a los hispanistas, confinados en las lindes de sus lenguas romances, que estudien el vasco. Permítaseme puntualizar algunos ejemplos para lo que estoy diciendo. Ustedes han leído, y estudiado, y explicado a los estudiantes las obras españolas de Gil Vicente, y muchos hispanistas han escrito cosas estupendas sobre él: pero generalmente no se suele decir ni preocuparse por señalar que la mayor parte de sus obras maestras fueran escritas en portugués, y que deberían leerse también si se lo quiere realmente entender.

Un par de ejemplos más en España misma: en todo el mundo se estudia a Rosalía de Castro, y la mayoría de ustedes están de acuerdo que con ella y Bécquer la poesía española se aparta de la mediocridad romántica e ingresa en los refinamientos de la poesía moderna. Pero los más hermosos poemas de Rosalía, los más entrañables y encantadores son aquellos que no se dan para que los estudiantes los lean, puesto que fueron escritos en gallego; cuando mucho, se les puede ofrecer alguna traducción castellana. Muy recientemente, en Madrid, me conmoví hasta las lágrimas, ante una magnífica ejecución de La Atlántida de Falla, obra que es en sí misma una lección de hispanismo real por un compositor que, siendo de Cádiz, fue el más prístino tipo de castellano, con una figura a quien El Greco hubiese incluido en sus galerías de apóstoles, o que podría haber estado presente en el entierro del Conde de Orgaz, o —si descendemos a una creación artística más literaria— servir de modelo para el Maître de Santiago de Montherlant. Sí. escuchaba yo en Madrid, en esa gloriosa música (cuya absoluta autenticidad es tan dudosa como la del Requiem de Mozart, puesto que Falla tuvo a su devoto Süssmayer en Ernesto Hallfter), escuchaba yo los nobles versos de gran épica de Verdaguer, en el catalán original. El teatro estaba lleno, profundamente conmovido, y hubo al final los más entusiastas aplausos. Sin embargo, ¿cuántos, fuera de Cataluña, han leído a Verdaguer o cualquier otro escritor de los muchos que Cataluña ha producido durante siglos? Se requiere sólo un pequeño esfuerzo, que si bien no se puede exigir del público general de las otras lenguas hermanas, hispanistas con un mínimo conocimiento de latín o de alguna otra lengua romance podrían ser perfectamente capaces de realizar, si solamente se lo propusieran. Después de todo, se supone que cualquiera tiene esa mínima preparación, ¿no? Pensando en todas estas cosas, llegué a la conclusión de que, por el momento, y mientras los más diligentes entre ustedes se dispongan a comprar sus gramáticas de esas lenguas olvidadas, mi mejor decisión sería hablar en español. Y es eso lo que estoy haciendo.

Permítanme recordarles que, al hacerlo, al mismo tiempo que me sumerjo en las delicias de la lengua y de la cultura españolas, no por ello renuncio a mi orgullo portugués. Lo respaldan razones históricas muy buenas y muy antiguas. Desde mediados del siglo xv, comenzando con aquel príncipe portugués, tan fascinante y romancesco, Don Pedro, condestable de Portugal, que apenas tuvo tiempo de reinar en Barcelona donde, sin embargo, dejó tantas señas de su personalidad como gobernante y protector de las artes, y hasta la mitad del siglo XVII, muchos escritores portugueses eran bilingües: durante los sesenta años (entre 1580 y 1640) del Reino Unido alcanzado por Felipe II, muchos de ellos fueron parte integral de la literatura y de la cultura de España, para no hablar de los políticos o cortesanos que, antes de eso, siendo portugueses, gobernaban a España por detrás del rey, como es el caso de Rui Gomes da Silva, duque de Pastrana y príncipe de Eboli, o el de Cristováo de Moura, marqués de Castelo-Rodrigo, ni mucho menos hablar de las Isabeles Freires de Andrade que han gobernado los corazones poéticos de los Garcilasos. Pero hay algo que, desde mediados del siglo XV hasta fines del XVI, va a la par con ese bilingüismo: el uso simultáneo
de la lengua nacional y de la lengua de los vecinos no significaba de ninguna manera una falta de conciencia ni un debilitamiento de la identidad portuguesa. Al contrario: coincidía exactamente, en la historia y en la literatura de Portugal, con el más agudo sentido de una misión imperial portuguesa, y con un ingente orgullo por los descubrimientos y conquistas iniciadas majestuosamente con la conquista de Ceuta en 1415.

Por estos tiempos los reyes portugueses habían reiniciado poco a poco la tradicional política de sus predecesores: reunir Flandes, Borgoña, los Habsburgos, y los reinos de la Península Ibérica en una ambiciosa maquinación para transformar Europa en una finca familiar de la cual Francia e Inglaterra quedarían excluidas, si no accedían a ser también gobernadas por esa vasta familia. Y recuerden, por favor: el retrato de Felipe II está debidamente colgado en las Houses of Parliament, en Londres, alineado entre los demás reyes de Inglaterra, y su hija Isabel Clara Eugenia, la que él más quería, fue elegida reina de Francia en París. Más de una vez, la familia estuvo a punto de conseguir sus fines. Y los portugueses tienen que reconocerlo: cuando ese mismo Felipe vino a Lisboa para reinar allí durante unos años, y volver luego a España, dejando establecido una especie de gobierno autónomo, no hubo quizás entre los príncipes de la época nadie que fuera tan portugués como él, por los cuatro costados (convergían en él por lo menos ocho ramas, que vienen directas de aquel conquistador portugués de Ceuta, Juan I: la política de los reyes portugueses al intentar ganar para sí mismos las coronas peninsulares y otras había creado este epígono de pura sangre en España). Porque, en realidad, los reyes portugueses, sus cortesanos y consejeros, si bien trataban de mantener a distancia a León y después a Cas tilla, tampoco se oponían a la «unidad,» siempre que las coronas llegaran a ceñir sus propias sienes.

Y pensemos por un momento lo que habría pasado con el mundo si Felipe II no hubiera cedido a las presiones de la facción española, y hubiera sucumbido a las de la llamada facción portuguesa tanto en España como en Portugal, y hubiese permanecido en Lisboa, haciéndola capital del Imperio Hispano-Portugués. Tal vez la mayor parte de todo el mundo hablaría hoy español, y el Imperio Británico nunca habría llegado a existir. Aún más: la leyenda negra que persigue sin tregua a España y Portugal nunca hubiera llegado a desarrollarse y a propagar la mayor parte de sus falsedades. O por lo menos nunca hubiera alcanzado la última hipocresía de algunos países que acusan a los ibéricos de haber hecho lo que otros, entonces y después, hicieron en igual o mayor medida. Pido excusas, pero, en la parte norte de las Américas, no hablemos más, como solía hacerse, de los horrores que portugueses y españoles infligieran a los indios, puesto que aún tenemos por aquí a algunos sobrevivientes de esos pueblos, y hay historia dores honestos que cuentan qué pasó aquí y cómo. Durante siglos, para desacreditarnos, se nos ha enrostrado la leyenda negra, y en lo que se refiere a Portugal en este mismo instante ella pesa sobre las terribles tragedias de Angola y Mozambique.

Si puedo decirlo, desde la independencia de las colonias españolas y portuguesas en América, cuyas culturas estimo y admiro (debo informarles de que me hice ciudadano brasileño cuando vivía en el Brasil), las clases gobernantes de esos nuevos países se han aliado con los intereses extranjeros en mantener esa leyenda, para disimular el que ellas, aparentando liberar a su propio pueblo, lo han entregado a aquellos intereses, a fin de preservar las estructuras coloniales. Es lamentable aún oír actualmente a gente culta y hasta universitarios supuesta mente liberales o bastante de izquierdas adherirse ingenuamente (para decir lo menos) a esas historias. Recordemos lo que ocurrió una vez en México: el pueblo se levantó en armas, un día, en demanda de libertad e independencia: las clases dirigentes locales llamaron a las tropas españolas para sofocar en sangre la rebelión, y más tarde hicieron ellas mismas la revolución, y dieron independencia al pueblo, pero mantuvieron la libertad para sí mismas. En el Brasil, hace treinta y siete años el gobernador de uno de los Estados de la federación, y un zorro viejo en política, en vísperas de la revolución que llevó a Getúlio Vargas al poder (todos sabemos ahora que Getúlio era lo que podríamos decir, en muchos aspectos, un déspota esclarecido que hizo ingresar al Brasil en la época moderna), llamó a palacio a los poderosos locales, cerró cuidadosamente la puerta de su despacho, y les propuso muy sencillamente esto:
«Señores míos, la revolución es un hecho, va a venir irrevocablemente. Hagamos pues nosotros la revolución, antes de que el pueblo la haga.»

Estos dos hechos—uno del mundo de habla española, cuando tantas nuevas naciones aparecían en este continente (sí, esto es un continente, y no dos o tres, como algunos preferirían, con un gran océano en el lugar del «RioGrandeRiver”, y el canal de Panamá como si fuera un Mar Mediterráneo), y el otro del mundo de habla portuguesa en el mismo continente—ilustran la realidad de otra versión de la leyenda negra, mucho menos legendaria. No voy a insistir en la leyenda. Pero tuve que mencionarla como una de las causas principales de lo que ocurre con las culturas que desde España y Portugal se han difundido en todo el mundo, no solamente en nuevos países, como también de millones de grupos de inmigrantes, o en colonias que han cambiado de dominio, o también descendientes de los judíos expulsados de la Península Ibérica en un desdichado momento de ceguera nacional, cuyo precio aún estamos pagando, puesto que se convirtió en una parte de la leyenda negra. En efecto, los otros países pusieron en cuarentena a Portugal y España como si fuesen un peligro de epidemia.

Por supuesto, muchas obras de autores ibéricos salieron de la península para ser saqueadas, imitadas, adaptadas, y transformadas, aunque no siempre, en obras maestras de otros países, manteniendo un agradable resabio español. Mientras tanto, España y Portugal cerraron sus propias puertas, para evitar las epidemias que asolaban toda Europa (y que por todas partes encendían hogueras semejantes a las ibéricas). Más tarde, bajo la influencia de sus esclarecidos, sus extranjerizantes,» y de los patriotas liberales llenos de buenas intenciones, aunque también heridos por lo que el resto del mundo decía sobre sus países, comenzaron a sentir una especie de orgullo defensivo, un complejo de inferioridad que en lugar de conducirlos a revelar o
señalarlas raíces de nuestros males, para poder dar combate al enemigo en su mismo campo, llegaría a su conclusión lógica en la famosa y ridícula frase del dictador portugués Salazar, cuando, frente a la opinión mundial acerca de su obstinación en no conceder a tiempo la independencia a las colonias africanas, declaró que Portugal resistiría «orgullosamente solo.» Claro, él sabía muy bien que, en parte, eso era un adorno retórico, puesto que, si lo hubiera estado, nunca habría logrado mantenerse en el poder durante tanto tiempo.

Seamos imparciales y honestos en reconocer que, por lo menos en parte, su soledad era real, puesto que lo que estaba en juego no era la dominación portuguesa que de todos modos debía ser eliminada a cualquier precio (así como el dominio ibérico fue eliminado en Latinoamérica con el apoyo inglés dando una generosa mano a cambio de una pesada libra de carne), sino que lo que estaba en juego era el futuro de África, o de su mitad meridional, cuyo control era esencial o considerado tal por las grandes potencias mundiales. Cualesquiera sean nuestras simpatías políticas, esto no deja de ser la verdad. Muchos de aquellos liberales de los siglos XVIII Y XIX, y de comienzos del XX son en realidad figuras conmovedoramente trágicas: aunque señalaron muchos males y más de una vez trataron de suprimirlos, sin embargo, no dejaban de resignarse ante las pinceladas que las otras culturas se complacían en pintar en nuestras caras.

Si las obras seguían saliendo de la península, de todos modos la Cortina de Hierro continuaba, cercando la península y las naciones hermanas de las Américas. Una consecuencia que no vamos a analizar aquí, y que sigue siendo una obsesión ibérica y latinoamericana, es la llamada meditación sobre el ser español, o brasileño, o mejicano, u otro cualquiera, cuando el problema concreto no es la meditación sobre el ser, sino el hacer para ser. Mientras tanto, en cuanto nos contemplamos el ombligo en los laberintos de la soledad, quienes saben que dentro de la Cortina hay una mina de oro, y no la han registrado públicamente, no andan por el mundo anunciando que la tienen. Y esto fue y es nuestro caso. En segundo lugar, todos estos países son latinos, y, como todo el mundo sabe, latinos, mediterráneos, meridionales, se supone que son pueblos inferiores, peor aún si mezclados con indios y negros—excepción hecha, naturalmente para griegos y romanos clásicos, sobre todo si han sido estudiados por algún sabio alemán legendario.

Italia puede ser una excepción, ya que el Renacimiento ocurrió allí, o así se considera. Ortega y Gasset, que no era mal pensador, pensó una vez, y lo escribió, que el Renacimiento no había existido nunca en ningún lugar. Pero esto es, por supuesto, como se dice, una exageración española, aunque la mayoría de los especialistas contemporáneos, si no dan razón a Ortega, ya no saben muy bien dónde fijar el Renacimiento. De todos modos, Italia no está mal. tiene una parte que es muy nórdica. Y Francia también no está mal. Si nos olvidamos de la parte meridional, que no tenemos necesidad de recordar, a menos que seamos medievalistas de los que aún leen a los provenzales, Francia no es un país mediterráneo. Y, a pesar de haber lanzado una impropiedad tal como la llamada Revolución Francesa -ocurrencia de ninguna manera dignamente nórdica- Francia es
Francia, como París es París. Además, Francia, o por lo menos la parte norte, es en realidad un país germánico disfrazado, como queda atestiguado por Carlomagno y familia, todos ellos cien por cien frankish. Se sabe que más de una vez Alemania y Austria han sucumbido al encanto español ; y se dice que los Habsburgos austríacos han conservado hasta su caída en 1918, el antiguo protocolo español, cosa que sus primos, los Borbones de España, no hicieron con tanta rigidez. Pero como los hechos lo comprueban, estos pecados se pagan tarde o temprano con la deposición.

Puede sonar abrupto todo lo que he dicho a tan distinguida reunión de hispanistas de todo el mundo, muchos de ellos necesariamente ciudadanos de varios de los países a quienes directa o indirectamente he mortificado con algunas ironías. Pero creo que todos me han comprendido. Si ustedes son, en el sentido amplio o estricto, fervorosos hispanistas —y es mi deber de colega suponer que todos lo somos— todos ustedes saben, tanto o mejor que nosotros, los íberos e iberoamericanos, cuán cierto es lo que he dicho. Además, la Cortina de que hablé, también
existe para quien se dedique a estudiarnos, y esta parte de la historia les toca a ustedes. Todos, enseñando y publicando, saben muy bien que, con excepción de algunos de nosotros, hispanistas, que han saltado la Cortina de Hierro para nuestra mayor gloria y prestigio, o de los que asociaciones internacionales ponen en posiciones eminentes, muchas veces para disimular que, en verdad, el hispanismo no les interesa, el hecho es que, fuera de nuestro mundo, no tenemos audiencia casi ninguna. Consideremos dos ejemplos complementarios de uno de los patriarcas de la bibliografía crítica internacional, el eminente René Wellek, o sean sus dos ensayos sobre The Main
Trends of Twentieth Century Criticism (incluido en su colección de Concepts de lo mismo) y A Map of Contemporary Criticism in Europe (que es parte de su ulterior colección, Discriminations): los dos trabajos juntos nos dan, de paso, un par de nombres hispánicos. Tengamos esperanza que en el último tomo de su Historia de la Crítica Moderna, y no sólo en traducción española, Wellek sea más generoso con estos pobres occidentales que somos.

Además, por todos lados donde nuestras lenguas son extranjeras, corre la voz de que si uno es mediocre se va a estudiar el español, y que, si queda suspendido en español, se va al portugués. Sabemos todos muy bien que los hechos no corresponden a esos rumores, que quizás deberían aplicar se algo más a las otras áreas de estudio, que, al acusamos, no reconocen su misma increíble ignorancia y estrechez de pensamiento. No hace mucho al informar a una universidad sobre un candidato que estaban considerando, se me pidió que explicara quiénes eran esos tíos llamados Dámaso Alonso, Anderson-Imbert, Raimundo Lida, que lo recomendaban, y qué autoridad tenían para hacerlo. Me limité en mi indignación a remitir a los preguntones a las enciclopedias y diccionarios donde tales nombres podrían ser encontrados con el honor y la dignidad debidos. También, no hace mucho, en otra ocasión, estaba yo como miembro de un comité para la revisión de un programa de Estudios Renacentistas. El grupo de doctos allí reunidos gozaba en su mayoría de verdadero prestigio, y representaban muchas áreas conectadas de una u otra manera con tales estudios. Se discutía cuáles deberían ser los requisitos básicos exigidos a los estudiantes del programa. Yo señalé dos puntos fundamentales: primero, un curso que estudiara la aparición de la idea de Renacimiento y los cambios que esta idea ha sufrido ; segundo, otro curso sobre el impacto de los descubrimientos, la colonización del Nuevo Mundo, y la evolución de las ciencias y de la filosofía, como también de las condiciones sociales, durante los siglos XIV y XV—cursos que yo considero esenciales para comprender cualquier Renacimiento en el caso que haya existido, y aún más en un ambiente donde casi nadie conoce la historia de Europa.

Me vi frente a una inflexible oposición: no, definitivamente no, el único requisito había de ser el estudio de Florencia en el siglo XV. No tengo nada contra Florencia, una de las ciudades que más amo en el mundo; y aún menos lo tengo contra sus renacentistas, puesto que considero como mis más queridos amigos personales a Lorenzo da Medici, II Poliziano, Marsilio Ficino, Pico della Mirandola et alia, para no mencionar a los artistas. Fue lamentable ver precisamente en América a personas ignorantes de que no es en Europa sino en la América descubierta y colonizada donde viven y deberían vivir intelectualmente ; y , lo que es aún peor, ver que tan distinguidos investigadores no habían aún superado la concepción, ya hace tiempo caducada, de Burckhardt. En cuanto a los descubrimientos y conquistas, estaba claro que la oposición se dirigía contra la ponzoñosa tradición ibérica que en mí veían. Aun cuando está probado que es falso, el Vinland Map sigue evitando a Norte América el bochorno de haber sido descubierta por un italiano al servicio de España. Véase que un reciente historiador muy respetado e informado se preocupó de hacer la salvedad de que Colón no descubrió Norte América, sino sólo la América Central, lo que, por supuesto, es muy diferente. Y este historiador, en sus escritos, no es un antiespañol o antiportugués de profesión, como muchos otros lo son para ganarse muy bien la vida.

Todo esto pasa por dos razones: una amplia ignorancia, en muchos casos voluntaria y premeditada, sobre todo lo que sea hispánico (con excepción de modas pasajeras como los éxitos de circulación limitada de los nuevos novelistas hispanoamericanos, si bien sean algunos muy adelantados en años, que difícilmente llegan al público general), y la otra causa es que la mayoría de los hispanistas, quizás por orgullo hispánico, o por una especie de humildad provinciana, tratan de pasar inadvertidos en el mundo de verdad que los rodea. Y esta última causa cala aún más hondo: muchos de los hispanistas, ensimismados en su propio campo, ignoran los escándalos o infundios que circulan en ese otro mundo ajeno a nosotros. Algunos ejemplos de pecados por omisión, cometidos por eruditos y especialistas a quienes deberíamos haber suministrado un tremendo vapuleo por su negligente o voluntaria ignorancia. Nótese: la ignorancia o la falta de curiosidad intelectual son siempre voluntarias, y el mayor pecado en la vida de un investigador— casi como pecar contra el Espíritu Santo-, pecado que nos arroja sin remisión en el Infierno.

Comencemos con el más público y publicitado de los escándalos. Todos sabemos que existe en Gran Bretaña un monumento nacional llamado Kenneth Clark, que dicho sea de paso es en verdad un ilustre crítico de arte. Este viejecito simpático apareció en la televisión de todo el mundo, y después en forma de libro, explicando a los legos el desarrollo universal de la civilización. Si me acuerdo bien, nadie faltaba, ni siquiera los esquimales. Pero los ibéricos y los iberoamericanos nunca aparecieron, como si jamás hubieran contribuido ni aun con un librito, ya que no con sus armadas, para el progreso de la civilización. Y, qué diablo, El Greco no era siquiera español, como su apodo lo indica. Es verdad que, ya pasadas nuestras glorias mundanales, fuimos—los hispanos—bastante ineptos en comenzar o desarrollar la Revolución Industrial. Pero nadie se pregunta si las potencias de la época nos dejaron hacerlo, puesto que nos querían como consumidores, y punto. Por lo menos podríamos responder que, al permanecer, como se dice, feudales, no estábamos ensuciando nuestras manos con la sangre y las vidas de miles de trabajadores, ultraje a todas las almas sensibles en Inglaterra, Francia, o Alemania. A sí, perdimos nuestra oportunidad de tener un Marx o un Dickens. No se puede tener todo. Y además Marx o Dickens se han convertido en propiedad pública, como pasa con todos los clásicos (si no son tan tontos como para dejarse nacer de habla española o portuguesa—como un gran escritor portugués dijo, Spinoza se salvó a tiempo, cuando sus padres fueron expulsados de Portugal antes de concebirlo).

Pasemos a otro nombre respetable: seguramente ustedes han descubierto los excelentes e importantes libros de una gran erudita inglesa: me refiero a Frances A. Yates. Algunos de sus libros son indispensables para el estudio de algunos aspectos-clave de la cultura occidental. ¿Pero han vis to ustedes su Astrea: The Imperial Theme in thc Sixteenth Century que salió hace un par de años? Es increíble: después de unas veinte páginas dedicadas a «Carlos V y la Idea del Imperio,» las otras densas doscientas páginas están dedicadas al estudio, con minucioso detalle, de la Tudor Imperial Reform y de la Trench Monarchy en el siglo XVI. Parece una broma, pero es mortalmente serio : ninguna mención, a pesar del subtítulo, aun cuando el título ya sería sospechoso, ninguna mención de España y Portugal, los países que en esa época se habían repartido el mundo, y que estaban acaloradamente ocupados en discutir como tener o no tener un imperio. Ni siquiera, y ni aun a pie de página, se
menciona a Camões, cuando él escribió para la Península el poema épico imperial (incluyendo en él sus más serias dudas sobre tal idea).

De un famosísimo crítico de arte y una justamente res petada historiadora de la cultura, pasemos, cogiendo al azar otro ejemplo, a un historiador que es a la vez filólogo en el viejo y buen sentido de la palabra. El Dr. Bernard S. Bachrach ha publicado hace unos cuatro años A History of the Alans in the West, from Their First Appearance in the Sources of Classical Antiquity through the Early Míddle Ages: libro bastante erudito, de copiosa información, si bien no muy largo, puesto que los datos que tenemos no son muchos. Sin embargo, es un libro muy engañador para el estudiante de historia: se le pasará por alto completamente que los alanos anduvieron por la vieja Hispania. Y cuando en el libro se llega a los nombres de lugares de posible ori gen alano en España y Portugal, sólo tenemos tres nombres sacados de una muy común enciclopedia española. Esos lugares afortunados que nos representan en las aventuras de los alanos a lo largo de tan largo título son uno junto a Badajoz, otro cerca de Sevilla, y el otro por Huesca. Hubiera sido aún peor si el historiador mencionado, que no se preocupó de buscar bibliografía ibérica sobre su tema, no hubiese echado un vistazo a ese diccionario en la sección de obras de referencia en la biblioteca de su universidad. Bien que podría haber hecho unas preguntas, a la vuelta de la esquina, en el Departamento de Español y Portugués. Pero, claro está, tal idea jamás le pasaría por la cabeza; y habrá seguramente sido así que las cosas pasaron, puesto que no puedo creer que algún hispanista vecino no supiera nada de alanos en la vieja Hispania.

No es necesario continuar con esta patética lista que sería interminable, añadiendo montañas de libros sobre cualquier período o aspecto de la actividad humana, para con firmar que todos ignoran completamente, desde cualquier punto de vista, nuestras lenguas y culturas, como si todas ellas juntas no fueran una de las partes mayores del mundo actual, aun cuando quieran ignorar nuestro papel histórico en el gran teatro del mundo. Alguien que se interesa por la literatura comparada como yo, no puede dejar de mencionar las muecas desdeñosas de otros que viven metidos, como deben ustedes saber, en lo que es capilla menor pero más internacional que la nuestra, y muy rentable para algunos que en general nos excluyen y nos confinan en el nártex de los catecúmenos. En América, la Literatura Comparada es una cosa en que uno compara obras inglesas, francesas y alemanas, con inmenso acopio, en lo posible, de bibliografía rusa o checa, que nadie puede leer. Ahora, como un amigo mío, un crítico brasileño suele decir, conviene añadir una pizca de lo que él llama bulgarités todorovianas. También se puede poner algo de holandés o finlandés en la pintura. Pero español y portugués, ¿para qué y por qué? Y esto, hay que decirlo, es una vez más nuestra culpa. Porque los hispanistas se quedan encerrados en su concha, o, si su lengua materna es una de las nuestras, claman que no pueden enseñar en otra. Y si ustedes no lo hacen de una manera o de otra, ¿quién lo hará?

Por cierto, algunos que son expertos en enseñar cursos en traducción, usando libros cuyos orígenes culturales y literarios les son absolutamente ajenos, aunque no podría esto importarles menos. Y asimismo, ¿cuántos de nuestros autores reciben la distinción de ser presa de tales cuervos universitarios? Sabemos muy bien que sólo un puñado de nombres han merecido tan sospechoso honor. Pero lo divertido es que, después de todo, debemos sentirnos agradecidos. Si el pobre Cervantes o el rico Borges han pasado la puerta estrecha, eso es mejor que nada.
Y bien, enfrentemos el hecho que, después de todo, ninguno de nosotros ignora: como pueblos o como investiga dores de un complejo peculiar de culturas, o de uno de sus aspectos lingüísticos o literarios, nos rodea un océano de malevolencia o de cándida ignorancia. Muy simplemente estamos excluidos. Es ésta una situación contra la que debemos luchar, a menos que —como ocurre demasiado a me nudo— ustedes consideren, de la manera más a-hispánica, que ser hispanista significa solamente enseñar español y escribir sobre obras escritas en español (o, en más amplio sentido, en portugués, catalán, etc.), y después volver a casa y regar su pequeño jardín. Nadie es de verdad un miembro de nuestra comunidad, si, por lo menos una vez en la vida, no es Don Quijote, saliendo a librar batallas perdidas para deshacer los entuertos de este mundo, entre los más irritantes de los cuales se cuenta la arrogancia de eruditos miopes que fingen ignorarnos o realmente nos ignoran, porque siglos de prejuicios malévolos les han impedido vernos o entender que la historia del mundo, para bien o para mal, no se puede escribir sin nuestra presencia en ella, les guste o no, o aun mismo a nosotros nos guste o no.

Y no piensen ustedes que pueden buscar refugio en la idea de hacer de Sancho Panza. Este pobre campesino, desbordando con sabiduría de siglos, es aún más peligroso que su amo. Porque, al modo dialéctico tan peculiar de la segunda mitad del siglo XVI y de las dos primeras décadas del XVII (y estoy evitando mencionar el Manierismo, para no caer en una ociosa discusión), Sancho existe juntamente con Don Quijote, y más de una vez, sin estar loco, muestra una morbosa (o saludable) atracción por las ideas y la conducta de su amo. Exactamente como Cervantes, con el pie en el estribo, ya escritas todas sus obras, podía enviar su despedida del mundo a un patrono, despedida que era una novela tan extraña como lo es Persiles, perfecta contradicción de cómo, en la aparencia, él había luchado por una comprensión realista del mundo. Y de hecho había luchado: pero Cervantes se transfiguraba en Don Quijote para morir, re chazando al Alonso Quijano que Don Quijote, al morir, vuelve a ser. Nosotros, los hispánicos, siempre hemos querido poseer este mundo y el otro ; y ésta es una de las más sencillas explicaciones para nuestro descubrimiento del Nuevo Mundo, en búsqueda del Paraíso terrestre. Quien no entiende tales contradicciones con que somos los más acabados ejemplos de surrealismo en la naturaleza huma na, no entiende un ápice de nuestras culturas.

A esta altura, ustedes habrán notado por cierto el plural que he usado casi constantemente; por supuesto así tenía que ser: yo soy un escritor portugués y un ciudadano brasileño, y siempre muy a contrapelo de mis tiempos y lugares, me ha interesado España e Hispanoamérica. Sé, como muchos de ustedes, que no se puede entender Hispanoamérica, ignorando la presencia del Brasil, y que, del mismo modo, es absolutamente imposible comprender la historia de España y la de Portugal, en la ignorancia mutua con que han sido escritas. Así como es obvio que no se puede entender el Brasil sin Portugal, ni Hispanoamérica sin la España que la modeló; y hay que añadir que lo contrario es igualmente verdad. Uno de los ejemplos más dramáticos de los espejismos a que se han rendido muchos espíritus superiores es la idea de que, rascándose uno la piel en Latinoamérica, va a encontrarse con el bon sauvage de esclarecido recuerdo, y no desnudo como primero lo han visto Colón y Cabral, pero vestido del oro magnífico de los incas y de los aztecas, que lo tenían de esclavo. No. Lo que va a encontrarse es algún «conquistador» voraz, o algún fraile con olor de santidad, que, al ibérico modo, se había olvidado de sus votos de castidad. Por otro lado, en España y Portugal, hasta tiempos muy recientes, era costumbre reírse de aquellos pueblos de ultramar, aun cuando ocurría y ocurre hoy que algunos escritores brasileños son más leídos en Portugal que los portugueses, así como muchos escritores hispanoamericanos se leen en España más que los españoles mismos.

Tenemos que aprender a respetarnos unos a los otros, y a permanecer unidos. Y los hispanistas extranjeros tienen que comprender que, si siguen el llamado de su vocación, deben mantenerse apartados de nuestras riñas familiares. Un americano o un italiano al intentar menospreciar a España o Portugal, sólo porque los hispanoamericanos o los brasileños los menosprecian (con tal furia amorosa), son un tanto irrisorios. Lo son también los extranjeros que subscriben la reticencia de las antiguas metrópolis para reconocer las grandezas que se pueden encontrar, desde hace mucho, en ultramar. ¿Y qué podría decir de los hispanistas que, imitando el complejo de inferioridad de la Castilla imperialista (la Castilla comunera no lo tiene), causado por el rechazo de Portugal en formar parte de España? (De hecho, en los 850 años de la existencia de Portugal, estuvimos juntos sólo 60 años, o el 7% y no más.) Olvidemos las palabras crueles de don Marcelino Menéndez Pelayo al decir que los portugueses habían escogido su mediocridad en lugar de compartir las glorias de España. Porque los portugueses siempre han participado en esas glorias de una manera o de otra, como los españoles han participado de las nuestras. Permítanme que diga que, después de la separación de 1640, a ambos lados de la frontera, es un tanto difícil discernir qué glorias históricas, aparte de las que ya pertenecían a ultramar, los españoles y los portugueses podíamos gozar. En la Guerra Peninsular luchamos juntos, si fue una gloria expulsar a Napoleón y sus ejércitos para provecho de países o gentes tan esclarecidas como Fernando VII, la Inglaterra de Wellington, el rey de Prusia, y los emperadores de Austria y Rusia, todos ellos tan amantes de la libertad de los pueblos.

Así como en Norte América se dice south of the Rio Grande River, para indicar los confines del mundo, también en Europa se ha dicho más de una vez que Europa termina en los Pirineos. Después de todo, ¿qué pasa si estamos al sur del Río Grande o en Africa? Entrar en ese juego es aceptar una vez más el racismo inventado por las tonterías románticas sobre razas y pueblos, ideologías que culminaron tan graciosamente en la demencia de Hitler.

Debemos insistir y luchar por nuestro mutuo entendimiento, nosotros, las gentes que hablamos las lenguas desarrolladas en la vieja Hispania Mater. De hecho somos nosotros una gente rara, que atrajo con sus obras y sus excentricidades a ustedes, eruditos de otras nacionalidades, a quienes, en muchos casos, y a través de los años, debemos más que a nosotros mismos en la comprensión y estimación de nuestras culturas.
Posiblemente, vamos todos a cambiar bastante, en el torbellino industrial contemporáneo; pero como Don Quijote —y como ustedes lo han de saber— nosotros somos al mismo tiempo aristócratas y plebeyos de cepa campesina. O como los viejos Alarcones dijeron una vez, hace siglos, cuando un juez les pidió que presentaran sus títulos de nobleza: no tenían nada que presentar; si los reyes en noblecían a sus protegidos para promoverlos, otros como los Alarcones eran nobles por la gracia de Dios. Curiosamente ésta era la misma doctrina defendida por el Dr. Huarte de San Juan en su Examen de Ingenios; el que fue uno de esos ibéricos que publicaban un libro con dedicatoria al Rey Nuestro Señor en un año de 1575, para ver el libro prohibido en un Index de 1581 : con Felipe II y la Inquisición aún más omnipotente que él, uno no sabía nunca a qué atenerse. ¿No era acaso Felipe el gran defensor de la fe más que romana, pero también el coleccionista de arte que salvó para nosotros lienzos de Hyeronimus Bosch, que los obispos flamencos estaban tan ocupados en quemar?

Durante mucho tiempo, todos nosotros, en nuestra gran familia de tantas razas, hemos hecho lo imposible para ignorarnos unos a los otros, cuando no hemos intentado suprimirnos, si pensábamos tener la fuerza para tanto. Portugal y España, según parece, recorren nuevos y difíciles caminos hacia la democracia y la justicia social de que estuvieron privados por tanto tiempo, caminos hechos intransitables para una aterradora mayoría de nuestros hermanos de las Américas. Me parece propio, al llegar a la peroración final de este largo y no siempre agradable discurso, dedicar un hondo y conmovido homenaje a sus desventuras. Pues que ellos, hermanos nuestros, son también nobles por la gracia de Dios, aunque no hubiera ni gracia, ni Dios. Estas contradicciones nunca fueron problema para nuestros místicos o nuestros ateos, porque hemos hallado en nosotros, en nuestras vidas mismas, hace mucho, lo que tantos trabajos dio a Hegel descubrir, o, por decirlo mejor, lo que a la filosofía europea llevó tantos siglos. To be or not to be is not the question. No es siquiera una cuestión: es sencillamente una comprensión de la vida humana, incomprensible para otros. El príncipe Hamlet —que no era un «príncipe constante»— tuvo un destello de esa verdad que fue siempre nuestra, y esta verdad es nuestra gracia salvadora, en el medio de nuestra propia malicia, o retorcimientos, o yerros, mientras alrededor de nosotros se agita el inmenso océano del resto de la humanidad o de académicos demasiado humanos, que nos ignoran como el universo nos ignora a todos.

Somos y no somos al mismo tiempo, y ustedes tienen que aceptarlo, a menos que, para colmo de nuestros males, ustedes, desencantados, decidan enviar al diablo a nosotros y nuestras lenguas. No lo hagan. Sigan perseverando, y ayudándonos a ser en este mundo donde «la vida es sueño,» aunque nunca estemos dormidos, aun cuando largas dictaduras hagan lo posible para comprar nuestro silencio, nuestro adormecimiento, o nuestra muerte. Porque hay que saber que, como Don Quijote que siempre está muriendo, cada vez que leemos el final del libro, nosotros nunca morimos. De ningún modo… Le guste al mundo o no, todos nosotros y nuestros amigos estamos en él para quedarnos, y con nuestras cuentas en el bolsillo para exigir el pago justo y con intereses, cuando llegue el Juicio Final. Si permanecemos juntos somos una fuerza imponente. Sé, porque conozco demasiado bien la naturaleza humana, sobre todo la nuestra, que esto de alguna u otra manera nunca ocurrirá, para mayor alegría y provecho de quienes nos dividen para mejor reinar. Por lo menos podemos intentarlo ; y soñar con el Quinto Imperio que se nos fue de la mano, pero que no será dado a nadie sino a nosotros. No por nada nos hemos dispersado por todo el mundo como ningún pueblo lo ha hecho por voluntad suya; y a veces hemos sido tan furiosos revolucionarios, al mismo tiempo que fieles a nuestras inmemoriales tradiciones. Como ha dicho un gran poeta portugués hemos dado nuevos mundos al mundo; y, en el decir de un sabio compatriota y contemporáneo suyo, «lo que es más: nuevas estrellas»: nues tras lenguas y países han dado al mundo algunos de sus mayores escritores. Y el mundo sigue ciego y sordo a todo esto. Somos, en cierto modo, como el roseau pensant de Pascal: el universo, al destruirlo, no sabe lo que hace. Pero nuestra victoria es que lo sabemos, y un día la victoria final llegará.

University of California, Santa Barbara

Fuente: Actas del Congreso de la AIH 22 al 26 agosto 1977, publicadas bajo la dirección de Alan. Gordon y Evelyn Rugg

https://www.cervantesvirtual.com/obra/hispanismo/

 

 

 

 

Jorge de Sena
Luciana Salles
Capes, UFRJ

Jorge de Sena nasceu em Lisboa, a 2 de novembro de 1919. Filho único, educado nos melhores colégios, desde cedo manifestava interesse pela literatura e pela música, sendo um leitor voraz e dedicado estudante de piano. Aos 17 anos, ingressou na Escola Naval, almejando uma vida de viagens que parecia ideal a alguém que mais tarde confessaria ter se sentido sempre um exilado, mesmo anos antes de deixar a terra natal. A bordo do navio-escola Sagres, o jovem visitaria pela primeira vez o Brasil e a África. No entanto, apesar de obter as maiores notas na parte teórica do curso, ao fim da viagem Jorge de Sena seria definitivamente excluído da Marinha, o que lhe causou enorme decepção.

Concluiu o curso de Engenharia Civil na Universidade do Porto, chegando a exercer a profissão durante alguns anos, até a sua saída para o exílio. No entanto, ainda durante o curso, mantém intensa produção poética, escreve os primeiros contos e peças teatrais, inicia um romance, publica seus primeiros textos, frequenta tertúlias literárias e se junta ao grupo fundador dos Cadernos de Poesia. Mais tarde, paralelamente à atuação como funcionário da Junta Autônoma de Estradas, o engenheiro Jorge de Sena seria poeta, ensaísta, dramaturgo, contista, conferencista, tradutor, crítico literário, teatral e de cinema etc.
Em 1959, envolvido num golpe frustrado contra a ditadura salazarista, mudou-se, com a mulher – Mécia de Sena – e os sete filhos, para o Brasil, onde se tornou catedrático de Teoria da Literatura e de Literatura Portuguesa, e se doutorou em Letras. Cidadão naturalizado brasileiro, escreveria aqui alguns de seus mais importantes trabalhos, como os poemas de Metamorfoses, os contos de Novas Andanças do Demónio, a novela O Físico Prodigioso, o longo estudo sobre Os Sonetos de Camões e o Soneto Quinhentista Peninsular e parte do romance Sinais de Fogo. Poucos anos depois, em 1965, vendo-se mais uma vez diante de um regime ditatorial, parte, agora com nove filhos, em direção aos Estados Unidos, onde atuaria como catedrático de Literatura Portuguesa, Literatura Brasileira e Literatura Comparada, na Universidade de Wisconsin e mais tarde na Universidade da Califórnia.

Autor de uma extraordinariamente vasta produção intelectual, que compreende ficção, teatro, traduções e uma densa obra crítica em que se destacam os estudos dedicados a Camões e a Fernando Pessoa, Jorge de Sena é, antes de tudo, um poeta. E é como poeta que, recusando para si a “definição” pessoana, se afirma não como o “fingidor”, mas como a “testemunha”. Diz, num famoso prefácio a um de seus volumes de poesia, que:

[…] se o “fingimento” é, sem dúvida, a mais alta forma de educação, de libertação e esclarecimento do espírito enquanto educador de si próprio e dos outros, o “testemunho” é, na sua expectação, na sua discrição, na sua vigilância, a mais alta forma de transformação do mundo, porque nele, com ele e através dele, que é antes de mais linguagem, se processa a remodelação dos esquemas feitos, das ideias aceites, dos hábitos sociais inconscientemente vividos, dos sentimentos convencionalmente aferidos. Como um processo testemunhal sempre entendi a poesia, cuja melhor arte consistirá em dar expressão ao que o mundo (o dentro e o fora) nos vai revelando, não apenas de outros mundos simultânea e idealmente possíveis, mas, principalmente, de outros que a nossa vontade de dignidade humana deseja convocar a que o sejam de fato. Testemunhar do que, em nós e através de nós, se transforma, e por isso ser capaz de compreender tudo, de reconhecer a função positiva ou negativa (mas função) de tudo, e de sofrer na consciência ou nos afetos tudo […]. (SENA, 1988, p. 26).

Contrária à posição algo divina da onipotência criadora de um poeta-fingidor que se faz poetas, a condição de quem adota o testemunho, conservando sempre “a consciência concreta de estar no mundo e ser-se, pelo menos no exprimi-lo e portanto criá-lo em poesia, responsável por ele” (SENA, 1988, p. 26), sendo sempre múltiplo em si mesmo numa “unidade” imperfeita e impossível, em constante movimento de travessia e transformação, num esforço continuado de “compreender tudo, reconhecer tudo, e sofrer na consciência ou nos afetos tudo” (SENA, 1988, p. 26), esta é a condição do exercício poético seniano. Sabendo-se veículo de permanente metamorfose, a poesia-testemunho de Sena é feita de “expectação e vigilância”, mas também de tentação, de tentativa, de busca pelo que o mundo revela, por outros mundos possíveis, por outras linguagens necessárias. É uma experimentação sensual e sensorial do mundo, mas do que nele há de humano, com o claro objetivo de travar um diálogo entre as testemunhas. Nesse sentido, afirmava em sua última entrevista:

[…] como parte do ser, do viver, da experiência e contacto com os seres humanos, o que é essencial para mim, tudo quanto é humano me interessa. Eu diria – mesmo que isto choque algumas pessoas –, a natureza interessa-me se os seres humanos ou marcas humanas estão nela. De outro modo, não estou interessado nada na natureza. (JL, nº 149, 14/20, maio 1985, p. 18).

Seja nas Metamorfoses, em Arte de Música ou em poemas espalhados por toda a sua obra, Jorge de Sena convoca através de sua escrita, ainda que não em proporções igualitárias, se não todas as artes, ao menos um grande número de manifestações possíveis. Música, pintura, escultura, arquitetura, fotografia, cinema, bem como a própria literatura, são constantemente provocadas e invadidas pela poesia seniana. O diálogo de Sena com as artes é uma reunião entre as testemunhas para o aprendizado mútuo de suas dores, diálogo em que o poeta busca reconhecer a particularidade de cada linguagem, penetrar profundamente em cada uma delas e emergir disposto a experimentá-las em sua poesia.

Propondo uma produção poética que, como metamorfose incompleta, em constante processo de transformar-se de amador em coisa amada, permaneça em suspensão, ocupando o intervalo de exílio entre a poesia e as outras artes, Sena demonstra o mesmo desejo de, não apenas pintando quadros por letras mas com elas também compondo música e projetando arquiteturas, dar a ver aos outros o invisível por trás das frestas do mundo, ou, como escreve no poema “La cathédrale engloutie, de Debussy”, “de impor aos outros a visão profunda,/ não a visão que eles fingem,/ mas a visão que recusam”. (SENA, 1988 (b), p. 165). Sobre si mesmo, escreveria a seguinte definição:

Sou pessoalmente contra qualquer igreja organizada ou qualquer partido organizado, mas reconheço o direito de qualquer pessoa a ser um membro seja do que for, desde que a minha liberdade pessoal não seja com isso afectada. Religiosamente falando, posso dizer que sou católico, mas não um cristão – o que apenas significa que respeito na Igreja Católica todo o velho paganismo que ela conservou nos rituais, nos dogmas, etc., sob vários disfarces, tal como a Reforma protestante não soube fazer. Acredito que os deuses existem abaixo do Uno, mas neste Uno não acredito porque sou ateu. Contudo, um ateu que, de uma maneira de certo modo hegeliana, pôs a sua vida e o seu destino nas mãos desse Deus cuja existência ou não existência são a mesma coisa sem sentido. Filosoficamente, sou um marxista para quem a ciência moderna apagou qualquer antinomia entre os antiquados conceitos de matéria e espírito. Mas, politicamente, sou contra qualquer espécie de ditadura (quer das maiorias, quer de minorias), e em favor da democracia representativa.
Não tenho quaisquer ilusões acerca desta – pode ser uma máscara para o mais impiedoso dos imperialismos. Mas isso também o podem ser outros sistemas. Sou a favor da paz e do entendimento entre as nações, e espero que o socialismo prevalecerá em toda a parte, mantendo todas as liberdades e a democracia representativa. Não subscrevo a divisão do mundo em Bons e Maus, entre Deus e o Diabo (estejam de qual lado estiverem). Apesar de minha formação hegeliana e marxista, ou também por causa dela, os contrários são para mim mais complexos do que a aceitação oportunista de maniqueísmos simplistas. Moralmente falando, sou um homem casado e pai de nove filhos, que nunca teve vocação para patriarca, e sempre foi a favor de a mais completa liberdade ser garantida a todas as formas de amor e de contacto sexual. Nenhuma liberdade estará jamais segura, em qualquer parte, enquanto uma igreja, um partido, ou um grupo de cidadãos hipersensíveis, possa ter o direito de governar a vida privada de alguém. Do mesmo modo, não devemos nunca pactuar com a ideia de que qualquer reforma vale o preço de uma vida humana. Mais do que nunca, num mundo onde as vidas humanas se tornaram tão baratas que podem ser gastas por milhões, aos escritores cumpre resistir. Poderemos ter revoluções: mas tenhamos esperança de que nelas as pessoas podem morrer por acidente, mas nunca assassinadas. (SENA, 1988, p. 21).

Com uma produção de cerca de três mil poemas, três volumes de contos, quase trinta volumes de ensaios, uma novela e um romance, para não mencionar os volumes de crônicas, correspondências, as obras traduzidas e os textos que permanecem dispersos ou inéditos, a escrita de Jorge de Sena é um exercício de busca pelo humano, pelo outro, pelo conhecimento. É um desejo de comunicação e diálogo, seja entre indivíduos, seja entre linguagens distintas, sempre permeado pelas marcas do exílio, da ironia, da transgressão, do erotismo. É um discurso de camoniana errância, de constante autorreflexão, de busca pela liberdade. Em resposta a esse desejo de diálogo, sua obra já foi vertida para diversos idiomas, adaptada para o cinema, e tem sido objeto de um crescente número de ensaios, dissertações, teses e reedições.

Jorge de Sena morreu em Santa Barbara, Califórnia, a 4 de junho de 1978, vítima de um câncer. A 11 de setembro de 2009, foi feita a trasladação de seus restos mortais para o Cemitério dos Prazeres, em Lisboa.

REFERÊNCIAS:
Cronologias: “1919-1959: Portugal”, “1959-1965: Brasil” e “1965-1978: Estados Unidos”. Ler Jorge de Sena. Disponível em:
https://www.letras.ufrj.br/lerjorgedesena. Acesso em: 14/05/2012.
SENA, Jorge de. Quem é Jorge de Sena (à maneira de Curriculum), O Tempo e o Modo, nº 59, abril 1968. p. 306-312. Disponível em:
https://www.letras.ufrj.br/lerjorgedesena. Acesso em: 14/05/2012.
______. Poesia I. 3a. ed. Lisboa: Edições 70, 1988.
______. Poesia II. 2a. ed. Lisboa: Edições 70, 1988.
______.“Tudo que é humano me interessa”: entrevista a Frederick G. Williams, JL, Lisboa, nº 149, 14/20, maio 1985, p. 18, 04/05/1978.

Curriculo
Luciana Dos Santos Salles Professora Adjunta de Literatura Portuguesa na Universidade Federal do Rio de Janeiro. Mestre em Ciência da Literatura (Poética) e Doutora em Letras Vernáculas (Literaturas Portuguesa e Africanas) pela Universidade Federal do Rio de Janeiro. Autora de «Poesia e o Diabo a quatro: Jorge de Sena e a escrita do diálogo» (São Paulo: Ed. Livronovo, 2009 – trabalho vencedor do Prêmio Capes de Tese, 2010), de «Histórias contadas pelo Bicho-Papão: Oscar Wilde, João do Rio e Horacio Quiroga para crianças» (São Paulo: Ed. Porto de Idéias, 2009) e de diversos artigos publicados no Brasil e no exterior. Pesquisadora e professora com experiência nas áreas de Literatura Portuguesa, Literatura Infantil, Decadentismo, estéticas finisseculares e práticas intertextuais, interdisciplinares e intersemióticas nos diálogos entre a Literatura e os outros campos do saber. Lattes 4/9/2017

 

 

Cadete Jorge de Sena, Escola Naval 1937

 

Biobibliografia

Jorge de Sena, por Jorge Fazenda Lourenço

Jorge de Sena nasceu em Lisboa, a 2 de novembro de 1919, e faleceu em Santa Barbara, na Califórnia, a 4 de junho de 1978. É hoje considerado um dos grandes poetas de língua portuguesa e uma das figuras centrais da cultura do nosso século XX.

A sua infância de filho único é marcada pelas expectativas que o pai, comandante da marinha mercante, alimenta para ele como futuro oficial da Armada, em confronto com a educação musical que a mãe procura proporcionar-lhe. Em setembro de 1937 ingressa na Escola Naval como primeiro cadete do “Curso do Condestável”, mas vicissitudes diversas da viagem de instrução no navio-escola Sagres ditam a sua exclusão da Marinha em março de 1938. Parte importante destas vicissitudes tem que ver com o endurecimento das normas que regem a instrução dos cadetes, em consonância com a fascização do Estado Novo por ocasião da Guerra Civil de Espanha. A passagem pela Armada no preciso momento da luta pela liberdade em Espanha constitui uma experiência traumática da sua adolescência que será matéria de diversos poemas e ficções, como “A Grã-Canária” e, no caso da Guerra Civil, Sinais de fogo. Jorge de Sena, que começara a escrever em 1936, estreando-se em 1942 com Perseguição, acaba por se licenciar em Engenharia Civil (1944) pela Universidade do Porto, trabalhando na Junta Autónoma de Estradas de 1948 a 1959, ano em que se exila no Brasil, receando as perseguições políticas resultantes de uma falhada tentativa de golpe de estado, a 11 de março desse ano, em que está envolvido. A mudança para o Brasil permite-lhe uma reconversão profissional que vai ao encontro da sua vocação, dedicando-se ao ensino da literatura, acabando por se doutorar em Letras na Faculdade de Filosofia, Ciências e Letras de Araraquara (São Paulo), em 1964, obtendo também o diploma de Livre-Docência, para o que teve que naturalizar-se brasileiro (1963).

 

Os anos de Brasil (1959-65), os primeiros vividos, como adulto, em liberdade, são talvez o seu período mais criativo: completa a sequência de poemas sobre obras de arte visual, Metamorfoses (uma das obras que mais influência teve na poesia portuguesa), escreve os experimentais Quatro sonetos a Afrodite Anadiómena, as metamorfoses de Arte de música e a novela O físico prodigioso, inicia o romance Sinais de fogo, investiga e publica sobre Luís de Camões e o Maneirismo, trabalha na edição do Livro do Desassossego, de Fernando Pessoa, retoma a escrita para o teatro, etc. A alteração da situação democrática no Brasil, com o golpe militar de 1964, faz temer um regresso ao passado, quer em termos políticos quer em termos de dificuldades económicas, mas em 1965 surge a oportunidade de se mudar para os Estados Unidos, com Mécia de Sena e os seus agora nove filhos. Em outubro desse ano passa a integrar o corpo docente da University of Wisconsin, Madison, onde é nomeado professor catedrático efetivo (1967), transitando, em 1970, para a University of California, Santa Barbara (UCSB). Durante a sua permanência na UCSB, até ao final da vida, ocupa os cargos de diretor do Departamento de Espanhol e Português e do Programa (interdepartamental) de Literatura Comparada. Foi ainda membro da Hispanic Society of America, da Modern Languages Association of America e da Renaissance Society of America.

A obra de Jorge de Sena, vasta e multifacetada, compreende mais de vinte coletâneas de poesia, uma tragédia em verso, uma dezena de peças em um ato, mais de trinta contos, uma novela e um romance, e cerca de quarenta volumes dedicados à crítica e ao ensaio (com destaque para os estudos sobre Camões e Pessoa, poetas com os quais a sua poesia estabelece um importante diálogo), à história e à teoria literária e cultural (os seus trabalhos sobre o Maneirismo foram pioneiros, tal como a sua história da literatura inglesa, e a sua visão comparatista e interdisciplinar das literaturas e das culturas foi extremamente fecunda), ao teatro, ao cinema e às artes plásticas, de Portugal, do Brasil, da Espanha, da Itália, da França, da Alemanha, da Inglaterra ou dos Estados Unidos, sem esquecer as traduções de poesia (duas antologias gerais, da Antiguidade Clássica aos Modernismos do século XX, num total de 225 poetas e 985 poemas, e antologias de Kavafis e Emily Dickinson, dois poetas que deu a conhecer em Portugal), as traduções de ficção (Faulkner, Hemingway, Graham Greene, entre 18 autores), de teatro (com destaque para Eugene O’Neill) e ensaio (Chestov).

 

 

Manuscrito Ode a Ricardo Reis

 

A criação poética de Jorge de Sena foi desde cedo acompanhada por uma intensa atividade intelectual e cultural, como conferencista, como crítico de teatro e de literatura, em diversos jornais e revistas, como comentador de cinema, nas “Terças-feiras Clássicas” do Jardim Universitário de Belas-Artes, no cinema Tivoli, como diretor de publicações, com destaque para os Cadernos de Poesia, como coordenador editorial, na revista Mundo Literário, como consultor literário, na Edição “Livros do Brasil” Lisboa ou na Editora Agir (Rio de Janeiro), tendo sido ainda cofundador de um grupo de teatro, “Os Companheiros do Páteo das Comédias”, em 1948, e colaborador, nesse mesmo ano, de António Pedro, no programa de teatro radiofónico Romance Policial (Rádio Clube Português, Lisboa), adaptando contos de Chesterton, Hammett, Maupassant, Poe e outros.

A intervenção do intelectual nos domínios da cultura ganha novos horizontes com a atividade de docente e investigador universitário no Brasil, onde reforça também a sua ação cívica como opositor ao Estado Novo. É cofundador da Unidade Democrática Portuguesa, de cuja dirceo se demite em 1961, e integra o conselho de redação do jornal Portugal Democrático, até 1962, participando ainda em atividades do Centro Republicano Português, de São Paulo. Uma vez nos Estados Unidos, a atividade cultural de Jorge de Sena fica restringida aos círculos académicos e da emigração (no período californiano, desempenha um importante papel no esclarecimento das comunidades portuguesas sobre o 25 de Abril de 1974), apenas compensada por uma enorme e rica correspondência com outros escritores e intelectuais portugueses e brasileiros, e pelas suas viagens de trabalho à Europa e, em 1972, a Moçambique e Angola, falando de Camões, no IV Centenário de Os Lusíadas.

É com toda esta vasta experiência, longamente marcada pelo exílio, que Jorge de Sena vai construindo a sua obra. Daí que ele sempre tenha entendido a sua poesia (o seu teatro, a sua ficção) como uma forma de dar testemunho de si mesmo e das suas circunstâncias, sem com isso menosprezar, antes pelo contrário, o trabalho de organização estética das emoções e dos sentimentos, ancorados na observação, na meditação e na rememoração de uma experiência de mundo concreta, no plano individual e coletivo. E dessa experiência fazem parte as visões de mundo que as obras de arte (literária, visual, musical) vão cristalizando, codificando, no decurso da história humana, entendida esta como uma peregrinação secular. O que, por sua vez, faz dessas obras de arte (dessas metamorfoses) objeto de uma experiência poeticamente meditada. Assim, a poesia (a obra) de Jorge de Sena, em que a ética e a estética se confundem, e em que o lirismo se mescla com um forte pendor especulativo e narrativo, deve ser lida, nas suas palavras, como uma “meditação sobre o destino humano e sobre o próprio facto de criar linguagem”.

Como possível e breve introdução a Jorge de Sena, excluindo de antemão a crítica, a história e o ensaio, bem como poemas e contos individuais, proponho aqui sete títulos, exiguamente comentados: As evidências (1955), Metamorfoses (1963), Peregrinatio ad loca infecta (1969), O Indesejado (António, rei) (1951), Os Grão-Capitães(1976), O físico prodigioso (1977) e Sinais de fogo (1979).

 

 

As evidências, um “poema em vinte e um sonetos” escrito entre fevereiro e abril de 1954, é a sua primeira grande sequência, forma que favorece uma espécie de pressão associativa, permitindo a configuração de um enredo de temas e motivos, aqui de natureza ético-política e teológico-divina, que, sob um fundo de erotismo, cria a ilusão narrativa de um “novo génesis”, de um presente caótico que precede um novo advento dos deuses, deuses esses que restabeleceriam o reino da humana divindade. Tema este que está na base de obras como Metamorfoses, O físico prodigioso ou a sequência Sobre esta praia… Oito meditações à beira do Pacífico (1977), que é, de algum modo, a verificação da impossibilidade desse advento.

Metamorfoses, seguidas de Quatro sonetos a Afrodite Anadiómena (o título completo da coletânea), é também uma sequência de poemas, no caso motivada pela meditação sucessiva de objetos de arte visual (pintura, escultura, arquitetura), cuja ordenação, no volume, segue um critério cronológico dos referentes, assim se encenando um percurso épico da humanidade, mediado pela arte, pautado pela reflexão sobre a condição humana, a recusa da morte pela criação estética e a possibilidade de recuperação, em termos simbólicos, daquele “tudo / o que de deuses palpita e ressuscita em nós”, do poema “Artemidoro”.

O físico prodigioso – primeiro incluído em Novas andanças do demónio (1966) – é a possibilidade alegórica dessa humana divindade. A divisão simbólica em doze capítulos (seis de ascensão e seis de queda), a ficção medieval, a ambiguidade do nome (médico, corpo), o jogo de identidades entre as personagens (cavaleiro, diabo, Senhora, donzelas, frades), as alusões a mitos clássicos (Adónis, Bacantes) e ritos tradicionais, as referências cristológicas e pagãs, os códigos do amor cortês e do amor místico, tudo se congrega numa sagração do amor e da liberdade, da vida para além da morte, da redenção da condição humana nas metamorfoses de um corpo glorioso.

Peregrinatio ad loca infecta é considerado pelo poeta como um “esparso diário” dos seus exílios americanos, mas abrange também o lugar de exílio que lhe foi a pátria portuguesa. A obra está dividida em quatro blocos espacio-temporais que correspondem às quatro estações da sua peregrinação existencial: Portugal (1950-59), Brasil (1959-65), Estados Unidos da América (1965-69) e Notas de um Regresso à Europa (1968-69). Esta espiral dos tempos e espaços da biografia dá uma visão do modo como o eu biográfico possui uma historicidade que se constrói como errância e destino, como peregrinação pelos lugares inacabados ou imperfeitos do mundo que lhe foi dado viver.

 

 

A tragédia em verso O Indesejado é, a esta distância, uma premonição dessa errância e desse destino de mundo, da perspetiva de um reexame da identidade nacional, em rutura declarada com o mito do sebastianismo, a que se sobrepõe a situação existencial de um exilado no interior do seu próprio país, quer no plano político da História (António, prior do Crato), quer no plano das condições políticas do momento de escrita da peça (1944-45). O poeta fala a propósito de “tragédias sobrepostas”, a menor das quais não terá sido aquele momento traumático da sua passagem pela marinha de guerra.

Este episódio biográfico, transposto parcialmente para o conto “A Grã-Canária”, de Os Grão-Capitães, recorda este entrelaçar entre a existência do poeta e a história pátria. Estes “contos cruéis”, diz Jorge de Sena, “devem ser lidos como crónica amarga e violenta dessa era de decomposição do mundo ocidental e desse tempo de uma tirania que castrava Portugal”. Nesta “sequência de contos”, é uma vez mais a matéria biográfica que serve de enquadramento ao testemunho duma época. A obra estrutura-se segundo uma cronologia das ações narrativas, de 1928 a 1958, localizadas no espaço, independentemente da ordem por que foram escritos (a exemplo de Metamorfoses e Arte de música), com exceção para o conto citado.

Nesta mesma linha de “corresponsabilidade do tempo e nossa” se situa o romance Sinais de fogo, parte de um ciclo romanesco que pretendia “cobrir, através das experiências de um narrador, a vida portuguesa desde 1936 a 1959”. Nesta narrativa, centrada no verão de 1936, a eclosão da Guerra Civil de Espanha é o acontecimento que, como observou Mécia de Sena, catalisa “o despertar do protagonista para a realidade política e social, para o amor e até para o acto da criação poética”. Este romance de formação (ou Bildungsroman), seja qual for a relação entre o Jorge protagonista e o Jorge autor, é a obra-prima de um poeta que nos dá a ver o tempo e o modo de fazer-se um poeta.

 

 

Bibliografia de Jorge de Sena

Poesia

Perseguição (1942); Coroa da Terra (1946); Pedra Filosofal (1950); As Evidências (1955); Fidelidade (1958); Poesia-I (Perseguição, Coroa da Terra, Pedra Filosofal, As Evidências, e o inédito Post-Scriptum) (1961; 3.ª ed., 1988); Metamorfoses, seguidas de Quatro Sonetos a Afrodite Anadiómena (1963); Arte de Música (1968); Peregrinatio ad Loca Infecta (1969); 90 e Mais Quatro Poemas de Constantino Cavafy (1970; 3.ª ed., 2003); Poesia de 26 Séculos: De Arquíloco a Nietzsche (1971-72; 3.ª ed., 2001); Exorcismos(1972); Trinta Anos de Poesia (antologia, 1972; 2.ª ed., 1984); Camões Dirige-se aos Seus Contemporâneos e Outros Textos (1973); Conheço o Sal… e Outros Poemas (1974);Sobre Esta Praia… Oito Meditações à beira do Pacífico (1977); Poesia-II (Fidelidade, Metamorfoses, Arte de Música) (1978; 2.ª ed., 1988); Poesia-III (Peregrinatio ad Loca Infecta, Exorcismos, Camões Dirige-se aos Seus Contemporâneos, Conheço o Sal… e Outros Poemas, Sobre Esta Praia…) (1978; 2.ª ed., 1989); Poesia do Século XX: De Thomas Hardy a C. V. Cattaneo (1978; 3.ª ed., 2003); 40 Anos de Servidão (1979; 3.ª ed., 1989); 80 Poemas de Emily Dickinson (1979); Sequências (1980); Visão Perpétua (1982; 2.ª ed., 1989); Post-Scriptum-II (1985); Dedicácias (1999).

Teatro

O Indesejado (António, Rei) (1951; 3.ª ed., 1986); Amparo de Mãe e Mais 5 Peças em 1 Acto (1974); Mater Imperialis: Amparo de Mãe e Mais 5 Peças em 1 Acto seguido de um Apêndice (1990).

Ficção

Andanças do Demónio (1960); A Noite que Fora de Natal (1961); Novas Andanças do Demónio (1966); Os Grão-Capitães: Uma Sequência de Contos (1976; 5.ª ed., 1989); O Físico Prodigioso (1977; 8.ª ed., 2001); Antigas e Novas Andanças do Demónio (1978; 6.ª ed., 2000); Sinais de Fogo (1979; 9.ª ed., 2003); Génesis (1983; 2.ª ed., 1986); Monte Cativo e Outros Projectos de Ficção (1994).

Obras Críticas, de História Geral, Cultural ou Literária

Páginas de Doutrina Estética, de Fernando Pessoa (1946; 2.ª ed., [1964]); Florbela Espanca ou a Expressão do Feminino na Poesia Portuguesa (1947; ed. fac-similada, 1995);Líricas Portuguesas: 3ª Série (1958; 2.ª ed., rev. e aum., em 2 vols.: I, 1975; II, 1983; 3.ª ed. do vol. I, 1984); Da Poesia Portuguesa (1959); História da Literatura Inglesa, de A. C. Ward (1960); «O Poeta é um Fingidor» (1961); O Reino da Estupidez-I (1961; 3.ª ed., 1984); A Literatura Inglesa: Ensaio de Interpretação e de História (1963; 2.ª ed., 1989);Teixeira de Pascoaes: Poesia (1965; 3.ª ed., aum., como A Poesia de Teixeira de Pascoaes, 1982); Uma Canção de Camões (1966; 2.ª ed., 1984); Estudos de História e de Cultura(1967); Os Sonetos de Camões e o Soneto Quinhentista Peninsular (1969; 2.ª ed., 1981); A Estrutura de Os Lusíadas e Outros Estudos Camonianos e de Poesia Peninsular do Século XVI (1970; 2.ª ed., 1980); Dialécticas da Literatura (1973; 2.ª ed., rev. e aum.: Dialécticas Teóricas da Literatura, 1978); Maquiavel e Outros Estudos (1974; 2.ª ed.:Maquiavel, Marx e Outros Estudos, 1991); Francisco de la Torre e D. João de Almeida (1974); Poemas Ingleses, de Fernando Pessoa (1974; 4.ª ed., 1994); Régio, Casais, a presença e Outros Afins (1977); Dialécticas Aplicadas da Literatura (1978); O Reino da Estupidez-II (1978); Trinta Anos de Camões, 1948-1978 (Estudos Camonianos e Correlatos) (1980); Estudos de Literatura Portuguesa-I (1982; 2.ª ed., aum., 1999); Fernando Pessoa & Cª Heterónima (Estudos Coligidos 1940-1978) (1982; 2.ª ed., 1984);Estudos sobre o Vocabulário de Os Lusíadas: Com Notas sobre o Humanismo e o Exoterismo de Camões (1982); Inglaterra Revisitada (Duas Palestras e Seis Cartas de Londres)(1986); Sobre o Romance (Ingleses, Norte-Americanos e Outros) (1986); Estudos de Literatura Portuguesa-II (1988); Estudos de Literatura Portuguesa-III (1988); Estudos de Cultura e Literatura Brasileira (1988); Sobre Cinema (1988); Do Teatro em Portugal (1989); Amor e Outros Verbetes (1992); O Dogma da Trindade Poética (Rimbaud) e Outros Ensaios (1994); Diários (2004); Sobre Literatura e Cultura Britânicas (2005); Poesia e Cultura (2005). NO PRELO: Sobre Teoria e Crítica Literária; Textos de Intervenção Política; Entrevistas e Inquéritos.

Correspondência

Jorge de Sena / Guilherme de Castilho (1981); Mécia de Sena / Jorge de Sena: Isto Tudo Que Nos Rodeia (Cartas de Amor) (1982); Jorge de Sena / José Régio (1986); Jorge de Sena / Vergílio Ferreira (1987) Cartas a Taborda de Vasconcelos: Correspondência Arquivada (1987); Eduardo Lourenço / Jorge de Sena (1991); Jorge de Sena / Edith Sitwell (1994); Dante Moreira Leite / Jorge de Sena: Registros de uma convivência intelectual (1996).

Antologias (seleção)

Poesia de Jorge de Sena, de Fátima Freitas Morna (1985); Antologia Poética de Jorge de Sena, de Jorge Fazenda Lourenço (1999); A Arte de Jorge de Sena: Uma Antologia, de Jorge Fazenda Lourenço (2004).

Algumas obras sobre Jorge de Sena

Studies on Jorge de Sena, org. Frederick G. Williams e Harvey L. Sharrer (1981); Estudos sobre Jorge de Sena, org. Eugénio Lisboa (1984); Jorge de Sena (n.º esp. Quaderni portoghesi), org. Luciana Stegagno Picchio (1983); A Poet’s Way with Music: Humanism in Jorge de Sena’s Poetry, de Francisco Cota Fagundes (1988); Homenagem a Jorge de Sena (n.º esp. Nova Renascença), org. José Augusto Seabra (1989); O Corpo e os Signos: Ensaios sobre O Físico Prodigioso, de Jorge de Sena, coord. Maria Alzira Seixo (1990); In the Beginning There Was Jorge de Sena’s Genesis: The Birth of a Writer, de Francisco Cota Fagundes (1991); Jorge de Sena: O Homem que Sempre Foi (Colóquio Internacional sobre Jorge de Sena, Universidade de Massachusetts, em Amherst, 1988), org. Francisco Cota Fagundes e José N. Ornelas (1992); Jorge de Sena: Una teoría del testimonio poético (n.º esp. Anthropos), coord. Antonio Sanchez-Romeralo (1993); Evocação de Jorge de Sena (n.º esp. Boletim do SEPESP), org. Gilda Santos (1995); O Físico Prodigioso, a novela poética de Jorge de Sena, de Orlando Nunes de Amorim (1996); A Poesia de Jorge de Sena: Testemunho, Metamorfose, Peregrinação, de Jorge Fazenda Lourenço (1998); Jorge de Sena: Uma Ideia de Teatro (1938-71), de Eugénia Vasques (1998); Metamorfoses do Amor: Estudos sobre a Ficção Breve de Jorge de Sena, de Francisco Cota Fagundes (1999); Jorge de Sena em Rotas Entrecruzadas, org. Gilda Santos (1999); Fenomenologia do Discurso Poético. Ensaio sobre Jorge de Sena, de Luís Adriano Carlos (1999); «Para emergir nascemos»: Estudos em Rememoração de Jorge de Sena, org. Francisco Cota Fagundes e Paula Gândara (2000); Jorge de Sena Vinte Anos Depois (O Colóquio de Lisboa, 1998) (2001); O Brilho dos Sinais. Estudos sobre Jorge de Sena, de Jorge Fazenda Lourenço (2001); Jorge de Sena: Uma Leitura da Tradição, de Ana Maria Gottardi (2002); Tudo Isto Que Nos Rodeia: An International Colloquium, org. Francisco Cota Fagundes e Paula Gândara (2003); A Correspondência de Jorge de Sena: Um Outro Espaço da Sua Escrita, de José Francisco Costa (2003); As Metamorfoses do Corpo e a Problematização da Identidade em O Físico Prodigioso, de Jorge de Sena, e Orlando, de Virginia Woolf, de Orlanda de Azevedo (2003).

Bibliografias

Índices da Poesia de Jorge de Sena (por Primeiros Versos, Título, Data e Nomes Citados), de Mécia de Sena (1990); Uma Bibliografia sobre Jorge de Sena, de Jorge Fazenda Lourenço (1991); Uma Bibliografia Cronológica de Jorge de Sena (1939-1994), de Jorge Fazenda Lourenço e Frederick G. Williams, com Mécia de Sena (1994); «Bibliografia sobre Jorge de Sena (1942-1997)», de Jorge Fazenda Lourenço (Boletim do Centro de Estudos Portugueses Jorge de Sena, Araraquara, n.º 13, 1998).

https://cvc.instituto-camoes.pt/seculo-xx/jorge-de-sena-55876-dp1.html#.Wd7mnBO0Oi4

Jorge Fazenda Lourenço é Professor Associado da FCH, onde é docente desde 1993, ano em que obteve o Ph.D. em Hispanic Languages and Literatures pela Universidade da Califórnia, em Santa Barbara, com uma tese sobre A Poesia de Jorge de Sena: Testemunho, Metamorfose, Peregrinação, publicada pelo Centre Culturel Calouste Gulbenkian (Paris, 1998). Tem publicações sobre Eça de Queiroz, Fernando Pessoa e Jorge de Sena, de quem é o coordenador das Obras Completas (Guimarães Editores). A sua actividade como investigador tem-se centrado nas literaturas dos séculos XIX e XX, no estudo do Bildungsroman e nas questões da modernidade estética, tendo traduzido obras de E. E. Cummings (xix poemas, 1991), Wallace Stevens (Harmónio, 2006) e Charles Baudelaire (O Spleen de Paris, 2007), de quem organizou e prefaciou uma antologia de crítica e ensaio (A Invenção da Modernidade, 2006). Co-editou as actas dos colóquios Guerra Civil de Espanha: Cruzando Fronteiras, 70 Anos Depois (2007), Baudelaire e as Posteridades do Moderno (2008) e Jorge de Sena: Novas Perspectivas, 30 Anos Depois (2009). A sua obra mais recente, Matéria Cúmplice. Cinco Aberturas e um Prelúdio para Jorge de Sena, recebeu o Prémio Jorge de Sena 2012.