Grandes autores en castellano y português

Pedro Sevylla de Juana

 

 

 

Jorge Manrique

 

Me decidí por un poeta coterráneo para iniciar esta serie de grandes autores traducidos por mí. Busco una cierta simetría, un equilibrio flexible entre las dos culturas. ¿Quién mejor que Jorge Manrique, castellano del siglo XV? Pero Jorge Manrique posee una obra singular, porque dentro de ella están las Coplas a la muerte de su padre, destacando, elevándose, tirando del resto hacia arriba, sumándose. Cortos los versos, eso sí; ocho sílabas y cuatro en el pie quebrado. Pero las cuarenta estrofas de las Coplas suman 480 versos. Busqué las traducciones existentes, y eran escasas. Debía intentarlo. Lo decidí antes de conocer las dificultades. Aunque lo hubiera intentado de haberlas conocido. A los setenta años, la dificultad es para mí un aliciente. Lo primero era tener un texto de partida. Tuve que formarlo a partir de las distintas ediciones existentes; las mejores, las más fieles, las más lógicas. Leí muchos de los abundantes trabajos que orientan: algunos contradictorios. Ahí está lo alcanzado: actual y respetuoso con el contenido.

La traducción debe tener en cuenta el ritmo, nacido de la métrica. No debe cambiar la forma original, sobre todo la rima. Portugués y castellano en este largo poema son más hermanos que nunca. Así lo sentí, así lo siento. Casi todas las palabras tenían equivalente en el idioma de llegada. Eso es una ventaja. Pero había que comprobar el sentido, consultando en los diccionarios de la RAE y Priberam. Había que poner las frases nuevas en el buscador, para ver si se utilizaban ahora y en qué proporción.No obstante hay terminaciones que en portugués difieren. Hay verbos que en portugués cambian de declinación y terminan de otra forma. La rima es consonante; y casi siempre se consigue mantenerla. La asonante no modifica apenas el sonido. El sonido: otro elemento que debo tener en cuenta; ya que la fonética en portugués es muy distinta y el poema va a ser leído. Horas dedique a resolver las dificultades, comprobando las posibles palabras existentes y buscando el encaje justo. Mensaje, métrica, ritmo y rima: ahí está el resultado. Mis amigos de lengua portuguesa quedaron satisfechos cuando los consulté. Así que mi satisfacción es clara. Ahí van los 480 versos en portugués, añadidos a los 480 versos en castellano.

 

Nota bene: Estos mismos Grandes Autores tienen, en este blog, tratamiento individualizado y completo. Vida y obra in extenso, en uno u otro idioma, con los análisis que sobre ellos hicieron críticos literarios versados, testimonios de contemporáneos, fotografías y detalles confirmadores de lo escrito.

 

Coplas a la muerte de su padre
Por Jorge Manrique
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

I
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.

Advirta a alma dormida,
avive o senso e acorde
contemplando
como se passa a vida,
como se vem a morte
tão calando;
quão presto escapa o prazer,
como, após pensado,
causa dor;
como a nosso parecer,
qualquer tempo passado
foi melhor.

II
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.

E pois vemos o presente
como num ponto se é ido
e acabado,
se julgamos sabiamente,
daremos o não sido
por passado.
Não se engane ninguém,
pensando que tem de durar
o que espera,
mais que durou o que tem,
porque todo deve passar
por tal maneira.

III
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en el mar,
que es el morir:
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí, los ríos caudales,
allí, los otros, medianos
y más chicos;
allegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.

Nossas vidas são os rios
que vão dar no mar,
que é o morrer:
ali vão os senhorios
diretos a se acabar
e perecer;
ali, esses rios caudais,
ali, os outros, meãos,
e infantes;
abeirados, são iguais
os que vivem pelas mãos
e magnates.

IV
Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
A aquel solo me encomiendo,
a aquel solo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo
el mundo no conoció
su deidad.

Deixo as invocações
dos famosos poetas
e oradores;
não curo de suas ficções,
que trazem ervas secretas
seus sabores.
Àquele só me encomendo,
àquele só invoco eu
de verdade,
que neste mundo vivendo
o mundo não conheceu
sua deidade.

V
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos ,
Descansamos.

Este mundo é o caminho
para o outro, que é morada
sem pesar;
mas cumpre ter bom tino
para andar esta jornada
sem errar.
Partimos quando nascemos,
andamos quando vivemos,
e chegamos
ao tempo em que fenecemos;
assim que, quando morremos ,
descansamos.

VI
Este mundo bueno fue
si bien usáramos de él
como debemos,
porque, según nuestra fe,
es para ganar aquél
que atendemos;
que aquel hijo de Dios,
para subirnos al cielo
descendió
a nacer acá entre nos,
y a vivir en este suelo
do murió.

Aqueste mundo bom é
conquanto usássemos dele
qual devemos,
pois, segundo nossa fé,
é para ganhar aquele
que vivemos;
que o filho do Deus Criador,
para nos subir ao Trono
ele desceu
devendo sofrer o dor,
e viver neste solo
onde morreu.

VII
Si fuese en nuestro poder
tornar esa cara hermosa
corporal
como podemos hacer
el ánima gloriosa
angelical;
¡qué diligencia tan viva
tuviéramos toda hora
y tan presta
en componer la cautiva
dejándonos la señora
descompuesta!

Se fosse em nosso poder
tornar a cara formosa
corporal
como podemos fazer
a alma gloriosa
angelical;
que diligência tão viva
tivéssemos toda hora
tão disposta
em compor a cativa
nos deixando a senhora
descomposta!

VIII
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos;
de ellas deshace la edad,
de ellas, casos desastrados
que acontecen,
de ellas, por su calidad,
en los más altos estados
desfallecen.

Vede o pouco valor
das coisas trás que andamos
e corremos,
que neste mundo traidor,
ainda antes que morramos
as perdemos;
delas desfaz a idade,
delas, casos desastrados
que acontecem,
delas, por sua qualidade,
nos mais altos estados
desfalecem.

IX
Decidme: la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura,
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.

Me digam: a formosura,
a gentil frescura e tez
da cara,
a cor e a brancura,
quando vem a vetustez,
qual se para?
As manhas e ligeireza
e a força corporal
de juventude,
todo se torna graveza
quando chega ao lamaçal
de senectude.

X
Pues la sangre de los godos,
y el linaje y la nobleza
tan crecida,
¡por cuántas vías y modos
se sume su gran alteza
en esta vida!
Unos, por poco valer,
¡por cuan bajos y abatidos
que los tienen!
otros que, por no tener,
con oficios no debidos
se sostienen.

Pois o sangue dos godos,
e a linhagem e a nobreza
tão crescida,
por quantas vias e modos
se some sua grande alteza
nesta vida!
Uns, por pouco valer,
por quão baixos e abatidos
que os têm!
outros que, por não ter,
com ofícios não devidos
se sustêm.

XI
Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora,
¡quién lo duda!
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda:
que bienes son de Fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

Os estados e riqueza,
que nos deixam a desoras,
quem o dúvida!
Não lhes peçamos firmeza,
pois que são de uma senhora
que se muda:
que bens são de Fortuna
que revolve com sua roda
pressurosa,
a qual não pode ser una
nem ser estável por moda
nem ociosa.

XII
Pero digo que acompañen
y lleguen hasta la huesa
con su dueño:
por eso no nos engañen,
pues se va la vida apriesa
como sueño.
Y los deleites de acá
son, en que nos deleitamos,
temporales,
y los tormentos de allá,
que por ellos esperamos,
eternales.

Mas digo que acompanhem
e cheguem até a cova
com seu dono:
por isso não nos enganem,
pois se vai a vida pronta
como sonho.
E os deleites de cá
são, em que nos deleitamos,
temporais,
e os tormentos de lá,
que por eles esperamos,
eternais.

XIII
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
no son sino corredores;
y la muerte, la celada
en que caemos.
No mirando nuestro daño,
corremos a rienda suelta,
sin parar;
cuando vemos el engaño
y queremos dar la vuelta,
no hay lugar.

Os prazeres e dulçores
desta vida trabalhada
que assumimos,
não são senão corredores;
e a morte, a cilada
em que caímos.
Não olhando nosso dano,
corremos a rédea solta,
sem parar;
quando vemos o engano
e queremos dar a volta,
não há lugar.

XIV
Esos reyes poderosos
que vemos en escrituras
ya pasadas,
por casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas;
así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.

Esses reis poderosos
que vemos em escrituras
já passadas,
por casos tristes, chorosos,
foram suas boas venturas
transtornadas;
de modo que não há coisa forte,
que a papas e imperadores
e prelados,
assim os trata a morte
como aos pobres pastores
de seus gados.

XV
Dejemos a los troyanos,
que sus males no los vimos
ni sus glorias;
dejemos a los romanos,
aunque oímos y leímos
sus victorias.
No curemos de saber
lo de aquel siglo pasado
qué fue de ello;
vengamos a lo de ayer,
que también es olvidado
como aquello.

Deixemos aos troianos,
que seus males não os vimos
nem as glórias;
deixemos aos romanos,
ainda que ouvimos e lemos
suas vitórias.
Não curemos de saber
o do século passado
que foi disso;
vingamos ao de ontem,
que também é olvidado
como aquilo.

XVI
¿Qué se hizo el rey don Juan?
Los infantes de Aragón,
¿qué se hicieron?
¿Qué fue de tanto galán?
¿qué fue de tanta invención
como trajeron?
Las justas y los torneos,
paramentos, bordaduras
y cimeras,
¿fueron pobres devaneos?,
¿qué fueron sino verduras
de las eras?

Que se fez o rei dom Juan?
Os infantes de Aragón,
que fizeram?
Que foi de tanto galã?
que foi de tanta invenção
que trouxeram?
As justas e os torneios,
paramentos, bordaduras
e cimeiras,
foram pobres devaneios?,
que foram senão verduras
das eiras?

XVII
¿Qué se hicieron las damas,
sus tocados, sus vestidos,
sus olores?
¿Qué se hicieron las llamas
de los fuegos encendidos
de amadores?
¿Qué se hizo aquel trovar,
las músicas acordadas
que tañían?
¿Qué se hizo aquel danzar,
aquellas ropas chapadas
que traían?

Que se fizeram as damas,
seus tocados, seus vestidos,
seus odores?
Que se fizeram as chamas
dos fogos acendidos
de amadores?
Que se fez aquele trovar,
as músicas acordadas
que tangiam?
Que se fez aquele dançar,
aquelas roupas chapadas
que traziam?

XVIII
Pues el otro, su heredero,
don Enrique, ¡qué poderes
alcanzaba!
¡Cuán blando, cuán halaguero
el mundo con sus placeres
se le daba!
Mas verás cuán enemigo,
cuán contrario, cuán cruel
se le mostró;
habiéndole sido amigo,
¡cuán poco duró con él
lo que le dio!

Pois o outro, seu herdeiro,
dom Enrique, que poderes
alcançava!
Quão macio, quão lisonjeiro
o mundo com seus prazeres
se lhe dava!
Mas verás quão inimigo,
quão contrário, quão cruel
se lhe mostrou;
tendo-lhe sido amigo,
quão pouco lhe foi fiel
o que lhe doou.

XIX
Las dádivas desmedidas,
los edificios reales
llenos de oro,
las vajillas tan bruñidas,
los enriques y reales
del tesoro;
los jaeces, los caballos
de su gente, y atavíos
tan sobrados,
¿dónde iremos a buscarlos?,
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?

As dádivas desmedidas,
os edifícios reais
cheios de ouro,
as louças tão polidas,
os enriques e reais
do tesouro;
os jaezes, os cavalos
de sua gente, e atavios
tão sobrados,
¿onde iremos procurá-los?,
¿que foram senão rocio
sobre prados?

XX
Pues su hermano el inocente,
que en su vida sucesor
se llamó,
¡qué corte tan excelente
tuvo y cuánto gran señor
le siguió!
Mas, como fuese mortal,
metióle la muerte luego
en su fragua.
¡Oh, juicio divinal,
cuando más ardía el fuego,
echaste agua!

Pois seu irmão o inocente,
que em sua vida sucessor
se chamou,
que corte tão excelente
teve e quanto grande senhor
lhe secundou!
Mas, como fosse mortal,
meteu-o a morte logo
na sua frágua.
Oh, juízo divinal,
quando mais ardia o fogo,
jogaste água!

XXI
Pues aquel gran Condestable,
maestre que conocimos
tan privado,
no cumple que de él se hable,
sino sólo que lo vimos
degollado;
sus infinitos tesoros,
sus villas y sus lugares,
su mandar,
¿qué le fueron sino lloros?
¿Qué fueron sino pesares
al dejar?

Pois o grande Condestável,
mestre que conhecemos
tão privado,
não cumpre que dele fale,
senão só que o vimos
degolado;
seus infinitos tesouros,
suas vilas e lugares,
seu mandar,
que lhe foram senão choros?
Que foram senão pesares
ao deixar?

XXII
Y los otros dos hermanos,
maestres tan prosperados
como reyes,
que a los grandes y medianos
trajeron tan sojuzgados
a sus leyes;
aquella prosperidad
que tan alta fue subida
y ensalzada,
¿qué fue sino claridad
que estando más encendida
fue matada?

E os outros dois irmãos,
mestres tão prosperados
como reis,
que aos grandes e meãos
trouxeram tão subjugados
a suas leis;
aquela prosperidade
que tão alta foi subida
e exaltada,
que foi senão claridade
que estando mais acendida
foi matada?

XXIII
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes
y barones,
como vimos tan potentes,
di, muerte, dó los escondes
y traspones?;
y las sus claras hazañas
que hicieron en las guerras
y en las paces,
cuando tú, cruda, te ensañas,
con tu fuerza las aterras
y deshaces.

Tantos duques excelentes,
tantos marqueses e condes
e barões,
como vimos tão potentes,
diz, morte, do os escondes
e transpões?;
e as suas claras façanhas
que fizeram nas guerras
e nas pazes,
quando tu, crua, te assanhas,
com tua força as aterras
e desfazes.

XXIV
Las huestes innumerables,
los pendones y estandartes
y banderas,
los castillos impugnables,
los muros y baluartes
y barreras,
la cava honda, chapada,
o cualquier otro reparo,
¿qué aprovechan?
que si tú vienes airada,
todo lo pasas de claro
con tu flecha.

As hostes inumeráveis,
os pendões e estandartes
e bandeiras,
os castelos impugnáveis,
os muros e baluartes
e barreiras,
a cava funda, chapada,
ou qualquer outro reparo,
que aproveitam?
que se tu vens irada,
tudo o passas de claro
com tua flecha.

XXV
Aquél de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tanto famoso,
tan valiente;
sus hechos grandes y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron;
ni los quiero hacer muy caros
pues que el mundo todo sabe
cuáles fueron.

Aquele de bons abrigo,
amado por virtuoso
da gente,
o mestre dom Rodrigo
Manrique, tanto famoso,
tão valente;
seus factos grandes e claros
não cumpre que os alabe,
pois os viram;
nem quero-os fazer mais caros
pois que o mundo tudo sabe
quais foram.

XXVI
Amigo de sus amigos,
¡qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Cuán benigno a los sujetos!
¡A los bravos y dañosos,
qué león!

Amigo de seus amigos,
que senhor para criados
e parentes!
Que inimigo de inimigos!
Que mestre de esforçados
e valentes!
Que siso para discretos!
Que graça para donosos!
Que razão!
Quão benigno aos sujeitos!
Aos bravos e danosos,
que leão!

XXVII
En ventura, Octaviano;
Julio César en vencer
y batallar;
en la virtud, Africano;
Aníbal en el saber
y trabajar;
en la bondad, un Trajano;
Tito en liberalidad
con alegría;
en su brazo, Aureliano;
Marco Tulio en la verdad
que prometía.

Em ventura, Octaviano;
Julio César em vencer
e batalhar;
na virtude, Africano;
Aníbal no saber
e trabalhar;
na bondade, um Trajano;
Tito em liberalidade
com alegria;
em seu braço, Aureliano;
Marco Tulio na verdade
que prometia.

XXVIII
Antonio Pío en clemencia,
Marco Aurelio en igualdad
del semblante;
Adriano en elocuencia;
Teodosio en humanidad
y buen talante;
Aurelio Alejandro fue
en disciplina y rigor
de la guerra;
un Constantino en la fe,
Camilo en el gran amor
de su tierra.

Antonio Pio em clemência,
Marco Aurélio em igualdade
do semblante;
Adriano em eloquência;
Teodósio em humanidade
e bom talante;
Aurélio Alejandre fue
em disciplina e rigor
da guerra;
um Constantino na fé,
Camilo no grande amor
da sua terra.

XXIX
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó muchas riquezas
ni vajillas;
mas hizo guerra a los moros,
ganando sus fortalezas
y sus villas;
y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron;
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.

Não deixou grandes tesouros,
nem atingiu muitas riquezas
louças finas;
mas fez guerra aos mouros,
ganhando suas fortalezas
e suas vilas;
nas lides que dominou,
muitos mouros e cavalos
se perderam;
e neste oficio ganhou
as rendas e os vassalos
que lhe deram.

XXX
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿qué se tuvo?
quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Después que hechos famosos
hizo en esta dicha guerra
que hacía,
hizo tratos tan honrosos
que le dieron aún más tierra
que tenía.

Pois por sua honra e estado,
em outros tempos passados,
que se teve?
ficando desabrigado,
com irmãos e criados
se manteve.
Depois que factos famosos
fez nesta dita guerra
que fazia,
fez tratos tão honrosos
que lhe deram ainda mais terra
que havia.

XXXI
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en senectud.
Por su grande habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran caballería
de la espada.

Estas suas velhas histórias
que com seu braço pintou
em juventude,
com outras novas vitórias
agora as renovou
em senectude.
Por sua grande habilidade,
por méritos e anciania
bem gastada,
atingiu a dignidade
da grande cavalaria
da espada.

XXXII
Y sus villas y sus tierras
ocupadas de tiranos
las halló;
mas por cercos y por guerras
y por fuerza de sus manos
las cobró.
Pues nuestro rey natural,
si de las obras que obró
fue servido
dígalo el de Portugal
y en Castilla quien siguió
su partido.

E suas vilas e terras
ocupadas de tiranos
as achou;
mas por cercos e por guerras
e por força de suas mãos
as cobrou.
Pois nosso rei natural,
se das obras que obrou
foi servido
o diga o de Portugal
e em Castela quem tomou
seu partido.

XXXIII
Después que puso la vida
tantas veces por su ley
en tablero,
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero;
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la muerte a llamar
a la puerta,

Depois que pôs a vida
tantas vezes por sua lei
em tabuleiro,
após tão bem servida
a coroa de seu rei
verdadeiro;
após tanta façanha
a que não pode bastar
conta cabal,
na sua vila de Ocaña
veio a morte a chamar
ao portal.

XXXIV
diciendo: “Buen caballero,
dejad el mundo engañoso
y su halago;
vuestro corazón de acero,
muestre su esfuerzo famoso
en este trago.
Y pues de vida y salud
hiciste tan poca cuenta
por la fama,
esfuércese la virtud
para sufrir esta afrenta
que os llama.

dizendo: “Bom cavaleiro,
deixe o mundo enganoso
e seu afago;
vosso coração aceiro,
mostre seu esforço famoso
neste trago.
E pois de vida e saúde
fizestes tão pouca conta
pela fama,
esforce-se a virtude
para sofrer esta afronta
que vos chama.

XXXV
No se os haga tan amarga
la batalla temerosa que esperáis,
pues otra vida más larga
de la fama glorïosa
acá dejáis;
aunque esta vida de honor
tampoco lo es eternal
ni verdadera,
mas, con todo, es muy mejor
que la otra temporal
perecedera.

Não se vos faça tão amarga
a batalha temerosa que esperais,
pois outra vida mais larga
da fama gloriosa
cá deixais;
ainda que esta vida de honor
também não é eternal
nem verdadeira,
mas, com tudo, é melhor
que a outra temporal
deletéria.

XXXVI
El vivir que es perdurable
no se gana con estados
mundanales,
ni con vida deleitable
en que moran los pecados
infernales;
mas los buenos religiosos
gánanlo con oraciones
y con lloros;
los caballeros famosos,
con trabajos y aflicciones
contra moros.

O viver que é perdurável
não se ganha com estados
mundanais,
nem com vida deleitável
em que moram os pecados
infernais;
mas os bons religiosos
o ganham com orações
e com choros;
os cavalheiros famosos,
com trabalhos e aflições
contra mouros.

XXXVII
Y pues vos, claro barón,
tanta sangre derramaste
de paganos,
esperad el galardón
que en este mundo ganaste
por las manos;
y con esta confianza
y con la fe tan entera
que tenéis,
partid con buena esperanza,
que esta otra vida tercera
ganaréis.”

E pois vós, claro barão,
tanto sangue derramaste
de pagãos,
esperai o galardão
que neste mundo ganhaste
pelas mãos;
e com esta confiança
e com a fé tão inteira
que haveis,
parti com boa esperança,
que esta outra vida terceira
ganhareis.”

XXXVIII
“No gastemos tiempo ya
en esta vida mezquina
por tal modo,
que mi voluntad está
conforme con la divina
para todo;
y consiento en mi morir
con voluntad placentera,
clara y pura,
que querer hombre vivir
cuando Dios quiere que muera
es locura”.

“Não gastemos tempo já
nesta vida mesquinha
por tal modo,
que minha vontade está
conforme com a divina
pra o todo;
e consinto em meu morrer
com a vontade gozosa,
clara e pura,
que querer homem viver
quando Deus quer que morra
é loucura”.

XXXIX
“Tú, que por nuestra maldad,
tomaste forma servil
y ruin nombre;
tú, que a tu divinidad
juntaste cosa tan vil
como el hombre;
tú, que tan grandes tormentos
sufriste sin resistencia
en tu persona,
no por mis merecimientos,
mas por tu sola clemencia
me perdona”.

“Tu, que por nossa maldade,
tomaste forma servil
e ruim nome;
tu, que a tua divindade
juntaste coisa tão vil
como o homem;
tu, que tão grandes tormentos
sofreste sem resistência
em tua pessoa,
não por meus merecimentos,
mas só por tua clemência
me perdoa”.

XL
Así, con tal entender,
todos sentidos humanos
reservados,
cercado de su mujer
y de sus hijos y hermanos
y criados;
dio el alma a quien se la dio
el cual la tenga en el cielo,
en su gloria,
que aunque la vida perdió
dejónos harto consuelo
su memoria.

Assim, com tal entender,
todos sentidos humanos
reservados,
cercado de sua mulher
e de seus filhos e irmãos
e criados;
deu o alma a quem lha deu
o qual a tenha no alto
em sua glória,
que ainda que a vida perdeu
nos deixou  consolo amplo
sua memória.

PSdeJ  La edición en castellano de Punto de partida es: Obra completa/Jorge Manrique, edición, prólogo y vocabulario de Augusto Cortina (Editor Literario)  www.cervantesvirtual.com/obra-visor/obra-completa–0/html/ff6c9480-82b1-11df-acc7-002185ce6064_5.html#l_56_

 

Luiz Vaz de Camões

 

Os Lusiadas, Canto Primero, episodio del Consejo de los Dioses
Obra de Luiz Vaz de Camões, Traducción de Pedro Sevylla de Juana

XX
Cuando los Dioses en el Olimpo luminoso,
donde el gobierno está de humana gente,
se juntan en un consejo glorioso,
sobre las cosas futuras del Oriente.
Pisando el cristalino Cielo hermoso,
vienen por la Vía Láctea juntamente,
convocados, de parte del Tonante,
por el nieto gentil del viejo Atlante.

XXI
Dejan de los siete Cielos el gobierno,
que del poder más alto les fue dado,
alto poder, que sólo el pensamiento
gobierna el Cielo, la Tierra, el Mar airado.
Allí se hallaron juntos al momento
los que habitan el Arcturo congelado
y los que el Austro tienen y las partes donde
la Aurora nace y el claro Sol se esconde.

XXII
Estaba el Padre allí, sublime y digno,
que agita los fieros rayos de Vulcano,
en un asiento de estrellas cristalino,
con gesto alto, severo y soberano;
del rostro respiraba aire divino,
que divino tornara un cuerpo humano;
con la corona y el cetro rutilante,
de otra piedra más clara que el diamante.

XXIII
En lucientes asientos, adornados
de oro y perlas, más abajo estaban
los otros Dioses, todos asentados
Como la Razón y el Orden concertaban
(preceden los antiguos, más honrados,
más abajo los menores se sentaban);
cuando Júpiter alto, así diciendo,
con el tono de voz grave y horrendo:

XXIV
– «Eternos habitantes del luciente,
estrellado cielo, y claro Asiento:
si del arrojo de la fuerte gente
de Luso no perdéis el pensamiento,
debéis de haber sabido claramente
que es de los magnos Hados fuerte intento
que por ella se olviden los humanos
de Asírios, Persas, Griegos y Romanos.

XXV
«Ya le fue (bien lo visteis) concedido,
con poder tan sencillo y tan pequeño,
tomar al Moro fuerte y guarnecido
toda la tierra que riega Tajo ameno.
Pues contra el Castellano tan temido
siempre alcanzó favor del sereno Cielo:
Así que siempre, al fin, con fama y gloria,
tuvo los trofeos pendientes de victoria.

XXVI.
«Dejo, Dioses, atrás la fama antigua,
que com la gente de Rómulo alcanzaron,
cuando con Viriato, en la enemiga
Guerra Romana, tanto se afamaron;
también dejo la memoria a que obliga
el gran nombre, cuando alzaron
a uno como capitán, quien, peregrino,
fingió en la corza espíritu divino.

XXVII
«Ahora veis bien que, acometiendo
el incierto mar en barco leve,
por vías nunca usadas, no temiendo
el vigor de Áfrico y Noto, a más se atreve:
Que, sabiendo lo mucho que van viendo
donde el día es largo y donde breve,
dirigen su propósito y porfía
a ver las cunas donde nace el día.

XXVIII
«Prometido le está del Hado eterno,
cuya alta ley no puede ser quebrada,
que tengan largos tiempos el gobierno
del mar que ve del Sol la rúbea entrada.
En las aguas han pasado el duro Invierno;
la gente viene aturdida y muy cansada;
y parece necesario que le sea
mostrada la nueva tierra que desea.

XXIX
«Y siendo sabido que llevan pasados
del viaje tan ásperos peligros,
tantos climas y cielos soportados,
tanto furor de vientos enemigos,
que sean, determino, agasajados
en esta costa Africana como amigos;
y, puesta a resguardo la cansada flota,
proseguirán luego su larga derrota.»

XXX
Estas palabras Júpiter decía,
cuando los Dioses, por orden respondiendo,
en la sentencia uno del otro difería,
razones diversas dando y recibiendo.
El padre Baco allí no consentía
en lo que Júpiter dijo, conociendo
que olvidarán sus hechos en Oriente
si llega allá la Lusitana gente.

XXXI
Tenía oído a los Hados que vendría
una gente fortísima de España
por el abierto mar, la cual sujetaría
de la India todo cuánto Dóris baña,
y con nuevas victorias vencería
la fama antigua, ya suya ya extraña.
vivamente le duele perder la gloria
de que Nisa aún celebra la memoria.

XXXII
Ve que ya tuvo el Indo sojuzgado
y nunca le quitó Fortuna o Caso
por vencedor de la India ser cantado
de cuantos beben el agua del Parnaso.
Teme ahora que sea sepultado
su tan celebrado nombre en negro vaso
de agua del olvido, si allá llegan
los fuertes Portugueses que navegan.

XXXIII
Intervenía contra él Venus bella,
encariñada con la gente Lusitana
por cuantas cualidades veía en ella
de la antigua, tan amada, su Romana;
en los fuertes corazones, en la gran estrella
que mostraron en la tierra Tingitana,
y en la lengua, en la cual cuando imagina,
con poca adulteración ve la Latina.

XXXIV
Estas cosas movían a Citherea,
y más, porque de las Parcas bien entiende
que ha de ser celebrada Clara Dea
donde la gente belígera se extiende.
Así que, uno, por la infamia, que olfatea,
y el otro, por las honras que pretende,
debaten, y en la porfía permanecen;
a cualquiera sus amigos favorecen.

XXXV
Cual Austro fiero o Bóreas en la verdura
de silvestre arbolado abastecida,
rompiendo las ramas van de selva oscura
con ímpetu y braveza desmedida,
brama toda montaña, el sonido murmura,
se rompen las hojas, hierve la sierra erguida:
tal andaba el tumulto, levantado
entre los Dioses, en el Olimpo consagrado.

XXXVI
Pero Marte, que de la Diosa cuidaba
entre todas las razones en porfía,
o porque el amor antiguo le obligaba,
o porque la gente fuerte lo valía,
de entre los Dioses en pie se levantaba:
melancólico en el gesto parecía;
el fuerte escudo, al cuello colgado,
lo acomoda atrás, fiero y airado;

XXXVII
La visera del yelmo de diamante
levantando un poco, muy seguro,
tratando de opinar llegó delante
de Júpiter, armado, fuerte y duro;
y dando un golpe penetrante
con el pomo del bastón en solio puro,
el Cielo tembló, y Apolo, de turbado,
perdió algo de color, como apagado;

XXXVIII
Y dijo así: – «Ó Padre, a cuyo imperio
todo aquello obedece que creaste:
si esta gente que busca otro Hemisferio,
cuya valía y obras tanto amaste,
no quieres que padezca vituperio,
como hace tanto tiempo que ordenaste,
no oigas más, pues eres árbitro juicioso,
razones de quien parece sospechoso.

XXXIX
«Que, si aquí la razón no se mostrase
vencida del temor demasiado,
bien fuera que Baco los amparase,
pues que de Luso vienen, su buen privado;
mas este intento suyo ahora pase,
pues llega de estómago dañado;
que nunca borrará ajena avaricia
lo que otro merece y el Cielo codicia.

XL
«Y tú, Padre de gran fortaleza,
de la determinación que tienes tomada
no retrocedas ya, pues es flaqueza
desistir de la cosa comenzada.
Mercúrio, pues excede en ligereza
al viento leve y a la flecha bien tallada,
va a mostrarle la tierra donde se informe
de la India, y donde la gente se reforme.»

XLI

Como esto dijo, el Padre poderoso,
la cabeza inclinando, consintió
en lo que dijo Mavorte valeroso
y néctar sobre todos esparció.
Por el camino Lácteo tan glorioso
cada uno de los Dioses se marchó,
realizando sus reales tratamientos,
hacia los determinados aposentos.

PSdeJ Punto de Partida Edición de Nápoles 1730
httpss://books.google.es/books?id=D5eaatWsH00C&pg=PA165&dq

Os Lusiadas

Os Lusiadas, obra cumbre de Luís Vaz de Camões, es el relato de un viaje en forma de poema épico, considerado la más grande epopeya moderna. En los últimos años del siglo XV, el rey don Manuel encarga al marino Vasco de Gama, abrir un camino hacia la India, atravesando el Atlántico y el Índico. El relato de este viaje y de sus peripecias, constituye el argumento del grandioso poema. En sus diez cantos, pone Camões de manifiesto, la importancia de la excepcional aventura y la grandeza del reino de Portugal; convirtiendo la historia en mito. Es notorio y notable ,el conocimiento que el autor demuestra de la épica de griegos y latinos. Con la influencia clara de la Eneida de Virgilio y, algo menos, de la Iliada de Homero; puso Camões el empeño en equiparar la gesta de los marinos portugueses, con las llevadas a cabo por Eneas y Ulises. Y establecer un paralelismo entre la fortaleza heroica de Vasco de Gama y quienes lo acompañaban, con los grandes héroes grecoromanos; ayudados o estorbados en ambos casos por los dioses de esas mitologías.

 

 

 

 

 

 

 

Andrés Bello

 

«Se ha establecido un paralelismo entre Andrés Bello y Marcelino Menéndez Pelayo; que yo veo limitado a la capacidad, porque no lo fue en la acción. Menéndez Pelayo destaca la labor filológica de Andrés Bello, la repercusión cultural y educativa, la influencia de Horacio en alguno de los poemas: algo constatable en la Silva a La Agricultura de la Zona Tórrida. Producto de la larga y profunda correspondencia con autores hispanoamericanos, Don Marcelino adquiere un profundo conocimiento de lo que en América ocurre poéticamente, considerando que lo de un lado y otro del Océano es una misma literatura. En Historia de la poesía hispanoamericana en el espacio correspondiente a Venezuela, dedica treinta y tantas páginas a Andrés Bello, destacando su convencimiento católico conservador de los últimos tiempos, y la importancia de la Silva a La agricultura en la zona tórrida, y “Alocución a la Poesía”, que le convierten en poeta perfecto, dentro de su género y escuela». Ambos se amamantaron en los clásicos, fueron tradicionalistas y educadores y críticos; coincidencias que alimentan la idea de paralelismo.

 

 

Silva a La agricultura de la Zona Tórrida
Poema de Andrés Bello

¡Salve, fecunda zona,
Que al sol enamorado circunscribes
El vago curso, y cuanto ser se anima
En cada vario clima,
Acariciada de su luz, concibes!
Tú tejes al verano su guirnalda
De granadas espigas; tú la uva
Das a la hirviente cuba:
No de purpúrea flor, o roja, o gualda
A tus florestas bellas
Falta matiz alguno; y bebe en ellas
Aromas mil el viento;
Y greyes van sin cuento
Paciendo tu verdura, desde el llano
Que tiene por lindero el horizonte,
Hasta el erguido monte,
De inaccesible nieve siempre cano.

Tú das la caña hermosa,
De do la miel se acendra,
Por quien desdeña el mundo los panales:
Tú en urnas de coral cuajas la almendra
Que en la espumante jícara rebosa:
Bulle carmín viviente en tus nopales,
Que afrenta fuera al múrice de Tiro;
Y de tu añil la tinta generosa
Émula es de la lumbre del zafiro;
El vino es tuyo, que la herida agave
Para los hijos vierte
Del Anáhuac feliz; y la hoja es tuya
Que cuando de süave
Humo en espiras vagorosas huya,
Solazará el fastidio al ocio inerte.
Tú vistes de jazmines
El arbusto sabeo,
Y el perfume le das que en los festines
La fiebre insana templará a Lico.
Para tus hijos la procera palma
Su vario feudo cría,
Y el ananás sazona su ambrosía:
Su blanco pan la yuca,
Sus rubias pomas la patata educa,
Y el algodón despliega al aura leve
Las rosas de oro y el vellón de nieve.
Tendida para ti la fresca parcha
En enramadas de verdor lozano,
Cuelga de sus sarmientos trepadores
Nectáreos globos y franjadas flores;
Y para ti el maíz, jefe altanero
De la espigada tribu, hinche su grano;
Y para ti el banano
Desmaya al peso de su dulce carga;
El banano, primero
De cuantos concedió bellos presentes
Providencia a las gentes
Del Ecuador feliz con mano larga.
No ya de humanas artes obligado
El premio rinde opimo:
No es a la podadera, no al arado
Deudor de su racimo;
Escasa industria bástale, cual puede
Hurtar a sus fatigas mano esclava:
Crece veloz, y cuando exhausto acaba,
Adulta prole en torno le sucede.

Mas ¡oh! si cual no cede
El tuyo, fértil zona, a suelo alguno,
Y como de natura esmero ha sido,
De tu indolente habitador lo fuera.
¡Oh! ¡Si al falaz rüido
La dicha al fin supiese verdadera
Anteponer, que del umbral le llama
Del labrador sencillo,
Lejos del necio y vano
Fausto, el mentido brillo,
El ocio pestilente ciudadano.
¿Por qué ilusión funesta
Aquellos que fortuna hizo señores
De tan dichosa tierra y pingüe y varia,
Al cuidado abandonan
Y a la fe mercenaria
Las patrias heredades,
Y en el ciego tumulto se aprisionan
De míseras ciudades,
Do la ambición proterva
Sopla la llama de civiles bandos,
O al patriotismo la desidia enerva;
Do el lujo las costumbres atosiga,
Y combaten los vicios
La incauta edad en poderosa liga?
No allí con varoniles ejercicios
Se endurece el mancebo a la fatiga;
Mas la salud estraga en el abrazo
De pérfida hermosura,
Que pone en almoneda los favores;
Mas pasatiempo estima
Prender aleve en casto seno el fuego
De ilícitos amores;
O embebecido le hallará la aurora
En mesa infame de ruinoso juego.
En tanto a la lisonja seductora
Del asiduo amador fácil oído
Da la consorte: crece
En la materna escuela
De la disipación y el galanteo
La tierna virgen, y al delito espuela
Es antes el ejemplo que el deseo.
¿Y será que se formen de este modo
Los ánimos heroicos denodados
Que fundan y sustentan los Estados?
¿De la algazara del festín beodo,
O de los coros de liviana danza,
La dura juventud saldrá, modesta,
Orgullo de la patria y esperanza?
¿Sabrá con firme pulso
De la severa ley regir el freno,
Brillar en torno aceros homicidas
En la dudosa lid verá sereno,
O animoso hará frente al genio altivo
Del engreído mando en la tribuna,
Aquel que ya en la cuna
Durmió al arrullo del cantar lascivo,
Que riza el pelo, y se unge y se atavía
Con femenil esmero,
Y en indolente ociosidad el día,
O en criminal lujuria pasa entero?
No así trató la triunfadora Roma
Las artes de la paz y de la guerra;
Antes fió las riendas del Estado
A la mano robusta
Que tostó el sol y encalleció el arado:
Y bajo el techo humoso campesino
Los hijos educó, que el conjurado
Mundo allanaron al valor latino.

¡Oh! ¡Los que afortunados poseedores
Habéis nacido de la tierra hermosa
En que reseña hacer de sus favores,
Como para ganaros y atraeros,
Quiso naturaleza bondadosa,
Romped el duro encanto
Que os tiene entre murallas prisioneros!
El vulgo de las artes laborioso,
El mercader que, necesario al lujo,
Al lujo necesita,
Los que anhelando van tras el señuelo
Del alto cargo y del honor ruidoso,
La grey de aduladores parasita,
Gustosos pueblen ese infecto caos;
El campo es vuestra herencia: en él gozaos.
¿Amáis la libertad? El campo habita:
No allá donde el magnate
Entre armados satélites se mueve,
Y de la moda, universal señora,
Va la razón al triunfal carro atada,
Y a la fortuna la insensata plebe,
Y el noble al aura popular adora.
¿O la virtud amáis? ¡Ah! ¡Que el retiro,
La solitaria calma
En que, juez de sí misma, pasa el alma
A las acciones muestra,
Es de la vida la mejor maestra!
¿Buscáis durables goces,
Felicidad, cuanta es al hombre dada
Y a su terreno asiento, en que vecina
Está la risa al llanto, y siempre ¡ah! siempre,
Donde halaga la flor, punza la espina?
Yd a gozar la suerte campesina;
La regalada paz, que ni rencores,
Al labrador, ni envidias acibaran;
La cama que mullida le preparan
El contento, el trabajo, el aire puro;
Y el sabor de los fáciles manjares,
Que dispendiosa gula no le aceda;
Y el asilo seguro
De sus patrios hogares
Que a la salud y al regocijo hospeda.
El aura respirad de la montaña,
Que vuelve al cuerpo laso
El perdido vigor, que a la enojosa
Vejez retarda el paso,
Y el rostro a la beldad tiñe de rosa.
¿Es allí menos blanda por ventura
De amor la llama, que templó el recato?
¿O menos aficiona la hermosura
Que de extranjero ornato
Y afeites impostores no se cura?
¿O el corazón escucha indiferente
El lenguaje inocente
Que los afectos sin disfraz expresa
Y a la intención ajusta la promesa?
No del espejo al importuno ensayo
La risa se compone, el paso, el gesto;
No falta allí carmín al rostro honesto
Que la modestia y la salud colora,
Ni la mirada que lanzó al soslayo
Tímido amor, la senda al alma ignora.
¿Esperáis que forme
Más venturosos lazos himeneo,
Do el interés barata,
Tirano del deseo,
Ajena mano y fe por hombre o plata,
Que do conforme gusto, edad conforme,
Y elección libre, y mutuo ardor los ata?
Allí también deberes
Hay que llenar: cerrad, cerrad las hondas
Heridas de la guerra; el fértil suelo,
Áspero ahora y bravo,
Al desacostumbrado yugo torne
Del arte humana y le tribute esclavo.
Del obstruido estanque y del molino
Recuerden ya las aguas el camino;
El intrincado bosque el hacha rompa,
Consuma el fuego; abrid en luengas calles
La obscuridad de su infructuosa pompa.
Abrigo den los valles
A la sedienta caña;
La manzana y la pera
En la fresca montaña
El cielo olviden de su madre España;
Adorne la ladera
El cafetal; ampare
A la tierra teobroma en la ribera
La sombra maternal de su bucare;
Aquí el vergel, allá la huerta ría…
¿Es ciego error de ilusa fantasía?
Ya dócil a tu voz, agricultura,
Nodriza de las gentes, la caterva
Servil armada va de corvas haces;
Mírola ya que invade la espesura
De la floresta opaca; oigo las voces;
Siento el rumor confuso, el hierro suena;
Los golpes el lejano
Eco redobla; gime el ceibo anciano,
Que a numerosa tropa
Largo tiempo fatiga:
Batido de cien hachas se estremece,
Estalla al fin, y rinde el ancha copa.
Huyó la fiera; deja el caro nido,
Deja la prole implume
El ave, y otro bosque no sabido
De los humanos, va a buscar doliente.
¿Qué miro? Alto torrente
De sonorosa llama
Corre, y sobre las áridas ruinas
De la postrada selva se derrama.
El raudo incendio a gran distancia brama,
Y el humo en negro remolino sube,
Aglomerando nube sobre nube.
Ya de lo que antes era
Verdor hermoso y fresca lozanía,
Sólo difuntos troncos,
Sólo cenizas quedan, monumento
De la dicha mortal, burla del viento.
Mas al vulgo bravío
De las tupidas plantas montaraces
Sucede ya el fructífero plantío
En muestra ufana de ordenados haces.
Ya ramo a ramo alcanza
Y a los rollizos tallos hurta el día:
Ya la primera flor desvuelve el seno,
Bello a la vista, alegre a la esperanza:
A la esperanza, que riendo enjuga
Del fatigado agricultor la frente,
Y allá a lo lejos el opimo fruto
Y la cosecha apañadora pinta,
Que lleva de los campos el tributo,
Colmado el cesto, y con la falda encinta;
Y bajo el peso de los largos bienes
Con que al colono acude,
Hace crujir los vastos almacenes.

¡Buen Dios! no en vano sude,
Mas a merced y compasión te mueva
La gente agricultora
Del Ecuador, que del desmayo triste
Con renovado aliento vuelve ahora,
Y tras tanta zozobra, ansia, tumulto,
Tantos arios de fiera
Devastación y militar insulto,
Aún más que tu clemencia antigua implora.
Su rústica piedad, pero sincera,
Halle a tus ojos gracia; no el risueño
Porvenir que las penas le aligera,
Cual de dorado sueño
Visión falaz, desvanecido llore:
Intempestiva lluvia no maltrate
El delicado embrión: el diente impío
Del insecto roedor no lo devore:
Sañudo vendaval no lo arrebate,
Ni agote el árbol el materno jugo
La calorosa sed de largo estío.
Y pues al fin te plugo,
Árbitro de la suerte soberano,
Que suelto el cuello de extranjero yugo
Irguiese al cielo el hombre americano,
Bendecida de ti se arraigue y medre
Su libertad; en el más hondo encierra
De los abismos la malvada guerra,
Y el miedo de la espada asoladora
Al suspicaz cultivador no arredre
Del arte bienhechora,
Que las familias nutre y los Estados;
La azorada inquietud deje las almas,
Deje la triste herrumbre los arados.
Asaz de nuestros padres malhadados
Expiamos la bárbara conquista.
¿Cuántas doquier la vista
No asombran erizadas soledades,
Do cultos campos fueron, do ciudades?
De muertes, proscripciones,
Suplicios, orfandades,
¿Quién contará la pavorosa suma?
Saciadas duermen ya de sangre ibera
Las sombras de Atahualpa y Moctezuma.
¡Ah! Desde el alto asiento
En que escabel te son alados coros
Que velan en pasmado acatamiento
La faz ante la lumbre de tu frente
(Si merece por dicha una mirada
Tuya la sin ventura humana gente),
El ángel nos envía,
El ángel de la paz, que al crudo ibero
Haga olvidar la antigua tiranía,
Y acatar reverente el que a los hombres
Sagrado diste, imprescriptible fuero;
Que alargar le haga al injuriado hermano
(¡Ensangrentóla asaz!) la diestra inerme;
Y si la innata mansedumbre duerme,
La despierte en el pecho americano.
El corazón lozano
Que una feliz obscuridad desdeña,
Que en el azar sangriento del combate
Alborozado late,
Y codicioso de poder o fama,
Nobles peligros ama;
Baldón estime sólo y vituperio
El prez que de la patria no reciba,
La libertad más dulce que el imperio,
Y más hermosa que el laurel la oliva.
Ciudadano el soldado,
Deponga de la guerra la librea;
El ramo de victoria
Colgado al ara de la patria sea,
Y sola adorne al mérito la gloria.
De su triunfo entonces patria mía,
Verá la paz el suspirado día;
La paz, a cuya vista el mundo llena
Alma, serenidad y regocijo,
Vuelve alentado el hombre a la faena,
Alza el ancla la nave, a las amigas
Auras encomendándose animosa,
Enjámbrase el taller, hierve el cortijo,

Y no basta la hoz a las espigas.
¡Oh jóvenes naciones, que ceñida
Alzáis sobre el atónito Occidente
De tempranos laureles la cabeza!
Honrad al campo, honrad la simple vida
Del labrador y su frugal llaneza.
Así tendrán en vos perpetuamente
La libertad morada,
Y freno la ambición, y la ley templo.
Las gentes a la senda
De la inmortalidad, ardua y fragosa,
Se animarán, citando vuestro ejemplo.
Lo emulará celosa
Vuestra posteridad, y nuevos nombres
Añadiendo la fama
A los que ahora aclama,
«Hijos son éstos, hijos
(Pregonará a los hombres)
De los que vencedores superaron
De los Andes la cima;
De los que en Boyacá, los que en la arena
De Maipo y en Junín, y en la campaña
Gloriosa de Apurima,
Postrar supieron al león de España.

Texto de https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/ poesias–35/html

 

A agricultura da Zona Tórrida
Autor: Andrés Bello
Traductor: Pedro Sevylla de Juana

Salve, fecunda zona,
Que ao sol apaixonado circunscreves
O vago curso, e quanto ser se anima
No cada vário clima,
Acariciada da sua luz, concebes!
Tu teces ao verão sua guirlanda
De granadas espigas; tu a uva
Dás à fervente cuba:
Não de purpúrea flor, ou vermelha, ou jalne
A tuas florestas belas
Falta matiz algum; e bebe nelas
Aromas mil o vento;
E greis vão sem conto
Pastando tua verdura, desde o plano
Que tem por confim o horizonte,
Até o erguido monte,
De inaccessível neve cinzento sempre.

Tu dás a cana formosa,
De onde o mel se acendra,
Por quem desdenha o mundo os favos:
Tu em urnas de coral coalhas a amêndoa
Que na espumante xícara transborda:
Ebule carmim vivente em teus nopais,
Que afronta fosse ao múrice de Tiro;
E de teu anil a tinta generosa
Êmula é da lume da safira;
O vinho é teu, que a ferida agave
Para os filhos verte
Do Anáhuac feliz; e a folha é tua
Que quando de suave
Fumo em espiras vagarosas fuja,
Consolara o tédio ao lazer inerte.
Tu vestes de jasmins
O arbusto cafezeiro,
E o perfume lhe dás que nos festins
A febre insana temperará a Lico.
Para teus filhos a eminente palma
Seu vario feudo cria,
E o ananás sazona sua ambrosia:
Seu alvo pão a mandioca,
Suas loiras pomas a batata educa,
E o algodão desdobra à aura leve
As rosas de ouro e o velo níveo.
Tendido para ti o maracujá fresco
Em ramadas de verdor loução,
Pendura de seus sarmentos trepadores
Nectáreos globos e franjadas flores;
E para ti o milho, chefe altaneiro
Da espigada tribo, inche seu grão;
E para ti a bananeira
Desmaia ao peso da sua doce carga
A bananeira, primeiro
De quantos concedeu belos presentes
Providência às gentes
Do Equador feliz com mão longa.
Não já de humanas artes obrigado
O prêmio rende opimo:
Não é à podadeira, não ao arado
Devedor de seu racimo;
Escassa indústria lhe basta, qual pode
Furtar a suas fadigas mão escrava:
Cresce veloz, e quando exausto acaba,
Adulta prole em torno lhe sucede.

Mas ¡oh! se qual não cede
O teu, fértil zona, a solo algum,
E como de natura esmero tem sido,
De teu indolente habitador o fosse.
¡Oh! ¡Se ao falaz ruído
A dita ao fim soubesse verdadeira
Antepor, que da ombreira lhe chama
Do lavrador singelo,
Longe do néscio e vão
Fausto, o mentido brilho,
O lazer pestilento cidadão.
Porquê ilusão funesta
Aqueles que fortuna fez senhores
De tão ditosa terra e pingue e variada,
Ao cuidado abandonam
E à fé mercenária
As pátrias herdades,
E no cego tumulto se aprisionam
De míseras cidades,
onde a ambição proterva
Sopra a chama de civis bandos,
Ou ao patriotismo a desídia enerva;
Onde o luxo os costumes atossica,
E combatem os vícios
La incauta idade em poderosa liga?
Não ali com varonis exercícios
Se endurece o mancebo à fadiga;
Mas a saúde estraga no abraço
De pérfida formosura,
Que põe em almoeda os favores;
Mas passatempo estima
Prender aleivoso em casto seio o fogo
De ilícitos amores;
Ou embebecido lhe achará a aurora
Em mesa infame de ruinoso jogo.
Entanto à lisonja sedutora
Do assíduo amador fácil ouvido
Dá a consorte: cresce
Na materna escola
Da dissipação e o galanteio
A terna virgem, e ao delito estimula
É dantes o exemplo que o desejo.
E será que se formem deste modo
Os ânimos heroicos denodados
Que fundam e sustentam os Estados?
Da algazarra do festim bêbado,
Ou dos coros de leviana dança,
A dura juventude sairá, modesta,
Orgulho da pátria e esperança?
Saberá com firme pulso
Da severa lei reger o freio,
Brilhar em torno aços homicidas
Na duvidosa lide verá sereno,
Ou animoso fará frente ao gênio altivo
Do vaidoso comando na tribuna,
Aquele que já no berço
Dormiu ao arrulho do cantar lascivo,
Que anela o cabelo, e se unge e se atavia
Com feminil esmero,
E em indolente ociosidade no dia,
Ou em criminosa luxúria passa inteiro?
Não assim tratou a triunfadora Roma
As artes da paz e da guerra;
Dantes fiou as rendas do Estado
À mão robusta
Que tostou o sol e calejou o arado:
E baixo o teto humoso camponês
Os filhos educou, que o conjurado
Mundo aplanaram ao valor latino.

Ó! Os que afortunados possuidores
Haveis nascido da terra formosa
Em que resenha fazer de seus favores,
Como para vos ganhar e vos atrair,
Quis natureza bondosa,
Rompei o duro encanto
Que vos tem entre muralhas prisioneiros!
O vulgo das artes laborioso,
O mercador que, necessário ao luxo,
Ao luxo precisa,
Os que almejando vão depois do chamariz
Do alto cargo e da ruidosa honra,
A grei de aduladores parasita,
Gostosos povoem esse infecto caos;
O campo é vossa herança: nele vos gozai.
Amais a liberdade? O campo habita:
Não lá onde o magnata
Entre armados satélites se move,
E da moda, universal senhora,
Vai a razão ao triunfal carro atada,
E à fortuna a insensata plebe,
E o nobre a aura popular adora.
Ou a virtude amais? Ah! ¡Que o retiro,
A solitária calma
Em que, juiz de si mesma, passa a alma
Às ações mostra,
É da vida a melhor mestra!
Procurais duráveis satisfações,
Felicidade, quanta é ao homem dada
E a seu terreno assento, em que vizinho
Está o riso do pranto, e sempre ah! Sempre,
Onde bajula a flor, punça a espinha?
Ide gozar a sorte camponesa;
A prazenteira paz, que nem rancores,
Ao lavrador, nem invejas amargaram;
A cama que mole lhe preparam
O contente, o trabalho, o ar puro;
E o sabor dos fáceis manjares,
Que dispendiosa gula não lhe azeda;
E o asilo seguro
De seus pátrios lares
Que à saúde e ao regozijo hospeda.
O aura respirai da montanha,
Que volta ao corpo lasso
O perdido vigor, que à irritante
Velhice retarda o passo,
E o rosto à beldade tinge de rosa
É ali menos macia por ventura
De amor o chama, que temperou o recato?
Ou menos interessa a formosura
Que de estrangeiro ornato
E enfeites impostores não se cura?
Ou o coração escuta indiferente
A linguagem inocente
Que os afetos sem disfarce expressa
E à intenção ajusta a promessa?
Não do espelho ao importuno ensaio
O riso se compõe, o passo, o gesto;
Não falta ali carmim ao rosto honesto
Que a modéstia e a saúde colora,
Nem a mirada que lançou ao soslaio
Tímido amor, a senda à alma ignora.
Esperais que forme
Mais venturosos laços himeneu,
Onde o interesse barata,
Tirano do desejo,
Alheia mão e fé por homem ou prata,
Que do conforme gosto, idade conforme,
E eleição livre, e mútuo ardor os ata?
Ali também deveres
Há que encher: fechai, fechai as fundas
Feridas da guerra; o fértil solo,
Áspero agora e bravo,
Ao desacostumado jugo torne
Da arte humana e lhe tribute escravo.
Do bloqueado estanque e do moinho
Recordem já as águas o caminho;
O intrincado bosque o machado rompa,
Consuma o fogo; abri em longas ruas
A obscuridade de sua infrutuosa pompa.
Abrigo deem os vales
À sedenta cana;
A maçã e a pera
Na fresca montanha
O céu esqueçam da sua mãe Espanha;
Orne a ladeira
O cafezal; ampare
À terra cacaueira na ribeira
A sombra maternal de seu bucare;
Aqui o vergel, lá a horta ria…
É cego erro de ilusa fantasia?
Já dócil a tua voz, agricultura,
Criadeira das gentes, a caterva
Servil armada vai de curvas paveias;
A vejo já que invade a espessura
Da floresta opaca; ouço as vozes;
Sento o rumor confuso, o ferro soa;
Os golpes o longínquo
Eco redobra; geme a árvore de coral idoso,
Que à numerosa tropa
Longo tempo fadiga:
Batido de cem machados se estremece,
Estoura ao fim, e rende a larga copa.
Fugiu a fera; deixa o caro ninho,
Deixa a prole implume
A ave, e outro bosque não sabido
Dos humanos, vai procurar dolente.
Que olho? Alto torrente
De sonorosa chama
Corre, e sobre as áridas ruínas
Da prostrada selva se derrama.
O rápido incêndio a grande distância brama,
E o fumo em negro remoinho sobe,
Aglomerando nuvem sobre nuvem.
Já do que antes era
Verdor formoso e fresca louçania,
Só defuntos troncos,
Só cinzas ficam, monumento
Da dita mortal, burla do vento.
Mas ao vulgo bravio
Das espessas plantas montarazes
Sucede já o frutífero plantio
Em mostra ufana de ordenados feixes.
Já ramo a ramo atinge
E aos roliços caules furta o dia:
Já a primeira flor da volta o seio,
Belo à vista, alegre à esperança:
À esperança, que rindo enxuga
Do fatigado agricultor a face,
E lá ao longe o opimo fruto
E a colheita arrumadora pinta,
Que leva dos campos o tributo,
Colmado o cesto e com a cingida saia;
E baixo o peso dos longos bens
Com que ao colono acode,
Faz ranger os vastos armazéns.

Bom Deus! Não em vão sue,
Mas à mercê e compaixão te mova
A gente agricultora
Do Equador, que do desmaio triste
Com renovado alento volta agora,
E depois de tanta soçobra, ânsia, tumulto,
Tantos árias de feroz
Devastação e militar insulto,
Ainda mais que tua clemência antiga implora.
Sua rústica piedade, mas sincera,
Ache a teus olhos graça; não o risonho
Porvir que as penas lhe alivia,
Qual de dourado sonho
Visão falaz, desvanecido chore:
Intempestiva chuva não maltrate
O delicado embrião: o dente ímpio
Do inseto roedor não o devore:
Sanhoso vendaval não o arrebate,
Nem esgote a árvore o materno suco
A calorosa sede de longo estio.
E pois ao fim te satisfez,
Árbitro da sorte soberano,
Que solto o pescoço de estrangeiro jugo
Erguesse ao céu o homem americano,
Abençoada de ti se arraigue e medre
Sua liberdade; no mais fundo encerra
Dos abismos a malvada guerra
E o medo da espada assoladora
Ao suspicaz cultivador não arreda
Da arte benfeitora,
Que as famílias nutre e os Estados;
A aturdida inquietude deixe as almas,
Deixe a triste ferrugem os arados.
Assaz de nossos pais malfadados
Expiamos a bárbara conquista.
¿Quantas por todo lado a vista
Não assombram arrepiadas solidões,
Onde cultos campos foram, onde cidades?
De mortes, proscrições,
Suplícios, orfandades,
Quem contará a pavorosa soma?
Saciadas dormem já de sangue ibera
As sombras de Atahualpa e Moctezuma.
Ah! Desde o alto assento
Em que escabelo te são alados coros
Que velam em pasmado acatamento
A face ante a lume da tua frente
(Se merece por dita uma mirada
Tua a sem ventura humana gente),
O anjo nos envia,
O anjo da paz, que ao cru ibero
Faça esquecer a antiga tirania,
E acatar reverente o que aos homens
Sagrado deste, imprescritível foro;
Que alongar lhe faça ao injuriado irmão
(A ensanguentou assaz!) a destra inerme;
E se a inata mansidão dorme,
A acorde no peito americano.
O coração loução
Que desdenha uma feliz obscuridade,
Que no acaso sangrento do combate
Alvoroçado bate,
E cobiçoso de poder ou fama,
Nobres perigos ama;
Baldão estime só e vitupério
O honor que da pátria não receba,
A liberdade mais doce que o império,
E mais formosa que o laurel a oliva.
Cidadão o soldado,
Deponha da guerra a libré;
O laurel de vitória
Pendurado à ara da pátria seja,
E sozinha enfeite ao mérito a glória.
De seu triunfo então pátria minha,
Verá a paz o suspirado dia;
A paz, a cuja vista o mundo cheia
Alma, serenidade e regozijo,
Volta alentado o homem à tarefa,
Alça o âncora a nave, às amigas
Auras se encomendando animosa,
Se enxameia o ateliê, ferve o cortijo,
E não basta a foice às espigas.

Ó jovens nações, que cingida
Alçais sobre o atônito Occidente
De temporãos louros a cabeça!
Honrai ao campo, honrai a singela vida
Do labrador e sua frugal simplicidade.
Assim terão em vos perpetuamente
A liberdade morada,
E travão a ambição, e a lei templo.
As gentes à senda
Da imortalidade, árdua e fragosa,
Se animarão, citando vosso exemplo.
O emulará zelosa
Vossa posteridade, e novos nomes
Adicionando a fama
Aos que agora aclama,

«Filhos são estes, filhos
(Apregoará aos homens)
Dos que vencedores superaram
Dos Andes a cume;
Dos que em Boyacá, os que na areia
De Maipo e em Junín, e na campanha
Gloriosa de Apurima
Prostrar souberam ao leão da Espanha.

PSdeJ El Escorial Semana Santa 2017

 

 

 

 

 

 

 

Gilberto Freyre

Casa-grande & senzala fue publicado en 1933,  Sobrados e Mucambos en 1936 y  Ordem e Progresso en1957. Esas obras forman los tres grandes pilares de la enorme y excepcional contribución de Gilberto Freyre a la Historia de Brasil. Llegando Freyre a ser uno de los más profundos conocedores de la esencia brasileña: gente, individuo y sociedad. Mas el gran científico reconocido mundialmente, el observador concienzudo, es también un pensador y un poeta; y un soñador que tiene algo de clarividente. Freyre es un aprendiz de poeta, según sus propias palabras; palabras que también dijo de sí Pablo Picasso. Talvez poesía, libro publicado en 1962, lleva un título revelador de la timidez poética del científico sensible. Puede decirse que mantuvo un empeño poético constante, con períodos fructíferos de mayor dedicación, en los que consiguió admirables poemas personales.

 

Bahia de Todos os Santos (e de quase todos os pecados)
Poema de Gilberto Freire

Bahia de Todos os Santos (e de quase todos os pecados)
casas trepadas umas por cima das outras
casas, sobrados, igrejas, como gente se espremendo pra sair num
retrato de revista ou jornal
(vaidade das vaidades! diz o Eclesiastes)
igrejas gordas (as de Pernambuco são mais magras
toda a Bahia é uma maternal cidade gorda
como se dos ventres empinados dos seus montes
dos quais saíram tantas cidades do Brasil
inda outras estivessem para sair
ar mole oleoso
cheiro de comida
cheiro de incenso
cheiro de mulata
bafos quentes de sacristias e cozinhas
panelas fervendo
temperos ardendo
o Santíssimo Sacramento se elevando
mulheres parindo
cheiro de alfazema
remédios contra sífilis
letreiros como este:
Louvado seja Nosso Senhor Jesus Cristo
(Para sempre! Amém!)
automóveis a 30$ a hora
e um ford todo osso sobe qualquer ladeira
saltando pulando tilintando
para depois escorrer sobre o asfalto novo
que branqueja como dentadura postiça em terra encarnada
(a terra encarnada de 1500)
gente da Bahia! preta, parda, roxa, morena
cor dos bons jacarandás de engenho do Brasil
(madeira que cupim não rói)
sem rostos cor de fiambre
nem corpos cor de peru frio
Bahia de cores quentes, carnes morenas, gostos picantes
eu detesto teus oradores, teus otaviosmangabeiras
mas gosto das tuas iaiás, tuas mulatas, teus angus
tabuleiros, flor de papel, candeeirinhos,
tudo à sombra das tuas igrejas
todas cheias de anjinhos bochechudos
sãojoões sãojosés meninozinhosdeus
e com senhoras gordas se confessando a frades mais magros do que
eu
O padre reprimido que há em mim
se exalta diante de ti Bahia
e perdoa tuas superstições
teu comércio de medidas de Nossa Senhora e do Nossossenhores do
Bonfim
e vê no ventre dos teus montes e das tuas mulheres
conservadoras da fé uma vez entregue aos santos
multiplicadores de cidades cristãs e de criaturas de Deus
Bahia de Todos os Santos
Salvador
São Salvador
Bahia
Negras velhas da Bahia
vendendo mingau angu acarajé
Negras velhas de xale encarnado
peitos caídos
mães de mulatas mais belas dos Brasis
mulatas de gordo peito em bico como para dar de mamar a todos os
meninos do Brasil.
Mulatas de mãos quase de anjos
mãos agradando ioiôs
criando grandes sinhôs quase iguais aos do Império
penteando iaiás
dando cafuné nas sinhás
enfeitando tabuleiros cabelos santos anjos
lavando o chão de Nosso Senhor do Bonfim
pés dançando nus nas chinelas sem meia
cabeções enfeitados de rendas
estrelas marinhas de prata
tetéias de ouro
balangandãs
presentes de português
óleo de coco
azeite-de-dendê
Bahia
Salvador
São Salvador
Todos os Santos
Tomé de Sousa
Tomés de Sousa
padres, negros, caboclos
Mulatas quadrarunas octorunas
a Primeira Missa
os malês
índias nuas
vergonhas raspadas
candomblés santidades heresias sodomias
quase todos os pecados
ranger de camas-de-vento
corpos ardendo suando de gozo
Todos os Santos
missa das seis
comunhão
gênios de Sergipe
bacharéis de pince-nez
literatos que lêem Menotti del Picchi e Mário Pinto Serpa
mulatos de fala fina
muleques
capoeiras feiticeiras
chapéus-do-chile
Rua Chile
viva J. J. Seabra morra J. J. Seabra
Bahia
Salvador
São Salvador
Todos os Santos
um dia voltarei com vagar ao teu seio moreno brasileiro
às tuas igrejas onde pregou Vieira moreno hoje cheias de frades
ruivos e bons
aos teus tabuleiros escancarados em x (esse x é o futuro do Brasil)
a tuas a teus sobrados cheirando a incenso comida alfazema
cacau.

 

 

BAHIA DE TODOS SANTOS y de casi todos los pecados
Poema de Gilberto Freire
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Bahia de Todos Santos (y de casi todos los pecados)
casas encaramadas unas encima de las otras
casas, sobrados, iglesias, como gente estrujándose para salir en una
fotografía de revista o diario
(vanidad de vanidades! dice el Eclesiastés)
iglesias orondas (las de Pernambuco son más delgadas)
toda Bahia es una maternal ciudad oronda
como si de los vientres empinados de sus montes
de los que surgieron tantas ciudades de Brasil
aún otras estuvieran a punto de brotar
aire amorfo untuoso
olor a comida
aroma de incienso
efluvio de mulata
vahos calientes de sacristías y cocinas
ollas bullendo
adobos abrasando
el Santísimo Sacramento ascendiendo
mujeres alumbrando
fragancia de espliego
pócimas para la sífilis
anuncios así:
Alabado sea Nuestro Señor Jesucristo
(Por siempre! Amén!)
automóviles a 30$ la hora
y un ford resistente sube cualquier cuesta
brincando empujando repicando
para después resbalar sobre el asfalto flamante
que clarea como dentadura postiza en tierra encarnada
(la tierra encarnada de 1500)
gente de Bahia! negra, mestiza, cobriza, morena
color de los espléndidos jacarandás de ingenio azucarero en Brasil
(madera que las termitas no comen)
sin rostros color fiambre
ni cuerpos color de pavo frío
Bahia de colores cálidos, acaneladas carnes, sabores picantes
detesto tus oradores, Bahia de Todos los Santos
tus ruisbarbosas, tus otaviosmangabeiras
pero me gustan tus iaiás, tus mulatas, tus polentas
tableros, flor de papel, candilitos,
todo en la penumbra de tus iglesias
cuajadas ellas de angelitos mofletudos
sanjuanes sanjosés criaturasdedios
y con señoras rollizas confesándose a monjes más descarnados que yo
El padre reprimido que hay en mí
se entusiasma ante ti Bahia
y te absuelve de tus supersticiones
tu comercio de favores de Nuestra Señora y de Nuestrosseñores del Bonfim
y percibe en el vientre de tus montes y de tus mujeres
depositarios de la fe ya otorgada a los santos
multiplicadores de ciudades cristianas y de criaturas de Dios
Bahia de Todos Santos
Salvador
San Salvador
Bahia
Negras ancianas de Bahia
vendiendo mingau angu acarajé
Negras viejas de chal carmesí
pechos caídos
madres de las mulatas más bellas de los Brasis
mulatas de pecho voluminoso con pezones para amamantar
a todos los niños de Brasil.
Mulatas de manos poco menos que de ángeles
manos encantando yoyós
formando grandes “señós” semejantes a los del Imperio
peinando iaiás
mimando el cuero cabelludo a las “señás”
maquillando tableros cabellos santos ángeles
purificando el suelo de Nuestro Señor del Bonfim
pies agitándose desnudos en las chinelas sin media
alzacuellos embellecidos de encajes
estrellas marinas de plata
broches de oro
dijes
obsequios de portugués
oleo de coco
aceite de palma
Bahia
Salvador
San Salvador
Todos los Santos
Tomé de Sousa
Tomés de Sousa
sacerdotes, negros, mestizos
Mulatas cuarteronas, octeronas
la Primera Misa
los malís
indias desnudas
genitales rasurados
candombe santidades herejías sodomías
casi todos los pecados
crujir de lechos de viento
cuerpos ardientes sudando de gusto
Todos Santos
misa de las seis
comunión
genios de Sergipe
licenciados con quevedos
literatos que leen a Menotti del Picchi y Mário Pinto Serpa
mulatos de parla distinguida
chavales
capoeiras hechiceras
sombreros elegantes de paja
Calle Chile
viva J. J. Seabra muera J. J. Seabra
Bahia
Salvador
San Salvador
Todos Santos
cualquier día regresaré sin prisa a tu seno moreno brasileño
a tus iglesias donde predicó Vieira trigueño hoy llenas de frailes
pelirrojos y buenos
a tus tableros abiertos de par en par en x (esa x es el futuro de Brasil)
a tus casas a tus sobrados oliendo a incienso comida lavándula cacao.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Alonso de Ercilla y Zúñiga,

Autor del poema épico, en tres partes, La Araucana

 

 

Los guerreros no están solos en la batalla. Guacolda y Lautaro, Caupolicán y Fresia, son parejas legendarias de una realidad permanente. Toquis impulsados por sus mujeres. Traduzco estos versos pertenecientes al Canto X de La Araucana, no solo por reflejar la actitud beligerante femenina, porque la acción de las mujeres ayudando o supliendo a los hombres, cuando los hombres ya no pueden más, se ha producido en muchas situaciones; así que no solo por eso lo traduzco, sino también por destacar los alegres gestos posteriores, cuando la tensión combativa se relaja y la broma sucede a la carnicería:

Fragmento del Canto X de La Araucana
Poema épico de Alonso de Ercilla y Zúñiga
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Estas mulheres, digo, que estiveram
num monte escondidas esperando
da batalha o fim, e quando creram
que ia de revés o castelhano bando,
ferindo o céu aos gritos desceram,
o mulheril temor de si lançando;
e de alheio valor e esforço armadas,
tomam dos já morridos as espadas.

E a voltas do estrondo e multitude
também na vitória embevecidas,
de medrosas e macias de costume
se voltam temerárias homicidas;
Não sentem nem lhes dava pesadume
os peitos ao correr, nem as crescidas
barrigas de oito meses ocupadas,
que correm melhor quanto mais grávidas.

Se chamaba infelice a postreira,
e com rogos ao céu se volvia,
porque a tal conjuntura na carreira
mover mais presto o passo não podia.
Se as mulheres vão desta maneira,
a bárbara canalla qual iria?
De aqui teve princípio nesta terra
vir também as mulheres à guerra

Vêm acompanhando a seus maridos,
e no duvidoso transe estão paradas;
mas se os contrários são vencidos,
saem a perseguí-los esforçadas;
provam a fraca força nos rendidos
e se cortam neles suas espadas,
fazendo os morrer de mil maneiras,
que a mulher cruel o é deveras.

Assim aos nossos esta vez varreram
até onde o alcance tinha cessado,
e desde ali a volta ao povo deram
já dos inimigos saqueado.
Que quando fazer mais dano não puderam,
subindo nos cavalos que no prado
soltos sem ordem e governo andavam,
a seus donos por jogo remedavam.

Quem faz que combate e quem fugia,
e quem depois do que foge vai correndo;
quem finge que está morrido e se tendia,
quem correr tentava não podendo.
A gente alegre assim se divertia,
o trabalho importuno desprendendo,
até que o sol riscava os collados,
que o General chegou e os mais soldados

Las personas se acomodan a los cambios, y en ellos toman costumbres nuevas. En la guerra, terminado lo más feroz del combate, «a gente alegre assín se divertia.» Es humano el gesto, pero sin dejar de sorprender.

 

 

 

Primera Parte de La Araucana de don Alonso de Ercilla y Zúñiga

Del PRÓLOGO
«Si pensara que el trabajo que he puesto en la obra, me había de quitar tan poco el miedo de publicarla sé cierto de mí que no tuviera ánimo para llevarla al cabo. Pero considerando ser la historia verdadera y de cosas de guerra, a las cuales hay tantos aficionados, me he resuelto en imprimirla, ayudando a ello las importunaciones de muchos testigos que en lo más dello se hallaron, y el agravio que algunos españoles recibirían quedando sus hazañas en perpetuo silencio, faltando quien las escriba, no por ser ellas pequeñas, pero porque la tierra es tan remota y apartada y la postrera que los españoles han pisado por la parte del Pirú, que no se puede tener della casi noticia, y por el mal aparejo y poco tiempo que para escribir hay con la ocupación de la guerra, que no da lugar a ello; y así, el que pude hurtar, le gasté en este libro, el cual, porque fuese más cierto y verdadero, se hizo en la misma guerra y en los mismos pasos y sitios, escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel, y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos; y por esto y por la humildad con que va la obra, como criada en tan pobres pañales, acompañándola el celo y la intención con que se hizo, espero que será parte para poder sufrir quien la leyere las faltas que lleva.

 

 

 

 

DON ALONSO DE ERCILLA Capítulo VIII del Ensayo sobre la poesía épica, escrito por Voltaire.

Traducido del francés por Pedro Sevylla de Juana.

Al final del decimosexto siglo, España produjo un poema épico célebre por algunas bellezas particulares, destacables, tanto por la particularidad del asunto, como por el carácter del autor. Don Alonso de Ercilla y Zúñiga gentilhombre de cámara del emperador Maximiliano II, fue educado en en el palacio de Felipe II, y combatió a la batalla de San Quintín, dónde los franceses fueron derrotados. Felipe, ausente de la batalla, menos preocupado por la gloria exterior que por sus asuntos internos, lo mandó regresar a España. El joven Alonso, movido por una insaciable avidez del saber verdadero, es decir de conocer a los hombres y ver mundo, viajó por toda Francia, recorrió Italia y Alemania, y permaneció mucho tiempo en Inglaterra.

Mientras estaba en Londres, supo que algunas provincias de Perú y Chile se habían alzado en armas contra la Metrópoli. Diré, al hilo, que esta tentativa de las colonias de recobrar su libertad, es considerada como rebelión por los autores españoles. Su deseo de gloria, y de ser testigo y protagonista de gestas singulares, le llevó a esos países del Nuevo Mundo. Llegó a Chile encabezando algunas tropas, y permaneció allí durante toda la guerra.

En la frontera sur de Chile, hay una pequeña comarca montañosa nombrada Araucana, habitada por una raza de hombres más robustos y más feroces que todos los demás pueblos de América: combatieron ellos en defensa de su libertad con más coraje y más tiempo que otros, y fueron los últimos que los españoles sometieron. Alonso sostuvo contra ellos una guerra penosa y larga; corrió peligros extremos; vio y participó en las acciones más asombrosas, recibiendo como única recompensa el honor de conquistar unos peñascos, y de reducir algunas comarcas incultas a la obediencia del rey de España.

Durante esta guerra, Alonso tuvo la intención de inmortalizar a sus enemigos inmortalizándose él. Fue al mismo tiempo el conquistador y el poeta: empleó los intervalos de ocio que la guerra le dejaba, en cantar los acontecimientos; y careciendo de papel, escribió la primera parte de su poema sobre pequeños pedazos de cuero, que luego le costó arreglar. El poema se llama Araucana, del nombre de la comarca. Comienza con una descripción geográfica de Chile, y una pintura de las costumbres y de las tradiciones de los habitantes. Este inicio sería insoportable en otro poema, pero aquí es necesario, y no desagrada porque la acción sucede lejos, y los héroes son salvajes, y no los conoceríamos de no haberlos conquistado y destacado. El argumento, que era nuevo, originó pensamientos nuevos. Mostraré uno al lector, simple chispa del precioso fuego que encendía a veces al autor.

Los Araucanos, dice, se asombraron al ver criaturas semejantes a hombres, llevando fuego en sus manos, subidos sobre monstruos que combatían bajo ellos. Los tomaron primero por dioses bajados del cielo, armados del trueno, llevando con ellos la destrucción; y entonces se sometieron a duras penas. Pero enseguida, al familiarizarse con los conquistadores, fueron conociendo sus pasiones y vicios, y comprendieron que eran hombres. Entonces, avergonzados de haber sucumbido ante mortales como ellos, juraron lavar con sangre su error, vengándose, de quienes lo habían producido, de manera ejemplar, terrible e inolvidable.

Tiene sentido dar a conocer aquí una parte del segundo canto, cuyo asunto se parece mucho al inicio de la Ilíada. Pues habiendo sido tratado de manera diferente, merece ser puesto ante los ojos de los lectores, para que sean ellos quienes juzguen con imparcialidad. La primera acción de la Araucana es una disputa surgida entre los jefes de los Bárbaros; como en Homero, sucede entre Aquiles y Agamenón. La disputa no se produce por una cautiva; sino por el mando del ejército. Cada uno de esos salvajes generales alaba su mérito y sus hazañas; la disputa llega a encenderse de tal modo, que casi llegan a las manos. Entonces uno de los caciques, nombrado Colocolo, tan viejo como Néstor, pero menos dispuesto en su favor que el héroe griego, hace la arenga siguiente:

“Caciques del Estado defensores,
codicia del mandar no me convida
a pesarme de veros protensores
de cosa que a mí tanto era debida,
porque, según mi edad, ya veis, señores,
que estoy al otro mundo de partida;
mas el amor que siempre os he mostrado
a bien aconsejaros me ha incitado.

“¿Por qué cargos honrosos pretendemos,
y en ser en opinión grande tenidos,
pues que negar al mundo no podemos
haber sido sujetos y vencidos?
Y en esto averiguarnos nos queremos,
estando aun de españoles oprimidos;
mejor fuera esta furia ejecutalla
contra el fiero enemigo en la batalla.

“¿Qué furor es el vuestro, ¡oh araucanos!,
que ha perdición os lleva sin sentillo?
¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
y no contra el tirano en resistillo?
¿Teniendo tan a golpe los cristianos,
volvéis contra vosotros el cuchillo?
Si gana de morir os ha movido,
no sea en tan bajo estado y abatido.

“Volved las armas y ánimo furioso
a los pechos de aquellos que os han puesto
en dura sujeción, con afrentoso
partido, a todo el mundo manifiesto:
lanzad de vos el yugo vergonzoso;
mostrad vuestro valor y fuerza en esto:
no derraméis la sangre del Estado
que para redimir nos ha quedado.

“No me pesa de ver la lozanía
de vuestro corazón, antes me esfuerza;
mas temo que esta vuestra valentía
por mal gobierno el buen camino tuerza;
que, vuelta entre nosotros la porfía,
degolléis nuestra patria con su fuerza:
cortad, pues, sí ha de ser de esa manera,
esa vieja garganta la primera.

“Que esta flaca persona, atormentada
de golpes de fortuna, no procura
sino el agudo filo de una espada,
pues no la acaba tanta desventura.
Aquella vida es bien afortunada,
que la temprana muerte la asegura;
pero, a nuestro bien público atendiendo,
quiero decir en esto lo que entiendo.

“Pares sois en valor y fortaleza;
el cielo os igualó en el nacimiento;
de linaje, de estado y de riqueza,
hizo a todos igual repartimiento;
y en singular por ánimo y grandeza
podéis tener del mundo el regimiento;
que este precioso don, no agradecido,
nos ha al presente, término traído.

“En la virtud de vuestro brazo espero
que puede en breve tiempo remediarse;
mas ha de haber un capitán primero,
que todos por él quieran gobernarse,
este será quien más un gran madero
sustentare en el hombro sin pararse;
y pues que sois iguales en la suerte,
procure cada cual ser el más fuerte.”

El anciano propone entonces un ejercicio digno de una nación bárbara: llevar una viga gruesa, y entregar el honor del mando a quién soporte el peso durante más tiempo. Siendo la mejor manera de perfeccionar nuestro criterio, comparar simultáneamente cosas de la misma naturaleza, oponed el discurso de Néstor al de Colocolo; y renunciando a la adoración que nuestros espíritus, justamente preocupados, sienten por el gran nombre de Homero, sopesad ambas arengas con el equilibrio de la equidad y de la razón. Después de que Aquiles, instruido e inspirado por Minerva, diosa de la sabiduría, diera a Agamenón los nombres de borracho y de perro, el sabio Néstor se levanta para tranquilizar los espíritus irritados de estos dos héroes, y habla así: ¿Qué satisfacción sentirán los troyanos cuando oigan comentar vuestras discordias? Su juventud debe respetar mis años, y someterse a mis juicios.

He conocido en ocasiones héroes superiores a vosotros. No, mis ojos jamás verán hombres semejantes al invencible Pirítoo, al bravo Céneas, al divino Teseo, etc… Estuve en la guerra con ellos, y, aunque era joven, mi elocuencia persuasiva tenía poder sobre sus espíritus. Oyeron a Néstor, jóvenes guerreros, escuchen pues las consejos que les da mi vejez. Atrida, no debes quedarte con el esclavo de Aquiles; hijo de Thetis, no debes tratar con altanería al jefe del ejército. Aquiles es el más grande, el más corajudo de los guerreros; Agamenón es el más grande de reyes, etc.” La arenga resultó infructuosa: Agamenón alabó su elocuencia, pero despreció su consejo.

Considerad, por una parte, la pericia con la que el bárbaro Colo-colo se adentra en el espíritu de los caciques, la dulzura respetable con la que calma su animosidad, la ternura majestuosa de sus palabras. Cuánto amor al país lo mueve, cuántos sentimientos de la verdadera gloria penetran en su corazón; con qué prudencia alaba su coraje reprimiendo su furor, con qué arte deja de considerar a uno de ellos superior a los demás. Es un jefe, un panegirista hábil; también ellos se someten a sus razones, confesando la fuerza de su elocuencia, no con alabanzas vanas, sino con la obediencia inmediata.

Que se juzgue, por otra parte, si Néstor es tan sabio al elogiar su propia sabiduría; si ese es un medio seguro de atraer la atención de los príncipes griegos, o de desmerecerlos y de situarlos por debajo de sus antepasados; si la asamblea puede querer decirle sin disgusto a Néstor que Aquiles es el más corajudo de los jefes presentes. Después de haber comparado el parloteo presuntuoso y descortés de Néstor, con el discurso modesto y mesurado de Colocolo, la odiosa diferencia que pone entre el rango de Agamenón y el mérito de Aquiles, con ese reparto equilibrado de grandeza y de coraje otorgada con arte a todos los caciques, que el lector se pronuncie; y si hay un general en el mundo que sufra de buena gana que se prefiera a un inferior por la valentía, si hay una asamblea que pueda soportar impávida que un arengador, hablándoles con desprecio, alabe a sus predecesores a su costa, entonces Homero podrá ser preferido a Alonso en este caso concreto.

Es verdad que si Alonso está en este episodio por encima de Homero, está en todo el resto por debajo del menor de los poetas. Nos sorprende verlo caer tan bajo, después de haber volado por encima de lo más alto. Hay sin duda mucho fuego en sus batallas, pero ninguna invención, ningún plan que proporcione variedad a las descripciones, punto de confluencia de la unidad de propósito. Este poema es más salvaje que las naciones que lo inspiran. Hacia el fin de la obra, el autor, que es uno de los principales héroes del poema, emprende durante la noche una marcha larga y fastidiosa, seguido por algunos soldados y, para pasar el tiempo, inicia entre ellos una disputa que tiene por objeto a Virgilio; esencialmente el episodio de Dido. Alonso aprovecha esta ocasión para distraer a sus soldados con la muerte de Dido, tal como la tratan los antiguos historiadores y, con el fin de desmentir mejor a Virgilio, y restituir a la reina de Cartago su reputación, se divierte debatiendo sobre ello durante dos cantos enteros.

No es, por otra parte, un defecto menor de su poema, el de estar formado por treinta y seis cantos muy largos. Se puede suponer con razón de un autor que no sabe o no puede detenerse, que no es adecuado para desarrollar ese oficio. Tan gran número de defectos, no impidió al célebre Miguel de Cervantes, decir que Araucana puede ser comparado con los mejores poemas de Italia. El amor ciego a la patria le dictó sin duda este falso juicio al autor español. El patriotismo verdadero y sólido consiste en procurar el bien de la patria, y en contribuir a su libertad tanto como nos sea posible; pero discutir solamente sobre los autores de nuestra nación, jactarnos de contar entre nosotros con mejores poetas que nuestros vecinos, es más bien un amor propio necio que amor a nuestro país.

PSdeJ tradujo VOLTAIRE, en Essai Sur la Poesie Epique, Don Alonso de Ercilla, Capítulo VIII. Tomo 10. 1834

 

 

 

 

 

 

 

 

Carlos Drummond de Andrade

La traducción para mí es traslación, es tomar un relato o un poema: prefiero la poesía porque es más dúctil, más maleable; y trasladarlo a otra casa con todas las pertenencias. También es el acomodo en el nuevo espacio. Me siento obligado a dejar lo mejor posible en la nueva residencia todo lo recogido de la anterior; habitaciones nuevas, nuevo salón, jardín recién conquistado. Espero haber tomado en mi mente lo más de lo que Drummond de Andrade quiso decir y sugerir en La Máquina do Mundo

Espero haberlo trasladado sin romper ninguna pieza, ni el jarrón de Sévres ni el hombrecillo de los gansos, adorno de terracota que rompió siendo niño con disgusto y pegó con resina. Espero haberlo colocado como él lo hubiera querido, contando con que todo en la nueva casa es distinto queriendo ser lo mismo. Por eso quise conocer a Drummond lo suficiente para atreverme a traducirlo, para atreverme a interpretarlo. Como el nuevo espacio es mayor, las piezas pueden estar más separadas. Conocer el idioma de partida o dominar las herramientas que lo cercan, diccionarios, referencias de uso; conocer el idioma de llegada, conocer el género literario de la pieza. Eso necesita el traductor; y con frecuencia no se tiene todo.

A Máquina do Mundo
Poema de Carlos Drummond de Andrade

E como eu palmilhasse vagamente
uma estrada de Minas, pedregosa,
e no fecho da tarde um sino rouco

se misturasse ao som de meus sapatos
que era pausado e seco; e aves pairassem
no céu de chumbo, e suas formas pretas

lentamente se fossem diluindo
na escuridão maior, vinda dos montes
e de meu próprio ser desenganado,

a máquina do mundo se entreabriu
para quem de a romper já se esquivava
e só de o ter pensado se carpia.

Abriu-se majestosa e circunspecta,
sem emitir um som que fosse impuro
nem um clarão maior que o tolerável

pelas pupilas gastas na inspeção
contínua e dolorosa do deserto,
e pela mente exausta de mentar

toda uma realidade que transcende
a própria imagem sua debuxada
no rosto do mistério, nos abismos.

Abriu-se em calma pura, e convidando
quantos sentidos e intuições restavam
a quem de os ter usado os já perdera

e nem desejaria recobrá-los,
se em vão e para sempre repetimos
os mesmos sem roteiro tristes périplos,

convidando-os a todos, em coorte,
a se aplicarem sobre o pasto inédito
da natureza mítica das coisas,

assim me disse, embora voz alguma
ou sopro ou eco o simples percussão
atestasse que alguém, sobre a montanha,

a outro alguém, noturno e miserável,
em colóquio se estava dirigindo:
“O que procuraste em ti ou fora de

teu ser restrito e nunca se mostrou,
mesmo afetando dar-se ou se rendendo,
e a cada instante mais se retraindo,

olha, repara, ausculta: essa riqueza
sobrante a toda pérola, essa ciência
sublime e formidável, mas hermética,

essa total explicação da vida,
esse nexo primeiro e singular,
que nem concebes mais, pois tão esquivo

se revelou ante a pesquisa ardente
em que te consumiste… vê, contempla,
abre teu peito para agasalhá-lo.”

As mais soberbas pontes e edifícios,
o que nas oficinas se elabora,
o que pensado foi e logo atinge

distância superior ao pensamento,
os recursos da terra dominados,
e as paixões e os impulsos e os tormentos

e tudo que define o ser terrestre
ou se prolonga até nos animais
e chega às plantas para se embeber

no sono rancoroso dos minérios,
dá volta ao mundo e torna a se engolfar
na estranha ordem geométrica de tudo,

e o absurdo original e seus enigmas,
suas verdades altas mais que tantos
monumentos erguidos à verdade;

e a memória dos deuses, e o solene
sentimento de morte, que floresce
no caule da existência mais gloriosa,

tudo se apresentou nesse relance
e me chamou para seu reino augusto,
afinal submetido à vista humana.

Mas, como eu relutasse em responder
a tal apelo assim maravilhoso,
pois a fé se abrandara, e mesmo o anseio,

a esperança mais mínima — esse anelo
de ver desvanecida a treva espessa
que entre os raios do sol inda se filtra;

como defuntas crenças convocadas
presto e fremente não se produzissem
a de novo tingir a neutra face

que vou pelos caminhos demonstrando,
e como se outro ser, não mais aquele
habitante de mim há tantos anos,

passasse a comandar minha vontade
que, já de si volúvel, se cerrava
semelhante a essas flores reticentes

em si mesmas abertas e fechadas;
como se um dom tardio já não fora
apetecível, antes despiciendo,

baixei os olhos, incurioso, lasso,
desdenhando colher a coisa oferta
que se abria gratuita a meu engenho.

A treva mais estrita já pousara
sobre a estrada de Minas, pedregosa,
e a máquina do mundo, repelida,

se foi miudamente recompondo,
enquanto eu, avaliando o que perdera,
seguia vagaroso, de mãos pensas.

 

 

 

La Máquina del Mundo
Poema de Carlos Drummond de Andrade/
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Y como mis pies palparan suavemente
una carretera de Minas, empedrada,
y en la aldaba de la tarde una campana ronca

se mezclara con el murmullo de mis zapatos,
pausado y áspero; y aves flotasen
en el cielo de plomo, y sus formas negras

lentamente se fueran diluyendo
en la crecida oscuridad, bajada de los montes
y de mi propio interior decepcionado,

la máquina del mundo se entreabrió
para quien de romperla ya se arrepentía
y solo por haberlo imaginado lagrimaba.

Arrancó suntuosa y reservada,
sin emitir un sonido considerado impuro
ni un resplandor mayor que el soportable

por las pupilas gastadas en la observación
constante y dolorosa del desierto,
y por la mente rendida al registrar

toda una realidad que excede
su propia imagen esbozada
en el rostro del misterio, en los abismos.

Se abrió en inocente quietud, e invitando
a cuantos sentidos y presentimientos conservaba
quien de haberlos usado ya los perdiera

y no deseara recobrarlos,
si en vano y eternamente repetimos
los mismos periplos tristemente desorientados,

invitándolos a todos, en tropel,
a habituarse a los desconocidos nutrientes
de la naturaleza mítica de las cosas,

así me dijo, empero, cierta voz
hálito, eco o simple sacudida
atestiguando que alguien, sobre la montaña,

a otro alguien, noctívago y desventurado,
en conversa se estaba dirigiendo:
“Lo que indagaste en ti o fuera de

tu pequeñez y nunca se mostró,
incluso aparentando darse o rindiéndose,
y encogiéndose más a cada instante,

mira, observa, reconoce: esa abundancia
excedente en toda perla, esa ciencia
sublime y tremenda, pero impenetrable,

esa exégesis integral de la vida,
ese vínculo inicial y único,
que no llegas a interpretar, pues tan arisco

se reveló ante la vehemente investigación
en que te desgastaste… percibe, considera,
abre tu pecho para hospedarlo.”

Los más soberbios puentes y edificios,
lo que en los talleres se da forma,
lo que discurrido fue y, seguidamente, alcanza

distancia superior al pensamiento,
los recursos de la tierra sometidos,
y las pasiones y los impulsos y los suplicios

y todo lo que explica al ser terreno
o se prolonga hasta en los animales
y llega a las plantas para filtrarse

en el sueño resentido de los minerales,
rota al mundo y vuelve a abismarse
en la insólita disposición geométrica de todo,

y el absurdo primigenio y sus enigmas,
sus verdades más altas que tantos
monumentos erigidos a la verdad;

y la gloria de los dioses, y el imponente
sentimiento de muerte, que florece
en el mástil de la existencia más gloriosa,

todo se manifestó en ese destello
y me reclamó para su reino soberano,
sometido por último a la visión humana.

Pero, como yo me resistiera a responder
a solicitud tan prodigiosa,
pues la fe se adormecía igual que el ansia,

la esperanza más exigua — esa aspiración
de ver desvanecida la densa obscuridad
que entre los rayos del sol aún se filtra;

como olvidados credos requeridos
pronto y vibrantes no se dispusieran
a colorear de nuevo la cara neutra

que voy por los caminos mostrando,
y como si otro ser, distinto de aquel
habitante de mí hace tantos años,

pasara a dirigir mi voluntad
que, ya de por sí inestable, se cerraba
semejante a esas flores indecisas

en sí mismas abiertas y cerradas;
como si un don tardío ya no fuera
deseable, antes bien desdeñando,

bajé los ojos, negligente, distendido,
rehusando aceptar la cosa ofrecida
que se abría gratuita a mi intelecto.

La sombra más tupida ya descansara
sobre la carretera de Minas, empedrada,
y la máquina del mundo, rebatida,

poco a poco se fue recomponiendo,
mientras yo, valorando lo perdido,
permanecía indolente, mano sobre mano.

PSdeJ El Escorial 11Agosto2013

 

 

 

 

 

 

Francisco de Quevedo y Villegas

 

 
Epístola Satírica y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos escrita al Conde-Duque de Olivares por Francisco de Quevedo (1580–1645)

(Texto de la selección de don Marcelino Menéndez y Pelayo para las Cien mejores poesías de la lengua Española)

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.

Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa
ni de los dos alguno fue primero.

Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.

La justicia de Dios es verdadera
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.

Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas;
inundación será la de mi canto.

Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.

Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada,

y aquella libertad esclarecida
que en donde supo hallar honrada muerte
nunca quiso tener más larga vida.

Y pródiga de l’alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años
envejecer en brazos de la suerte.

Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.

Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un’hora
lograba sin afán su valentía.

La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo,
edad, si mal hablada, vencedora.

El temor de la mano daba escudo
al corazón, que en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.

Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado.

Y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.

Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.

Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.

Todas matronas, y ninguna dama:
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.

Derramado y sonoro el Oceano
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.

Ni los trujo costumbres peregrinas
el áspero dinero, ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.

Joya fue la virtud pura y ardiente,
gala el merecimiento y alabanza;
sólo se cudiciaba lo decente.

No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros
hizo el campo heredad, sino matanza.

Y España, con legítimos dineros,
no mendigando el crédito a Liguria,
más quiso los turbantes que los ceros.

Menos fuera la pérdida y la injuria,
si se volvieran Muzas los asientos;
que esta usura es peor que aquella furia.

Caducaban las aves en los vientos,
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos,

que el vientre entonces bien diciplinado
buscó satisfación y no hartura,
y estaba la garganta sin pecado.

Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.

No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.

Carnero y vaca fue principio y cabo,
y con rojos pimientos y ajos duros,
tan bien como el señor comió el esclavo.

Bebió la sed los arroyuelos puros;
después mostraron del carquesio a Baco
el camino los brindis mal seguros.

El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
y honra y provecho andaban en un saco.

Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacanales,
y al holandés, hereje y alevoso;

pudo acusar los celos desiguales
a la Italia; pero hoy de muchos modos,
somos copias, si son originales.

Las descendencias gastan muchos godos;4
todos blasonan, nadie los imita,
y no son sucesores, sino apodos.

Vino el betún precioso que vomita
la ballena, o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita,

y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas pero mal regidas,
y alhajas las que fueron pieles solas.

Estaban las hazañas mal vestidas
y aún no se hartaba de buriel y lana
la vanidad de fembras presumidas;

a la seda pomposa siciliana
que manchó ardiente múrice, el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.

Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja,
intercediendo el Can por el verano.

Hoy desprecia el honor al que trabaja
y entonces fue el trabajo ejecutoria
y el vicio graduó la gente baja.

Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido,
y de Ceres ofende la memoria.

Un animal a la labor nacido
y símbolo celoso a los mortales,
que a Jove fue disfraz y fue vestido;

que un tiempo endureció manos reales,
y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz en campos celestiales,

¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?

¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta
y gastar un caballo en una caña!

Que la niñez al gallo le acometa
con semejante munición, apruebo,
mas no la edad madura y la perfeta.

Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones, no en la frente
del útil bruto l’asta del acebo.

El trompeta le llame diligente
dando fuerza de ley el viento vano,
y al son esté el ejército obediente.

¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica y el mosquete carga el hombro
del que se atreve a ser buen castellano!

Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota dar que dar asombro.

Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos
y hagan paces las capas con el toro.

Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que solo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.

Vos, que hacéis repetir siglo pasado
con desembarazarnos las personas
y sacar a los miembros de cuidado;

vos distes libertad con las valonas
para que sean corteses las cabezas
desnudando el enfado a las coronas.

Y pues vos enmendastes las cortezas,
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados fortalezas.

Que la cortés estrella, que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
milagro que a la invidia desatina,

tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.

Y si os dio el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorioso,

mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre, a su pesar, campos serenos.

Lograd, señor, edad tan venturosa,
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,

la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.

Suceda a la marlota la coraza,
y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.

El que en treinta lacayos los divide,
hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.

Mandadlo ansí, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo
pues valdrá por ejércitos el miedo
y os verá el cielo administrar su rayo.

 

Epístola Satírica y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos escrita al Conde-Duque de Olivares por Francisco de Quevedo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Não calarei, por mais que com o dedo,
já tocando a boca ou já a frente,
silêncio avises ou ameaces medo.

¿Não existirá um espírito valente?
¿Sempre se sentirá o que se disse?
¿Nunca se dirá o que se sente?

Hoje, sem medo que, livre, escandalize,
pode falar o talento, assegurado
de que maior poder lhe atemorize.

Em outros séculos pôde ser pecado
severo estudo e a verdade nua,
e romper o silêncio o bem falado.

Pois saiba quem o nega e quem o duvida
que é língua a verdade de Deus severo,
e a língua de Deus nunca foi muda.

São a verdade e Deus, Deus verdadeiro,
nem eternidade divina vos separa
nem dos dois algum foi primeiro.

Se Deus à verdade se adiantara 1,
sendo verdade, envoltura tivera
em ser, e em que verdade de ser deixara.

A justiça de Deus é verdadeira
e a misericordia, e todo quanto
é Deus, todo deve ser verdade inteira.

Senhor Excelentísimo, meu pranto
já não consente margens nem orilhas; 2
inundação será a de meu canto.

Já mergulharse miro as bochechas minhas,
a vista por duas urnas derramada
sobre as aras de ambas Castillas.

Jaz aquela virtude emaranhada,
que foi, se rica menos, mais temida,
em vaidade e em sono sepultada,

e aquela liberdade esclarecida
que onde soube achar honrada morte
nunca quis ter mais longa a vida.

E pródiga d’alma, nação forte,
contava, por afrentas dos anos
envelhecer em braços da sorte.

Do tempo o ócio torpe, e os enganos
do passo das horas e do dia,
reputavam os nossos por estranhos.

Ninguém contava quanta vida vivia,
senão de que maneira: nem uma hora
conseguia sem afán sua valentia.

A robusta virtude era senhora,
e sozinha dominava ao povo rudo,
idade, se mau falada, vencedora.

O temor da mão dava escudo
ao coração, que nela confiado,
todas as armas desprezou desnudo.

Multiplicou em escuadras um soldado
sua preciosa honra, seu ânimo valente,
de sozinha honesta obrigação armado.

E embaixo do céu, aquela gente,
se não a mais descansado, a mais honroso
sono entregou os olhos, não a mente.

Fiava a mulher para seu esposo
a mortalha primeiro que o vestido;
menos lhe viu galã que perigoso.

Acompanhava o lado do marido
mais vezes na hoste que na cama;
são lhe aventurou, lhe vingou ferido.

Todas matronas, e nenhuma dama:
que nomes do encômio cortesano
não admitiu o severo da sua fama.

Derramado e sonoro o Oceano
era divórcio das douradas minas
que usurparam a paz do peito humano.

Nem os trouxe costumes peregrinas
o áspero dinheiro, nem o Oriente
comprou a honestidade em pedras finas.

Jóia foi a virtude mais pura e mais ardente,
louvor e merecimento a melhor gala;
só se cobiçava o decente.

Não da pluma dependeu a lança,
nem o cántabro com caixas e tinteiros
fez o campo herdade, senão matança.

E Espanha, com legítimos dinheiros,
não mendigando o crédito a Liguria,
mais quis os turbantes que os zeros.

Menos fosse a perda e a injúria,
se voltassem-se Muzas os assentos;
que esta usura é pior que aquela fúria.

Caducavam as aves nos ventos,
e expirava decrépito o veado:
grande velhice durou nos elementos,

que o ventre então bem disciplinado
procurou satisfação e não fartura,
e estava a garganta sem pecado.

Do maior fidalgo daquela pura
república de grandes homens, era
uma vaca sustento e armadura.

Não tinha vindo ao gosto lisonjeira
a pimenta enrugada, nem do cravo
a adulação fragrante forasteira.

Carneiro e vaca foi princípio e cabo,
e com vermelhos pimentos e alhos duros,
tão bem como o senhor comeu o escravo.

Bebeu a sede os arroios puros;
depois mostraram da retama a Baco
o caminho os brindis mau seguros.

O rosto macilento, o corpo magro
eram lembrança do trabalho honroso,
e honra e proveito andavam num saco.

Pôde sem medo um espanhol viloso
chamar aos tudescos bacanais,
e ao holandês, herege e aleivoso;

pôde acusar os zelos desiguais
à Itália; mas hoje de muitos modos,
somos cópias, se são originais.

As descendências gastam muitos godos;
todos blasonan, ninguém os imita,
e não são sucessores, senão apodos.

Veio o betume precioso que vomita
a baleia, ou a escuma das ondas,
que o vício, não o odor, nos acredita,

e ficaram as hostes espanholas
bem perfumadas mas mau regidas,
e joias as que sozinhas peles foram.

Estavam as façanhas mau vestidas
e ainda, de roxo e lã, não se fartava
a vaidade de fémeas presumidas;

à seda pomposa siciliana
que manchou ardente múrice, o romano
e o ouro fizeram áspera e tirana.

Nunca ao duro espanhol soube o gusano
persuadir que vestisse sua mortalha,
intercedendo o Can pelo verão.

Hoje despreza a honra ao que trabalha
e então foi o trabalho executória
e o vício graduou a gente baixa.

Pretende o alentado jovem glória
por deixar a vacada sem marido,
e de Ceres ofende a memória.

Um animal ao labor nascido
e símbolo zeloso aos mortais,
que a Jove foi disfarce e foi vestido;

que um tempo endureceu mãos reais,
e por trás dele os cônsules gemeram,
e rumia luz em campos celestiais,

por qual inimizade se convenceram
a que seu desânimo fosse façanha,
e às searas grande ofensa fizeram?

Que coisa é ver um fidalgo da Espanha
abreviado na sela à gineta
e gastar um cavalo numa cana!

Que a infãncia ao galo lhe acometa
com semelhante munição, aprovo,
mas não a idade madura e a perfeita.

Ejercite suas forças o moço
em frentes de esquadrões, não na frente
do útil bruto a pica do espinhoso.

O trombeta lhe chame diligente
dando força de lei o vento vão,
e ao som esteja o exército obediente.

¡Com quanta majestade enche a mão
a pica e o mosquete carrega o ombro
do que se atreve a ser bom castelhano!

Com asco, entre as outras gentes, menciono
ao que de sua pessoa, sem decoro,
mais quer nota dar que dar assombro.

Gineta e canas são contágio mouro;
se restituam justas e torneios
e façam pazes as capas com o touro.

Passem-nos vocês de jogo a prémio,
que só grande rei e bom privado
podem executar estes desejos.

Vos, que fazeis repetir século passado
com nos desembaraçar as pessoas
e sacar aos membros de cuidado;

vos destes liberdade com as valonas
para que sejam corteses as cabeças
despindo o enfado às coroas.

E pois vos emendaste as emendas, 3
dai à melhor parte medicina:
se voltem os tablados fortalezas.

Que a cortês estrela, que vos inclina
a privar sem tentativa e sem vingança,
milagre que à inveja desatina,

tem por sozinha bem-aventurança
o reconhecimento temeroso,
não presumida e cega confiança.

E se vos deu o ascendente generoso
escudos, de armas e blasones cheios,
e por timbre o martírio glorioso,

melhores sejam por vos os que eram menos 4
Guzmanes, e a cume desdenhosa
vos mostre, a seu pesar, campos serenos.

Logre, senhor, idade venturosa,
e quando nossas forças examina
perseguição unida e belicosa,

a militar valente disciplina
tenha mais falantes que a praça:
descansem teia falsa e teia fina.

Suceda à marlota a coraza, 5
e se o Corpus com danças não os pede,
véus e ouropel não façam vaza.

Quem em trinta lacayos os cede, 6
faz sorte no touro, e com um dedo
a faz nele a vara que os mede.

O mande assim, que vos assegurar devo
que tendes de restaurar mais que Pelayo
pois valerá por exércitos o medo
e vos verá o céu administrar seu raio.

1.- Se cambia en los tres versos la palabra final. En aras de la forma, se utiliza en vez del pretérito imperfecto de subjuntivo, el pretérito pluscuamperfecto de indicativo
2.- Se utiliza orilhas, en aras de la forma, en vez de beiras que ya estaría contenida en margens
3.- Se cambia la palabra para mantener la rima manteniendo el sentido
4.- Se cambia la palabra a favor de la rima conservando el sentido
5.- Se mantiene marlota, especie de saya morisca.
6.- Se cambia la palabra a favor de la rima sin cambiar el sentido

 

 

 

 

 

Joaquim Maria Machado de Assis

En 1870, a los 31 años, ya casado, Machado de Assis publica, aún romántico, el innovador segundo libro, Falenas, que reune veintiún poemas del autor, seis adaptaciones y una paráfrasis. Editado en Rio fue imprimido en París. De los poemas suyos, diecinueve fueron reeditados en las Poesías Completas. La Marchesa de Miramar se publicó por primera vez en Falenas, y en Poesías Completas mantiene estructura y contenido. Sabida es la admiración sentida por Machado de Assis a la obra de Shakespeare, que permanecerá cuando el imperio británico acabe, cuando la república de los Estados Unidos tenga su fin. En La Marchesa de Miramar hace referencia a la tragedia. Las brujas profetizaron su futuro a Macbeth, héroe de Shakespeare, y esa mención hace el poeta así: «Então surge dos tronos a profética voz que anunciava ao teu crédulo esposo: Tu serás rei, Macbeth!» Se refiere a Carlota, archiduquesa en el castillo de Miramar, y esposa de Maximiliano, emperador de México. Su marido dedicó tres años a modernizar el país y, cuando fue fusilado, Carlota, ya en Europa buscando alianzas, se volvió loca. Se dan en Falenas esa ironía tan característica del autor, el pesimismo y algunos visos de la influencia de Camões. La primera estrofa de La Marchesa de Miramar, me recuerda a las coplas de Jorge Manrique.

LA MARCHESA DE MIRAMAR
Poema de Machado de Assis

O arquiduque Maximiliano, quando estava em Miramar, costumava retratar fotograficamente a arquiduquesa, escrevendo por baixo do retrato: La marchesa de Miramar. [M.A.]

De quanto sonho um dia povoaste
A mente ambiciosa,
Que te resta? Uma página sombria,
A escura noite e um túmulo recente.

Ó abismo! Ó fortuna! Um dia apenas
Viu erguer, viu cair teu frágil trono.
Meteoro do século, passaste,
Ó triste império, alumiando as sombras.
A noite foi teu berço e teu sepulcro!
Da tua morte os goivos inda acharam
Frescas as rosas dos teus breves dias;
E no livro da história uma só folha
A tua vida conta: sangue e lágrimas.

No tranqüilo castelo,
Ninho d′amor, asilo de esperanças,
A mão de áurea, fortuna preparara,
Menina e moça, um túmulo aos teus dias.
Junto do amado esposo,
Outra c′roa cingias mais segura,
A coroa do amor, dádiva santa
Das mãos de Deus. No céu de tua vida
Uma nuvem sequer não sombreava
A esplêndida manhã; estranhos eram
Ao recatado asilo 
Os rumores do século.
Estendia-se
Em frente o largo mar, tranqüila face
Como a da consciência alheia ao crime,
E o céu, cúpula azul do equóreo leito.
Ali, quando ao cair da amena tarde,
No tálamo encantado do ocidente,
O vento melancólico gemia,
E a onda murmurando,
Nas convulsões do amor beijava a areia,
Ias tu junto dele, as mãos travadas,
Os olhos confundidos,
Correr as brandas, sonolentas águas,
Na gôndola discreta. Amenas flores
Com suas mãos teciam
As namoradas Horas; vinha a noite,
Mãe de amores, solícita descendo,
Que em seu regaço a todos envolvia,
O mar, o céu, a terra, o lenho e os noivos…
Mas além, muito além do céu fechado,
O sombrio destino, contemplando
A paz do teu amor, a etérea vida,
As santas efusões das noites belas,
O terrível cenário preparava
A mais terríveis lances.
Então surge dos tronos
A profética voz que anunciava
Ao teu crédulo esposo:
«Tu serás rei, Macbeth!» Ao longe, ao longe,
No fundo do oceano, envolto em névoas,
Salpicado de sangue, ergue-se um trono.
Chamam-no a ele as vozes do destino.
Da tranqüila mansão ao novo império
Cobrem flores a estrada, — estéreis flores
Que mal podem cobrir o horror da morte.
Tu vais, tu vais também, vítima infausta;
O sopro da ambição fechou teus olhos…
Ah! quão melhor te fora
No meio dessas águas
Que a régia nau cortava, conduzindo
Os destinos de um rei, achar a morte:
A mesma onda os dois envolveria.
Uma só convulsão às duas almas
O vínculo quebrara, e ambas iriam,
Como raios partidos de uma estrela,
À eterna luz juntar-se.

Mas o destino, alçando a mão sombria,
Já traçara nas páginas da história
O terrível mistério. A liberdade
Vela naquele dia a ingênua fronte.
Pejam nuvens de fogo o céu profundo.
Orvalha sangue a noite mexicana…
Viúva e moça, agora em vão procuras
No teu plácido asilo o extinto esposo.
Interrogas em vão o céu e as águas.
Apenas surge ensangüentada sombra
Nos teus sonhos de louca, e um grito apenas,
Um soluço profundo reboando
Pela noite do espírito, parece
Os ecos acordar da mocidade.
No entanto, a natureza alegre e viva,
Ostenta o mesmo rosto.
Dissipam-se ambições, impérios morrem,
Passam os homens como pó que o vento
Do chão levanta ou sombras fugitivas,
Transformam-se em ruína o templo e a choça.
Só tu, só tu, eterna natureza,
Imutável, tranqüila,
Como rochedo em meio do oceano
Vês baquear os séculos.
Sussurra
Pelas ribas do mar a mesma brisa;
O céu é sempre azul, as águas mansas;
Deita-se ainda a tarde vaporosa
No leito do ocidente;
Ornam o campo as mesmas flores belas…
Mas em teu coração magoado e triste,
Pobre Carlota! o intenso desespero
Enche de intenso horror o horror da morte,
Viúva da razão, nem já te cabe
A ilusão da esperança.
Feliz, feliz, ao menos, se te resta,
Nos macerados olhos,
O derradeiro bem: — algumas lágrimas!

Texto: https://machado.mec.gov.br/images/stories/pdf/poesia/maps02.pdf

 

 

LA MARCHESA DE MIRAMAR
Poema de Machado de Asís
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

El archiduque Maximiliano, cuando estaba en Miramar, acostumbraba a retratar fotográficamente a la archiduquesa, escribiendo en la parte inferior del retrato: La Marchesa de Miramar. [M.A.]

De cuanto sueño un día poblaste
La mente ambiciosa,
¿Qué te queda? Una página sombría,
La oscura noche y un túmulo reciente.

¡Oh abismo! ¡Oh fortuna! Un día sólo
Vio erguir, vio caer tu frágil trono.
Meteoro del siglo, pasaste,
¡Oh triste imperio, iluminando las sombras!
¡La noche fue tu cuna y tu sepulcro!
De tu muerte los alhelíes todavía hallaron
Frescas las rosas de tus breves días;
Y en el libro de la historia una sola hoja
Tu vida cuenta: sangre y lágrimas.

En el castillo confiado,
Nido d′amor, abrigo de esperanzas,
La mano de ufanía, fortuna hubo preparado,
Niña y muchacha, un túmulo a tus días.
Al lado del amado esposo,
Otra corona ceñías más segura,
La corona del amor, dádiva santa
De las manos de Dios. En el cielo de tu vida
Una nube al menos no oscurecía
La espléndida mañana; extraños eran
Al recatado refugio
Los rumores del siglo.
Se extendía
frente el ancho mar, tranquila faz
Como la de la conciencia ajena al crimen,
Y el cielo, cúpula azul del marino lecho.
Allí, cuando al caer de la amena tarde,
En el tálamo encantado del occidente,
El viento melancólico gemía,
Y la ola murmurando,
En las convulsiones del amor besaba la arena,
Ibas tú junto de él, las manos unidas,
Los ojos confundidos,
Correr las blandas, soñolientas aguas,
En la góndola discreta. Amenas flores
Con sus manos tejían
Las apasionadas Horas; venía la noche,
Madre de amores, solícita descendiendo,
Que en su regazo a todos envolvía,
El mar, el cielo, la tierra, el leño y los prometidos…
Pero además, mucho más allá del cielo cerrado,
El nebuloso destino, contemplando
La paz de tu amor, la etérea vida,
Las santas efusiones de las noches bellas,
El terrible escenario preparaba
los más espantosos encuentros.
Entonces surge de los tronos
la profética voz que anunciaba
A tu crédulo esposo:
«Tú serás rey, Macbeth!» A lo lejos, a lo lejos,
En el fondo del océano, envuelto en nieblas,
Salpicado de sangre, se eleva un trono.
Lo llaman a él las voces del destino.
De la tranquila mansión al nuevo imperio
Cubren flores la calzada, — estériles flores
Que apenas pueden cubrir el horror de la muerte:
Tú vas, tú vas también, víctima infausta;
el soplo de la ambición cerró tus ojos.
Ah! Cuan mejor te fuera
En medio de esas aguas
Que la regia nave abría, conduciendo
Los destinos de un rey, encontrar la muerte:
La misma onda a los dos envolvería.
Una sola convulsión a las dos almas
El vínculo quebrara, y ambas irían,
Como rayos partidos de una estrella,
A la eterna luz para juntarse.

Pero el destino, alzando la mano sombría,
Ya trazó en las páginas de la historia
El terrible misterio. La libertad
Vela en aquel día la ingenua frente.
Llenan nubes de fuego el cielo profundo.
rocía sangre la noche mexicana…
Viuda y muchacha, ahora vanamente buscas
En tu plácido refugio el extinto esposo.
Interrogas en vano al cielo y las aguas.
Sólo surge ensangrentada sombra
En tus sueños de loca, y un grito solo,
Un suspiro profundo rebotando
Por la noche del espíritu, parece
Los ecos despertar de la mocedad.
Sin embargo, la naturaleza alegre y viva,
Presenta el mismo rostro.
Se disipan ambiciones, imperios mueren,
Pasan los hombres como polvo que el viento
Del suelo levanta o sombras fugitivas,
Se transforman en ruina el templo y la choza.
Sólo tú, sólo tú, eterna naturaleza,
Imutable, serena,
Como peñasco en medio del océano
Ves palpitar los siglos.
Por los acantilados del mar la misma brisa;
El cielo es siempre azul, las aguas mansas;
Se acuesta aún la tarde vaporosa
En el lecho del occidente;
Adornan el campo las mismas flores bellas…
Pero en tu corazón dolorido y triste,
Pobre Carlota! la aguda desesperación
Llena de intenso horror el horror de la muerte,
Viuda de la razón, ni ya te cabe
La ilusión de la esperanza.
Feliz, feliz, al menos, si te resta,
En los macerados ojos,
El postrero bien: — algunas lágrimas!

Tradução: PSdeJ El Escorial 31 Marzo 2017

 

Em 1869, Joaquim Maria Machado de Assis se casa con la portuguesa Carolina Augusta Xavier de Nováis. Cuando falleció ella, el 20 de octubre de 1904, tras 35 años de matrimonio bien asentado, la vida en la Calle Cosme Velho se convierte en muy desagradable. Cuatro años más tarde murió Machado.

A CAROLINA Poema de Machado de Assis

Querida, ao pé do leito derradeiro
Em que descansas dessa longa vida
Aqui venho e virei, pobre querida,
Trazer-te o coração do companheiro.

Pulsa-lhe aquele afeto verdadeiro
Que, a despeito de toda a humana lida,
Fez a nossa existência apetecida
E num recanto pôs um mundo inteiro.

Trago-te flores, – restos arrancados
Da terra que nos viu passar unidos
E ora mortos nos deixa e separados.

Que eu, se tenho nos olhos malferidos
Pensamentos de vida formulados,
São pensamentos idos e vividos.

A Carolina
Poema de Machado de Assis
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Querida, al pie del lecho postrero
En que descansas de esa larga vida,
Aquí vengo y vendré, pobre querida,
A traerte el corazón del compañero.

Le impulsa aquel afecto verdadero
Que, a despecho de toda liza humana,
Hizo nuestra existencia la anhelada
Y en un refugio puso un mundo entero.

Te traigo flores, – restos arrancados
De la tierra que nos vio pasar unidos
y ahora muertos nos deja y separados.

Que yo, si tengo en los ojos malheridos
Pensamientos de vida formulados,
Son pensamientos idos y vividos.

Traducido por PSdeJ, 30 de marzo de 2017

 

 

 

 

Pablo Neruda

 

«En música, jazz.  Neruda, en Poesía. Se eriza el pelo de mis brazos, se abren mis oídos hasta lo imposible, cuando oigo, leo, jazz, poemas de Neruda. El ánimo arrecia y yo me siento arriba, tocando con la punta de los dedos la punta de las estrellas. Líneas escritas cuando nacía yo a la poesía de la mano de los maestros. Y escribí, refiriéndome a Neruda: «Ya no digo amor, porque él lo dijo con su voz de mundo que se oculta tras el sol; ni justicia, porque él dio nombre a la injusticia; ni vida, porque él sintió por muchos lo de muchos; ni muerte porque él la vivió en la guerra de Madrid, barrio de Argüelles; y en tantos otros sitios a lo largo de su existencia agitada.»

Neruda escribió su Guernica cuando escribió España en el Corazón. Picasso pintó su España en el Corazón cuando pintó el Guernica. Ambos sobre la misma guerra, sobre la misma barbarie, y con sentimiento volcánico parejo. Rugen pesados los aviones repletos de bombas, y dejan caer a intervalos medidos su mortífera carga. Todo en el suelo se quiebra a la llegada de la potencia explosiva, todo se deshace. Edificios, calles, parques, piedras, plantas, animales y personas diluyen su existencia. Hay un clamor que es rugido, bramido animal, desgarro de vísceras humanas, desgajar de troncos, fundir de órganos. Y el pintor y el escritor, que acumulan la rabia de todas las heridas ajenas y propias, pintan y escriben los horrores que sienten ante las guerras. PSdeJ

 

 

 

É assim. Eu explico algumas coisas
Poema de Pablo Neruda
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Perguntareis: E onde estão as lilás?
E a metafísica coberta de papoilas?
E a chuva que às vezes golpeava
as suas palavras enchendo-as
de buracos e pássaros?
Vou vos contar tudo o que me ocorre.
Eu vivia num bairro
de Madri, com sinos,
com relógios, com árvores.
Desde lá via-se
O rosto seco da Castela
como um oceano de couro.
A minha casa era chamada
a casa das flores, porque por todas as partes
rebentavam gerânios: era
uma bela casa
com cães e meninos,
Raúl te lembras?
Te lembras Rafael?
Federico, te lembras
debaixo da terra
te lembras da minha casa com balcões onde
a luz de junho afogava flores na tua boca?
Irmão, irmão!
Tudo
eram fortes vozes, sal de mercadorias,
aglomerações de pão palpitante,
mercados do meu bairro de Argüelles com a su estátua
como um tinteiro descorado entre as pescadas:
o azeite chegava às colheres
um profundo latejo
de pés e mãos enchia as ruas,
metros, litros, essência
aguda da vida,
peixes amontoados,
contextura de telhados com sol frio no que
a flecha se fadiga,
delirante marfim fino das batatas,
tomates reproduzidos até o mar.
Numa manhã tudo estava ardendo
numa manhã as fogueiras
saíam da terra
consumindo seres,
e desde então fogo,
pólvora desde então,
e desde então sangue.
Bandidos com aviões e com mouros,
bandidos com sortelias e duquesas,
bandidos com frades negros bendizendo
vinham pelo céu para matar crianças,
e pelas ruas o sangue das crianças
corria singelamente como sangue de crianças.
Chacais que o chacal rejeitaria,
pedras que o cardo seco morderia cuspindo,
víboras que as víboras odiaram!
Diante de vós vi o sangue
da Espanha se levantar
para afogar-vos numa só onda
de orgulho e de facas!
Generais
traidores:
olhai a minha casa morta,
olhai a Espanha rompida:
mas de cada casa morta surge metal ardendo
em vez de flores,
mas de cada buraco da Espanha
surge a Espanha,
mas de cada criança morta surge um fuzil com olhos,
mas de cada crime nascem balas
que vos encontrarão um dia o espaço
do coração.
Perguntareis por que a sua poesia
não nos fala do sonho, das folhas,
dos grandes vulcões da sua terra natal?
Vinde ver o sangue pelas ruas,
Vinde ver
o sangue pelas ruas,
vinde ver o sangue
pelas ruas.

 

 

 

Oda à Araucaria Araucana
Poema de Pablo Neruda
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Alta sobre a terra
te puseram,
dura, formosa Araucaria
dos austrais
montes,
torre de Chile, ponta
do território verde,
pavilhão do inverno,
nave
da fragrância.

Agora, sem embargo,
não por bela
te canto,
senão pel racemo da tua espécie,
pela tua fruta fechada,
pelo teu pinhão aberto.

Antanho,
antanho foi  quando
sobre os índios
se abriu
como uma rosa de madeira
o colosal punhado
do teu punho,
e deixou
sobre
a molhada terra
os pinhões:
farinha, pão silvestre
do indomável
Arauco.

Vede a guerra
armados
os guerreiros
de Castela
e os seus cavalos
de galvânicas
crines,
e frente
a eles
o grito
dos nus
heróis,
voz do fogo, faca
de dura pedra parda,
lanças enlouquecidas
na mata,
tambor,
tambor
sagrado,
e adentro
da selva
o silencio,
a morte
se retrocedendo,
a guerra.

Então, no último
bastião verde,
espalhadas
pela fugida,
as lanças
da selva
se reuniram
debaixo das araucárias
espinhosas.

A cruz,
a espada,
a fome
iam dizimando
a família selvagem.
Pavor,
pavor dum golpe
de ferraduras,
batido duma folha,
vento,
dor
e chuva.
Num pronto
se estremeceu lá acima
a Araucaria,
araucana,
tremeram
as suas ilustres
raízes,
os espinhos
hirsutos
do poderoso
pavilhão
tiveram
um movimento
sombrio
de batalha:
rugiu como onda
de leões
toda a folhagem
da selva
dura
e então
caiu
um marulho
de pinhões:
os amplos
estojos
se romperam
contra o solo, contra
a pedra protegida
e desgranaram
a sua fruta,o pão postremo
da patria.

Assim a Araucania
recompôs
as suas lanças de agua e ouro,
soçobraram as matas
debaixo do assobio
do valor
ressurreto
e avançaram
as cinturas
violentas como rafadas,
as
penas
incendiárias do Cacique
pedra queimada
e flecha voadora
atalharam
ao invasor de ferro
no caminho.

Araucaria,
folhagem
de bronze com espinhos,
graças
te doou
a ensanguentada estirpe,
graças
te doou
a terra protegida,
graças
pão de valentes
alimento
oculto
na molhada aurora
da patria:
coroa verde,
límpida
mãe dos espaços
lâmpada
do frio
território,
hoje
me doa
luz sombria,
a imponente
segurança
hasteada
sobre as suas raízes
e abandona no meu canto
a herança
e o assobio
do vento que te roça,
do antigo
e tempestuoso vento
da minha patria.

Deixa cair
na minha alma
as tuas romãs
para que as legiões
se alimentem
da tua espécie no meu canto.
Árvore nutriente, me entrega
a terreal argola que te amarra
na entranha chuvosa
da terra,
me entrega a tua resistência, o rosto
e as raízes
firmes
contra a inveja,
a invasão, a codícia,
o desacato.
As tuas armas deixas e velas
sobre o meu coração,
sobre os meus,
sobre os ombros
dos intrépidos,
porque à mesma luz de folhas e aurora,
areias e folhagens
eu vou com as bandeiras
ao chamado
profundo do meu povo!
Araucaria araucana,
aqui me tens.

 

 

 

Ode a Don Jorge Manrique
Poema de Pablo Neruda
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Adiante, disse-lhe,
e entrou o bom cavaleiro
da morte.

Era de prata verde
a sua armadura
e os seus olhos
eram
como a agua marinha.
As suas mãos eo seu rosto
eram de trigo.

Fala, disse-lhe, cavaleiro
Jorge,
não posso
opor senão o ar
às tuas estrofes.
De ferro e sombra foram,
de diamantes
obscuros
e cortadas
ficaram
no frio
das torres
da Espanha,
na pedra, na agua,
na língua.

Então, ele me disse:
“É a hora
da vida.
Ai
se pudera
morder uma maçã,
apalpar a polvorenta
suavidade da farinha.
Ai se de novo
o cântico…
não à morte
daria
a minha palavra…
Creio
que o tempo obscuro
nos cegou
o coração
e as suas raízes
baixaram e baixaram
às tumbas,
comeram
com a morte.
Sentença e oração foram as rosas
de aquelas sepultadas
primaveras
e, solitário trovador,
andei
calado nas moradas
transitórias:
todos os passos iam
a uma solene
eternidade
vazia.
Agora
me parece
que não está só o homem.
Nas suas mãos
elaborou
como si fosse um duro
Pão, a esperança,
A terrestre
esperança”.

Mirei e o cavaleiro
de pedra
era de ar.

Já não estava na cadeira.

Pela aberta janela
se estendiam as terras,
os países,
a luta, o trigo,
o vento
Graças, disse, dom Jorge, cavaleiro.
E regressei ao meu dever de povo e canto.

*

 

 

 

 

 

Eça de Queiroz

 

Conocí a este sobresaliente escritor por sus Novelas, de gran altura internacional ellas. De entre los cuentos de Eça de Queiroz que componen el libro Contos de 1902, elegí O Tesoiro para traducir, porque su origen es un pasaje de Las mil y una noches, que en Brasil se titula Os três homens e Jesus Cristo, y en Portugal Os quatro ladrões. Es decir que la ambición humana, con el correr del tiempo y, en ocasiones, se ha ido revelando superior a cualquier otro sentimiento. El relato sucede en Asturias, y Medraños es en la actualidad un apellido en lengua castellana. Retortillo es un nombre de pueblo en Salamanca, dotado de Balneario; y de Cantabria. Y es que la Península Ibérica, fue, durante mucho tiempo, cortada por los Pirineos, una Isla.

O TESOURO Conto de Eça de Queiroz

I
Os três irmãos de Medranhos, Rui, Guannes e Rostabal, eram então, em todo o Reino das Astúrias, os fidalgos mais famintos e os mais remendados. Nos Paços de Medranhos, a que o vento da serra levara vidraça e telha, passavam eles as tardes desse inverno, engelhados nos seus pelotes de camelão, batendo as solas rotas sobre as lages da cozinha, diante da vasta lareira negra, onde desde muito não estalava lume, nem fervia a panela de ferro. Ao escurecer devoravam uma côdea de pão negro, esfregada com alho. Depois, sem candeia, através do pátio, fendendo a neve, iam dormir à estrebaria, para aproveitar o calor das três éguas lazarentas que, esfaimadas como eles, roíam as traves da mangedoura. E a miséria tornara estes senhores mais bravios que lobos.

Ora, na primavera, por uma silenciosa manhã de domingo, andando todos três na mata de Roquelanes a espiar pegadas de caça e a apanhar tortulhos entre os robles, emquanto as três éguas pastavam a relva nova de abril,–os irmãos de Medranhos encontraram, por trás de uma moita de espinheiros, numa cova de rocha, um velho cofre de ferro. Como se o resguardasse uma torre segura, conservava as suas três chaves nas suas três fechaduras. Sobre a tampa, mal decifrável através da ferrugem, corria um dístico em letras árabes. E dentro, até às bordas, estava cheio de dobrões de oiro! No terror e esplendor da emoção, os três senhores ficaram mais lívidos do que círios. Depois, mergulhando furiosamente as mãos no oiro, estalaram a rir, num riso de tam larga rajada, que as folhas tenras dos olmos, em roda, tremiam…

E de novo recuaram, bruscamente se encararam, com os olhos a flamejar, numa desconfiança tam desabrida que Guannes e Rostabal apalpavam nos cintos os cabos das grandes facas. Então Rui, que era gordo e ruivo, e o mais avisado, ergueu os braços, como um árbitro, e começou por decidir que o tesoiro, ou viesse de Deus ou do demónio, pertencia aos três, e entre eles se repartiria, rígidamente, pesando-se o oiro em balanças. ¿Mas como poderiam carregar para Medranhos, para os cimos da serra, aquele cofre tam cheio? Nem convinha que saíssem da mata com o seu bem, antes de cerrar a escuridão. Por isso êle entendia que o mano Guannes, como mais leve, devia trotar para a vila vizinha de Retortilho, levando já oiro na bolsinha, a comprar três alforges de coiro, três maquias de cevada, três empadões de carne, e três botelhas de vinho. Vinho e carne eram para eles, que não comiam desde a véspera: a cevada era para as éguas. E assim refeitos, senhores e cavalgaduras, ensacariam o oiro nos alforges, e subiriam para Medranhos, sob a segurança da noite sem lua.

–Bem tramado! –gritou Rostabal, homem mais alto que um pinheiro, de longa guedelha, e com uma barba que lhe caía desde os olhos raiados de sangue até à fivela do cinturão.
Mas Guannes não se arredava do cofre, enrugado, desconfiado, puxando entre os dedos a pele negra do seu pescoço de grou. Por fim, brutalmente:
–Manos! O cofre tem três chaves… Eu quero fechar a minha fechadura e levar a minha chave!
–Tambêm eu quero a minha, mil raios!–rugiu logo Rostabal.
Rui sorriu. De-certo, de-certo! A cada dono do oiro cabia uma das chaves que o guardavam. E cada um em silêncio, agachado ante o cofre, cerrou a sua fechadura com fôrça. Imediatamente Guannes, desanuviado, saltou na égua, meteu pela vereda de olmos, a caminho de Retortilho, atirando aos ramos a sua cantiga costumada e dolente:
Olé! olé! Sale la cruz de la iglesia, Vestida de negro luto…

II
Na clareira, em frente à moita que encobria o tesoiro (e que os três tinham desbastado a cutiladas) um fio de água, brotando entre rochas, caía sôbre uma vasta lage escavada, onde fazia como um tanque, claro e quieto, antes de se escoar para as relvas altas. E ao lado, na sombra de uma faia, jazia um vélho pilar de granito, tombado e musgoso. Ali vieram sentar-se Rui e Rostabal, com os seus tremendos espadões entre os joelhos. As duas éguas tosavam a boa erva pintalgada de papoulas e botões de oiro. Pela ramaria andava um melro a assobiar. Um cheiro errante de violetas adoçava o ar luminoso. E Rostabal, olhando o sol, bocejava com fome. Então Rui, que tirára o sombrero e lhe cofiava as vélhas plumas rôxas, começou a considerar, na sua fala avisada e mansa, que Guannes, nessa manhã, não quisera descer com êles à mata de Roquelanes. E assim era a sorte ruim! Pois que se Guannes tivesse quedado em Medranhos, só êles dois teriam descoberto o cofre, e só entre êles dois se dividiria o oiro! Grande pena! Tanto mais que a parte de Guannes seria em breve dissipada, com rufiões, aos dados, pelas tavernas.

–Ah! Rostabal, Rostabal! Se Guannes, passando aqui sòzinho, tivesse achado êste oiro, não dividia comnosco, Rostabal! O outro rosnou surdamente e com furor, dando um puxão às barbas negras:
–Não, mil raios! Guannes é sôfrego… Quando o ano passado, se te lembras, ganhou os cem ducados ao espadeiro de Fresno, nem me quis emprestar três para eu comprar um gibão novo!
–Vês tu?–gritou Rui, resplandecendo.
Ambos se tinham erguido do pilar de granito, como levados pela mesma idea, que os deslumbrava. E, através das suas largas passadas, as ervas altas silvavam.
–E para quê?–prosseguia Rui,–Para que lhe serve todo o oiro que nos leva? ¿Tu não o ouves, de noite, como tosse? Ao redor da palha em que dorme, todo o chão está negro do sangue que escarra! Não dura até às outras neves, Rostabal! Mas até lá terá dissipado os bons dobrões que deviam ser nossos, para levantarmos a nossa casa, e para tu teres ginetes, e armas, e trajes nobres, e o teu terço de solarengos, como compete, a quem é, como tu, o mais velho dos de Medranhos…
–Pois que morra, e morra hoje!–bradou Rostabal.
–Queres?
Vivamente, Rui agarrara o braço do irmão e apontava para a vereda de olmos, por onde Guannes partira cantando:
–Logo adiante, ao fim do trilho, há um sítio bom, nos silvados. E hás-de ser tu, Rostabal, que és o mais forte e o mais destro. Um golpe de ponta pelas costas. E é justiça de Deus que sejas tu, que muitas vezes, nas tavernas, sem pudor, Guannes te tratava de cerdo e de torpe, por não saberes a letra nem os números.
–Malvado!
–Vem!

Foram. Ambos se emboscaram por tras dum silvado, que dominava o atalho, estreito e pedregoso como um leito de torrente. Rostabal assolapado na vala, tinha já a espada nua. Um vento leve arripiou na encosta as folhas dos álamos–e sentiram o repique leve dos sinos de Retortilho. Rui, coçando a barba, calculava as horas pelo sol, que já se inclinava para as serras. Um bando de córvos passou sôbre êles, grasnando. E Rostabal, que lhes seguira o vôo, recomeçou a bocejar, com fome, pensando nos empadões e no vinho que o outro trazia nos alforges.
Emfim! Àlerta! Era, na vereda, a cantiga dolente e rouca, atirada aos ramos:
Olé! olé! Sale la crus de la iglesia Toda vestida de negro… Rui murmurou:–«Na ilharga! Mal que passe!»
O chouto da égua bateu o cascalho, uma pluma num sombrero vermelhejou por sobre a ponta das silvas. Rostabal rompeu de entre a sarça por uma brecha, atirou o braço, a longa espada;–e toda a lâmina se embebeu molemente na ilharga de Guannes, quando ao rumor, bruscamente, êle se virára na sela. Com um surdo arranco, tombou de lado, sôbre as pedras. Já Rui se arremessava aos freios da égua:–Rostabal, caíndo sôbre Guannes, que arquejava, de novo lhe mergulhou a espada, agarrada pela fôlha como um punhal, no peito e na garganta.

–A chave!–gritou Rui.
E arrancada a chave do cofre ao seio do morto, ambos largaram pela vereda–Rostabal adiante, fugindo, com a pluma do sombrero quebrada e torta, a espada ainda nua entalada sob o braço, todo encolhido, arripiado com o sabor de sangue que lhe espirrára para a boca; Rui, atrás, puxando desesperadamente os freios da égua, que, de patas fincadas no chão pedregoso, arreganhando a longa dentuça amarela, não queria deixar o seu amo assim estirado, abandonado, ao comprido das sebes. Teve de lhe espicaçar as ancas lazarentas com a ponta da espada:–e foi correndo sobre ela, de lâmina alta, como se perseguisse um mouro, que desembocou na clareira onde o sol já não doirava as folhas. Rostabal arremessára para a relva o sombrero e a espada; e debruçado sobre a lage escavada em tanque, de mangas arregaçadas, lavava, ruidosamente, a face e as barbas.

A égua, quieta, recomeçou a pastar, carregada com os alforges novos que Guannes comprára em Retortilho. Do mais largo, abarrotado, surdiam dois gargalos de garrafas. Então, Rui tirou, lentamente, do cinto, a sua larga navalha. Sem um rumor na relva espessa, deslizou até Rostabal, que resfolgava, com as longas barbas pingando. E, serenamente, como se pregasse uma estaca num canteiro, enterrou a fôlha toda no largo dorso dobrado, certeira sôbre o coração.
Rostabal caíu sôbre o tanque, sem um gemido, com a face na água, os longos cabelos flutuando na água. A sua vélha escarcela de coiro ficára entalada sob a côxa. Para tirar de dentro a terceira chave do cofre, Rui solevou o corpo–e um sangue mais grosso jorrou, escorreu pela borda do tanque, fumegando.

III
Agora eram dêle, só dêle, as três chaves do cofre!… E Rui, alargando os braços, respirou deliciosamente. Mal a noite descesse, com o oiro metido nos alforges, guiando a fila das éguas pelos trilhos da serra, subiria a Medranhos e enterraria na adega o seu tesoiro! E quando ali na fonte, e alêm rente aos silvados, só restassem, sob as neves de dezembro, alguns ossos sem nome, êle seria o magnífico senhor de Medranhos, e na capela nova do solar renascido, mandaria dizer missas ricas pelos seus dois irmãos mortos… Mortos, como? Como devem morrer os de Medranhos–a pelejar contra o Turco!

Abriu as três fechaduras, apanhou um punhado de dobrões, que fez retinir sôbre as pedras. Que puro oiro, de fino quilate! E era o seu oiro! Depois foi examinar a capacidade dos alforges–e encontrando as duas garrafas de vinho, e um gordo capão assado, sentiu uma imensa fome. Desde a véspera só comera uma lasca de peixe sêco. E há quanto tempo não provava capão! Com que delícia se sentou na relva, com as pernas abertas, e entre elas, a ave loura, que rescendia, e o vinho côr de ámbar! Ah! Guannes fôra bom mordomo–nem esquecera azeitonas. ¿Mas, porque trouxera êle, para três convivas, só duas garrafas? Rasgou uma asa do capão: devorava a grandes dentadas. A tarde descia, pensativa e doce, com nuvemsinhas côr de rosa. Para alêm, na vereda, um bando de corvos grasnava. As éguas fartas dormitavam, com o focinho pendido. E a fonte cantava, lavando o morto.

Rui ergueu à luz a garrafa de vinho. Com aquela côr vélha e quente, não teria custado menos de três maravedis. E pondo o gargalo à bôca, bebeu em sorvos lentos, que lhe faziam ondular o pescoço peludo. Oh vinho bemdito, que tam prontamente aquecia o sangue! Atirou a garrafa vazia–destapou outra. Mas, como era avisado, não bebeu, porque a jornada para a serra, com o tesoiro, requeria firmeza e acêrto. Estendido sôbre o cotovelo, descansando, pensava em Medranhos coberto de telha nova, nas altas chamas da lareira por noites de neve, e o seu leito com brocados, onde teria sempre mulheres.
De repente, tomado de uma ansiedade, teve pressa de carregar os alforges. Já, entre os troncos, a sombra se adensava. Puxou uma das éguas para junto do cofre, ergueu a tampa, tomou um punhado de oiro… Mas oscilou, largando os dobrões que retilintaram no chão, e levou as duas mãos aflitas ao peito. ¿Que é, D. Rui? Raios de Deus! era um lume, um lume vivo, que se lhe acendera dentro, lhe subia até às guelas. Já rasgára o gibão, atirava os passos incertos, e, a arquejar, com a língua pendente, limpava as grossas bagas de um suor horrendo que o regelava como neve. Oh Virgem Mãe! Outra vez o lume, mais forte, que alastrava, o roía! Gritou:
–Socorro! Alguêm! Guannes! Rostabal!

Os seus braços torcidos batiam o ar desesperadamente. E a chama dentro galgava–sentia os ossos a estalarem como as traves duma casa em fogo. Cambaleou até à fonte para apagar aquela labareda, tropeçou sôbre Rostabal; e foi com o joelho fincado no morto, arranhando a rocha, que êle, entre uivos, procurava o fio de água, que recebia sôbre os olhos, pelos cabelos. Mas a água mais o queimava, como se fôsse um metal derretido. Recuou, caíu para cima da relva que arrancava aos punhados, e que mordia, mordendo os dedos, para lhe sugar a frescura. Ainda se ergueu, com uma baba densa a escorrer-lhe nas barbas; e de repente, esbogalhando pavorosamente os olhos, berrou, como se compreendesse emfim a traição, todo o horror:
–É veneno!

Oh! D. Rui, o avisado, era veneno! Porque Guannes, apenas chegára a Retortilho, mesmo antes de comprar os alforges, correra cantando a uma viela, por detrás da catedral, a comprar ao vélho droguista judeu o veneno que, misturado ao vinho, o tornaria a êle, a êle sómente, dono de todo o tesoiro. Anoiteceu. Dois corvos de entre o bando que grasnava, alêm nos silvados, já tinham pousado sôbre o corpo de Guannes. A fonte, cantando, lavava o outro morto. Meio enterrada na erva negra, toda a face de Rui se tornára negra. Uma estrelinha tremeluzia no céu. O tesoiro ainda lá está, na mata de Roquelanes.

O Tesouro fue publicado por Eça de Queiroz en “Contos” de 1902. El origen del argumento es un relato contenido en “Las mil y una noches” Texto: https://www.gutenberg.org/ebooks/31347

 

 

 

 

 

El Tesoro, Relato de Eça de Queiroz
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

I
Los tres hermanos Medranhos, Rui, Guanes y Rostabal, eran entonces, de todo el Reino de Asturias, los hidalgos más hambrientos y los peor vestidos. En los Pazos de Medranhos, cuando el viento de la sierra llevaba partículas de hielo y teja, pasaban ellos las tardes de aquel Invierno, encogidos en sus mantas de piel de cabra, pateando la ruta única de las baldosas de la cocina, ante la gran chimenea negra, donde la llama no ardía desde hacía tiempo, ni hervía la olla de hierro. Al oscurecer devoraban un coscurro de pan negro, frotado con ajo. Después, sin candela, a través del patio, apartando la nieve, iban a dormir á la cuadra, para aprovechar el calor de las tres yeguas purulentas que, hambrientas cómo ellos, roían los bordes del pesebre. Y la miseria volvía a estos señores más bravíos que lobos.

Además, en la Primavera, en una silenciosa mañana de domingo, caminando los tres por el bosque de Roquelanes para vigilar la presencia de caza y coger setas entre los robles, mientras las tres yeguas pastaban la hierba nueva de Abril, — los hermanos de Medranhos encontraron, por detrás de una masa de acacias, en una cueva de la roca, un viejo cofre de buena apariencia. Como sí lo resguardara una torre segura, conservaba sus tres llaves en las tres cerraduras. Sobre la tapa, por encima de la herrumbre, aparecía un dístico en letras árabes. Y dentro, hasta los bordes, ¡estaba lleno de doblones de oro! En el terror y esplendor de la emoción, los tres señores quedaron lívidos como cirios. Después, buceando enérgicamente con las manos en el oro, estallaron las risas, carcajadas de ráfagas tan anchas que las hojas tiernas de los olmos, en rueda, temblaban…

Y de nuevo retrocedieron, bruscamente se encararon, con los ojos flameantes, a una desconfianza tan desabrida que Guanes y Rostabal palpaban en los cinturones las puntas de los grandes sables. Entonces Rui, que era gordo y pelirrojo, y el más avisado, irguió los brazos, a modo de árbitro, y comenzó por decidir que el tesoro, procediera de Dios o del Demonio, pertenecía a los tres, y entre ellos se repartiría, rigurosamente, pesándose el oro en balanzas. Pero ¿cómo podrían cargar hasta Medranhos, por las cimas de la sierra, aquel cofre tan lleno? Tampoco convenía que salieran del bosque con su riqueza antes de cerrarse la oscuridad. Por eso él entendía que el hermano Guanes, por ser más ligero, debía trotar hacia la villa vecina de Retortilho, llevando ya oro en la bolsa, para comprar tres alforjas de cuero, tres cargas de cebada, tres empanadas de carne y tres botellas de vino. Vino y carne eran para ellos, que no comían desde la víspera: la cebada era para las yeguas. Y así rehechos, señores y cabalgaduras, ensacarían el oro en las alforjas y subirían hasta Medranhos en la seguridad de la noche sin luna.

— ¡Bien tramado! — gritó Rostabal, hombre más alto que un abeto, de larga melena, y con una barba que le caía desde los ojos turbios de sangre hasta la hebilla del cinturón.
Pero Guanes no se separaba del cofre, encogido, desconfiado, estirando entre los dedos la piel oscura de su cuello de grulla. Por fin, brutalmente:
— ¡Hermanos! El cofre tiene tres llaves… Yo quiero cerrar mi cerradura y llevar mi llave!
— También yo quiero la mía, mil rayos! — rugió inmediatamente Rostabal.
Rui sonrió. ¡Bien, ciertamente! A cada dueño del oro correspondía una de las llaves que lo guardaban. Y cada uno en silencio, agachado ante el cofre, cerró su cerradura con fuerza. Inmediatamente Guanes, convencido, saltó sobre la yegua, tiró por la vereda de olmos, camino de Retortilho, dedicando a las ramas su cantiga habitual y doliente:
¡Olé! ¡Olé! Sale la cruz de la iglesia, Vestida de negro luto…

II
En el claro, frente al matorral que ocultaba el tesoro (y que los tres habían desbastado a golpes de hocino) un hilo de agua. brotando entre rocas, caía sobre una vasta losa excavada, donde formaba un surtidor, claro y quieto, antes de dirigirse a las matas altas. Y al lado, a la sombra de un castaño, permanecía un viejo pilar de granito, tumbado y cubierto de musgo. Allí llegaron para sentarse Rui e Rostabal, con sus tremendos espadones entre las rodillas. Las dos yeguas retozaban sobre la apetitosa yerba salpicada de amapolas y ranúnculos. Por entre el ramaje se movía un mirlo cantando. Un aroma errante de violetas endulzaba el aire luminoso. Y Rostabal, observando el Sol, bostezaba de hambre.

Entonces Rui, que se quitó el sombrero y alisaba las viejas plumas violetas, comenzó a considerar, en su habla prudente y tranquila, que Guanes, esa mañana, no hubiera querido descender con ellos al bosque de Roquelanes. Y ¡así era de ruin la suerte! Pues si Guanes se hubiera quedado en Medranhos, ¡solo ellos dos habrían descubierto el cofre, y solo entre ellos dos dividirían el oro! ¡Qué pena! Tanto mas que la parte de Guanes sería pronto dilapidada, entre rufianes, jugada a los dados, por las tabernas.
— ¡Ah! ¡Rostabal, Rostabal! Si Guanes, pasando por aquí él solo, hubiera hallado este oro, no lo dividiría con nosotros, ¡Rostabal!
El otro gruñó sin sonido y furioso, dándose un tirón de las barbas negras:
— ¡No, mil rayos! Guanes es ambicioso… Cuando el año pasado, si te acuerdas, ganó los cien ducados al espadero de Fresno, ¡no me quiso prestar tres para comprar un jubón nuevo!
— ¿Ves tú? — gritó Rui, resplandeciendo.

Ambos se habían levantado del pilar de granito, como impulsados por la misma idea, que los deslumbraba. Y, a través de sus vastos pasos, las hierbas altas silbaban.
— Y para qué — proseguía Rui. — ¿Para que le sirve todo el oro que nos quita? ¿Tú no oyes, de noche, como tose? Alrededor de la paja sobre la que duerme, ¡el suelo está negro de la sangre que esputa! No llega hasta las otras nieves, ¡Rostabal! Pero entonces habrá despilfarrado los buenos doblones que debían ser nuestros, para levantar nuestra casa, y para que tú tengas caballos de raza, y armas, y trajes nobles, y tu tercio de solariegos, como compete a quién es, como tú, el más viejo de los de Medranhos…
— ¡Pues que muera, y muera hoy! — gritó Rostabal.
— ¿Quieres?
Intensamente, Rui agarró el brazo del hermano y lo dirigía hacia la vereda de olmos, por donde Guanes había partido cantando:
— Más adelante, al fin de la vereda, hay un buen lugar, en los vallados. Y has de ser tú, Rostabal, que eres el más fuerte y el más diestro. Un puntazo por la espalda. Y es justicia de Dios que seas tú, porque muchas veces, en las tabernas, sin pudor, Guanes te trataba de «cerdo» y de «torpe», por no saber la letra ni los números.
— ¡Malvado!
— ¡Ven!

Fueron. Ambos se emboscaron detrás de un vallado que dominaba el atajo, estrecho y pedregoso como lecho de torrente. Rostabal, oculto en la zanja, tenía ya la espada desnuda. Un viento leve erizó por detrás las hojas de los álamos — y sintieron el repique leve de las campanas de Retortilho. Rui, atusando su barba, calculaba las horas por el Sol, que ya se inclinaba hacia las sierras. Una bandada de cuervos pasó sobre ellos, graznando. Y Rostabal, que seguía el vuelo, comenzó a bostezar, con hambre, pensando en las empanadas y en el vino que el otro traía en las alforjas.
Al fin! Alerta! Sucedía, en la vereda, la cantiga doliente y ronca, dirigida a las ramas:
¡Olé! ¡Olé! Sale la cruz de la iglesia, Vestida de negro luto…
Rui murmuró: — ¡En el costado! ¡Apenas pase! —

El trote de la yegua golpeó el cascajo. Una pluma de sombrero enrojeció por arriba la punta del pañuelo.
Rostabal arrancó de entre las matas por una brecha, lanzó el brazo, la larga espada — y toda la cuchilla se adentró blandamente en el costado de Guanes, cuando al ruido, bruscamente, él se viró en la silla. Con ímpetu sordo, cayó de lado, sobre las piedras. Ya Rui se acercaba al freno de la yegua — Rostabal, cayendo sobre Guanes, que doblaba, de nuevo le introdujo la espada, agarrada por la hoja como un puñal, en el pecho y en la garganta.
— La llave! — gritó Rui.

Y arrancada la llave del cofre al pecho del muerto, ambos se marcharon por la vereda — Rostabal delante, huyendo, con la pluma del sombrero quebrada y torcida, la espada aún desnuda enfundada bajo el brazo, todo encogido, erizado con el sabor de la sangre que le entraba en la boca; Rui, atrás, tiraba desesperadamente de los frenos de la yegua, que, de patas clavadas en el suelo pedregoso, entreabriendo la dentadura amarillenta no quería dejar a su amo así tirado, abandonado, a lo largo de los setos. Tuvo que atormentar las ancas llagadas con la punta de la espada, — y fue corriendo tras ella, con la hoja en alto, como si persiguiera a un moro, hasta desembocar en el claro donde el Sol ya no doraba las hojas. Rostabal llevaba hacia el herbazal el sombrero y la espada; y de bruces sobre el surtidor excavado, con las mangas arregazadas, se lavaba, ruidosamente, la faz y las barbas.

La yegua, quieta, reanudó el pasto, cargada con las alforjas nuevas que Guanes compró en Retortilho. Del seno más ancho, abarrotado, sobresalían dos cuellos de botella. Entonces Rui liberó, lentamente, del cinturón, su ancha navaja. Sin el menor ruido en el herbazal espeso, se acercó a Rostabal, que recuperaba el aliento, con las largas barbas goteando. Y serenamente, como si clavase una estaca en un cantero, enterró la hoja toda en la ancho dorso doblado, certera sobre el corazón.
Rostabal cayó sobre el surtidor, sin un gemido, con la faz en el interior, los largos cabellos flotando en el agua. Su vieja escarcela de cuero quedó apretada bajo el muslo. Para quitar de dentro la tercera llave del cofre, Rui elevó el cuerpo — y una sangre más densa brotó, escurriendo por el borde del surtidor, humeando.

III
¡Ahora eran de él, sólo de él, las tres llaves del cofre! Y Rui, abriendo los brazos, respiró deliciosamente. ¡Apenas la noche descendiera, con el oro metido en las alforjas, guiando la fila de yeguas por los senderos de la sierra, subiría a Medranhos y enterraría en la bodega su tesoro! Y cuando allí en la fuente, junto a los setos espinosos, sólo quedaran, bajo las nieves de Diciembre, algunos huesos sin nombre, él sería el magnífico señor de Medranhos, y en la capilla nueva del solar renacido mandaría decir misas poderosas por sus dos hermanos muertos… ¿Muertos como? Como deben morir los de Medranhos — peleando contra el Turco!

Abrió las tres cerraduras, cogió un puñado de doblones, y los hizo resonar sobre las piedras. ¡Qué puro era el oro, de fino quilate! ¡Y era su oro! Después fue a examinar la capacidad de las alforjas — y encontrando las dos botellas de vino, y un gordo capón asado, sintió inmensa hambre. Desde la víspera sólo había comido una tira de pez seco. Y ¡cuánto tiempo llevaba sin probar capón!
¡Con cuanta delicia se sentó en el pasto, con las piernas abiertas, y entre ellas la ave dorada, que exhalaba aromas, y el vino color de ámbar! Ah! Guanes sería un buen mayordomo — ni las aceitunas había olvidado. Pero ¿porqué trajo él, para tres comensales, sólo dos botellas? Rasgando una de las alas del capón: lo devoraba a grandes dentelladas. La tarde descendía, pensativa y dulce, con nubecillas color de rosa. Más allá, en la vereda, una bandada de cuervos graznaba. Las yeguas hartas dormitaban, con los belfos sueltos. Y el surtidor cantaba, lavando al muerto.

Rui alzó a la luz la botella de vino. Con aquel color viejo y cálido, no habría costado menos de tres maravedíes. Y poniendo la estrechura en la boca, bebió a sorbos lentos, que le ondulaban el cuello peludo. ¡Oh vino bendito, que tan inteligentemente calentaba la sangre! Tiró la botella vacía — destapó otra. Pero, como era listo, no bebió, porque la jornada hasta la sierra, con el tesoro, requería firmeza y acierto. Se tendió sobre el codo, descansando, pensaba en Medranhos cubierto de teja nueva, en las altas llamas de la chimenea durante las noches de nieve, y su lecho con brocados, donde tendría siempre mujeres.
De repente, tomado por la ansiedad, tuvo prisa por llenar las alforjas. Ya se adensaba la sombra entre los troncos. Acercó una de las yeguas al cofre, levantó la tapa, tomó un puñado de oro… Pero osciló, soltando los doblones, que tintinearon en el suelo, y llevó las manos afligidas al pecho. ¿Qué es, D. Rui? ¡Rayos de Dios! Era una llama, una llama viva, que se le encendía dentro, subiendo hasta la garganta. Ya rasgaba el jubón, daba los pasos inciertos, y, ahogándose, con la lengua fuera, limpiaba las gruesas gotas de un sudor horrendo que le helaba como nieve. ¡Oh Virgem Madre! Otra vez la llama, más fuerte, que extendiéndose, lo roía. Gritó:
— ¡Socorro! ¡Alguien! ¡Guanes! ¡Rostabal!

Sus brazos torcidos batían el aire desesperadamente. Y la llama dentro trepaba — sentía los huesos estallar como las vigas de una casa ardiendo. Zigzagueó hasta la fuente para apagar aquella llamarada, tropezó sobre Rostabal; y acabó con la rodilla clavada en el muerto, arañando la roca, en la que él, entre aullidos, buscaba el hilo de agua que caía sobre los ojos, por los cabellos. Pero el agua lo quemaba más, como si fuera un metal derretido. Retrocedió, cayó sobre la yerba fina, que arrancaba a puñados y mordía, mordiendo los dedos para chupar la frescura. Aún se irguió, con una baba densa corriéndole por las barbas; y de repente; cerrando pavorosamente los ojos, berreó, como si comprendiera finalmente la traición, todo el horror:
— Es veneno!
¡Oh! D. Rui, el listo, ¡era veneno! Porque Guanes, en cuanto llegó a Retortilho, aún antes de comprar las alforjas, corrió cantando por una callejuela, detrás de la catedral, a comprar al viejo droguero judío el veneno que, mezclado con el vino, lo convertiría a él, a él solamente, en dueño de todo el tesoro. Anocheció. Dos cuervos, de entre la bandada que graznaba más allá de los setos espinosos, ya se habían posado sobre el cuerpo de Guanes. El surtidor, cantando, lavaba al otro muerto. Medio enterrado en la yerba negra, la cara de Rui se tornaba negra. Una estrellita lucía apenas en el cielo.
El tesoro aún está allá, en el bosque de Roquelanes.

*

 

 

 

 

 

Rubén Darío

Rubén Darío: Autodefinición:
«En verdad, vivo de poesía. Mi ilusión tiene una magnificencia salomónica. Amo la hermosura, el poder, la gracia, el dinero, el lujo, los besos y la música. No soy más que un hombre de arte. No sirvo para otra cosa. Creo en Dios, me atrae el misterio me abisman el ensueño y la muerte. He leído a muchos a filósofos y no sé una palabra de filosofía. Tengo, sí, un epicureísmo a mi manera: gocen todo lo posible el alma y el cuerpo sobre la tierra, y hágase lo posible para seguir gozando en la otra vida».

 

ANAGKE Poema de Rubén Darío.

Y dijo la paloma:
–Yo soy feliz. Bajo el inmenso cielo,
en el árbol en flor, junto a la poma
llena de miel, junto al retoño suave
y húmedo por las gotas de rocío,
tengo mi hogar. Y vuelo
con mis anhelos de ave,
del amado árbol mío
hasta el bosque lejano,
cuando, al himno jocundo
del despertar de Oriente,
sale el alba desnuda y muestra al mundo
el pudor de la luz sobre su frente.

Mi ala es blanca y sedosa;
la luz la dora y baña
y céfiro la peina.
Son mis pies como pétalos de rosa.
yo soy la dulce reina
que arrulla a su palomo en la montaña.
En el fondo del bosque pintoresco
está el alerce en que formé mi nido;
y tengo allí, bajo el follaje fresco
un polluelo sin par, recién nacido.

Soy la promesa alada,
el juramento vivo;
soy quien lleva el recuerdo de la amada
para el enamorado pensativo;
yo soy la mensajera
de los tristes y ardientes soñadores,
que va a revolotear diciendo amores
junto a una perfumada cabellera.

Soy el lirio del viento.
Bajo el azul del hondo firmamento
muestro de mi tesoro bello y rico
las preseas y galas;
el arrullo en el pico,
la caricia en las alas.
Yo despierto a los pájaros parleros
y entonan sus melódicos cantares;
me poso en los floridos limoneros
y derramo una lluvia de azahares.
Yo soy toda inocente, toda pura.
Yo me esponjo en las alas del deseo,
y me estremezco en la íntima ternura
de un roce, de un rumor, de un aleteo.

¡Oh inmenso azul! Yo te amo. Porque a Flora
das la lluvia y el sol siempre encendido;
porque siendo el palacio de la Aurora,
también eres el techo de mi nido.
¡Oh inmenso azul! Yo adoro
tus celajes risueños,
y esa niebla sutil de polvo de oro
donde van los perfumes y los sueños.
Amo los velos, tenues, vagorosos,
de las flotantes brumas,
donde tiendo a los aires cariñosos
el sedeño abanico de mis plumas.

¡Soy feliz! Porque es mía la floresta
donde el misterio de los nidos se halla;
porque el alba es mi fiesta
y el amor mi ejercicio y mi batalla.
Feliz, porque de dulces ansias llena
calentar mis polluelos es mi orgullo;
porque en las selvas vírgenes resuena
la música celeste de mi arrullo;
porque no hay una rosa que no me ame,
ni pájaro gentil que no me escuche,
ni garrido cantor que no me llame.

-¿Sí? dijo entonces un gavilán infame,
y con furor se la metió en el buche.
Entonces el buen Dios, allá en su trono
( Mientras Satán, por distraer su encono
aplaudía a aquel pájaro zahareño ),
se puso a meditar. Arrugó el ceño,
y pensó, al recordar sus vastos planes,
y recorrer sus puntos y sus comas,
que cuando creó palomas
no debió haber creado gavilanes.

 

 

 

ANAGKE
Poema de Rubén Darío
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

E a pomba disse:
-Eu sou feliz. Sob o imenso céu,
na árvore em flor, junto à maça
cheia de mel, junto do broto suave
e úmido pelas gotas de orvalho,
tenho o meu lar. E voo
com meus anseios de ave,
da amada árvore minha
até a mata distante,
quando, o hino jucundo
do despertar de Oriente,
sai a alba nua e mostra ao mundo
o pudor da luz sobre sua frente.

Minha asa é branca e sedosa;
a luz a doura e banha
e zéfiro a penteia.
Meus pés são como pétalas de rosa.
sou a doce rainha
que arrulha seu pombo na montanha.
No profundo da pitoresca mata
está o larício onde formei meu ninho;
e tenho lá, sob a folhagem fresca
um pombinho impar, recém-nascido.

Sou a promessa voadora,
o juramento vivo;
sou quem leva a memória da amada
para o namorado pensativo;
eu sou a mensageira
dos tristes e ardentes sonhadores,
que vai voltear dizendo amores
junto à perfumada cabeleira.

Sou o lírio do vento.
sob o azul do profundo firmamento
mostro do meu tesouro belo e rico
as joias e galas;
o arrulho no bico,
a carícia nas asas.
Eu desperto os pássaros faladores
e entoam os seus melódicos cantares;
me posso nos floridos limoeiros
e derramo uma chuva dessas flores.
Eu sou toda inocente, toda pura.
Eu me engrandeço nas asas do desejo,
e tremo na íntima ternura
dum contato, dum rumor, dum adejo.

Oh imenso azul! Eu te amo. Porque a Flora
dás a chuva e o sol sempre incendido;
porque sendo o palácio da Aurora,
também és o telhado de meu ninho.
Oh imenso azul! Eu adoro
as tuas celagens risonhas,
e essa névoa sutil de pó de ouro
onde vão os perfumes e os sonhos.

Amo os véus, tênues, inquietos,
das flutuantes brumas,
onde tendo aos ares carinhosos
o leque de seda de as penas.
Sou feliz! Porque é minha a floresta
onde os mistérios dos ninhos se acha;
porque a alvorada é minha festa
e o amor meu exercício e a batalha.
Feliz, porque de doces anseios plena
aquecer os meus pombinhos é meu orgulho;
porque nas selvas virgens ressona
a música celeste de meu arrulho;
porque não há uma rosa que não me ame,
nem pássaro gentil que não me escute,
nem garrido cantor que não me chame.

-Sim?, disse então um gavião infame,
e com furor a introduziu no bucho.
Então o Deus bom, lá no seu trono
(Entretanto Satanás, para distrair o seu rancor
aplaudia aquele pássaro intratável )
se pôs a meditar. Enrugou o cenho,
e pensou, ao analisar a suas convicções,
e recorrer os pontos e as comas,
que quando criou as pombas
não deveu ter criado gaviões.

*

 

 

 

 

 

 

  Jorge Amado

 

Dejé de buscar el mítico libro A estrada do mar  cuando encontré las cinco partes del poema que lleva ese título. Están disponibles solo para lectura y copié, por ello, letra a letra, las dos primeras, que son las que traduje. A estrada do mar Poema en 5 partes: presença, busca, turismo, tentação dos ventos, impossível reencontro. Escritas en 1939 o antes, 2f. Estos poemas fueron publicados en el jornal Dom Casmurro, Rio de Janeiro, ano3, n.114, p.1, 19 agosto.1939. Está disponible para lectura en el sitio de la Hemeroteca Digital (Biblioteca Nacional-RJ). Del libro de ese título que todo el mundo busca y nadie encuentra, Jorge Amado imprimió una pequeña cantidad en Sergipe, el año 1938, destinado a las personas más cercanas.

Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Presença.- Eu te procurei nos desertos, nos oceanos e rios, nas montanhas e portos. Costa do Pacífico, Golfo do Mexico, oceanos de alga, marinheiros de carvão, e o teu rosto se desdobrando num misterio de peixes e tartarugas. Tu vais no mar caminhando, és navio, és peixe, és agua, teu rosto já não existe, agora é só oceano. No porto de Tecopilla estás em cada momento: nos marinheiros do cais, na procissão com os santos, no comercio de chineses, e no gran poeta chileno sem cabeleira, sem versos, levando un anjo pela mão. Mas só as gaivotas te conhecem voam en torno de teu rosto de agua, beijam teus olhos e te trazem peixes.

Presencia.- Yo te busqué en los desiertos, en los océanos y ríos, en las montañas y puertos. Costa del Pacífico, Golfo del México, océanos de alga, marineros de carbón, y tu rostro desplegándose en un misterio de peces y tortugas. Tú vas por el mar caminando, eres navío, eres pez, eres agua, tu rostro ya no existe, ahora es sólo océano. En el puerto de Tecopilla estás en cada momento: en los marineros del puerto, en la procesión de los santos, en el comercio de chinos, y en el gran poeta chileno sin cabellera, sin versos, llevando un ángel de la mano. Pero sólo las gaviotas te conocen vuelan alrededor de tu rostro de agua, besan tus ojos y te traen peces.

Busca.- Chegaste de súbito, a tua presença apagou as minhas palavras de amor, fechou meus lábios, cegou meus olhos, parou meu coração. Chegaste de súbito e de súbito te reconheci. Antes te encontrara em atalhos nos portos longiquos, nas montanhas altíssimas, no sol e na nave. Teus olhos em Manta, tuas mãos em Morelio, teus seios na India ríspida de Ajuno, teus cabelos em Cusco em meio as ruinas, tua boca em Shankaym teu ventre nos Andes cobertos de neve. E fui deixando nessas paisagens tudo que tinha para te dar. As minhas mãos estão vacias, as tuas mãos tão cheias! Perdôa que vim de longe te procurando, fui dando tudo para te achar. Minhas mãos vasias só trazem amor, simplesmente amor. Perdôa.

Búsqueda.– Llegaste de repente, tu presencia apagó mis palabras de amor, cerró mis labios, cegó mis ojos, paró mi corazón. Llegaste de súbito y rápidamente te reconocí. Antes te había encontrado en atajos en los puertos lejanos, en las montañas altísimas, en el sol y en el navío. Tus ojos en Manta, tus manos en Morelio, tus senos en la India áspera de Ajuno, tus cabellos en Cusco en medio de las ruinas, tu boca en Shankaym, tu vientre en los Andes cubiertos de nieve. Y fui dejando en esos paisajes todo lo que tenía para darte. ¡Mis manos están vacías, tus manos tan llenas! Perdona que viniera de lejos buscándote, fui repartiendo todo para hallarte. Mis manos vacías sólo traen amor, simplemente amor. Perdona.

Jornal Dom Casmurro. El 13 de mayo de 1937, se publicó en Rio de Janeiro el primer número de Dom Casmurro, dirigido y trabajado por los gauchos Brício de Abreu, propietario encargado de la dirección, y Álvaro Moreyra, como redactor jefe. Había más Folhas en Río, entonces capital de Brasil, pero hacía distinto a Don Casmurro el hecho de que no se tratase de una revista, sino de un Jornal semanal en formato grande (41 por 58 cm), dedicado a la cultura y la literatura y escrito por intelectuales. Don Casmurro fue publicado hasta el final de 1946, es decir, durante más de nueve años, lo que es muy meritorio.

 

Caía la noche cuando el negro João Grande se dirigía al ingenio de los Capitanes de Arena. Tenía trece años. Su padre murió bajo el peso y la fuerza de un camión. Entonces fue cuando João escapó del que fue su sitio hasta sentirse ajeno. Era fuerte y se convirtió en líder de muchachos a la deriva como él, sin otras ataduras que las necesidades de la edad: alimentación, sensualidad y libertad; pasando a la marginalidad en defensa propia.

NOITE DOS “CAPITÃES DA AREIA”
Poema de Jorge Amado

A cidade dormiu cedo.
A lua ilumina o céu, vem a voz de um negro do mar em frente.
Canta a amargura da sua vida desde que a amada se foi.
No trapiche as crianças já dormem.

A paz da noite envolve os esposos.
O amor é sempre doce e bom, mesmo quando a morte está próxima.
Os corpos não se balançam mais no ritmo do amor.
Mas no coração dos dois meninos não há nenhum medo.
Somente paz, a paz da noite da Bahia.



Então a luz da lua se estendeu sobre todos,
as estrelas brilharam ainda mais no céu,
o mar ficou de todo manso
(talvez que Iemanjá tivesse vindo também a ouvir música)
e a cidade era como que um grande carrossel
onde giravam em invisíveis cavalos os Capitães da Areia.



Vestidos de farrapos, sujos, semi-esfomeados, agressivos,
soltando palavrões e fumando pontas de cigarro,
eram, em verdade, os donos da cidade,
os que a conheciam totalmente,
os que totalmente a amavam,
os seus poetas. 


Noche de los Capitanes de Arena
Poema de Jorge Amado
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

La ciudad durmió temprano.
La luna ilumina el cielo, viene la voz de un negro directa del mar.
Canta la amargura de su vida desde que la amada se fue.
En el trapiche los niños duermen ya.

La calma nocturna envuelve a los esposos.
El amor es siempre dulce y bueno, aun cuando la muerte esté cerca.
Los cuerpos no se mecen más con el ritmo del amor.
Pero en el corazón de los dos niños no hay ningún miedo.
Solamente calma, la serenidad de la noche de Bahía.

Entonces la luz de la luna se extendió sobre todos,
las estrellas brillaron aún más en el cielo,
el mar quedó del todo sumiso
(pudiera ser que Yemanjá viniera también a oír música)
y la ciudad era como que un gran carrusel
donde giraban en invisibles caballos los Capitanes de la Arena.

Vestidos de andrajos, sucios, muertos de hambre, agresivos,
soltando palabrotas y fumando colillas de cigarrillo,
eran, en verdad, los dueños de la ciudad,
los que la conocían del todo,
los que por completo la amaban,
sus poetas.

ABC de Castro Alves fue escrito por Jorge Amado num período de intensa actividad política. Afiliado al Partido Comunista Brasileiro, el escritor sufrió la persecución del Estado Novo, instituido por Getulio Vargas en 1937. Fue apresado dos veces, y alguno de sus primeros libros terminaron en la hoguera de la policía. En 1939, recobrada la libertad, Amado era redactor jefe de las revistas Diretrizes y Dom Casmurro, en Rio de Janeiro. Entonces comenzó a escribir la biografía de Castro Alves.

ABC DE CASTRO ALVES
Poema de Jorge Amado

«A praça é do povo, amiga, como o céu é do condor”»
A praça é do povo, é o seu campo de batalha, onde ele protesta e luta.
Nãos vistes ainda a multidão se agitar na praça como um mar em tormenta
que destrói navios e invade o cais?



No tempo do poeta Castro Alves
Os negros eram escravos comprados em leilões,
Mercadoria que se vendia, trocava e explorava.
E em troca de tudo que eles deram ao branco,
Sua força, seu suor, suas mulheres e filhas,
A maciez da sua fala que adoçou a nossa fala,
Sua liberdade,
O branco lhe quis dar apenas,
Além do chicote, os deuses que possuía.



Mas deuses os negros traziam da África,
Os deuses da floresta e do deserto,
E continuaram fiéis aos seus deuses
Por mais que rezassem ao deuses
Dos seus donos.


Do fundo das senzalas vinha o choro convulso
Dos negros no bater dos atabaques,
Quando chegava do longínquo das praças
A inquietação do homens…

Era toda uma raça que sofria,
Se desesperava e reagia,
Conservando alguma coisa de seu,
Puramente seu.



Assim ele via o negro, magnífico, forte e belo,
Rompendo as cadeias, livre na sua força colossal…

ABC de Castro Alves
Poema de Jorge Amado
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

«La plaza es del pueblo, amiga, como el cielo es del cóndor».
La plaza es del pueblo, es su campo de batalla, donde él protesta y lucha.
¿No visteis aún a la multitud agitarse en la plaza como un mar en tormenta
que destruye navíos e invade el muelle?

En el tiempo del poeta Castro Alves
Los negros eran esclavos comprados en subastas,
Mercancía que se vendía, intercambiaba y examinaba.
Y en pago de todo lo que ellos dieron al blanco,
Su fuerza, su sudor, sus mujeres e hijas,
La blandura de su habla que endulzó nuestra habla,
Su libertad,
El blanco le quiso dar sólo,
Además del látigo, los dioses que poseía.

Pero dioses los negros traían de África,
Los dioses de la floresta y del desierto,
Y continuaron fieles a sus dioses
Por más que rezaran a los dioses
De sus dueños.

Del fondo de los bohíos venía el llanto convulso
De los negros en el batir de los atabales,
Cuando llegaba de lo remoto de las plazas
El desasosiego de los hombres…
Era toda una raza la que sufría,
Se desesperaba y reaccionaba,
Conservando alguna cosa propia,
Puramente suya.

Así él veía al negro, magnífico, fuerte y bello,
Rompiendo las cadenas, libre en su fuerza gigantesca…

 

 

 Jorge Amado, escrevendo

 

Nem a rosa, nem o cravo
Conto de Jorge Amado

As frases perdem seu sentido, as palavras perdem sua significação costumeira, como dizer das árvores e das flores, dos teus olhos e do mar, das canoas e do cais, das borboletas nas árvores, quando as crianças são assassinadas friamente pelos nazistas? Como falar da gratuita beleza dos campos e das cidades, quando as bestas soltas no mundo ainda destroem os campos e as cidades?

Já viste um loiro trigal balançando ao vento? É das coisas mais belas do mundo, mas os hitleristas e seus cães danados destruíram os trigais e os povos morrem de fome. Como falar, então, da beleza, dessa beleza simples e pura da farinha e do pão, da água da fonte, do céu azul, do teu rosto na tarde? Não posso falar dessas coisas de todos os dias, dessas alegrias de todos os instantes. Porque elas estão perigando, todas elas, os trigais e o pão, a farinha e a água, o céu, o mar e teu rosto. Contra tudo que é a beleza cotidiana do homem, o nazifascismo se levantou, monstro medieval de torpe visão, de ávido apetite assassino. Outros que falem, se quiserem, das árvores nas tardes agrestes, das rosas em coloridos variados, das flores simples e dos versos mais belos e mais tristes.

Outros que falem as grandes palavras de amor para a bem-amada, outros que digam dos crepúsculos e das noites de estrelas. Não tenho palavras, não tenho frases, vejo as árvores, os pássaros e a tarde, vejo teus olhos, vejo o crepúsculo bordando a cidade. Mas sobre todos esses quadros bóiam cadáveres de crianças que os nazis mataram, ao canto dos pássaros se mesclam os gritos dos velhos torturados nos campos de concentração, nos crepúsculos se fundem madrugadas de reféns fuzilados. E, quando a paisagem lembra o campo, o que eu vejo são os trigais destruídos ao passo das bestas hitleristas, os trigais que alimentavam antes as populações livres. Sobre toda a beleza paira a sombra da escravidão. É como u’a nuvem inesperada num céu azul e límpido. Como então encontrar palavras inocentes, doces palavras cariciosas, versos suaves e tristes? Perdi o sentido destas palavras, destas frases, elas me soam como uma traição neste momento.

Mas sei todas as palavras de ódio, do ódio mais profundo e mais mortal. Eles matam crianças e essa é a sua maneira de brincar o mais inocente dos brinquedos. Eles desonram a beleza das mulheres nos leitos imundos e essa é a sua maneira mais romântica de amar. Eles torturam os homens nos campos de concentração e essa é a sua maneira mais simples de construir o mundo. Eles invadiram as pátrias, escravizaram os povos, e esse é o ideal que levam no coração de lama.

Como então ficar de olhos fechados para tudo isto e falar, com as palavras de sempre, com as frases de ontem, sobre a paisagem e os pássaros, a tarde e os teus olhos? É impossível porque os monstros estão sobre o mundo soltos e vorazes, a boca escorrendo sangue, os olhos amarelos, na ambição de escravizar. Os monstros pardos, os monstros negros e os monstros verdes.

Mas eu sei todas as palavras de ódio e essas, sim, têm um significado neste momento. Houve um dia em que eu falei do amor e encontrei para ele os mais doces vocábulos, as frases mais trabalhadas. Hoje só 0 ódio pode fazer com que o amor perdure sobre o mundo. Só o ódio ao fascismo, mas um ódio mortal, um ódio sem perdão, um ódio que venha do coração e que nos tome todo, que se faça dono de todas as nossas palavras, que nos impeça de ver qualquer espetáculo – desde o crepúsculo aos olhos da amada – sem que junto a ele vejamos o perigo que os cerca.



Jamais as tardes seriam doces e jamais as madrugadas seriam de esperança. Jamais os livros diriam coisas belas, nunca mais seria escrito um verso de amor. Sobre toda a beleza do mundo, sobre a farinha e o pão, sobre a pura água da fonte e sobre o mar, sobre teus olhos também, se debruçaria a desonra que é o nazifascismo, se eles tivessem conseguido dominar o mundo. Não restaria nenhuma parcela de beleza, a mais mínima. Amanhã saberei de novo palavras doces e frases cariciosas. Hoje só sei palavras de ódio, palavras de morte. Não encontrarás um cravo ou uma rosa, uma flor na minha literatura. Mas encontrarás um punhal ou um fuzil, encontrarás uma arma contra os inimigos da beleza, contra aqueles que amam as trevas e a desgraça, a lama e os esgotos, contra esses restos de podridão que sonharam esmagar a poesia, o amor e a liberdade!
O texto foi publicado no jornal «Folha da Manhã», edição de 22/04/1945, e consta do livro «Figuras do Brasil: 80 autores em 80 anos de Folha», PubliFolha – São Paulo, 2001, pág. 79, organização de Arthur Nestrovski.

Ni la rosa ni el clavel
Cuento de Jorge Amado
Traducción: Pedro Sevylla de Juana

Las frases pierden su sentido, las palabras pierden su significado rutinario; ¿cómo hablar de los árboles y de las flores, de tus ojos y del mar, de las canoas y del muelle, de las mariposas en los árboles, cuando los niños son asesinados fríamente por los nazis? ¿Cómo hablar de la belleza gratuita de los campos y de las ciudades, cuando las bestias sueltas en el mundo aún destruyen los campos y las ciudades?

¿Ya viste un trigal rubio estremecido por el viento? Es de las cosas más bellas del mundo, pero los hitlerianos y sus perros pervertidos destruyeron los trigales, y los pueblos mueren de hambre. ¿Como hablar, entonces, de la belleza, de esa belleza simple y pura de la harina y del pan, del agua de la fuente, del cielo azul, de tu rostro al atardecer? No puedo hablar de esas cosas de todos los días, de esas alegrías de todos los instantes. Porque esas cosas peligran, peligran todas ellas, los trigales y el pan, la harina y el agua, el cielo, el mar y tu rostro. Contra todo lo que significa la belleza cotidiana del hombre, el nazifascismo se levantó, monstruo medieval de torpe visión, de ávido apetito asesino. Que otros hablen, si quieren, de las grandes palabras de amor para la bienamada, que otros hablen de los crepúsculos y de las noches estrelladas. No tengo palabras, no tengo frases, veo los árboles, los pájaros y la tarde, veo tus ojos, veo el crepúsculo bordando la ciudad. Pero sobre todos esos cuadros flotan cadáveres de niños que los nazis mataron, al canto de los pájaros se añaden mezclándose los gritos de los viejos torturados en los campos de concentración, con los crepúsculos se funden madrugadas de rehenes fusilados. Y, cuando el paisaje recuerda el campo, lo que yo veo son los trigales destruidos al paso de las bestias hitlerianas, los trigales que alimentaban antes poblaciones libres. Sobre toda la belleza planea la sombra de la esclavitud. Es cómo una nube inesperada en un cielo azul y límpido. ¡Cómo encontrar entonces palabras inocentes, dulces palabras acariciadoras, versos suaves y tristes? Perdí el sentido de esas palabras, de esas frases, ellas me suenan como traición en este momento.

Pero sé todas las palabras de odio, del odio más profundo y más mortal. Ellos matan niños y esa es su manera de enredar con el más inocente de los divertimentos. Ellos deshonran la belleza de las mujeres en lechos inmundos y esa es su manera más romántica de amar. Ellos torturan a los hombres en los campos de concentración, y esa es su manera más sencilla de construir el mundo. Ellos invadieron las patrias, esclavizaron a los pueblos, y ese es el ideal que llevan en el corazón de lodo. ¿Cómo entonces cerrar los ojos ante todo esto y hablar, con las palabras de siempre, con las frases de ayer, sobre el paisaje y los pájaros, la tarde y tus ojos? ES imposible porque los monstruos están en el mundo sueltos y voraces, la boca escurriendo sangre, los ojos amarillos, por la ambición de esclavizar. Los monstruos pardos, los monstruos negros y los monstruos verdes.

Pero yo sé todas las palabras de odio y esas, sí, tienen un significado en este momento. Hubo un día en que yo hablé del amor y encontré para él los más dulces vocablos, las frases más elaboradas. Hoy sólo el odio puede hacer que el amor perdure sobre el mundo. Sólo el odio al fascismo, pero un odio mortal, un odio sin perdón, un odio que venga del corazón y que nos arrebate todo, que se haga dueño de todas nuestras palabras, que nos impida ver cualquier espectáculo – desde el crepúsculo hasta los ojos de la amada – sin que a su lado veamos el peligro que los cerca.

Jamás las tardes serían dulces y jamás las madrugadas serían esperanzadoras. Jamás los libros dirían cosas bellas, nunca más sería escrito un verso de amor. Sobre toda la belleza del mundo, sobre la harina y el pan, sobre el agua pura de la fuente y sobre el mar, sobre tus ojos también, caería de bruces la deshonra que supondría el nazifascismo, si ellos hubieran conseguido dominar el mundo. No quedaría ninguna cuota de belleza, ni la más mínima. Mañana sabré de nuevo palabras dulces y frases cariñosas. Hoy sólo sé palabras de odio, palabras de muerte. No encontrarás un clavel o una rosa, ni una flor en mi literatura. ¡Pero encontrarás un puñal o un fusil, encontrarás un arma contra los enemigos de la belleza, contra aquellos que aman las tinieblas y la desgracia, el lodo y los agotamientos, contra esos restos de podredumbre que soñaron con triturar la poesía, el amor y la libertad!

*

 

 

 

 

 

 

Benito Pérez Galdós

 

Médico y amigo de Galdós, el doctor Marañón dice de él: «Y no puedo dejar de pensar ahora en Galdós igualmente soltero, por probable influencia de la emoción materna, hombre superviril y mujeriego, aunque tímido con las mujeres; y de inagotable ternura para los niños, cuyos juegos compartía y a cuyas opiniones daba tanta importancia como a las sentencias de los adultos más conspicuos. Yo mismo guardo, como uno de los recuerdos más gratos de la niñez, el de mis conversaciones sobre viajes, astronomía, medicina, política, etc., con el gran escritor.» Si no fue un don Juan, al menos fue un hombre a quien gustaban mucho las mujeres y de quien las mujeres se enamoraban. Tuvo varios amores asentados, y con Lorenza Cobián llegó a ser padre de una niña. Por sus obras sabemos como pensaba y todo lo que sabía sobre el amor y las mujeres. Por eso creo que, perdidos, borrados o entregados al fuego, Benito Pérez Galdós debió de escribir suficientes poemas de calidad más que aceptable.

Los libros de cabecera de Galdós, fueron, fundamentalmente, El Quijote y La Celestina; a ellos volvía una y otra vez. Páginas y páginas escribió para desarrollar un mismo asunto. No obstante, en su tiempo no era reconocido como autor de relatos breves. Emilia Pardo Bazán, amiga íntima, llegó a decir que no estaba tan dotado para el cuento, como para novela. Y lo dijo, escritora de cuentos ella, nada más aparecer los primeros de don Benito. Mi opinión es muy otra, por eso traduje al portugués uno de ellos. La Conjuración de las palabras, cuento alegórico. Fue publicado en La Nación el 12 de abril de 1868. Va cuidado en todos sus detalles, y avanza lentamente como una pluma sobre el papel al formar líneas de caligrafía, o rauda, como cuando el dedo escribe sobre las nubes en el cristal de la ventana opaco de vaho. Se ha dicho que es una alegoría política de los días previos a la revolución de 1868. Está más clara la intención de poner en evidencia a los autores españoles del momento. El humor es un hilo conductor que empuja a intervalos el argumento, pues lo hay intencionado en planteamiento, nudo y desenlace.

La conjuración de las Palabras
Cuento de Benito Pérez Galdós

Érase un gran edificio llamado Diccionario de la Lengua Castellana, de tamaño tan colosal y fuera de medida, que, al decir de los cronistas, ocupaba casi la cuarta parte de una mesa, de estas que, destinadas a varios usos, vemos en las casas de los hombres. Si hemos de creer a un viejo documento hallado en viejísimo pupitre, cuando ponían al tal edificio en el estante de su dueto, la tabla que lo sostenía amenazaba desplomarse, con detrimento de todo lo que había en ella. Formábanlo dos anchos murallones de cartón, forrados en piel de becerro jaspeado, y en la fachada, que era también de cuero, se veía, un ancho cartel con doradas letras, que decían al mundo y a la posteridad el nombre, y significación de aquel gran monumento.
Por dentro era un laberinto tan maravilloso, que ni el mismo de Creta se le igualara. Dividíanlo hasta seiscientas paredes de papel con sus números llamados páginas. Cada espacio estaba subdividido en tres corredores o crujías muy grandes, y en estas crujías se hallaban innumerables celdas, ocupadas por los ochocientos o novecientos mil seres que en aquel vastísimo recinto tenían su habitación. Estos seres se llamaban palabras.

***

Una mañana sintióse gran ruido de voces, patadas, choque de armas, roce de vestidos, llamamientos y relinchos, como si un numeroso ejército se levantara y vistiese a toda prisa, apercibiéndose para una tremenda batalla. Y a la verdad, cosa de guerra debía de ser, porque a poco rato salieron todas o casi todas las palabras del Diccionario, con fuertes y relucientes armas, formando un escuadrón tan grande que no cupiera en la misma Biblioteca Nacional. Magnífico y sorprendente era el espectáculo que este ejército presentaba, según me dijo el testigo ocular que lo presenció todo desde un escondrijo inmediato, el cual testigo ocular era un viejísimo Flos sanctorum, forrado en pergamino, que en el propio estante se hallaba a la sazón.

Avanzó la comitiva hasta que estuvieron todas las palabras fuera del edificio. Trataré de describir el orden y aparato de aquel ejército, siguiendo fielmente la veraz, escrupulosa y auténtica narración de mi amigo el Flos sanctorum.

Delante marchaban unos heraldos llamados Artículos, vestidos con magníficas dalmáticas y cotas de finísimo acero: no llevaban armas, y sí los escudos de sus señores los Sustantivos, que venían un poco más atrás. Éstos, en número casi infinito, eran tan vistosos y gallardos que daba gozo verlos. Unos llevaban resplandecientes armas del más puro metal, y cascos en cuya cimera ondeaban plumas y festones; otros vestían lorigas de cuero finísimo, recamadas de oro y plata; otros cubrían sus cuerpos con luengos trajes talares, a modo de senadores venecianos. Aquéllos montaban poderosos potros ricamente enjaezados, y otros iban a pie. Algunos parecían menos ricos y lujosos que los demás; y aun puede asegurarse que había bastantes pobremente vestidos, si bien éstos eran poco vistos, porque el brillo y elegancia de los otros, como que les ocultaba y obscurecía.
Junto a los Sustantivos marchaban los Pronombres, que iban a pie y delante, llevando la brida de los caballos, o detrás, sosteniendo la cola del vestido de sus amos, ya guiándoles a guisa de lazarillos, ya dándoles el brazo para sostén de sus flacos cuerpos, porque, sea dicho de paso, también había Sustantivos muy valetudinarios y decrépitos, y algunos parecían próximos a morir. También se veían no pocos Pronombres representando a sus amos, que se quedaron en cama por enfermos o perezosos, y estos Pronombres formaban en la línea de los Sustantivos como si de tales hubieran categoría. No es necesario decir que los había de ambos sexos; y las damas cabalgaban con igual donaire que los hombres, y aun esgrimían las armas con tanto desenfado como ellos.

Detrás venían los Adjetivos, todos a pie; y eran como servidores o satélites de los Sustantivos, porque formaban al lado de ellos, atendiendo a sus órdenes para obedecerlas. Era cosa sabida que ningún caballero Sustantivo podía hacer cosa derecha sin el auxilio, de un buen escudero de la honrada familia de los Adjetivos; pero éstos, a pesar de la fuerza y significación que prestaban a sus amos, no valían solos ni un ardite, y se aniquilaban completamente en cuanto quedaban solos. Eran brillantes y caprichosos sus adornos y trajes, de colores vivos y formas muy determinadas; y era de notar que cuando se acercaban al amo, éste tomaba el color y la forma de aquéllos, quedando transformado al exterior, aunque en esencia el mismo. Como a diez varas de distancia venían los Verbos, que eran unos señores de lo más extraño y maravilloso que puede concebir la fantasía.

No es posible decir su sexo, ni medir su estatura, ni pintar sus facciones, ni contar su edad, ni describirlos con precisión y exactitud. Basta saber que se movían mucho y a todos lados, y tan pronto iban hacia atrás como hacia adelante, y se juntaban dos para andar emparejados. Lo cierto del caso, según me aseguró el Flos sanctorum, es que sin los tales personajes no se hacía cosa a derechas en aquella República, y, si bien los Sustantivos eran muy útiles, no podían hacer nada por sí, y eran como instrumentos ciegos cuando algún señor Verbo no los dirigía. Tras éstos venían los Adverbios, que tenían cataduras de pinches de cocina; como que su oficio era prepararles la comida a los Verbos y servirles en todo. Es fama que eran parientes de los Adjetivos, como lo acreditaban viejísimos pergaminos genealógicos, y aun había Adjetivos que desempeñaban en comisión la plaza de Adverbios, para lo cual bastaba ponerles una cola o falda que, decía: mente.

Las Preposiciones, eran enanas; y más que personas parecían cosas, moviéndose iban junto a los Sustantivos para llevar recado a algún Verbo, o viceversa. Las Conjunciones andaban por todos lados metiendo bulla; y una de ellas especialmente, llamada que, era el mismo enemigo y a todos los tenía revueltos y alborotados, porque indisponía a un señor Sustantivo con un señor Verbo, y a veces trastornaba lo que éste decía, variando completamente el sentido. Detrás de todos marchaban las interjecciones, que no tenían cuerpo, sino tan sólo cabeza con gran boca siempre abierta. No se metían con nadie, y se manejaban solas; que, aunque pocas en número, es fama que sabían hacerse valer.

De estas palabras, algunas eran nobilísimas, y llevaban en sus escudos delicadas empresas, por donde se venía en conocimiento de su abolengo latino o árabe; otras, sin alcurnia antigua de que vanagloriarse, eran nuevecillas, plebeyas o de poco más o menos. Las nobles las trataban con desprecio. Algunas había también en calidad de emigradas de Francia, esperando el tiempo de adquirir nacionalidad. Otras, en cambio, indígenas hasta la pared de enfrente, se caían de puro viejas, y yacían arrinconadas, aunque las demás guardaran consideración a sus arrugas; y las había tan petulantes y presumidas, que despreciaban a las demás mirándolas enfáticamente.

Llegaron a la plaza del Estante y la ocuparon de punta a punta. El verbo Ser hizo una especie de cadalso o tribuna con dos admiraciones y algunas comas que por allí rodaban, y subió a él con intención de despotricarse; pero le quitó la palabra un Sustantivo muy travieso y hablador, llamado Hombre, el cual, subiendo a los hombros de sus edecanes, los simpáticos Adjetivos Racional y Libre, saludó a la multitud, quitándose la H, que a guisa de sombrero le cubría, y empezó a hablar en estos o parecidos términos:
«Señores: La osadía de los escritores españoles ha irritado nuestros ánimos, y es preciso darles justo y pronto castigo. Ya no les basta introducir en sus libros contrabando francés, con gran detrimento de la riqueza nacional, sino que cuando por casualidad se nos emplea, trastornan nuestro sentido y nos hacen decir lo contrario de nuestra intención. (Bien, bien.) De nada sirve nuestro noble origen latino, para que esos tales respeten nuestro significado. Se nos desfigura de un modo que da grima y dolor. Así, permitidme que me conmueva, porque las lágrimas brotan de mis ojos y no puedo reprimir la emoción». (Nutridos aplausos.)

El orador se enjugó las lágrimas con la punta de la e, que de faldón le servía, y ya se preparaba a continuar, cuando le distrajo el rumor de una disputa que no lejos se había entablado.
Era que el Sustantivo Sentido estaba dando de mojicones al Adjetivo Común, y le decía:
«Perro, follón y sucio vocablo; por ti me traen asendereado, y me ponen como salvaguardia de toda clase de destinos. Desde que cualquier escritor no entiende palotada de una ciencia, se escuda con el Sentido Común, y ya le parece que es el más sabio de la tierra. Vete, negro y pestífero Adjetivo, lejos de mí, o te juro que no saldrás, con vida de mis manos.
Y al decir esto, el Sentido enarboló la t, y dándole un garrotazo con ella a su escudero, le dejó tan malparado, que tuvieron que ponerle un vendaje en la o, y bizmarle las costillas de la m, porque se iba desangrando por allí a toda prisa.

«Haya paz, señores -dijo un Sustantivo Femenino llamado Filosofía, que con dueñescas tocas blancas apareció entre el tumulto. Mas en cuanto le vio otra palabra llamada Música, se echó sobre ella y empezó a mesarla los cabellos y a darla coces, cantando así:
-Miren la bellaca, la sandía, la loca; ¿pues no quiere llevarme encadenada con una Preposición, diciendo que yo tengo Filosofía? Yo no tengo sino Música, hermana. Déjeme en paz y púdrase de vieja en compañía de la Alemana, que es obra vieja loca.

-Quita allá, bullanguera -dijo la Filosofía arrancándole a la Música el penacho o acento que muy erguido sobre la u llevaba-: quita allá, que para nada vales, ni sirves más que de pasatiempo pueril.
-Poco a poco, señoras mías -gritó un Sustantivo, alto, delgado, flaco y medio tísico, llamado el Sentimiento. A ver, señora Filosofía, si no me dice usted esas cosas a mi hermana o tendremos que vernos las caras. Estese usted quieta y deje a Perico en su casa, porque todos tenemos trapitos que lavar, y si yo saco los suyos, ni con colada habrán de quedar limpios.
-Miren el mocoso -dijo la Razón que andaba por allí en paños menores y un poquillo desmelenada, – ¿qué sería de estos badulaques sin mí? No reñir, y cada uno a su puesto, que si me incomodo…

-No ha de ser -dijo el Sustantivo Mal, que en todo había de meterse.
-¿Quién le ha dado a usted vela en este entierro, tío Mal? Váyase al Infierno, que ya está de más en el mundo.
-No, señoras, perdonen usías, que no estoy sino muy retebién. Un poco decaidillo andaba; pero después que tomé este lacayo, que ahora me sirve, me voy remediando.- Y mostró un lacayo que era el Adjetivo Necesario.
-Quítenmela, que la mato -chillaba la Religión, que había venido a las manos con la Política;- quítenmela que me ha usurpado el nombre para disimular en el mundo sus socaliñas y gatuperios.
-Basta de indirectas. ¡Orden! -dijo el Sustantivo Gobierno, que se presentó para poner paz en el asunto.
Déjalas que se arañen, hermano -observó la Justicia-; déjelas que se arañen que ya sabe vuecencia que rabian de verse juntas. Procuremos nosotros no andar también a la greña, y adelante con los faroles.

Mientras esto ocurría, se presentó un gallardo Sustantivo, vestido con relucientes armas, y trayendo un escudo con peregrinas figuras y lema de plata y oro. Llamábase el Honor y venía a quejarse de los innumerables desatinos que hacían los humanos en su nombre, dándole las más raras aplicaciones, y haciéndole significar lo que más les venía a cuento. Pero el Sustantivo Moral, que estaba en un rincón atándose un hilo en l que se le había roto en la anterior refriega, se presentó, atrayendo la atención general. Quejóse de que se le subían a las barbas ciertos Adjetivos advenedizos, y concluyó diciendo que no le gustaban ciertas compañías y que más le valiera andar solo, de lo cual se rieron otros muchos Sustantivos fachendosos que no llevaban nunca menos de seis Adjetivos de servidumbre.
Entretanto, la Inquisición, una viejecilla que no se podía tener, estaba pegando fuego a una hoguera que había hecho con interrogantes gastados, palos de T y paréntesis rotos, en la cual hoguera dicen que quería quemar a la Libertad, que andaba dando zancajos por allí con muchísima gracia y desenvoltura. Por otro lado estaba el Verbo Matar dando grandes voces, y cerrando el puño con rabia, decía de vez en cuando:
«¡Si me conjugo…!

Oyendo lo cual el Sustantivo Paz, acudió corriendo tan a prisa, que tropezó en la z con que venía calzada, y cayó cuan larga era, dando un gran batacazo.
Allá voy -gritó el Sustantivo Arte, que ya se había metido a zapatero-. Allá voy a componer este zapato, que es cosa de mi incumbencia.
Y con unas comas le clavó la z a la Paz, que tomó vuelo, y se fue a hacer cabriolas ante el Sustantivo Cañón, de quien dicen estaba perdidamente enamorada.
No pudiendo ni el Verbo Ser, ni el Sustantivo Hombre, ni el Adjetivo Racional, poner en orden a aquella gente, y comprendiendo que de aquella manera iban a ser vencidos en la desigual batalla que con los escritores españoles tendrían que emprender, resolvieron volverse a su casa. Dieron orden de que cada cual entrara en su celda, y así se cumplió; costando gran trabajo encerrar a algunas camorristas que se empeñaban en alborotar y hacer el coco.

Resultaron de este tumulto bastantes heridos, que aún están en el hospital de sangre o sea Fe de erratas del Diccionario. Han determinado congregarse de nuevo para examinar los medios de imponerse a la gente de letras. Se están redactando las pragmáticas que establecerán el orden en las discusiones. No tuvo resultado el pronunciamiento, por gastar el tiempo los conjurados en estériles debates y luchas de amor propio, en vez de congregarse para combatir al enemigo común: así es que concluyó aquello como el Rosario de la Aurora.
El Flos sanctorum me asegura que la Gramática ha mandado al Diccionario una embajada de géneros, números y casos, para ver si por las buenas y sin derramamiento de sangre se arreglan los trastornados asuntos de la Lengua Castellana.

Madrid, Abril de 1868.
Texto: Cátedra Letras Hispánicas, Edición de Alan E. Smith, 1997

A conjuração das palavras
Autor: Benito Pérez Galdós
Tradutor: Pedro Sevylla de Juana

Era um grande edifício chamado Dicionário da Língua Castelhana, de tamanho tão colossal e fora de medida, que, ao dizer dos cronistas, ocupava quase a quarta parte duma mesa, destas que, destinadas a vários usos, vemos nas casas dos homens. Se temos de crer num velho documento achado em velhíssima escrivaninha quando punham ao tal edifício na estante de seu dueto, a tabela que o sustentava ameaçava se desaprumar, com detrimento de todo o que tinha nela. O formavam  dois largos paredões de cartão, forrados em pele de bezerro jaspeado, e na fachada, que era também de couro, se via, um largo cartaz com douradas letras, que diziam ao mundo e à posteridade o nome, e significação daquele grande monumento.
Seu interior era um labirinto tão maravilhoso, que nem o de Creta o igualava. O dividiam até seiscentas paredes de papel com seus números chamados páginas. Cada espaço estava subdividido em três corredores ou distribuidores muito grandes, e nestes distribuidores se achavam inumeráveis celas, ocupadas pelos oitocentos ou novecentos mil seres que naquele vastíssimo recinto tinham sua habitação. Estes seres se chamavam palavras.

***

Uma manhã se sentiu grande ruído de vozes, patadas, embate de armas, roça de vestidos, apelos e relinchos, como se um numeroso exército se levantasse e vestisse a toda a pressa, se apercebendo para uma tremenda batalha. E a verdade, coisa de guerra devia de ser, porque inesperadamente saíram todas ou quase todas as palavras do Dicionário, com fortes e reluzentes armas, formando um esquadrão tão grande que não cabia na mesma Biblioteca Nacional. Magnífico e surpreendente era o espetáculo que este exército apresentava, segundo me disse a testemunha ocular que o presenciou todo desde um esconderijo imediato, testemunha ocular que era um muito velho Flos sanctorum, forrado em pergaminho, que na própria estante se achava na ocasião. Avançou a comitiva até que estiveram todas as palavras fora do edifício. Tratarei de descrever a ordem e aparelho daquele exército, seguindo fielmente a veraz, escrupulosa e autêntica narração de meu amigo o Flos sanctorum.

Diante marchavam uns heraldos chamados Artigos, vestidos com magníficas dalmáticas e cotas de finíssimo aço: não levavam armas, e sim os escudos de seus senhores os Substantivos, que vinham um pouco mais atrás. Estes, em número quase infinito, eram tão vistosos e galhardos que dava gozo os ver. Uns levavam resplandecentes armas do mais puro metal, e elmos em cuja cimeira ondeavam plumas e festões; outros vestiam lorigas de couro finíssimo, recamadas de ouro e prata; outros cobriam seus corpos com longos trajos até os calcanhares, a modo de senadores venezianos. Aqueles montavam potentes potros ricamente equipados, e outros iam a pé. Alguns pareciam menos ricos e luxuosos que os demais; e ainda se pode assegurar que tinha bastantes pobremente vestidos, conquanto estes eram pouco vistos, porque o brilho e elegância dos outros, parece que lhes ocultava e obscurecia. Junto aos Substantivos marchavam os Pronomes, que iam a pé e diante, levando a brida de os cavalos, ou detrás, sustentando a cauda do vestido de seus amos, já lhes conduzindo a guisa de guias, já lhes dando o braço como apoio de seus magros corpos, porque, seja dito de passo, também tinha Substantivos muito valetudinários e decrépitos, e alguns pareciam próximos a morrer.

Também se viam não poucos Pronomes representando a seus amos, que ficaram em cama por doentes ou preguiçosos, e estes Pronomes formavam na linha dos Substantivos como se de tais tivessem categoria. Não é necessário dizer que os tinha de ambos sexos; e as damas cavalgavam com igual donaire que os homens, e ainda esgrimiam as armas com tanto desenfado como eles.
Detrás vinham os Adjetivos, todos a pé; e eram como servidores ou satélites dos Substantivos, porque formavam ao lado deles, atendendo a suas ordens para as obedecer. Era coisa sabida que nenhum cavaleiro Substantivo podia fazer coisa direita sem o auxílio dum bom escudeiro da honrada família dos Adjetivos; mas estes, apesar da força e significação que prestavam a seus amos, não valiam sozinhos nem uma pisca, e se aniquilavam completamente assim que ficavam sós. Eram brilhantes e caprichosos seus adornos e trajes, de cores vivas e formas muito determinadas; e se via que quando se acercavam ao amo, este tomava a cor e a forma daqueles, ficando transformado ao exterior, ainda que em essência era o mesmo.

Como a dez varas de distância vinham os Verbos, que eram uns senhores do mais estranho e maravilhoso que pode conceber a fantasia. Não é possível dizer seu sexo, nem medir sua estatura, nem pintar suas facções, nem contar sua idade, nem os descrever com precisão e exatidão. Basta saber que se moviam muito e para todos lados, o mesmo iam para atrás como para diante, e se juntavam dois para andar emparelhados. O certo do caso, segundo me assegurou o Flos sanctorum, é que sem tais personagens não se fazia coisa a direitas naquela República, e, conquanto os Substantivos eram muito úteis, não podiam fazer nada por si, e eram como instrumentos cegos quando algum senhor Verbo não os dirigia. Depois destes vinham os Advérbios, que tinham catadura de ajudantes de cozinha; como que seu ofício era preparar a comida aos Verbos e lhes servir em todo. É fama que eram parentes dos Adjetivos, como o acreditavam pergaminhos genealógicos muito velhos, e ainda tinha Adjetivos que desempenhavam em comissão a praça de Advérbios, para o qual lhes bastava pôr uma cauda ou saia que, dizia: mente.

As Preposições, eram anãs; e mais que pessoas pareciam coisas, iam se movendo junto aos Substantivos para levar recado a algum Verbo, ou vice-versa. As Conjunções andavam por todos os lados metendo bulha; e uma delas especialmente, chamada que, era o mesmo inimigo e a todos os tinha revoltos e alvorotados, porque indisponha um senhor Substantivo com um senhor Verbo, e às vezes transtornava o que este dizia, variando completamente o senso. Após de todos marchavam as interjeições, que não tinham corpo, sina tão só cabeça com grande boca sempre aberta. Não se metiam com ninguém, e se manejavam sozinhas; que, embora poucas em número, é fama que sabiam se fazer valer.

Destas palavras, algumas eram nobilíssimas, e levavam em seus escudos delicadas empresas, por onde se vinha em conhecimento de seu avoengo latino ou árabe; outras, sem ascendência antiga de que se vangloriar, eram muito novas, plebeias ou de pouco mais ou menos. As nobres as tratavam com desprezo. Algumas havia também em qualidade de emigradas da França, esperando o tempo de adquirir nacionalidade. Outras, em mudança, indígenas até a raiz, se caíam de puro velhas, e jaziam esquecidas, ainda que as demais guardassem consideração a suas rugas; e as havia tão petulantes e presumidas, que desprezavam às demais as olhando enfaticamente. Chegaram à praça da Estante e a ocuparam de ponta a ponta.

O verbo Ser fez uma espécie de cadafalso ou tribuna com duas admirações e algumas comas que por ali rodavam, e subiu a ele com intenção de fazer gritaria; mas lhe tirou a palavra um Substantivo muito arteiro e falador, chamado Homem, o qual, subindo aos ombros de seus colaboradores, os simpáticos Adjetivos Racional e Livre, cumprimentou à multidão, se tirando o H, que a guisa de chapéu lhe cobria, e começou a falar nestes ou parecidos termos:
«Senhores: A ousadia dos escritores espanhóis há irritado nossos ânimos, e é preciso dar-lhes justo e rápido castigo. Já não lhes basta introduzir em seus livros contrabando francês, com grande prejuízo da riqueza nacional, senão que quando por acaso se nos emprega, transvertem nosso sentido e nos fazem dizer o contrário de nossa intenção. (Bem, bem.) De nada serve nossa nobre origem latina, para que esses tais respeitem nosso significado. Se nos desfigura de um modo que dá grima e dor. Assim, me permitam que me comova, porque as lágrimas brotam de meus olhos e não posso reprimir a emoção». (Nutridos aplausos.)

O orador se enxugou as lágrimas com a ponta da e, que de fralda lhe servia, e já se preparava para continuar, quando lhe distraiu o rumor duma disputa que não longe se tinha entabulado.
Era que o Substantivo Sentido estava dando bofetadas ao Adjetivo Comum, e lhe dizia:
«Cão, malandro e sujo vocábulo; por ti me trazem azafamado, e me põem como salvaguarda de toda a classe de destinos. Desde que qualquer escritor não entende nem pisca duma ciência, se escuda com o Sentido Comum, e já lhe parece que é o mais sábio da terra. Te vai, negro e pestífero Adjetivo, longe de mim, ou te juro que não sairás, com vida das minhas mãos.
E ao dizer isto, o Sentido hasteou o t, e lhe dando uma bordoada com ela a seu escudeiro, lhe deixou tão malparado, que tiveram que lhe pôr uma bandagem no ó, e lhe emplastar as costelas do m, porque se ia dessangrando por ali a toda a pressa.

«Haja paz, senhores -disse um Substantivo Feminino chamado Filosofia, que com toucas brancas de dona apareceu entre o tumulto. Mas assim que lhe viu outra palavra chamada Música, se lançou sobre ela puxando-lhe os cabelos e dando coices, cantando assim:
-Olhem a pícara, a melancia, a louca; pois não quer me levar encadeada com uma Preposição, dizendo que eu tenho Filosofia? Eu não tenho senão Música, irmã. Me deixe em paz e se apodreça de velha em companhia da Alemã, que é obra velha louca.
-Aparta, alvoroçadora -disse a Filosofia arrancando-lhe à Música o penacho ou acento que muito erguido sobre o u levava-: tira lá, que para nada vales, nem serves mais que de passatempo pueril.
-Pouco a pouco, senhoras minhas -gritou um Substantivo, alto, delgado, fraco e médio tísico, chamado o Sentimento. A ver, senhora Filosofia, se não diz você essas coisas a minha irmã ou teremos que nos ver as caras. Estese você quieta e deixe a Perico na sua casa, porque todos temos roupa suja que lavar, e se eu saco a sua, nem com barrela terá de ficar limpa.

-Olhem o mucoso -disse a Razão que andava por ali em panos menores e um pouquinho descomposta, -que seria destes badulaques sem mim? Não brigar, e cada um a seu posto, que se me incomodo…
-Não há de ser -disse o Substantivo Mau, que em todo tinha de se meter.
-¿Quem lhe deu a você vela neste enterro, tio Mau? Vá ao Inferno, que já está a mais no mundo.
-Não, senhoras, perdoem vossas senhorias, que não estou senão muito mais que bem. Um pouco decaidínho andava; mas depois que tomei este lacaio, que agora me serve, me vou remediando-. E mostrou um lacaio que era o Adjetivo Necessário.
-Me a tirem daqui, que a mato -gritava a Religião, que tinha vindo às mãos com a Política;- veiam que me usurpou o nome para dissimular no mundo seus ardis e enredos.
-Basta de indiretas. ¡Ordem! -disse o Substantivo Governo, que se apresentou para pôr paz no assunto.
Deixa-as que se arranhem, irmão -observou a Justiça-; deixe-as que se arranhem que já sabe Vossa Excelência que rabiam de se ver juntas. Tentemos nós não andar também à grenha, e adiante com os faróis.

¡Entanto isto ocorria, se apresentou um galhardo Substantivo, vestido com reluzentes armas, e trazendo um escudo com peregrinas figuras e divisa de prata e ouro. Se chamava a Honra e vinha a se queixar de os inumeráveis desatinos que faziam os humanos em seu nome, lhe dando os mais raros aplicativos, e lhe fazendo significar o que mais lhes vinha a conta. Mas o Substantivo Moral, que estava num rincão se atando um fio em l que se lhe tinha rompido na anterior refrega, se apresentou, atraindo a atenção geral. Se queixou de que se lhe subiam às barbas certos Adjetivos adventícios, e concluiu dizendo que não gostava de certas companhias e que mais lhe valesse andar só, do qual se riram outros muitos Substantivos presunçosos que não levavam nunca menos de seis Adjetivos de servidão.

Enquanto, a Inquisição, uma velhinha que não se podia ter, estava pegando fogo a uma fogueira que tinha feito com interrogantes gastados, paus da T e parênteses rompidos, na qual fogueira dizem que queria queimar à Liberdade, que andava dando pernadas por ali com muitíssima graça e desenvoltura. Por outro lado estava o Verbo Matar dando grandes vozes, e fechando o punho com raiva, dizia de vez em quando: «¡Se me conjugo…!
Ouvindo o qual o Substantivo Paz, foi correndo tão a pressa, que tropeçou na z com que vinha calçada, e caiu quanto longa era, dando um grande baque.
Lá vou -gritou o Substantivo Arte, que já se tinha metido a sapateiro-. Lá vou compor este sapato, que é coisa de minha incumbência.
E com umas vírgulas lhe fincou a z à Paz, que tomou voo, e se foi fazer cabriolas ante o Substantivo Canhão, de quem dizem estava perdidamente apaixonada.

Não podendo nem o Verbo Ser, nem o Substantivo Homem, nem o Adjetivo Racional, pôr em ordem aquela gente, e compreendendo que daquela maneira iam ser vencidos na desigual batalha que com os escritores espanhóis teriam que empreender, resolveram voltar a sua casa. Deram ordem de que a cada qual entrasse na sua cela, e assim se cumpriu; custando grande trabalho encerrar a algumas brigonas que se empenhavam em alvoroçar e fazer o papão.
Resultaram deste tumulto bastantes feridos, que ainda estão no hospital de sangue ou seja Fé de erratas do Dicionário. Têm determinado se congregar de novo para examinar os meios de impor à gente de letras. Estão redigindo as pragmáticas que estabelecerão a ordem nas discussões. Não teve resultado o pronunciamento, por gastar o tempo os conjurados em estéreis debates e lutas de amor próprio, em vez de se congregar para combater ao inimigo comum: assim é que concluiu aquilo como o Rosário da Aurora.
O Flos sanctorum me assegura que a Gramática há mandado ao Dicionário uma embaixada de géneros, números e casos, para ver se por bem e sem derramamento de sangue se arranja os transtornados assuntos da Língua Castelhana.

Tradução: PSdeJ El Escorial, marzo de 2017.

El medio habitual para publicar un cuento en el siglo XIX, era la prensa: diarios, semanarios y revistas. Volvían a publicarse posteriormente, ya unidos a otros del mismo autor, formando colección en un libro. “La conjuración de las palabras” cuento, publicado inicialmente en La Nación, fue incluido en el volumen de la novela “Torquemada en la hoguera”, a continuación de ella, con otros también publicados anteriormente, que Galdós llama composiciones sin atreverse a calificarlos, al no poderlos llamar, en rigor, novelas.

*

 

 

 

Manuel Bandeira

 

En mi afán de informarme sobre Manuel Bandeira, para pintar su semblanza, oigo lo dicho por Cleonice Berardinelli, grande mestre da Literatura Portuguesa, elegida em 2009 como miembro de la Academia Brasileira de Letras. Escucho a Doña Cléo, como la llaman en la entrevista de Bete Peixoto para o jornal Plástico Bolha, y la oigo decir: «Manuel Bandeira foi um grande amigo meu, uma pessoa encantadora, suave, gentil, generosa, inteligente, alguém de quem realmente eu gostava e gosto muito.(…) Manuel fue meu colega na Faculdade Nacional de Filosofia, como professor de Literatura Hispano-Americana, eu de Literatura Portuguesa, e ambos fazíamos sempre parte das bancas de Língua e Literatura Espanhola, cujo professor era um dos melhores professores da faculdade, o mineiro José Carlos Lisboa.»

 

Oigo hablar a quienes conocieron de cerca a Manuel Bandeira, profesores o alumnos, y todos coinciden en la opinión extendida: era una persona amable, cortés, considerada, respetuosa con los demás; y en verdad competente. Amó mucho, y siempre estuvo enamorado de Frederika Blank. La conoció, acompañada por sus hijas Joanita y Guita, en el viaje al sanatorio de Suiza cuando el escritor tenía 27 años. Hija de la holandesa Frederika y del brasileño Carlos Blank, Joanita, nació en Rio de Janeiro. Su formación intelectual estuvo dirigida por el poeta, que se encargó de dar a la muchacha clases particulares de portugués, matemáticas, geografía, historia y ciencias; porque Joanita nunca fue a la escuela. La preparó en todas las disciplinas que él dominaba. Fue pintora, ilustradora de libros, y retrató a personajes de las crónicas de Bandeira, para el jornal A Província, de Recife

Tratando de pintar un retrato del poeta, hay que recurrir en primer lugar, si lo hay, y en este caso lo hay, al autoretrato. Saber lo que el interesado ve en el espejo cuando se mira, observar la manera de asir los pinceles, y tener en cuenta los colores que emplea o como los diluye en el blanco. Por eso traduje su poema:

Autoretrato Poema de Manuel Bandeira
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Provinciano que nunca supo
escoger bien una corbata;
pernambucano a quien repugna
el cuchillo del pernambucano;
terrible poeta que en el arte de la prosa
envejeció en la propia infancia del arte,
e incluso escribiendo crónicas
quedó en cronista de provincias;
arquitecto frustrado, músico
fallido (se tragó un día
un piano, pero el teclado
quedó fuera); sin familia,
religión o filosofía;
teniendo apenas la inquietud de espíritu
que viene de lo sobrenatural,
y en cuestión de profesión
un tísico profesional.

 

 

 

“El lirismo de Manuel Bandeira, según Naief Sáfady, es uno de esos casos que dejan al lector fiel en una situación de perplejidad, punzado por preguntas y asaltado por las dudas más legítimas. Hasta qué punto el poeta notable legó una obra de sentido total y ecuménico? La pregunta queda en el aire, porque el propio Bandeira hizo hincapié en negarse como poeta en innumerables afirmaciones sobre sí mismo. Es evidente que esas opiniones del autor son muy discutibles, porque lo permanente es la obra; y la obra solo puede hablar de sí misma. Podemos decir, que la poesía de Bandeira es realmente uno de esos productos de primera agua que la literatura brasileña produjo.” Es decir, que la poesía de Bandeira, a pesar de lo que el poeta dice de él, es excelente, de calidad primera. Veámoslo aquí:

Evocación de Recife
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Recife
ni la Venecia americana
ni la Mauritsstad de los armadores de las Indias Occidentales
ni el Recife de los Mascates
ni siquiera el Recife que aprendí a amar después –Recife
de las revoluciones libertarias
aunque sí el Recife sin historia ni literatura
Recife sin añadidos
Recife de mi infancia

La calle de la Unión donde yo jugaba al chicote quemado
[y rompía los cristales de la casa de doña Anida Viegas
Totônio Rodrigues era muy viejo y sostenía los quevedos
[en la punta de la nariz
tras la cena las familias conquistaban la calzada
[con sillas hablillas galanteos risotadas
la gente se entretenía en medio de la calle
los niños gritaban:

Conejo sal!
No sale!

Lejos las voces blandas de las niñas mezclaban sus tonos:

Rosal dame una rosa
clavel dame un capullo

(De esas rosas mucha rosa
habrá muerto sin abrir…)

De repente
en la profundidad de la noche
una campana
Una persona mayor exclamaba:
Fuego en San Antonio!
otra disentía: Son José!
Totônio Rodrigues intuía siempre que era San José.
Los hombres calándose el sombrero salían fumando
y yo rabiaba porque siendo niño no podía ir a ver el fuego.

Calle de la Unión…
Qué bellos eran los nombres de las calles de mi infancia
Calle del Sol
(Temo que hoy se llame del Dr. Fulano de Tal)
Detrás de casa quedaba la Calle de la Añoranza…
…donde se fumaba a escondidas
del otro lado estaba el embarcadero de la Calle de la Aurora…
…donde era furtiva la pesca
Capiberibe
— Capibaribe
Allá lejos el paraje rústico de Caxangá
aseos de caña

Un día vi a una muchacha corita en el baño
quedé parado con el corazón palpitante
ella rió
fue mi primera iluminación

Riada! Las riadas! Barro buey muerto árboles
[devastación remolino anegando
y en los pilares del puente del ferrocarril los cholos
[valientes en balsas de plátanos

Novenarios
Caballadas
y yo me incliné sobre el cuello de la niña y ella
[comenzó a acariciar mi cabello
—Capiberibe
— Capibaribe

Calle de la Unión donde todas las tardes pasaba
[la negra de las bananas
con su chal vistoso de paño de la Costa
y el vendedor de entrenudos de caña
o de cacahuetes
que se llamaba midubim y más que tostado estaba cocido
me acuerdo de todos sus pregones:
Huevos frescos y baratos
diez huevos por una pataca
sucedió hace mucho tiempo…
La vida no se me acercaba por los periódicos
[ni por los libros
venía en la boca del pueblo en la lengua errada del pueblo
lengua correcta del pueblo
porque él dice sabroso el portugués de Brasil
mientras que nosotros
lo que hacemos
es remedar
la sintaxis lusitana
La vida con una porción de cosas que yo no entendía bien
tierras que desconocía donde estaban
Recife…
calle de la Unión…
la casa de mi abuelo…
nunca pensé que desapareciera!
todo allá parecía rociado de eternidad

Recife…

Mi abuelo muerto.
Recife muerto, Recife bueno, Recife brasileño
[como la casa de mi abuelo.

 

 

Me voy en buena hora a Pasárgada
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Me voy sin más a Pasárgada
Allí soy amigo del rey
Allí tengo la mujer que busco
En el lecho que prefiera
Me voy en buena hora a Pasárgada

Ya me voy a Pasárgada
Aquí no soy dichoso
Allí la vida es una aventura
De modo tan divergente
Que Juana la Loca de España
Reina y falsa demente
Viene a ser casi pariente
De la nuera que no tuve

Y como haré gimnasia
Andaré en bicicleta
Montaré un asno rudo
Treparé la cucaña
¡Tomaré baños de mar!
Y cuando esté cansado
Echado en la orilla del río
Mando llamar a la Mãe-d´água
Para que me cuente las historias
Que en mi época de niño
Rosa venía a contarme
Me voy porque sí a Pasárgada

Pasárgada tiene todo
Es otra cultura
Cuenta con un método seguro
Para impedir la gestación
Posee teléfono automático
Hay cuantos estimulantes se desee
Tiene prostitutas bonitas
Para seducir a la gente

Y cuando yo esté más triste
Pero triste de quedarme sin aliento
Cuando de noche me den
Ganas de suicidarme
– Allá soy amigo del rey –
Tendré la mujer deseada
En la cama que prefiera
Me voy sin más a Pasárgada

Dice Manuel Bandeira, que este poema fue el de mayor gestación de toda su obra. Vio el nombre de Pasárgada a los dieciséis años en un autor griego. Estaba convencido de que era Xenofonte, pero buscó en la Ciropedia y no lo encontró. Luego supo que Estrabón y Arriano, autores no leídos, hablan de la famosa ciudad fundada por Ciro al oeste de Persépolis.
Supuso que Pasárgada quiere decir campo de los persas o tesoro de los persas; lo cierto es que suscitó en su imaginación un espacio pleno de delicias. Veinte años después, en su casa de la Rua do Curvelo, muy desanimado por lo que dejó de hacer en su vida debido a la enfermedad, salió de pronto del subconsciente “Vou-me embora para Pasárgada.

 

 

 

El Cactus
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Aquel Cactus recordaba los gestos desesperados de la estatuaria:
Laooconte amarrado por las serpientes,
Ugolino y los hijos hambrientos.
Traía de la memoria también el árido Nordeste,
palmerales de carnauba, espinosas catingas…
Era enorme, incluso para esta tierra de feracidad excepcional.

Un día un tifón enfurecido lo arrancó de raíz.
El cactus descansó atravesado en la calle,
al caer quebró los aleros del caserío de al lado,
impidió el tránsito de tranvías, coches, carretas,
arrancó los cables eléctricos y durante veinticuatro horas
privó a la ciudad de iluminación y energía:

-Era bello, punzante, insociable.

 

El animal
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Ayer vi un animal
en la basura del patio
rebuscando alimentos entre los desperdicios.

Cuando encontraba algo aparente
no lo examinaba ni lo olía
lo tragaba con voracidad.

El animal no era un perro
ni era un gato
ni siquiera un ratón.

Dios mío,
¡el animal hambriento era un hombre!

 

Elogio de la Ciudad de Río de Janeiro
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Alabo al Padre, alabo al Hijo
y alabo al Espíritu Santo.
Loado sea Dios, ensalzo al santo
de quien este Rio es hijo.

Alabo al patrón verdadero
– San Sebastián valeroso –
que un día del mes enero
le dio santo socorro.

Elogio a la Ciudad nacida
en el morro Cara de Perro.
Poco después conducida
al Castillo, y al momento
ocupando las faldas del otero,
creciendo en alrededores,
subiendo a cerros mayores
el Gran Río de Janeiro!

Río de Janeiro, ahora
de cuatrocientos eneros…
¡Oh Rio de mis primeros
sueños! (La última hora
de mi vida ojalá
llegue bajo tus cielos serenos,
porque así sentiré menos
abandonar el lugar.)

Ciudad de sol y de bruma,
si no eres ya capital
de esta nación, no está mal:
jamás capital alguna,
Río, eclipsará tu brillo,
alcanzará tu encanto.
Alabo al Padre, alabo al Hijo
y alabo al Espíritu Santo.

 

 

 

La Estrella de la Mañana
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Yo amo la estrella de la mañana
¿dónde está la estrella de la mañana?
mis amigos mis enemigos
busquen la estrella de la mañana

Al desaparecer iba desnuda
¿con quién desapareció?
buscad por todas partes

digan que soy un hombre sin orgullo
un hombre que lo acepta todo
¿qué me importa?
Deseo la estrella de la mañana

tres días y tres noches
fui asesino y suicida
ladrón, sinvergüenza, tramposo

virgem casi asexuada
torturadora de los afligidos
jirafa de dos cabezas
por todos pequé pequé con todos

pequé con los pícaros
pequé con los sargentos
quebranté la norma con los fusileros navales
violé las reglas de todas las maneras posibles
con los griegos y con los troyanos
con el cura y con el sacristán
con el leproso de Pouso Alto

conmigo mismo al final

Te esperaré con atracciones, novenarios, caballadas
comeré tierra y diré cosas de una ternura tan simple
que desfallecerás

Busquen por todas partes
pura o mancillada hasta la última bajeza
ansío la estrella de la mañana.

 

Canción de las dos Indias
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Entre estas Indias del Este
y las indias occidentales
Dios mío ¡qué distancia tan grande!
cuántos Océanos Pacíficos
cuántos arrecifes de corales
cuántas latitudes frías!
Islas que la tormenta arrasa
que los terremotos sumergen
devastadas Marambaias
escollos, sirenas, Medeas
pubis hasta no poder más
altos como la estrella del alba
lejanos como Oceanías
-blancas, sobrenaturales-
Oh inaccesibles playas!…

En la entrevista concedida a Paulo Mendes Campos, en 1949, respecto a este poema, Bandeira dijo: “Interpreto el poema como un símbolo de deseos irrealizables. Digo interpreto, porque no escribí los versos con intención de crear un símbolo. Es más, todos mis poemas nacieron así, sin premeditación, organizándose en mi subconsciente sin fiscalización de la inteligencia, y un buen día estallan inesperadamente como un relámpago.”

 

«La pregunta de la convergencia entre la poesía de Manuel Bandeira y la del Modernismo”, según dice Silviano Santiago, “continua y continuará abierta. Queda claro, mientras se cierra o no, que la poesía brasileña contemporánea no brotó de movimientos esparcidos e inconexos. La geografía nacional del Modernismo muestra que hubo encuentro de intuiciones, de diálogo, lazos afectivos, entendimientos intelectuales, desencuentros y diferencias entre los jóvenes escritores de los grandes centros literarios de Brasil en la época. Y los responsables de la disponibilidad de los entendimientos son, por orden cronológico: Manuel Bandeira, Mario de Andrade y Carlos Drummond de Andrade.» Tampoco estuvo Tarsila do Amaral esa semana en São Paulo. Espero que pueda encontrarme con ella y con Bandeira, en la que se celebre con ocasión del centenario. No estuvo Bandeira pero estuvo su poema Os Sapos, del poemario Carnaval, en la voz de Ronald de Carvalho; y para el caso fue mejor: dado el gran interés despertado por la crítica feroz a los parnasianos..

Los Sapos
Poema de Manuel Bandeira
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Los buches hinchando
Salen de la sombra
A saltos, los sapos
La luz los asombra

Con fragor que aterra
Brama el sapo buey:
-“Mi padre fue a la guerra!”
-“No fue”-“Fue”-“No fue!”.

El sapo tonelero,
Parnasiano aguado,
Dice:-“Mi cancionero
Está bien armado.

Vedle como primo
comiendo hiatos!
Que arte! Y no rimo
términos hermanos

Mi verso es bueno
trigo sin gorgojo
y rimo poniendo
consonantes de apoyo.

Hace cincuenta años
Que les di la norma
Reduje sin daños
En hormas la forma

Grite la pandilla
Críticas escépticas
Ya no hay poesía
Hay artes poéticas

Brama el sapo buey:
-“Mi padre fue rei”-“Fue!”
-“No fue”-“Fue”-“No fue!”.

Grita en un asomo
El sapo tonelero:
El gran arte es como
trabajo de joyero.

O bien de estatuario.
Todo lo bonito,
Todo lo variado,
Canta en el martillo”.

Otros, sapos botija
(Un mal en sí cabe),
Hablan por las tripas,
-“Sé”-“No sabe!”-“Sabe”.

Lejos de la grita,
Allá donde más densa
La noche infinita
Viste sombra inmensa;

Allá, oculto al mundo,
Sin gloria, sin fe,
En abismo profundo
Y solitario, es.

Que suspiras tú,
Transido de frio,
Sapo-curucú
Del borde del río…

*

 

 

 

 

 

 

Gabriela Mistral

 

Tenacidad, constancia, conocimiento, imaginación, capacidad de adaptación al medio. Eso vi en Lucila Godoy, aprendiz y maestra a un tiempo. Dice de sí quien sería Gabriel Mistral:
«Cuando yo fui echada del Liceo de La Serena mi madre y mi hermana pensaron en sacrificarme en bien mío, y hacerme regresar a la Escuela Normal, pues las tres habíamos visto claramente que yo no haría carrera en la enseñanza a menos de conseguir la papeleta consabida, que las gentes llaman título, palabra que quiere decir nombre pero que no nombra nada. Yo acepté e hicimos el triple esfuerzo de preparar exámenes, de obtener la fianza del caso, y de comprar el equipo de ropa. El día que mi madre fue a dejarme a la Escuela Normal la subdirectora, una gruesa señora; nos recibió en la puerta y sin oírnos y sin dar explicación alguna que le valiese y me valiese, me declaró que yo no había sido admitida. Pedimos hablar con la directora y la obesa señora lo rehusó, porque la directora era una norteamericana que no hablaba español. En esto no mentía, el ministerio contrataba para sus criollos algunos profesores que ignoraban la lengua».

Los sonetos de la muerte
Poemas de Gabriela Mistral

I
Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.

Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.

Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.

Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!

II
Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir…

Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente…
¡y después hablaremos por una eternidad!

Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.

Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir…

III
Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él…

Y yo dije al Señor: -«Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!

¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor»

Se detuvo la barca rosa de su vivir…
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!

Os Sonetos da Morte
Poemas de Gabriela Mistral
Traduçao de Pedro Sevylla de Juana

I
Do nicho gelado em que os homens te puseram,
te baixarei à terra humilde ensolarada.
Que devo me dormir nela os homens não souberam,
e que temos de sonhar sobre análoga almofada.

Te deitarei na terra ensolarada com uma
doçura de mãe para o filho dormido,
e a terra se fará suavidades de cuna
ao receber teu corpo de menino dorido.

Depois irei polvilhando terra e pó de rosas,
e na azulada e leve poeirada de lua,
irão ficando presos os ligeiros despojos.

Me afastarei cantando minhas vinganças formosas,
porque a essa fundura oculta a mão de nenhuma
baixará a me disputar teu punhado de ossos!

II
Este longo cansaço se fará maior um dia,
e o alma dirá ao corpo que seguir não quer
arrastando sua massa pela rosada via,
por onde vão os homens, contentes de viver…

Sentirás que a teu lado cavam briosamente,
que outra dormida chega à quieta cidade.
Esperarei que me tenham coberto totalmente…
¡e depois falaremos por uma eternidade.

Só então saberás por que não madura
para as fundas covas tua carne ainda,
tiveste que baixar, sem fadiga, a não ser.

Se fará a luz na zona dos fados, escura;
saberás que a nossa aliança sinal de astros tinha
e, rompido o pacto enorme, devias morrer…

III
Más mãos tomaram tua vida desde o dia
em que, a um sinal de astros, deixasse o plantio
nevado de açucenas. Em gozo florescia.
Más mãos funestamente cortaram o fio…

E eu disse ao Senhor: -«Pelas sendas mortais
lhe levam. ¡Sombra amada que não sabem guiar!
¡Arranca-o, Senhor, a essas mãos fatais
ou lhe afundas no longo sonho que sabes doar!

Não lhe posso seguir, não lhe posso gritar!
Sua barca empurra um negro vento de tempestade.
Retorna-o a meus braços ou lhe segas em flor»

Se deteve a barca rosa do seu avivar…
¿Que não sê do amor, que não tive piedade?
¡Tu, que me vais julgar, o compreendes, Senhor!

Fue tenaz y fue precoz, fue pionera, abrió puertas que se le cerraban. Así lo cuenta en sus escritos: «Empecé a trabajar en una escuela de la aldea llamada Compañía Baja a los catorce años, como hija de gente pobre y con padre ausente y un poco desasido. Enseñaba yo a leer a alumnos que tenían desde cinco a diez años y a muchachotes analfabetos que me sobrepasaban en edad.»

Diplomática la autora también en Brasil, he querido traducir Besos como ejemplo de sus poemas de amor.

Besos
Poema de Gabriela Mistral

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero…? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos… vibró un beso,
y qué viste después…? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Beijos
Poema de Gabriela Mistral
Traduçao de Pedro Sevylla de Juana

Há beijos que pronunciam por si sós
a sentença de amor condenatória,
há beijos que se dão com a mirada
há beijos que se dão com a memória.

Há beijos silenciosos, beijos nobres
há beijos enigmáticos, sinceiros
há beijos que se dão só as almas
há beijos por proibidos, verdadeiros.

Há beijos que calcinam e que ferem,
há beijos que arrebatam os sentidos,
há beijos misteriosos que hão deixado
mil sonhos errantes e perdidos.

Há beijos problemáticos que encerram
uma chave que ninguém tem decifrado,
há beijos que engendram a tragédia
quantas rosas em broche hão desfolhado.

Há beijos perfumados, beijos tíbios
que palpitam em íntimos anelos,
há beijos que nos lábios deixam rastos
como um campo de sol entre dois gelos.

Há beijos que parecem açucenas
por sublimes, ingénuos e por puros,
há beijos traiçoeiros e covardes,
há beijos malditos e perjuros.

Judas besa a Jesús e deixa impressa
em seu rosto de Deus, a felonia,
enquanto a Magdalena com seus beijos
fortalece piedosa sua agonia.

Desde então nesses beijos palpita
o amor, a traição e as dores,
nos casamentos humanos se parecem
à brisa que joga com as flores.

Há beijos que produzem desvarios
de amorosa paixão ardente e louca,
tu os conheces bem são beijos meus
inventados por mim, para tua boca.

Beijos de flama que em rastro impresso
levam os surcos dum amor vedado,
beijos de tempestade, selvagens beijos
que só nossos lábios têm provado.

Te lembras do primeiro…? Indefinível;
cobriu tua face de rubores roxos
e nos espasmos de emoção terrível,
se encheram de lágrimas teus olhos.

Te lembras que uma tarde em louco excesso
te vi zeloso imaginando agravos,
te suspendi em meus braços… vibrou um beijo,
e quê viste depois…? Sangue nos meus lábios.

Eu te ensinei a beijar: os beijos frios
são de impassível coração de rocha,
eu te ensinei a beijar com beijos meus
descobertos por mim, para tua boca.

*

 

 

 

Pagu Patrícia Galvão

 

La obra poética continúa siendo poco estudiada por los críticos literarios, seguramente, debido a la importancia de la novela proletaria “Parque Industrial”. Aunque, también, se debe tener en cuenta, que convivió con poetas de la talla de Carlos Drummond de Andrade o Cecília Meireles, entre otros.

Natureza morta
Poema de Pagu

Os livros são dorsos de estantes distantes quebradas.
Estou dependurada na parede feita um quadro.
Ninguém me segurou pelos cabelos.
Puseram um prego em meu coração para que eu não me mova
Espetaram, hein? a ave na parede
Mas conservaram os meus olhos
É verdade que eles estão parados.
Como os meus dedos, na mesma frase.
Espicharam-se em coágulos azuis.
Que monótono o mar!

Os meus pés não dão mais um passo.
O meu sangue chorando
As crianças gritando,
Os homens morrendo
O tempo andando
As luzes fulgindo,
As casas subindo,
O dinheiro circulando,
O dinheiro caindo.
Os namorados passando, passeando,
O lixo aumentando,
Que monótono o mar!

Procurei acender de novo o cigarro.
Por que o poeta não morre?
Por que o coração engorda?
Por que as crianças crescem?
Por que este mar idiota não cobre o telhado das casas?
Por que existem telhados e avenidas?
Por que se escrevem cartas e existe o jornal?
Que monótono o mar!

Estou espichada na tela como um monte de frutas apodrecendo.
Si eu ainda tivesse unhas
Enterraria os meus dedos nesse espaço branco
Vertem os meus olhos uma fumaça salgada
Este mar, este mar não escorre por minhas faces.
Estou com tanto frio, e não tenho ninguém …
Nem a presença dos corvos.

Natureza morta, el poemas más impotante de Pagú, fue editado por el Diário de São Paulo, el 15 de agosto de 1948, firmado com el seudónimo Solange Sohl.

Naturaleza muerta
Poema de Pagu
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Los libros forman las espaldas de los estantes
distantes quebradas.
Estoy colgada en la pared a modo de un cuadro.
Nadie me sujetó por los cabellos.
Clavaron un clavo en mi corazón para que no me moviera
Ensartaron, ¿no es así? el ave en el muro
Pero preservaron mis ojos
Es verdad que ellos están quietos.
Como mis dedos, en la misma frase.
Se agujerearon en coágulos azules.
¡Que monótono resulta el mar!

Mis pies no dan ni un paso más.
Mi sangre está llorando
Los niños gritando,
Los hombres muriendo
El tiempo avanzando
Las luces resplandeciendo,
Las casas trepando,
El dinero circulando,
El dinero descendiendo.
Los novios desfilando, paseando,
La basura creciendo,
¡Que monótono resulta el mar!

Traté de encender el cigarrillo otra vez.
¿Por qué no muere el poeta?
¿Por qué el corazón se ceba?
¿Por qué progresan los niños?
¿Por qué este mar se muestra incapaz
de cubrir el tejado de las casas?
¿Por qué hay tejados y avenidas?
¿Por qué se escriben cartas y se imprime el periódico?
¿Que monótono resulta el mar!

Estoy empalada en el lienzo pintado
como un monte de frutas pudriéndose.
Sí todavía me quedaran uñas
Enterraría mis dedos en ese espacio blanco
Difunden mis ojos un humo salado
Este mar, este mar no navega por mis mejillas.
Estoy tan fría, y tan sola…
Hasta la presencia de los cuervos me falta.
PSdeJ

 

NOTHING
Poema de Pagu

Nada nada nada
Nada mais do que nada
Porque vocês querem que exista apenas o nada
Pois só existe o nada
Um pára-brisa partido uma perna quebrada
O nada
Fisionomias massacradas
Tipóias em meus amigos

Portas arrombadas
Abertas para o nada
Um choro de criança
Uma lágrima de mulher à-toa
Que quer dizer nada
Um quarto meio escuro
Com um abajur quebrado
Meninas que dançavam
Que conversavam
Nada
Um copo de conhaque
Um teatro
Um precipício
Talvez o precipício queira dizer nada
Uma carteirinha de travel’s check
Uma partida for two nada
Trouxeram-me camélias brancas e vermelhas
Uma linda criança sorriu-me quando eu a abraçava
Um cão rosnava na minha estrada
Um papagaio falava coisas tão engraçadas
Pastorinhas entraram em meu caminho
Num samba morenamente cadenciado
Abri o meu abraço aos amigos de sempre
Poetas compareceram
Alguns escritores
Gente de teatro
Birutas no aeroporto
E nada

Nothing, fue el último poema publicado por Pagu viva. Salió en A Tribuna, el 23 de setiembre de 1962 , antes de viajar a París para someterse a la operación del cáncer de pulmón que padecía.

Nothing
Poema de Pagu
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Nada nada nada
Nada más que nada
Porque vosotros queréis que no haya cosa alguna
Pues sólo queda la nada
Un parabrisas partido una pierna quebrada
La nada
Semblantes afligidos
palanquines en mis amigos

Puertas forzadas
Abiertas hacia la nada
Un llanto infantil
Una lágrima de mujer irreflexiva
Que no quiere decir nada
Un cuarto en penumbra
Con un reverbero cuarteado
Niñas que danzaban
Que charlaban
Nada
Un vaso de coñac
Un teatro
Un barranco
Tal vez el abismo simboliza la nada
Un talonario de cheques de viaje
Una partida a for tu nada
Me trajeron camelias blancas y rojas
Un pequeñín me sonrió cuando yo lo abrazaba
Un perro gruñía en mi carretera
Un papagayo decía cosas graciosas
Zagalas se cruzaron conmigo
En una samba armonizada al modo africano
Abrí mi abrazo a los amigos de siempre
Poetas hicieron acto de presencia
Algunos escritores
Gente de teatro
Veletas en el aeropuerto
Y nada
PSdeJ

 

Canal
Poema de Pagu

Nada mais sou que um canal
Seria verde se fosse o caso
Mas estão mortas todas as esperanças
Sou um canal
Sabem vocês o que é ser um canal?
Apenas um canal?

Evidentemente um canal tem as suas nervuras
As suas nebulosidades
As suas algas
Nereidazinhas verdes, às vezes amarelas
Mas por favor
Não pensem que estou pretendendo falar
Em bandeiras
Isso não

Gosto de bandeiras alastradas ao vento
Bandeiras de navio
As ruas são as mesmas.
O asfalto com os mesmos buracos,
Os inferninhos acesos,
O que está acontecendo?
É verdade que está ventando noroeste,
Há garotos nos bares
Há, não sei mais o que há.
Digamos que seja a lua nova
Que seja esta plantinha voacejando na minha frente.
Lembranças dos meus amigos que morreram
Lembranças de todas as coisas ocorridas
Há coisas no ar…
Digamos que seja a lua nova
Iluminando o canal
Seria verde se fosse o caso
Mas estão mortas todas as esperanças
Sou um canal.

El poema Canal fue publicado en A tribuna de Santos, SP, el 27 del 11 de 1960

Canal
Poema de Pagú
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

No soy más que un canal
Sería verde si así fuera
Pero murieron todas las esperanzas
Soy un canal
¿Saben ustedes lo que es ser un canal?
¿Solo un canal?

Es cierto, un canal tiene sus nervaduras
Sus lobregueces
Sus algas
Mínimas Nereidas verdes, a veces amarillas
Pero por favor
No piensen que estoy pretendiendo hablar
En bandas
Eso no

Me gustan las banderas ondeando al viento
Banderas de navío
Las calles son las mismas.
El asfalto cuenta con aquellos agujeros,
Los infiernillos inflamados,
¿Lo que está ocurriendo?
Es verdad que está ventando noroeste,
Hay muchachos en los bares
Hay, no sé qué más hay.
Digamos que salga la luna nueva
Que sea esta plantita revoloteando ante mí.
Memoria de mis amigos muertos
Recuerdos de todos los hechos ocurridas
Hay objetos en el aire…
Digamos que aparezca la luna nueva
Iluminando el canal
Sería verde si fuera necesario
Pero están muertas todas las esperanzas
Soy un canal.

 

 

(Fósforos de seguranza)
Poema de Pagu

Fósforos de segurança
Indústrias tais
Fatais.
Isso veio hoje numa pequena caixa
Que achei demasiado cretina
Porque além de toda essa história
De São Paulo – Brasil
Dava indicações do nome da fábrica.
Que eu não vou dizer
Porque afinal o meu mister não é dizer
Nome de indústria
Que não gosto nem um pouquinho
De publicidade
A não ser que
Isso tudo venha com um nome de família
Instituição abalizada
Que atrapalha a vida de quem nada quer saber
Com ela.
Ela, ela, ela.

Hoje me falaram em virtude
Tudo muito rito, muito rígido
Com coisinhas assim mais ou menos
Sentimentais.

Tranças faziam balanças
Nas grandes trepadeiras
Estávamos todos por conta de.

Nascinaturos espalhavam moedinhas
Evidentemente estavam brincando
Pois evidentemente, nos tempos atuais
Quem espalha moedas
Ou é louco, ou é porque
Está brincando mesmo.
O que irritou foi o porquê.

(Fósforos de seguridad)
Poema de Pagu
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Fósforos de seguridad
Industrias tales
Fatales.
Eso llegó hoy en una cajita
Que hallé demasiado tonta
Porque además de toda esa historia
De São Paulo – Brasil
Daba indicaciones sobre el nombre de la fábrica.
Que no voy a revelar
Porque al fin y al cabo no estoy obligado a decir
Nombre de industria
Que no me gusta ni tanto así
De publicidad
A menos que
Todo eso venga bajo un nombre de familia
Institución avalada
Que complica la vida de quien nada quiere saber
de ella.
Ella, ella, ella.

Hoy me hablaron de manera fina
Todo muy ritual, muy rígido
De asuntillos así más o menos
Sentimentales.

Se balanceaban madejas
En las grandes trepadoras
Estábamos todos por cuenta de.

Nonatos ya nacidos esparcían calderilla
Evidentemente estaban jugueteando
Pues, la verdad es que, en los tiempos actuales
Quien desparrama monedas
O está loco, o es porque
está bromeando aún.
Lo que irritó fue la razón de ser.

 

 

Um peixe.
Poema de Pagu

Um pedaço de trapo que fosse
Atirado numa estrada
Em que todos pisam
Um pouco de brisa
Uma gota de chuva
Uma lágrima
Um pedaço de livro
Uma letra ou um número
Um nada, pelo menos
Desesperadamente nada.

Un pez
Poema de Pagu
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Un pedazo de trapo que
arrojaron en una carretera
En la que todos pisan
Un poco de brisa
Una gota de lluvia
Una lágrima
Un fragmento de libro
Una letra o un número
Una nada, por lo menos
Descorazonadamente nada.

 

 

Parque Industrial es una novela inclasificable, pues, considerada como ejemplo de la didáctica panfletaria, representa una profunda revolución en lo referente al lenguaje. Incluso en la elaboración del enredo argumental, en el empleo de las figuras literarias y en la construcción de las frases conforme a la técnica cinematográfica. Su crítica al comportamiento burgués abarca los ámbitos de la explotación, tanto económica como sexual. Pongo un fragmento a modo de ilustración; donde el personaje Corina, obrera mulata, al quedarse preñada de un burgués explotador, es expulsada de la casa y del trabajo:

Corina

Corina chora na sarjeta, rodeada. Algumas mulheres falam com ela. Mas as crianças gritam, implacáveis de moral burguesa.
– Puta!
-Olha a barriga dela!
Passa a noite andando. Mexem com ela. Não sabe onde ele mora. Não está na garçonnière. Arnaldo. Nunca lhe dera outro nome. Sabia o número do automóvel.
A manhã leva ela pra oficina.
Madame Joaninha aparece de tarde.
As garotas cochicham com risinhos.
– Viu, Otávia? A Corina de barriga! Juro que está!
Uma delas vai linguarar para a madame. A costureira chama a mulata. Todas se alvoroçam. É uma festa pras meninas. Ninguém sente a desgraça da colega. A costura até se atrasa.
– Abortar? Matar o meu filhinho?
A cabeça em rebuliço. As narinas se acendem.
– Sua safadona! Então, vá se raspando. No meu ateliê há meninas. Não posso misturá-las com vagabundas.
– Para onde hei de ir? (GALVÃO, 1994, p. 46

Corina
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Corina, rechazada, llora en el sumidero de aguas residuales, arrinconada. Algunas mujeres hablan con ella. Pero los niños gritan, implacables, lo que les dicta su moral burguesa.
– ¡Puta!
– ¡Mira la barriga que lleva!
Pasa la noche caminando sin objetivo. Se agitan al verla. Ignora donde habita él. No está en el prostíbulo. Arnaldo. Nunca le había llamada de otra manera. Conocía el número de matrícula del automóvil.
La mañana la empuja a ella hacia el taller
Madame Joaninha tarda en aparecer.
Las chicas cuchichean entre risitas.
– ¿Vio, Otávia? ¡La Corina embarrigada! ¡Buena recompensa!
Una de ellas la va a criticar ante la madame. La modista llama a la mulata. Todas se amotinan. Es una fiesta para las muchachas. Nadie siente la desgracia de la compañera. La costura se está interrumpiendo.
– ¿Abortar? ¿Matar a mi hijito?
La mente se llena de confusión. Las fosas nasales se abren encendidas.
– ¡Guarra! Entonces, vete ya con viento fresco. En mi taller de costura hay niñas. No puedo mezclarlas con vagabundas.
– Y ¿A dónde voy?

 

«Eu procurava. Sem saber o quê. Sem nada esperar. Alguma coisa que me absorvesse com certeza. (…) tinha momentos de grande enternecimento junto de meu filho. Mas eu repelia esses momentos. Eu sofria muito, desconhecendo a causa desse sofrimento. Uma noite, andei pelas ruas vazias, chorando; depois, muitas outras noites.»

– Patrícia Galvão, em «Paixão Pagu: uma autobiografia precoce de Patrícia Galvão».
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

«Yo buscaba. Sin saber qué. Sin esperar nada. Algo que atrajera mi interés con convicción. (…) tenía instantes de gran ternura junto de mi hijo. Pero rechazaba esos momentos. Yo sufría mucho, desconociendo la causa de ese sufrimiento. Una noche, caminé por las calles vacías, llorando; después, muchas otras noches.»

«A liberdade e a prisão
Ter um barco que percorra
distâncias incríveis
Saber remendar um sapato
Encontrar um amor
Amor de verdade
Ser vento, ser luz, fogo ou carvão
Tudo, tudo, tudo
Menos esta ratoeira»

Poema de Pagu, sin título, traducido por PSdeJ

«La libertad y la prisión
Tener un barco que recorra distancias increíbles
Saber remendar un zapato
Encontrar un amor
Amor de verdad
Ser viento, ser luz, fuego o carbón
Todo, todo, todo
Menos esta ratonera»

 

 

 

 

José Asunción Silva

 

A los diez años José Asunción Silva escribe el poema “La primera comunión”. A los diecinueve pasa un año en Europa y regresa diez años mayor: poeta consumado y varón perfecto: culto, elegante, educado, serio, trabajador, practicante de la amistad bien entendida. Lo amó el cariño, lo odió la envidia. Al igual que Luís de Camões naufraga y pierde sus trabajos en el agua. Del portugués se ha dicho y se ha dibujado -hasta un sello de correos lo muestra- que nadando con un brazo, salvó sus escritos en el otro alzado. El bogotano perdió parte de su obra, obra importante de una vida corta. Pero José Asunción Silva se define como escritor en cada uno de sus escritos, en cada una de sus traducciones, en su correspondencia; es lo que es y es mucho, por eso importa menos lo que perdió o lo que pudo haber escrito en una madurez imaginada, que él, no obstante, adelantó. La vida y la muerte iban de la mano a los ojos de Silva; y en “Gotas amargas” la muerte ya es algo propio. Alcanzar las estrellas con las manos, desde las raíces terrenas de los pies, fue su empeño imposible. Tomo para traducirlo el largo poema titulado “Al pie de la estatua”, porque en él recoge las formas y los fondos de Jorge Manrique y de Rubén Darío, para sumarlos a los suyos con una naturalidad sorprendente.

 

Al pie de la estatua.
A Caracas
Poema de José Asunción Silva

Con majestad de semidiós cansado
por un combate rudo,
y expresión de mortal melancolía
álzase el bronce mudo
que el embate del tiempo desafía,
sobre marmóreo pedestal que ostenta
de las libres naciones el escudo
y las batallas formidables cuenta;
y su perfil severo,
que del sol baña la naciente gloria,
parece dominar desde la altura
el horizonte inmenso de la historia.
Un mundo de nobleza se adivina
en la grave expresión de la escultura
que el triunfador acero a tierra inclina
con noble y melancólica postura,
y tiene el monumento soberano,
alzado de los hombres para ejemplo,
lo triste de una tumba -do no llega
el vocerío del tumulto humano-
y la solemne majestad de un templo.
Amplio jardín florido lo circunda
y se extiende a sus pies, donde la brisa
que entre las flores pasa
con los cálices frescos se perfuma,
y la luz matinal brilla y se irisa
de claros surtidores en la espuma;
y, do bajo lo verde
de las tupidas frondas,
sobre la grama de la tierra negra,
loca turba infantil juega y se pierde
y del lugar la soledad alegra
al agitarse en cadenciosas rondas,
forjando con las risas y los gritos
de las húmedas bocas encarnadas,
con las rizosas cabecitas blondas
y las frescas mejillas sonrosadas,
un idilio de vida sonriente
y de alegría fatua,
al pie del pedestal donde imponente
se alza sobre el cielo transparente
la epopeya de bronce de la estatua.
Nada la escena dice
al que pasa a su lado indiferente
sin que la poëtice
en su alma el patrio sentimiento…
Fija
en ella sus miradas el poeta,
con quien conversa el alma de las cosas,
en son que lo fascina,
para quien tienen una voz secreta
las leves lamas grises y verdosas
que al brotar en la estatua alabastrina
del beso de los siglos son señales,
y a quien narran leyendas misteriosas
las sombras de las viejas catedrales.
Y al ver el bronce austero
que sobre el alto pedestal evoca
al héroe invicto de la magna lucha,
una voz misteriosa que lo toca
en lo más hondo de su ser escucha
y en el amplio jardín detiene el paso.
Dice la voz de la ignorada boca
que en el fondo del alma le habla paso:
«¡Oh, mira el bronce, mira
cuál se alza, en el íntimo reposo
de la materia inerte,
y qué solemne majestad respira
la estatua del coloso
vencedora del tiempo y de la muerte!
¡Que resuene tu lira
para decir que el viento de los siglos
que al soplar al través de las edades,
va tornando en pavesas
tronos, imperios, pueblos y ciudades,
se trueca en brisa mansa
cuando su frente pensativa besa!

«En la feraz llanura
vivió feliz el indio, cuya seca
momia, por mano amiga sepultada,
duerme en el fondo de la cripta hueca,
ha siglos olvidada.
A la orilla del lago
en donde el agua, cuando el sol se oculta,
forja un paisaje tenebroso y vago,
¡ha siglos vino hispano aventurero
atravesando la maleza inculta
a abrevar el ligero
corcel, cansado del penoso viaje,
cuyas recias pisadas despertaron
los dormidos murmullos del follaje!

«¡Como sombras pasaron!
¿Quién sus nombres conserva en la memoria?
¡Cómo escapa, perdido,
de las hondas tinieblas del olvido
un pueblo al veredicto de la historia!
¡Cuántas generaciones olvidadas,
hoy en las sombras de lo ignoto duermen,
a la fecunda tierra entremezcladas,
do el humus yace y se dilata el germen,
que no dejaron al pasar más huellas,
con sus glorias, sus luchas y sus duelos,
que la que deja el pájaro que cruza
el azul transparente de los cielos!

«¡Cuántas! Y en cambio, escucha:
¡Una sola, una sola
generación se engrandeció en la lucha
que redimió a la América Española!
¡Y legó a los poetas del futuro
más nombres que cantar, más heroísmos
que narrar a las gentes venideras,
que astros guarda el espacio en sus abismos
y conchas tiene el mar en sus riberas!

«Cuenta la grande hazaña
de aquella juventud que decidida
en guerra abierta con la madre España,
ofrendó sangre, bienestar y vida;
canta las rudas épocas guerreras,
de luchas; los potentes paladines
de cuerpos de titán y almas enteras,
que de América esclava los confines
desplegadas al aire las banderas,
y al rudo galopar de sus bridones
recorrieron, llamando a las naciones
con el bélico son de sus clarines.
Y en la oda potente
que en sus estrofas sonorosas cuente
el esfuerzo tenaz, la lidia, dura,
que dieron libertad a un continente
y al hispano dominio sepultura,
¡haz surgir la figura
del Padre de la Patria, cuyas huellas
irradian del pasado
en el fondo sombrío,
como en las noches plácidas y bellas
Júpiter coronado de centellas,
hace palidecer en el vacío
la lumbre sideral de las estrellas!

«No lo evoque tu acento
cuando el designio soberano toma
de redimir la América oprimida,
en la hora sublime y taciturna
en que pronuncia el grave juramento
de la cesárea Roma
en la desierta soledad nocturna;
no, cuando en el fragor de la batalla,
en sus ojos la idea,
con eléctrico brillo centellea,
mientras que la metralla
y el bronco resonar de los cañones
y el ímpetu de rayo
de los americanos batallones,
pavor y angustia extrema
siembran en los deshechos escuadrones
de los nietos del Cid y de Pelayo;
no, cuando la Victoria,
como mujer enamorada, sigue
el paso audaz de su corcel fogoso
que va a beber del Rímac en las ondas,
y se le entrega loca y lo persigue;
no, cuando brinda opima
cosecha de placeres soberanos,
a sus sentidos la opulenta Lima,
ni cuando el gran concierto
de un continente, Padre le proclama,
y «arbitro de la paz y de la guerra»
y su nombre la Fama
esparce a los confines de la tierra.
No, no lo cantes en las horas buenas
en que, unido a los vítores triunfales,
vibró en su oído el son de las cadenas,
que rompió, de los tiempos coloniales:
cántalo en las derrotas,
en la escena de grave desaliento
en que sus huestes considera rotas
por las hispanas filas,
y perdida la causa sacrosanta,
y una lágrima viene a sus pupilas,
y la voz se le anuda en la garganta,
y recobrando brío,
y dominando el cuerpo que estremece
de la fiebre el sutil escalofrío,
grita: «Triunfar».
Y la tristeza exalta
de tenebrosa noche de septiembre
cuyos negros recuerdos nos oprimen,
en que la turba su morada asalta,
y femenil amor evita el crimen
infando… Y luego cuenta
las graves decepciones
que aniquilan su ser; las pequeñeces
de míseras pasiones,
que, por el campo en que soñó abundante
cosecha ver de sazonadas mieses,
van extendiendo míseras raíces
en torno, cual la yerba
que el vigor de los gérmenes enerva
y mata, al envolverlos en sus lazos.
Di su sueño más grande hecho pedazos.
¡Di el horror suicida
de la primera contienda fratricida,
en que, perdidos los ensueños grandes
de planes soberanos,
las colosales gradas de los Andes
moja sangre de hermanos!
¡Oh! Di cuando clarea
el misterioso panorama oscuro
que ofrece a sus miradas el futuro,
y con sus ojos de águila sondea
hasta el fin de los tiempos, y adivina
el porvenir de luchas y de horrores
que le aguarda a la América latina.
Di las melancolías
de sus últimos días
cuando a la orilla de la mar, a solas
sus tristezas profundas acompaña
el tumulto verdoso de las olas;
¡cuenta sus postrimeras agonías!
«Otros canten el néctar
que su labio libó: di tú las hieles;
tú que sabes la magia soberana
que tienen las ruïnas,
y al placer huyes, y su pompa vana,
y en la tristeza complacerte sueles,
di en tus versos, con frases peregrinas
la corona de espinas
que colocó la ingratitud humana
en su frente, ceñida de laureles.
Y haz el poema sabio
lleno de misteriosas armonías,
tal que, al decirlo, purifique el labio
como el carbón ardiente de Isaías;
hazlo un grano de incienso
que arda, en desagravio
a su grandeza, que a la tierra asombra,
y al levantarse al cielo un humo denso
trueque en sonrisa blanda
el ceño grave de su augusta sombra!

«Deja que, al conmoverse cada fibra
de tu ser, con las glorias que recuerdas,
en ella vibre un canto, como vibra
una nota melódica en las cuerdas
del teclado sonoro;
la débil voz levanta:
inmensa multitud formará el coro;
¡flota en la luz del sol, estrofa santa!
¡vibrad, liras sonoras del espíritu!
¡Álzate, inspiración, poeta, canta…!»

«¡Oh, no! Cuanto pudiera
(así en interno diálogo responde,
del poeta la voz), el bronce augusto
sugerir de emoción grave y sincera,
escrito está en la forma
que en clásico decir buscó su norma,
por quien bebió en la vena
de la robusta inspiración latina
y apartando la arena
tomó el oro más puro de la mina
y lo fundió con cariñoso esmero,
y en estrofas pulidas cual medallas
grabó el perfil del ínclito guerrero …
«¡Oh recuerdos de trágicas batallas!
¡Oh recuerdos de luchas y victorias!
¡No será nuestra enclenque
generación menguada
la que entrar ose al épico palenque
a cantar nuestras glorias!
¡Oh siglo que declinas:
te falta el sentimiento de lo grande!».
Calla el poeta; y si la estrofa escande
huye la vasta pompa
y le da blando son de bandolinas
¡Y no tañido de guerrera trompa!

«¡Oh sacrosantos manes
de los que «Patria y libertad» clamando
perecisteis en trágicas palestras:
más bien que orgullo, humillación sentimos
si vamos comparando
nuestras vidas triviales con las vuestras!
somos como enfermizo descendiente
de alguna fuerte raza,
que expuestos en histórica vitrina
mira el escudo, el yelmo, la tizona
y la férrea coraza
que para combatir de Palestina
en la distante zona,
en la Cruzada, se ciñó el abuelo;
al pensar, baja la mirada al suelo,
con vergüenza sombría,
que si el arnés pesado revistiera
de aquel cuya firmeza y bizarría
en el campo feral causaba asombros,
bajo su grave peso cedería
la escasa resistencia de sus hombros…

¡Oh padre de la Patria!
Te sobran nuestros cantos; tu memoria
cual bajel poderoso,
irá surcando el oceano oscuro
que ante su dura quilla abre la historia
y llegará a las playas del futuro.
Junto a lo perdurable de tu gloria,
es el rítmico acento
de los que te cantamos,
cual los débiles gritos de contento
que lanzan esos niños, cuando en torno
giran del monumento;
mañana, tras la vida borrascosa,
dormirán en la tumba hechos ceniza,
y aun alzará a los cielos su contorno
el bronce que tu gloria inmortaliza.
Dice el poeta, y tiende la mirada,
por el amplio jardín, donde la brisa
que entre las flores pasa,
en los cálices frescos se perfuma,
y la luz matinal brilla y se irisa
de claros surtidores en la espuma;
y, do, bajo lo verde
de las tupidas frondas,
sobre la grama de la tierra negra,
Loca turba infantil grita y se pierde
y la tristeza del lugar alegra
Al agitarse en cadenciosas rondas,
forjando con las risas y los gritos
de las húmedas bocas encarnadas,
con las rizosas cabecitas blondas
y las frescas mejillas sonrosadas,
un idilio de vida sonriente
Y de alegría fatua
Al pie del pedestal, donde imponente
se alza sobre el cielo transparente
la epopeya de bronce de la estatua.

(Poema de “Libro de Versos”. Silva leyó este poema en 1895, el día de la fiesta nacional de Venezuela, durante la recepción que el ministro de ese país ofreció en Bogotá. Está incluido en “Obra completa de José Asunción Silva”, edición crítica del Centenario. Héctor H. Orjuela, Coordinador)

 

 

Ao pé da estátua
Poema de José Asunción Silva
Tradução Pedro Sevylla de Juana

Com majestade de semideus cansado
por um combate rudo
e expressão de mortal melancolia,
alçasse o bronze mudo
que o embate do tempo desafia,
sobre marmóreo pedestal que ostenta
das livres nações o escudo
e as batalhas formidáveis conta;
e seu perfil severo,
que do sol banha a nascente glória,
parece dominar desde a altura
o horizonte imenso da história.
Um mundo de nobreza se adivinha
na grave expressão da escultura
que o triunfador aço a terra inclina
com nobre e melancólica postura;
e tem o monumento soberano,
alçado dos homens para exemplo,
o triste duma tumba -onde não chega
a vozearia do tumulto humano-
e a solene majestade dum templo.
Amplo jardim florido o circunda
e se estende a seus pés, onde a brisa
que entre as flores passa
com os cálices frescos se perfuma,
e a luz matinal brilha e se irisa
de claros chafarizes na escuma;
e, onde baixo o verde
das florestas,
sobre a grama da terra negra,
louca turba infantil joga e se perde
e do lugar a solidão alegra
ao se agitar em cadenciosas rondas,
forjando com os risos e os gritos
das húmidas bocas encarnadas,
com as cacheadas cabecinhas louras
e as frescas bochechas rosadas,
um idílio de vida sorridente
e de alegria fátua,
ao pé do pedestal onde imponente
se alça sobre o céu transparente
a epopeia de bronze da estátua.
Nada a cena diz
ao que passa a seu lado indiferente
sem que a poetize
na sua alma o pátrio sentimento…
Fixa
nela suas miradas o poeta,
com quem conversa o alma das coisas,
em som que o fascina,
para quem têm uma voz secreta
os leves mofos cinzas e verdosos
que ao brotar na estátua alabastrina
do beijo dos séculos são sinais,
e a quem narram lendas misteriosas
as sombras das velhas catedrais.
E ao ver o bronze austero
que sobre o crescido pedestal evoca
ao herói invicto da magna luta,
uma voz misteriosa que o toca
no mais fundo de seu ser escuta
e no amplo jardim detém o passo.
Diz a voz da ignorada boca
que no fundo do alma lhe fala passo:
«¡Oh, olha o bronze, olha
qual se alça, no íntimo repouso
da matéria inerte,
e daí solene majestade respira
a estátua do colosso
vencedora do tempo e da morte!
¡Que ressoe tua lira
para dizer que o vento dos séculos
que soprando a través das idades,
vai volvendo faíscas quietas
tronos, impérios, povos e cidades,
se troca em brisa mansa
quando sua testa pensativa beija!

«Na feraz planície
viveu feliz o índio, cuja seca
múmia, por mão amiga sepultada,
dorme no fundo da cripta oca,
faz séculos esquecida.
À beira do lago
onde a água, quando o sol se oculta,
forja uma paisagem tenebrosa e vadia,
¡faz séculos veio hispano aventureiro
atravessando a moita inculta
a abeberar o ligeiro
corcel, fatigado da penosa viagem,
cujas fortes pegadas acordaram
os dormidos murmulhos da folhagem!

«Como sombras passaram!
Quem seus nomes conserva na memória?
Como escapa, perdido,
das fundas trevas do olvido
um povo ao veredicto da história!
Quantas gerações esquecidas,
hoje nas sombras do ignoto dormem,
à fecunda terra entremescladas,
do o humus jaz e se dilata o germe,
que não deixaram ao passar mais pegadas,
com suas glórias, suas lutas e seus duelos,
que a deixada pelo pássaro que cruza
o azul transparente dos céus!

«Quantas! E ao contrário, escuta:
Uma única, uma sozinha
geração se engrandeceu na luta
que remiu à América Espanhola!
E legou aos poetas do futuro
mais nomes que cantar, mais heroísmos
que narrar às gentes vindouras,
que astros guarda o espaço em seus abismos
e conchas tem o mar em suas bordas!

«Conta a grande façanha
daquela juventude que decidida
em guerra aberta com a mãe Espanha,
oferendou sangue, bem-estar e vida;
canta as rudas épocas guerreiras,
de lutas; os potentes paladinos
de corpos de titã e almas inteiras,
que de América escrava os confins
despregadas ao ar as bandeiras,
e ao rudo galopar de seus bridões
percorreram, chamando às nações
com o bélico som de seus clarins.
E na ode potente
que em suas estrofas sonorosas conte
o esforço tenaz, a lide, dura,
que deram liberdade a um continente
e ao hispano domínio sepultura,
faz surgir a figura
do Pai da Pátria, cujas pegadas
irradian do passado
no fundo sombrio,
como nas noites plácidas e belas
Júpiter coroado de centelhas,
faz palidecer no vazio
a lume sideral das estrelas!

«Não o evoque o teu acento
quando o desígnio soberano toma
de redimir a América oprimida,
na hora sublime e taciturna
em que pronúncia o grave juramento
da cesárea Roma
na deserta solidão noturna;
não, quando no fragor da batalha,
no seus olhos a ideia,
com elétrico brilho centelha,
enquanto a metralha
e o áspero ressoar dos canhões
e o ímpeto de raio
dos americanos batalhões,
pavor e angústia extrema
semeiam nos desfeitos esquadrões
dos netos do Cid e de Pelayo;
não, quando a Vitória,
como mulher apaixonada, segue
o passo audaz de seu corcel fogoso
que vai beber do Rímac nas ondas,
e se lhe entrega louca e o persegue;
não, quando brinda opima
colheita de prazeres soberanos,
a seus sentidos a opulenta Lima,
nem quando o grande concerto
dum continente, Pai lhe proclama,
e «arbitro da paz e da guerra»
e seu nome a Fama
esparge aos confins da terra.
Não, não o cantes nas horas boas
em que, unido aos vivas triunfais,
vibrou no seu ouvido o som das cadeias,
que rompeu, dos tempos coloniais:
o canta nas derrotas,
na cena de grave desalento
em que suas hostes considera rotas
pelas hispanas filas,
e perdida a causa sacrossanta,
e uma lágrima vem a suas pupilas,
e a voz se lhe pega na garganta,
e recobrando brío,
e dominando o corpo que estremece
da febre o subtil escalafrío,
grita: «Triunfar».
E a tristeza exalta
de tenebrosa noite de setembro
cujas negras lembranças nos oprimem,
em que a turba sua morada assalta,
e feminil amor evita o crime
infando… E depois conta
as graves decepções
que aniquilam seu ser; as pequenezes
de míseras paixões,
que, pelo campo em que sonhou abundante
colheita ver de sazonadas messes,
vão estendendo míseras raízes
em torno, qual a erva
que o vigor dos germes enerva
e mata, ao os envolver em seus laços.
Dei seu sonho maior feito pedaços.
Dei o horror suicida
da primeira contenda fratricida,
em que, perdidos os sonhos grandes
de planos soberanos,
as colosales arquibancadas de os Andes
molha sangue de irmãos!
Ó! Dei quando clarea
o misterioso panorama escuro
que oferece a suas miradas o futuro,
e com seus olhos de águia sondea
até o fim dos tempos, e adivinha
o porvir de lutas e de horrores
que lhe aguarda à América Latina.
Dei as melancolias
dos seus últimos dias
quando à orla da mar, a sós
suas tristezas profundas acompanha
o tumulto verdoso das ondas;
conta suas postremas agonias!
«Outros cantem o néctar
que seu lábio libou: dei tu as féis;
tu que sabes a magia soberana
que têm as ruínas,
e ao prazer foges, e sua pompa vã,
e na tristeza te comprazer costumas,
dei em teus versos, com frases peregrinas
a coroa de espinhas
que colocou a ingratidão humana
na sua testa, cingida de lauréis.
E faz o poema sábio
cheio de misteriosas harmonias,
tal como, ao o dizer, purifique o lábio
como o carvão ardente de Isaías;
o faz um grão de incenso
que arda, em desagravo
a sua grandeza, que à terra assombra,
e ao se levantar para o ceu un fumo denso
troque em sorriso macio
o cenho grave da sua augusta sombra!

«Deixa que, ao se comover todas as fibras
de teu ser, com as glórias que recordas,
nela vibre um canto, como vibra
uma nota melódica nas cordas
do teclado sonoro;
a débil voz levanta:
imensa multidão formará o coro;
flutua na luz do sol, estrofe santa!
vibrem, liras sonoras do espírito!
Levanta, inspiração, poeta, canta!…»

«Oh, não! Quanto pudesse
(assim em interno diálogo responde,
do poeta a voz), o bronze augusto
sugerir de emoção grave e sincera,
escrito está na forma
que em clássico dizer buscou sua norma,
por quem bebeu na veia
da robusta inspiração latina
e apartando a areia
tomou o ouro mais puro da mina
e o fundiu com carinhoso esmero,
e em estrofes polidas qual medalhas
gravou o perfil do ínclito guerreiro …
«Oh lembranças de trágicas batalhas!
¡Oh lembranças de lutas e vitórias!
¡Não será nossa enclenque
geração minguada
a que entrar ouse ao épico palanque
a cantar nossas glórias!
Oh século que declinas:
Te falta o sentimento do grande!».
Cala o poeta; e se a estrofe escande
foge a vasta pompa
e lhe dá macio som de bandoletas
¡E não retumbo de guerreira trompa!

«Oh sacrossantos manes
dos que «Pátria e Liberdade» clamando
perecestes em trágicas palestras:
mais bem que orgulho, humilhação sentimos
se vamos comparando
nossas vidas triviais com as vossas!
somos como enfermiço descendente
de alguma forte raça,
que expostos em histórica vitrina
olha o escudo, o elmo, a tizona
e a férrea couraça
que para combater de Palestina
na distante zona,
na Cruzada, se cingiu o avô;
ao pensar, baixa a mirada ao solo,
com vergonha sombria,
que se o arnés pesado revestisse
daquele cuja firmeza e bizarría
no campo feral causava assombros,
baixo o seu grave peso cederia
a escassa resistência de seus ombros…

Oh Pai da Pátria!
te sobram nossos cantos; tua memória
qual baixel poderoso,
irá sulcando o oceano escuro
que ante sua rija quilha abre a história
e chegará às praias do futuro.
Junto ao perdurável da tua glória,
é o rítmico acento
dos que te cantamos,
qual os débeis gritos de contente
que lançam esses meninos, quando em torno
giram do monumento;
amanhã, trás da vida borrascosa,
dormirão na tumba feitos cinza,
e ainda alçará aos céus seu contorno
o bronze que tua glória imortaliza.

Diz o poeta, e tende a mirada,
pelo amplo jardim, onde a brisa
que entre as flores passa,
nos cálices frescos se perfuma,
e a luz matinal brilha e se irisa
de claros chafarizes na escuma;
e, onde, baixo o verde
das espessas frondes,
sobre a grama da terra preta,
louca turba infantil grita e se perde
e a aflição do lugar alegra
Ao se agitar em cadenciadas rodas,
forjando com os risos e os gritos
das húmidas bocas encarnadas,
com as cacheadas cabecinhas louras
e as frescas bochechas sonrosadas,
um idílio de vida sorridente
E de alegria fátua
Ao pé do pedestal, onde imponente
se alça sobre o céu transparente
a epopeia de bronze da estátua.

Traducir es penetrar en palabra y pensamiento,
es abrir lo cerrado y confirmar lo cierto.
Ahora conozco de Silva la intención,
su idea, su afán y su ilusión.

*

 

 

 

 

Hilda Hilst

 

Agradar al padre es una necesidad de hija. Escribir para el padre. Necesidad de luz. La voz viene de los valles. Luz y voz diciéndose, iluminándose. «Aquellos alemanes no / escuchaban a Bach, Wagner, Beethoven, no / leían a Goethe, Rilke, Hölderlin(?????) por / la noche; y de día no trabajaban en Auschwitz? / » : se pregunta Hilda afirmando. Y concluye: «La gente nunca sabe nada / sobre el otro.» Aguas, en plural, tigres, tulipanes, lunas, canes, pájaros, palabras, olores y colores, vida y muerte, Dios; y todo buscando la razón de su existir, de su Ser. «Y el futuro es de sangre, de acero, de vanidad»: lloró la poeta Hilda a García Lorca poeta. Recibió la autora teatral el prestigioso Premio Anchieta de Teatro en 1969, con O Verdugo.  Hace decir al Verdugo sobre la persona a la que va a ajusticiar: El hombre tiene una mirada…una mirada…honesta (…) Limpio, limpio. Limpio por dentro.

«O teatro surgiu numa hora de muita emergência, em 1967, quando havia a repressão. Eu tinha muita vontade de me comunicar com o outro imediatamente. Como não podia haver comunicação cara a cara, então fiz algumas peças, todas simbólicas, porque eu não tinha nenhuma vontade de ser presa, nem torturada, nem que me arrancassem as unhas. Então fiz, por analogia, várias peças que qualquer pessoa entenderia o que se pretendia dizer numa denúncia. Fiz oito peças e, depois, parei. Era só uma emergência daquele momento em que eu desejava uma comunicação mais imediata com as pessoas. Mas também não deu certo. As pessoas vão ao teatro para se divertir, ninguém vai ao teatro para pensar.”» (Um diálogo com Hilda Hilst. Entrevista concedida a Nelly Novaes Coelho, Rio Claro, Arquivo Municipal, 1990).
Urgencia de decir la vida que quería viva, aleteando en aire, tierra y agua sin imposiciones ni restas. Obscenidad cierta que sus ojos veían a diario: miseria, hambre, violencia: sociedad obscena. La Casa del Sol como refugio. La idea hecha voluntad, llevada a cabo con originalidad espontanea, viendo el mundo desde fuera, desde más allá de lo humano. Pasión apasionada. Innovación para partir de una realidad nueva, punto de arranque de la realidad deseada. Buscaba un Dios capaz de entender al hombre y convivir con el hombre. Sobre a tua gran face. Ese fue el intenso poema que elegí para verter al castellano

 

 

 

 

Sobre a tua grande face”
Poema de Hilda Hilst, texto: edición Massao Ohno 1986

À memória de Ernest Becker,
A Ricardo Guilherme Dicke,
por identificação no exercício da procura

Honra-me com teus nadas.
Traduz me paso
De maneira que eu nunca me perceba.
Confunde estas linhas que te escrevo
Como um brejeiro escoliasta
Resolvesse
Brincar a morte de seu próprio texto.
Dá-me pobreza e fealdade e medo.
E desterro de todas as respostas
Que dariam luz
A meu eterno entendimento cego.
Dá-me tristes joelhos.
Para que eu possa fincá-los num mínimo de terra
E ali permanecer o teu mais esquecido prisioneiro.
Dá-me mudez. E andar desordenado. Nenhum cão.
Tu sabes que amo os animais
Por isso me sentiría aliviado. E de ti, Sem Nome
Nao desejo alívio. Apenas estreitez e fardo.
Talvez assim te encantes de tão farta nudez.
Talvez assim me ames: desnudo até osso
Igual a um morto.

O que me vem, devo dizer-te DESEJADO,
Sem recuo, pejo ou timidezes. Porque é mais certo mostrar
Insolências no verso, do que mentir decerto. Então direi
O que se coleia a mim, na intimidade, e atravessa os vaus
Da fantasia. Deito-me pensada de bromélias vivas
E me recrio corpórea e incandescente.
Tu sabes como nasceu a idéia das pontiagudas catedrais?
De un louco incendiando um pinheiro de espinhos.
Arquiteta de mim, me construo à imagen das tuas Casas
E te adentras em carne e moradia. Queixumosa vou indo
E queixoso te mostras, depois de te fartares
Do meu jogo de engodos. E a cada noite voltas
Numa simulação de dor. Paraíso do gozo.

De tanto te pensar, Sem Nome, me veio a Ilusão.
A mesma ilusão

Da égua que sorve a água pensando sorber a lua.
De te pensar me deito nas aguadas
E acredito luzir a estar atada
Ao fulgor do costado de un negro cavalo de cem luas.
De te sonhar, Sem Nome, tenho nada
Mas acredito em mim o ouro e o mundo.
De te amar, possuída de ossos e de abismos
Acredito ter carne a vadiar
Ao redor dos teus cimos. De nunca tocar
Tocando os outros
Acredito ter mãos, acredito ter boca
Quando só tenho patas e focinho.
De muito desejar altura e eternidade

Me vem a fantasia de que Existo e Sou.
Quando sou nada: égua fantasmagórica
Sorvendo a lua n’água.

Vem apenas de mim, ó Cara Escura
Este desejo de te tocar o espírito

Ou és tu, precisante de mim e de minha carne
Que incendeias o espaço e vens muleiro
Montado em ouro e sabre, clavina, cinturões
Rebenque caricioso
Sobre a minha anca viva?
0u há de ser a fome dos teus brilhos
que torna vadeante o meu espírito
e me faz esquecer que sou apenas vício
escureza de terra, latejante.

Vem de mim, Cara Escura, a ramagem de púrpura
Com a qual me disfarço. As facas
Que a cada dia preparo, no seducir
Tua fina simetría. E vem de ti, Obscuro,
Toda cintilância que jamais me busca.

Quisiera dar nomes, muitos, a isso de mim
Chagoso, triste, informe. Uns residuos da tarde
Algunas aves, e asas buscando tua cara de fuligem.
De áspide.
Quisiera dar o nome de Roxura, porque a ãnsia
Tem parecimento con ese desmesurado de mim
Que te procura. Mas também não é isso
Este meu neblinar contínuo que te busca.
Ando em grandes vaguezas, açoitando os ares
Relinchando sombras, carreando o nada
Os que me vêem me gritam: como tem passado
A aldeã de sua alteza? E há chacotas e risos.
Mas vem vindo de ti un entremuro de sons e de cicios
Um labiar de sabores, um sem nome de passos
Como se águas pequeñas desaguassem
Num pomar de abios. Como se eu mesma
Flutuasse, cativa, ofélica, sobre a tua Grande Face.

Hoje te canto e depois no pó que hei de ser
Te cantarei de novo. E tantas vidas terei
Quantas me darás para o meu otra vez amanecer
Tentando te buscar. Porque vives de mim, Sem Nome,
Sutilíssimo amado, relincho do infinito, e vivo
Porque sei de ti a tua fome, tua noite de ferrugem
Teu pasto que é o meu verso orvalhado de tintas
E de um verde negro teu casco e os areais
Onde me pisas fundo. Hoje te canto
E depois emudeço se te alcanço. E juntos
Vamos tingir o espaço. De luzes. De sangue.
De escarlate.

Desejei te mostrar minha forma humana
Afastada de todo da velhice. Por isso
É que te chamo a ti desde criança
E adolescente e mulher, também contigo
Em chamamento convivi. E tive corpo e cara preciosos
E brisas crespas numa voz tão rara
Que se tivesses vindo àquele tempo
Me verias a mim num corrido de horas
Um demoroso estar de muitos noivos.
E de todos, Soturno, nenhum foi tão coalescente

Tão colado à minha carne, como tu foste, ausente.
Dirás demasiado. Mas fosca e acanhada hoje,
Peço-te com o luzir dos ossos
Com a fragilidade de uma espuma n’água
Que me visites antes do adeus de minha palabra.

Lavores, cordas e batalhas
O que me vem da alma. Lavor
Porque trabalho sobre o teu rosto
De palha: construo o impossível
Meu senhor. Cordas, porque te amarro
Com as turquesas informes do desejo.
E um sem fim de batalhas
Porque prender a ti num coração de fêmea
É querer lavores: o quebradiço constante
Porque tento com a palha
A finura perfeita de um semblante.
E o que deve fazer
Quem não se lembra mais do mais perfeito
E de si mesma só tem o humano gesto?

De montanhas e barcas nada sei.
Mas sei a trajetória de uma altura
E certa fundura de águas
E há de me levar a ti uma das duas.
De ares e asas não percebo nada.
Mas atravesso abismos e um vazio de avessos
Para tocar a luz do teu começo.
Das pedras só conheço as ágatas.
Mas arranco do xisto as esmeraldas
Se me disseres que é o verde a dádiva
Que responde as perguntas da Ilusão.
E posso me ferir no gelo das espadas
Se me quiseres banhada de vermelho.

Em minhas muitas vidas hei de te perseguir.
Em sucessivas mortes hei de chamar este teu ser sem nome
Ainda que por fadiga ou plenitude, destruas o poeta
Destruindo o Homem.

Escaldante, Obscuro. Escaldante teu sopro
Sobre o fosco fechado da garganta.
Palavras que pensei acantonadas
Ressurgem diante do toque novo:
Carrascais. Gárgulas. Emergindo do luto
Vem vindo um lago de surpreendimento
Recriando musgo. Voltam as seduções.
Volta a minha própria cara seduzida
Pelo teu duplo rosto: metade raízes
Oquidões e poço, metade o que não sei:
Eternidade. E volta o fervente langor
Os sais, o mal que tem sido esta luta
Na tua arena crispada de punhais.

E destes versos, e da minha própria exuberância
E excesso, há de ficar em ti o mais sombroso.
Dirás: que instante de dor e intelecto
Quando sonhei os poetas na Terra. Carne e poeira
O perecível, exsudando centelha.

Casa do Sol, 1985/1986

 

 

 

Acerca de tu amplia faz

Poemario de Hilda Hilst Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Enaltéceme con tus bagatelas.
Interprétame despacio
De modo que nunca lo note.
Desordena estas líneas que te escribo
Como si un bribón escoliasta
Resolviera
Burlar la muerte de su propio texto.
Entrégame pobreza y fealdad y miedo.
Y alejamiento de todas las respuestas
Que darían luz
A mi eterna inteligencia ciega
Concédeme rodillas dolientes.
Para que pueda hincarlas en un poco de tierra
Y allí subsistir como tu más olvidado prisionero.
Facilítame la mudez. Y un caminar atropellado. Ningún perro.
Sabes que amo a los animales
Por eso me sentiría aliviado. Y de ti, Innombrable
No deseo consuelo. Sólo penuria y fardel.
Tal vez así te maravilles de tan abundante necesidad.
Tal vez así me ames: desnudo hasta los huesos
Igual que un muerto

Lo que se me ocurre, debo decirte DESEADO,
Sin repliegue, pudor o poquedades. Porque es más correcto mostrar
Insolencia en el poema, que mentir convencido. Entonces explicaré
Lo que se acerca a mí, en la intimidad, y atraviesa los vados
De la fantasía. Duermo ideada de bromelias vivas
Y me vuelvo a crear corpórea e incandescente.
¿Tú sabes cómo nació la idea de las puntiagudas catedrales?
De un loco incendiando un pino de agujas.
Arquitecta de mí, me construyo a imagen de tus Casas
Y penetras en carne y morada. Lamentándome marcho
Y disgustado te muestras, después de hartarte
De mi treta de cebos. Y cada noche vuelves
Con apariencia de dolor. Paraíso del gozo.

De tanto pensarte, Innombrable, me llegó la Ilusión.
La misma ilusión

De la yegua que sorbe el agua creyendo sorber la luna.
De tanto imaginarte me vierto en las aguadas
Y creo brillar y estar cautiva
Al resplandor tangencial de un caballo negro de cien lunas.
De tanto soñarte, Innombrable, quedo anulada
Pero creo en mí en el oro y el mundo.
De tanto amarte, poseída de huesos y abismos
Creo tener carne y vadear
Alrededor de tus cumbres. De no palparte nunca
Palpando a los otros
Creo tener manos, creo tener boca
Cuando solo tengo patas y hocico.
De tanto desear cielo y eternidad

Se apodera de mí la fantasía de que Existo y Soy.
Cuando no soy nada: yegua fantasmagórica
Sorbiendo la luna en el agua.

Procede solo de mí, ¡oh! Rostro Oscuro
Este deseo de acariciar el espíritu

O eres tú, necesitado de mí y de mi carne
Quien incendia el espacio y viene sobre mula
Montado en oro y sable, carabina, cintos
Látigo tierno
Sobre mi sensitiva grupa?
O será el ansia de tus reflejos
Lo que lleva a vagar a mi espíritu
Y me hace olvidar que soy solo imperfección
Obscuridad de tierra, palpitante.

Viene de mí, Rostro Oscuro, la enramada purpúrea
Con la que me disfrazo. Los cuchillos
Que afilo cada día, al seducir
Tu delicada simetría. Y viene de ti, Oscuro,
Todo ese destello que jamás me busca.

Quisiera poner nombres, muchos, a lo mío
ulceroso, afligido, deforme. Despojos de la tarde
Aves, y alas buscando tu cara de hollín.
De áspid.
Quisiera poner el nombre de Roxura, porque el ansia
Se hace presente con esa desmesura de mí
Que te sigue. Pero tampoco es eso
Este mi lloviznar continuo que te busca.
Me muevo en grandes imprecisiones, azotando los aires
Relinchando sombras, acarreando la nada.
Los que me ven me gritan: ¿cómo lo pasó
La aldeana de su alteza? Y hay mofa y risas.
Pero llega de ti un entrecruzar de sonidos y murmullos
Un persuadir de sabores, un sin nombre de pasos
Como si aguas menudas descargasen
En un huerto de abius. Como si yo misma
Flotara, cautiva, ofélica, sobre tu Gran Faz

Hoy te canto y después en el polvo que he de ser
Te cantaré de nuevo. Y tantas vidas tendré
Cuántas entregues a mi nuevo amanecer
Intentando buscarte. Porque vives de mí,
Innombrable, Sutilísimo amado, relincho del infinito, y vivo
Porque conozco de ti el hambre, tu noche de herrumbre
Tu sustento que es mi verso rociado de tintas
Y de un tono verdinegro tu casco y los arenales
Donde me humillas profundamente. Hoy te canto
Y después enmudezco si te logro. Y juntos
Vamos a teñir el espacio. De luces. De sangre.
De carmesí.

Deseé mostrarte mi forma humana
Alejada del todo de la vejez. Por eso
Te llamo a ti desde la infancia
Y adolescente y mujer, también contigo
En agasajo conviví. Y tuve cuerpo y cara preciosos
Y brisas encrespadas en una voz tan extraña
Que si vinieses a aquel tiempo
Me verías en una escoria de horas
demorada presencia de muchos enamorados.
Y de todos, Sombrío, ninguno fue tan aglutinante

Tan pegado a mi carne, como estuviste, ausente.
Contarás demasiado. Pero hosca y tímida hoy,
Te pido con el relucir de huesos
Con la fragilidad de la espuma en el agua
Que me visites antes del adiós de mi palabra.

Manualidades, cuerdas y batallas
Lo que me sale del alma. Labor
Porque trabajo sobre tu rostro
De paja: construyo lo imposible
Mi señor. Cuerdas, porque te ato
Con las turquesas disformes del deseo.
En un sinfín de batallas
Porque cerrarte en un corazón de hembra
Es pretender labores: lo quebradizo persistente
Porque lo intento con la paja
La delicadeza perfecta de un semblante.
Y lo que debe hacer
Quién se olvida de lo más perfecto
Y de sí propia sólo tiene el gesto humano?

De montañas y barcas nada sé.
Pero conozco el trayecto de una altura
Y la verdadera profundidad acuática
Y ha de llevarme a ti una de las dos.
De aires y alas no entiendo nada.
Pero salvo abismos y un vano de reveses
Para palpar la luz de tu origen.
De las piedras sólo conozco las ágatas.
Pero arranco del esquisto las esmeraldas
Si me dices que es el verde la ofrenda
Que responde a los interrogantes de la Ilusión.
Y puedo herirme en el frío de las espadas
Si me quieres bañada de bermellón.

En mis muchas vidas te perseguiré.
En sucesivas muertes llamaré a este tu ser innombrable
Aunque por fatiga o plenitud, destruyas al poeta
Destruyendo al Hombre.

Abrasador, Obscuro. Abrasador tu hálito
Sobre la fosca angostura de la garganta.
Palabras que pensé acantonadas
Renacen ante el nuevo choque:
Carrascales. Gárgolas. Emergiendo del duelo

Llega un lago de asombro
Volviendo a criar musgo. Regresan las seducciones.
Retorna mi propia cara seducida
Por tu doble rostro: mitad raíces
Oquedades y pozo, mitad no sé qué:
Eternidad. Y vuelve la ferviente languidez
Las sales, el mal que supuso esta lucha
En tu arena crispada de puñales.

Y de estos versos, y de mi propia exuberancia
Y exceso, quedará en ti el más sombrío.
Dirás: que instante de dolor y entendimiento
Cuando soñé a los poetas en la Tierra. Carne y polvazal
Lo perecedero, transpirando chispas.

*

 

 

 

 

 

 

Carmen Conde

 

Han dicho de Carmen Conde que es la más completa poetisa en lengua castellana. En su obra, la poesía comparte existencia con la prosa. La vida, si sucede que el teatro es vida, lleva poesía y prosa conviviendo de manera armónica. Profundidad en Carmen, amplitud temática y voluntad de decir, de trasladar, magisterio convencido de haber preparado bien las lecciones compartidas. En Carmen: grandeza y derroche, abundancia y prodigalidad; y todo ello tan personal que parece recién inventado. Su método, su medio de expresión, su lucidez, su enigma; el cromatismo de su decir, su liturgia, su laberinto de hallazgos. El punto de vista, ya esté arriba o abajo del acantilado, estrella o rompiente de olas; es suyo, solamente suyo, porque nadie estuvo antes allí:

¡Qué prodigio tenerte conteniendo
a todos los amantes que murieron
y que nacen amando hasta la muerte!
Y coger, de tu alma enamorada,
este cuerpo de luz que es nuestro sólo.
Carmen Conde

Siendo la más completa poetisa, creía muy justificada su admiración a otras: recordemos a Gabriela Mistral, a quien escribió el prólogo de Júbilos.  Estimo que su obra es una de las que destacan, mucho y bien, dentro del panorama literario en español del siglo XX. Acaso por eso llegó a la Real Academia Española de la Lengua, poblada exclusivamente por varones hasta ese momento. Varones que habían rechazado antes la entrada de María Moliner, sin caérseles la cara de vergüenza. Llegó, vio e hizo. Hizo en la RAE como siempre hacía, porque su actividad en pro de la cultura, en estrecha unión con su marido, el poeta, crítico e historiador de arte Antonio Oliver, fue ejemplar e incansable. En favor de la cultura y de las personas: recordemos la ayuda inestimable entregada a Francisca Sánchez, la última mujer de Rubén Darío. Recordemos la Universidad Popular que ellos, Antonio y Carmen, impulsaron en su ciudad, siguiendo el ejemplo de la que en Segovia puso en marcha Antonio Machado. Con el apoyo de amigos y de políticos republicanos, buscaban mejorar el nivel educativo y cultura de la población. Desarrollaron métodos pedagógicos innovadores, que ponían la cultura al alcance de la población obrera. Carmen y los demás, ella y los otros y los otros en ella, hilo de cobre, excelente conductor de la energía eléctrica que la utilizaba como cauce:

«Esta corriente oscura atravesando mi cuerpo»
no pasará a otros seres, es solamente mía:
La nazco yo, la broto: espesa sombra dura
que acabaré yo siendo, fundida ya con ella.

En provincias de mí viven ramas de fiebre

Mi sonrisa y mi llanto, el gritar, la blasfemia
este negruzco hilo de la poesía inútil…

Desde arriba, tan alto, ¿cómo podré ser vista?
Carmen Conde

Fue un ser apasionado, que todo lo hizo con pasión: amó, gozó, sufrió, escribió y vivió apasionadamente:

Solamente tú y yo (una mujer al fondo
de ese cristal sin brillo que es campana caliente),
puede ser el amor, cuando el amor embriaga;
es sin duda sufrir, cuando se está dichosa;
Es, segura, la luz; porque tenemos ojos.
Carmen Conde

El sentimiento ante la guerra de España en Carmen, es similar al que sintieron Neruda o Picasso; similar su reacción, sus palabras de dolor enérgico y profundo, el trazo de su pintura explicada con pocos y rotundos gritos callados, lágrimas de su corazón sangrante:

«¡no los deshojéis, cañones; no los tricéis, ametralladoras, bombas grandísimas que caéis del cielo hondo y que parecéis dones de las nubes anchas, no rompáis los cuerpecitos de los niños”.
Carmen Conde

Carmen Conde fue una escritora valiente. Abordaba temas que nadie había abordado, tratándolos de una manera muy suya: ternura, humor, dolor, mar, nubes, sol, amor, entrega y curiosidad sin límites.

 

 

Muestra de escritos de Carmen Conde
Traducción: Pedro Sevylla de Juana

QUÉ TRANSPARENCIA (Brocal , 1927-1928)
¡Qué transparencia tiene la lluvia en el huerto!
Recta, afilada, continua…;
El cielo está más bajo. Se respira el gran aliento
del mar.
¡Recta, afilada, continua…, qué transparencia
tiene la lluvia en el huerto!

QUE TRANSPARÊNCIA (Brocal , 1927-1928)
Que transparência tem a chuva no horto!
Reta, afiada, contínua…;
O céu está mais baixo. Se respira o grande alento
do mar.
¡Reta, afilada, contínua…, que transparência
tem a chuva no horto!

CAMINAMOS AL UNÍSONO (Derramen su sangre las sombras, 1933)
Caminamos al unísono.
Por vez primera otro corazón
se mueve con el mío.
A la vez: latido por latido.
Juntos, hacia encontrarnos.
Juntos, hasta desprendernos.

CAMINHAMOS AO UNÍSONO (Derramen su sangre las sombras, 1933)
Caminhamos ao unísono.
Por vez primeira outro coração
Se move com o meu.
Ao mesmo tempo: batido por batido.
Juntos, para nós encontrar.
Juntos, até nós desprender.

VIENTOS. LOS MOLINOS (Júbilos, 1934)
Son los labriegos jóvenes que aran en el cielo su porción redonda de aire. Cubos de tierra líquida vuelcan su gozo en las balsas. En el cónico remate de sus torres, una ventanita. Y las velas, curvándose de azul. La tierra compacta que los sustenta es dorada. Fina tierra en declive que acabará en barco.

VENTOS. OS MOINHOS (Júbilos, 1934)
São os labregos jovens que aram no céu sua porção redonda do ar. Baldes de terra líquida viram seu gozo nas balsas. No cônico remate de suas torres, uma janelinha. E as velas, se curvando de azul. A terra compacta que os sustenta é dourada. Fina terra em declive que acabará em barco.

MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN (Mientras los hombres mueren, 1936-1939)
Mientras los hombres mueren os digo yo, la que canta desoladas provincias del Duelo, que se me rompen sollozos y angustias contra barcos de ébano furibundo; y la fruta par de mis labios quema de suspiros porque los cielos se han dejado hincar imprecaciones sombrías. A los hombres que mueren yo los sigo en su buscar por entre las raíces y los veneros fangosos, pues ellos y yo tenemos igual designio de ensueño debajo de la tierra. ¡Cállense todos los que no se sientan doblar de agonía hoy, día de espanto abrasado por teas de gritos, que esta mujer os dice que la muerte está en no ver, ni oír, ni saber, ni morir!

ENQUANTO OS HOMENS MORREM (Mientras los hombres mueren, 1936-1939)
Enquanto os homens morrem vos digo eu, a que canta desoladas províncias do Duelo, que se me rompem soluços e angústias contra barcos de ébano furibundo; e a fruta par de meus lábios queima de suspiros porque os céus se deixaram fincar imprecações sombrias. Aos homens que morrem eu os sigo em seu procurar por entre as raízes e as fontes lamacentas, pois elas e eu temos igual desígnio de sonho embaixo da terra. ¡Se calem todos os que não se sentam dobrar de agonia hoje, dia de espanto abrasado por labaredas de gritos, que esta mulher vos diz que a morte está em não ver, nem ouvir, nem saber, nem morrer.

A LOS NIÑOS MUERTOS POR LA GUERRA (Mientras los hombres mueren, 1936-1939)
¡No los deshojéis, cañones; no los tricéis, ametralladoras, bombas grandísimas que caéis del cielo hondo y que parecéis dones de las nubes anchas, no rompáis los cuerpecitos de los niños!
¿No siente el plomo piedad de estos hombros de leche rosada, de estas sangrecitas dulces, de estas pieles de labios? ¿Ningún aviador enemigo tiene niñitos que levanten sus manos al viento de las hélices?
No. El enemigo no parece padre, y acaso es huérfano también. Por eso los niños se quiebran en tajos humeantes, y hay por los jardines cabelleras de musgos, rodillas con seda rasgada; suelto todo entre los árboles quebrados, con duelo sostenido de gritos que ayer eran cometas y hoy son pobres encías partidas que ya no gustarán mazorcas ni pezones frescos de madres enamoradas…

AOS MENINOS MORRIDOS PELA GUERRA (Mientras los hombres mueren, 1936-1939)
¡Não os desfolheis, canhões; não os esmigalheis, ametralhadoras, bombas grandíssimas que caís do céu fundo e que pareceis dons das nuvens largas, não rompais os corpinhos dos meninos!
Não sente o chumbo piedade destes ombros de leite rosada, destes doces sangues mínimos, destas peles de lábios? ¿Nenhum aviador inimigo tem crianças que levantem suas mãos ao vento das hélices?
Não. O inimigo não parece pai, e talvez é órfão também. Por isso os
meninos se quebram em talhos fumegantes, e há pelos jardins cabeleiras de musgos, joelhos com seda rasgada; solto tudo entre as árvores quebradas, com dor sustentado de gritos que ontem eram pandorgas e hoje são pobres gengivas partidas que já não gostarão maçarocas nem mamilos frescos de mães apaixonadas.

EL ESCORIAL (Mío, 1939-1941)
Unísona unidad compacta. Bajo retumbante que las montañas sostienen. Trazado indeleble en la abierta llanura. La luz que te señala en las noches de fuegos, revela tu arquitectura a la Toledo del alfanje líquido. ¿Quién, si no tiene un alma oceánica, puede resistirte el frente a frente, desnudos los dos de ternuras, en híspidos inviernos como los tuyos? He puesto mis manos sobre tu roca amartillada, domada, hecha carmen de ardores, y nos hemos trasvasado el calor que nada ni nadie apaga.

O ESCORIAL (Meu, 1939-1941)
Unísona unidade compacta. Baixo retumbante que as montanhas sustentam. Traçado indelével na aberta planície. A luz que te assinala nas noites de fogos, revela tua arquitetura à Toledo do alfanje líquido. Quem, se não tem um alma oceánica, te pode resistir o frente a frente, nus os dois de ternuras, em híspidos invernos como os teus? Pus minhas mãos sobre a tua rocha amartelada, domada, feita quintal de ardores, e nós temos transfegado o calor que nada nem ninguém apaga.

TRÁNSITO (Ansia de la gracia, 1945)
Luego de la luz era la Luz.
Después estaba el mar y con el mar
un ansia de morir siendo su vida.
Mi alma sola, sueño liso respiraba

por sus ramas silenciosas de agua quieta.
Otros seres que achicaban mi estatura
ascendían en un vuelo transparente.

Ya estos días que reciben mi presencia
iban lejos de mi tiempo…;
un silencio de latidos resonaba.

Arriba de mi aurora cantó un pájaro
y yo lo repetí con inefable
claridad sin horizonte ni medida.

TRÂNSITO (Ansia de la gracia, 1945)
Depois da luz era a Luz.
Depois estava o mar e com o mar
um ânsia de morrer sendo sua vida.
Minha alma sozinha, sonho liso respirava

por seus ramos silenciosos de água quieta.
Outros seres que empequeneciam minha estatura
ascendiam num voo transparente

Já estes dias que recebem minha presença
iam longe de meu tempo…;
um silêncio de batidos ressoava.

Acima da minha aurora cantou um pássaro
e eu o repeti com inefável
clareza sem horizonte nem medida.

LA IMPACIENTE ENAMORADA (Iluminada tierra, 1951)
Porque si vinieres, y ya ni yo te espero,
quizá se prenderían mis cortezas.
Te pude soñar tanto, estabas luminoso
allá lejos de todos…

¿No era tuyo
un sueño incomprensible al que yo me asomaba
alargando los brazos, que no son de ceniza?
¡Eras tan ágil tú como son los caballos
que corren y se saltan obstáculos de piedra!

Entornando los ojos, si quisieras verías
que alucinada iba a tus propios umbrales
una criatura rápida, con muchos junios firmes,
ardiéndole los pulsos con tensa madurez…

Sería en tu misterio la que soñabas siempre,
que te soñaba vivo, suntuoso de sangre
generosa y audaz: hombre que me vencía
para cogerme suya, sometida y secreta.

Galopando resuelto a través de tus bosques
me llamabas creyendo que tu sueño fui sólo.
Porque no me creíste tan verdad como un ciervo,
no pudimos hallarnos, no pudiste ser mío.

A IMPACENTE APAIXONADA (Iluminada tierra, 1951)
Porque se vieres, e já nem eu te espero,
quiçá se prenderiam minhas cascas.
Te pude sonhar tanto, estavas luminoso
lá longe de todos…

Não era teu
um sonho incompreensível ao que eu me assomava
alongando os braços, que não são de cinza?
¡Eras tão ágil tu como são os cavalos
que correm e saltam obstáculos de pedra!

Entornando os olhos, se quisesses verias
que alucinada ia a tuas próprias ombreiras
uma criatura rápida, com muitos junhos firmes,
ardendo-lhe os pulsos com tensa maturidade…

Seria em teu mistério a que sonhavas sempre,
que te sonhava vivo, suntuoso de sangue
generoso e audaz: homem que me vencia
para me apanhar sua, submetida e secreta.

Galopando resolvido através de teus bosques
Me chamavas achando que teu sonho fui só.
Porque não me creste tão verdade como um ciervo,
não pudemos nos achar, não pudeste ser meu.

EN LA TIERRA DE NADIE (En la tierra de nadie, 1960)
En la tierra de nadie, sobre el polvo
que pisan los que van y los que vienen,
he plantado mi tienda sin amparo
y contemplo si van como si vuelven.

Unos dicen que soy de los que van,
aunque estoy descansando del camino.
Otros «saben» que vuelvo, aunque me calle;
y mi ruta más cierta yo no digo.

Intenté demostrar que a donde voy
es a mí, sólo a mí, para tenerme.
Y sonríen al oír, porque ellos todos
son la gente que va, pero que vuelve.

Escuchadme una vez: ya no me importan
los caminos de aquí, que tanto valen.
Porque anduve una vez, ya me he parado
para ahincarme en la tierra que es de nadie.

NA TERRA DE NINGUÉM (En la tierra de nadie, 1960)
Na terra de ninguém, sobre o pó
que pisam os que vão e os que vêm,
tenho plantada minha barraca sem amparo
e contemplo se vão como se voltam.

Uns dizem que sou dos que vão,
embora estou descansando do caminho.
Outros «sabem» que volto, ainda que me cale;
e minha rota mais certa eu não digo.

Tentei demonstrar que a onde vou
é a mim, só a mim, para me ter.
E sorriem ao ouvir, porque eles todos
são a gente que vai, mas que volta.

Me escutem uma vez: já não me importam
os caminhos daqui, que tanto valem.
Porque andei uma vez, já me parei
para me fincar na terra que é de ninguém.

LOS MOLINOS DE VELAS (Los poemas de Mar Menor, 1962)
Ellos, siempre tres, son tus ángeles costeros.
Los tres grandes molinos que te vuelan,
se arrebatan de sol, giran ebrios de azul,
salobres velas
en las manos del viento que te baña.

Molinos que en el campo son navíos
y que aquí, ya veleros anclados, te aureolan.
¡Cuánto barco en tu pueblo de oleajes,
derramándose el campo en blancos lienzos!

Agua dulce en la tierra de sembrados,
agua y sol en tus límites extremos.
Ellos giran y giran; remos, jarcias,
sin timón -que eres tú-, sobre los cielos.

OS MOINHOS DE VELAS (Los poemas de Mar Menor, 1962)
Eles, sempre três, são teus anjos costeiros.
Os três grandes moinhos que te voam,
se arrebatam de sol, giram ébrios de azul,
salobras velas
nas mãos do vento que te banha.

Moinhos que no campo são navios
e que aqui, já veleiros ancorados, te aureolam.
¡Quanto barco em teu povo de marulhos,
se derramando o campo em brancas telas!

Água doce na terra de semeados,
água e sol em teus limites extremos.
Eles giram e giram; remos, enxárcias,
sem timão -que és tu-, sobre os céus.

TIERRA (La noche oscura del cuerpo, 1980)
No puedo separarte de tu destino o misión.
Eres mi cuerpo y seré de tu tierra, mañana.
Amasijo de aves, de flores, de cenizas tibias
que conllevas tú.

Así estoy creada, con los seres minúsculos
que inacabable absorbes, codicia avariciosa
de incorporarse criaturas, las que hiciste
para dejarlas volar, oler, amar y quemarse…
Ah, esas hogueras tuyas que no se acaban nunca
y alimentamos todos.

En mis manos hay parte de tu corteza,
de las ya consumidas y dolientes partes
que vientos y lluvias avasallaron… Oigo
vocecillas apenas, gemidos apenas, oigo
la muchedumbre que te puebla. Digo:
esto fue una alondra, esto de flores
consumidas con ansia de volver al origen. Estos
granos son de algún cedro, nogal o ciprés

que lentamente se desmoronaron.

TERRA (La noche oscura del cuerpo, 1980)

Não te posso separar de teu destino ou missão.
És meu corpo e serei de tua terra, manhã.
Mistura de aves, de flores, de cinzas mornas
que implicas tu.

Assim estou criada, com os seres minúsculos
que inacabável absorves, cobiça avarenta
de se incorporar criaturas, as que fizeste
para as deixar voar, cheirar, se amar e queimar…
Ah, essas fogueiras tuas que não se acabam nunca
e alimentamos todos.

Em minhas mãos há parte de tua casca,
das já consumidas e dolentes partes
que ventos e chuvas avassalaram… Ouço
algumas vozes infantis, alguns gemidos, ouço
a multidão que te povoa. Digo:
isto foi uma calhandra, isto de flores
consumidas com ânsia de voltar à origem. Estes
grãos são de algum cedro, nogal ou cipreste

que lentamente se desmoronaram.

NACIMIENTO ÚLTIMO (Desde nunca, 1982)
Allí donde la mar,
fruta verde-roja, olor exhala,
deshace creando el mundo, yo sería
la mujer más dichosa si lograra
consumir el afán de poseerla:
comunión con sentidos liberados.
Allí donde la mar se ofrece ciega
como tú, como todos que la aman,
allí consumaría yo mis bodas
con elementos precipitándose.
Allí, nombre callado que no es nombre,
emergerías de mí, no Afrodita
apoyada en vestales sino piedra
que se deja tallar mansamente.
Allí me encontrarás enajenada
rompiendo en un cantar, porque segura
de salvarme de mí ya realizada.
Donde tierra dulcemente se adelgaza
suaviza con su arribo a las mareas,
allí donde la arena borra formas,
allí quisiera ser abandonada.
No a los montes que ásperos esperan:
sí a la mar que me hizo y que me tiene
en su voz de las mares de la Tierra.

NASCIMENTO ÚLTIMO (Desde nunca, 1982)
Ali onde a mar,
fruta verde-vermelha, cheiro exala,
desfaz criando o mundo, eu seria
a mulher mais ditosa se conseguisse
consumir o afã da possuir:
comunhão com sentidos libertados.
Ali onde a mar se oferece cega
como tu, como todos que a amam,
ali consumaria eu meus casamentos
com elementos se precipitando.
Ali, nome calado que não é nome,
emergirias de mim, não Afrodita
apoiada em vestales senão pedra
que se deixa talhar mansamente.
Ali me encontrarás alienada
rompendo num cantar, porque segura
de me salvar de mim já realizada.
Onde terra docemente se emagrece
suaviza com sua arribada às marés,
ali onde a areia apaga formas,
ali quisesse ser abandonada.
Não aos montes que ásperos esperam:
sim à mar que me fez e que me tem
em sua voz das mares da Terra.

AQUEL PEDAZO DE LA TIERRA..(Del obligado dolor.1984)
Desnudado. La yerba arrasada.
Hambrientos rebaños.
Pueblos, en pantanos sumergidos;
añorando deshielos.
Gente padecida se derrumba
a su oscura miseria.
Minerales montañas desdichan
a los que ya envejecieron.
Los prados no alientan, tan secos
cual comidos por fuego.
Las casas alzadas por siglos
abren su boca a la muerte.
Huyó la juventud, dejando
duro manto del olvido.

AQUELE PEDAÇO DA TERRA…(Del obligado dolor.1984)
Despido. A erva arrasada.
Famintos rebanhos.
Povos, em pântanos submergidos;
sentindo saudades dos degelos.
Gente padecida se derruba
a sua escura miséria.
Minerais montanhas desgraçam
aos que já envelheceram.
Os prados não alentam, tão secos
qual comidos pel fogo.
As casas alçadas por séculos
abrem sua boca à morte.
Fugiu a juventude, deixando
duro manto do esquecimento.

TODO PASA, NADA ESPERA (Crater.1985)
Todo pasa. Nada espera.
Vacila y afirma, la Duda
avanza, se esconde su rostro mortal
de la angustia.
Apenas se oprime una fruta,
entrega su pulpa y su zumo,
sin dudas. Nosotros
vivimos con ellas.
La Tierra nos dice que sí
a cuanto pedimos. El mundo
no afirma nunca. Se niega.
¿Cómo reunir la esperanza
con su logro perfecto? La fruta
se brinda a los dientes;
nos riega garganta, entregando
su olor y su carne a la boca,
en tanto los miedos y dudas
triste amenaza barruntan.
La fruta es del cuerpo avariento;
la duda, ardiente carcoma.
¡Si la duda abrasante se hiciera
con la fruta salvada, Unidad!

TUDO PASSA, NADA ESPERA (Cráter, 1985)
Tudo passa. Nada espera.
Vacila e afirma, a Dúvida
avança, se esconde seu rosto mortal
da angústia.
Ao oprimir uma fruta,
entrega a sua polpa e o seu suco
sem dúvidas. Nós
vivemos com elas.
A Terra nos diz que sim
a quanto pedimos. O mundo
não afirma nunca. Se nega.
Como reunir a esperança
com seu lucro perfeito? A fruta
se brinda aos dentes;
nos banha a garganta, entregando
seu cheiro e sua carne à boca,
em tanto os medos e dúvidas
triste ameaça pressentem.
A fruta é do corpo avarento;
a dúvida, ardente cupim.
¡Se a dúvida abrasante se fizesse
com a fruta salvada, Unidade!

Texto original: Selección del Patronato Carmen Conde y Antonio Oliver

 

*

 

 

 

 

 

Carolina Maria de Jesus

 

Sobre Quarto de despejo, en el preámbulo del libro, Audálio Dantas escribe: «Un libro así, fuerte y original, solo podía crear mucha polémica. Para comenzar, rompió la rutina de las magras ediciones de dos, tres mil ejemplares, en Brasil. En pocos meses, a partir de agosto de 1960, cuando fue lanzado, sucesivas ediciones alcanzaron, en conjunto, las alturas de los 100 mil ejemplares. Los periódicos, las revistas, la radio o la televisión, primero aquí y después en el mundo entero, abrieron espacios para el libro y para la historia de su autora. El éxito del libro ––una rústica, incómoda y hasta lírica narrativa del sufrimiento del hombre, relegado a la condición más desesperada y humillante de la vida— fue también el éxito personal de su autora, transformada de la noche a la mañana en una patética Cenicienta, salida del brasero de la basura para brillar intensamente bajo las luces de la ciudad.»
Se tradujo a catorce idiomas y se distribuyó en cuarenta países, estando próximos al millón los ejemplares vendidos. Grabó discos en los que ponía voz y música. Sobre ella escribieron los mejores escritores brasileños, la recibieron personajes de distintos países, fue exaltada y hasta denigrada; y la burbuja comercial duró lo que duran las burbujas comerciales, mientras el jugo interior se convierte en dinero.

Pero al margen del éxito, en el embrión del éxito, está la mujer que lo originó con su inteligencia, su fuerza y su coraje; con su orgullo, con su empuje, su osadía, su deseo de independencia y su impaciente paciencia. La mujer fuerte cuya debilidad escribe los diarios durante años, como quien cuenta sus pesares a un amigo, para desahogarse; con la remota esperanza de darlos a conocer en un libro cuyo título traduzco como Cuarto de los desechos, porque ella dijo que la favela era el Quarto de despejo de la sociedad y del mundo. El papel del periodista Audálio Dantas en la publicación y, acaso del éxito, de ese libro diario, es fundamental. Trabajó en la corrección de los diarios haciéndolos legibles para el gran público, seleccionó los textos más interesantes y creó el ambiente intelectual previo al lanzamiento. Tanto es así que llegó a ser acusado de haber dirigido la mano de Carolina en la escritura, incluso de haber inventado a Carolina. Artículos como el de Manuel Bandeira, vinieron en su ayuda al destacar la extraordinaria obra de Carolina Maria de Jesus.

Trecho de “Quarto de despejo”,
Obra de Carolina Maria de Jesus
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

«Mis hijos no se mantienen con pan de iglesia. Me enfrento a cualquier clase de trabajo para mantenerlos. Las otras tienen que mendigar y hasta afanar. Parecen tambor. Por la noche, mientras ellas piden ayuda, yo, tranquilamente, en mi barraquita, escucho valses vieneses. Mientras los esposos rompen las tablas de la barraca, yo y mis hijos dormimos tranquilos. No envidio a las mujeres casadas de favela que llevan vida de esclavas indianas. No me casé y no me arrepiento. Los que me gustaron eran soeces y me imponían condiciones horribles. Ahí está la Maria José, más conocida como Zefa, que reside en la calle B número 9. Es una alcoholatra. Gestante bebe demasiado. Las criaturas nacen y mueren antes de los doce meses. Me odia porque mis hijos me defienden y por tener yo radio. Un día me pidió la radio prestada. Le dije que no se la podía prestar. Que ella no tenía hijos, así que podía trabajar para comprarla. Como se sabe, las personas dadas a la embriaguez no compran nada. Ni ropas. Los borrachos no prosperan. A veces arroja agua a mis hijos. Dice que no zurro a mis hijos. No soy dada a la violencia. Mi hijo José Carlos dice:
—No te entristezcas mamita. Nuestra Señora de la Aparecida tendrá piedad de la señora. Cuando yo crezca compraré una casa de ladrillo para la señora madre.

«Fui a buscar papel y permanecí fuera de casa una hora. Al volver vi varias personas en las orillas del río. Era que allí había un señor inconsciente por el alcohol, y los insensibles de la favela le escudriñaban los bolsos. Le quitaron el dinero rompiendo los documentos (…) Son las 5. ¡Y el Señor Heitor ya enciende la luz!
Yo voy a lavar a los niños para ir a la cama, porque necesito salir. Preciso dinero para pagar la luz. Aquí es así. La gente no gasta luz, pero debe pagar. Salí fuera a buscar papel. Iba deprisa porque era tarde. Encontré una señora. Iba maldiciendo su vida conyugal. Miré pero no dije nada. (…) Até las bolsas, puse las latas que recogí en otra bolsa y regresé a casa. Al llegar puse la radio para saber la hora. Eran las 23,55. Calenté comida, leí, me desnudé y después me acosté. El sueño llegó enseguida.

«19 de Julio. Desperté a las 7 horas com la parla de mis hijos. Dejé el lecho, fui a buscar agua. Las mujeres ya estaban en el grifo. Las latas en fila. Nada más llegar la Florenciana me preguntó
-¿De qué partido es aquella pancarta?
Leí P.S.B. y respondí Partido Socialista Brasileño. Pasó el señor Germano, y ella preguntó de nuevo:
-Señor Germano, ¿esa pancarta de qué partido es?
-Del Janio (sobrenombre del PSB por Jânio Quadros, diputado, prefecto y gobernador de SP antes de Presidente de la República)
Ella se alegró y comenzó a decir que el Dr. Ademar de Barros (dos veces gobernador del Estado) es un ladrón (….) Llegó mi vez, puse mi lata para llenar. La Florenciana siguió alabando al Janio. El agua comenzó a disminuir en el grifo. Comenzaron a hablar de la Rosa. Que ella cargaba agua desde las 4 de la madrugada, que ella lavaba toda la ropa en casa. Que ella debe pagar 20 cruzeiros al mes. Mi lata se llenó y me fui enseguida.
…Estuve recordando los disgustos de esos días (…) Soporto los inconvenientes de la vida diaria. Ya que no conseguí almacenar para vivir, decidí almacenar paciencia.

«Nunca fui nadie. Tengo mucho sentido común. No quiero tener procesos. Mi registro general es 845.936. Fui al depósito para recibir el dinero del papel; 55 cruzeiros. Volví rápido, compré leche y pan. Preparé Toddy para los niños, hice las camas, puse alubias en el fuego, barrí la barraca. Llamé al Señor Ireno Venancio da Silva encargándole un balancín para los niños. Me gustaría que ellos se quedaran en el patio para que los vecinos no riñeran con ellos. Le di 16 cruzeiros. Mientras hacía el balancín, fui a enjabonar la ropa. Cuando volví, el señor Ireno estaba terminando el balancín. Hice algunas correcciones y él lo terminó. Los niños aprecian el balancín al instante. Todos querían columpiarse al mismo tempo.
«Cerré la puerta, fui a vender las latas. Llevé a los niños. El día está cálido. Me gusta que reciban los rayos solares. ¡Qué suplicio! Cargar a la pequeña Vera y llevar la bolsa sobre la cabeza. Vendí las latas y los metales. Cobré 31 Cruzeiros. Quedé satisfecha. Pregunté:
-Señor Manuel, ¿el señor no equivocó la cuenta?
-No, ¿Por qué?
-Porque el saco de latas no pesaba tanto como para valer 31 cruzeiros. Es el total que necesito para pagar la luz.
Dije adiós y volví a casa. Llegué, hice la comida. Mientras la cazuela hervía yo escribí un poco. Di de comer a los niños y fui a la Klabin (fábrica de papel de Mauricio Klabin) a buscar papel estropeado. Dejé a los pequeños jugando en el patio. Tenía mucho papel. Trabajé deprisa pensando que aquellas bestias humanas son capaces de invadir mi barraca y maltratar a los niños. Ellas esperan a que yo salga para zurrar a mis hijos. Justamente, cuando, no estando yo, las criaturas están solas e indefensas. En ocasiones yo enciendo la radio y danzo con los niños,

«…En las favelas, las jóvenes de 15 años permanecen hasta la hora que ellas quieren. Se mezclan con meretrices, cuentan sus aventuras (…) Están los que trabajan. Y están los que llevan la vida torcida y recta. Las personas de mayor edad trabajan, los jóvenes es que reniegan del trabajo. Tienen las madres, que recogen frutas y legumbres en los mercados. Tienen las iglesias que dan pan. Tienen el San Francisco que todos los meses entregan manutención, café, jabón etc. Ellas van al mercado, recogen cabezas de pescado, todo lo que pueden aprovechar. Comen cualquier cosa. Tienen estómago de cemento armado (…)
En ocasiones yo enciendo la radio y danzo con los niños; simulamos una lucha de boxeo. Hoy compré mermelada para ellos. En cuanto di un pedazo a cada uno, percibí que me dirigían una mirada tierna. Y el mi João José dijo:
-¡Qué madre tan buena!
Quando las mujeres fieras invaden mi barraca, mis hijos les tiran piedras. Ellas dicen:
-¡Qué niños tan mal educados!
Yo respondo:
Mis hijos están defendiéndome. Ustedes son incultas, no pueden comprender. Voy a escribir un libro sobre la favela. Citaré todo lo que aquí pasa. Y todo lo que ustedes hacen. Yo quiero escribir el libro, y ustedes, con estas escenas desagradables, me facilitan los argumentos.

Fragmento traducido por PSdeJ a partir del libro “Quarto de Despejo”, de Carolina Maria de Jesus, Edición Popular, con prólogo de Audálio Dantas.

A professora Vera Eunice de Jesus Lima, 61 anos, filha de uma das primeiras escritoras negras do Brasil, Carolina Maria de Jesus, contou que nunca conseguiu ler por completo o livro mais famoso da mãe, Quarto de Despejo: Diário de uma Favelada. “Leio pedaços. Começo a ler, leio, abro. Não é um livro que consigo ler na sequência”.

 

A Rosa
Poema de Carolina Maria de Jesus

Eu sou a flor mais formosa
Disse a rosa
Vaidosa!
Sou a musa do poeta.

Por todos su contemplada
E adorada.

A rainha predileta.

Minhas pétalas aveludadas
São perfumadas
E acariciadas.

Que aroma rescendente:
Para que me serve esta essência,
Se a existência
Não me é concernente…

Quando surgem as rajadas
Sou desfolhada
Espalhada
Minha vida é um segundo.
Transitivo é meu viver
De ser…
A flor rainha do mundo.

Carolina Maria de Jesus, em «Antologia pessoal». (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996.

La Rosa
Poema de Carolina Maria de Jesus
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Yo soy la flor más hermosa
Dijo la rosa
Vanidosa!
Soy la musa del poeta.

Por todos soy admirada
Y adorada.

La reina predilecta.

Mis pétalos aterciopelados
Están perfumados
Y acunados.

Que aroma tan fragante:
Para que me sirve esta esencia,
Si la existencia
No me es vinculante…

Cuando surgen las estrías
Quedo deshojada
Esparcida
Mi vida es un segundo.
Transitivo es mi vivir
De ser…
La flor reina del mundo.

 

HUMANIDADE
Poema de Carolina Maria de Jesús

Depôis de conhecer a humanidade
suas perversidades
suas ambições
Eu fui envelhecendo
E perdendo
as ilusões
o que predomina é a
maldade
porque a bondade:
Ninguem pratica
Humanidade ambiciosa
Y gananciosa
Que quiere quedar rica!
Cuando yo morir…
No quiero renascer
es horrivel, soportar la humanidad
Que tiene apariencia noble
Que encubre
Las pesimas calidades

Noté que el ente humano
ES perverso, es tirano
Egoista interesseiros
Pero trata con cortêzia
Pero todo es ipocresia
Son rudes, y trapaceiros

Carolina Maria de Jesus, em “Meu estranho diário”. São Paulo: Xamã, 1996. (grafia original)

 

Humanidad
Poema de Carolina María de Jesús
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Después de descubrir a la humanidad
sus maldades
sus ambiciones
yo fui envejeciendo
y perdiendo
las ilusiones;
lo que predomina es la
maldad
porque la bondad:
no la practica nadie
Humanidad ambiciosa
Y ávida de lucro
¡Que quiere hacerse rica!
Cuando yo muera…
No quiero resucitar
es horrible, soportar a la humanidad
cuya apariencia noble
encubre
Las pésimas cualidades

Me di cuenta de que el ser humano
Es perverso, es tirano
Egoísta, interesado
Pero trata con educación
Aunque es todo hipocresía
es bruto, y trapacero.

[MUITAS FUGIAM AO ME VER]
Poema de Carolina Maria de Jesus

Muitas fugiam ao me ver
Pensando que eu não percebia
Outras pediam pra ler
Os versos que eu escrevia

Era papel que eu catava
Para custear o meu viver
E no lixo eu encontrava livros para ler
Quantas coisas eu quiz fazer
Fui tolhida pelo preconceito
Se eu extinguir quero renascer
Num país que predomina o preto

Adeus! Adeus, eu vou morrer!
E deixo esses versos ao meu país
Se é que temos o direito de renascer
Quero um lugar, onde o preto é feliz.

Carolina Maria de Jesus, em Antologia pessoal. (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996.

(Muchas escapaban al verme)
Poema de Carolina Maria de Jesus
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Muchas huían al verme
Pensando que no lo descubría
Otras querían leer
Los versos que yo escribía

Era papel lo que yo recogía
Para pagar mi vida
Y en la basura encontraba libros que yo leía
Cuántas cosas quise hacer
Fui impedida por el prejuicio
Si yo muero quiero renacer
En un país donde predomine el negro

Adiós! Adiós, voy a morir!
Y dejo esos versos a mi país
Si es que tenemos el derecho de resucitar
Quiero un lugar, donde el negro sea feliz.

 

SONHEI
Poema de Carolina Maria de Jesus

Sonhei que estava morta
Vi um corpo no caixão
Em vez de flores eram Iivros
Que estavam nas minhas mãos
Sonhei que estava estendida
No cimo de uma mesa
Vi o meu corpo sem vida
Entre quatro velas acesas

Ao lado o padre rezava
Comoveu-me a sua oração
Ao bom Deus ele implorava
Para dar-me a salvação
Suplicava ao Pai Eterno
Para amenizar o meu sofrimento
Não me enviar para o inferno
Que deve ser um tormento

Ele deu-me a extrema-unção
Quanta ternura notei
Quando foi fechar o caixão
Eu sorri… e despertei.

Carolina Maria de Jesus, em Antologia pessoal. (Organização José Carlos Sebe Bom Meihy). Rio de Janeiro: Editora UFRJ, 1996, p.174.

Soñé
Poema de Carolina Maria de Jesus
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Soñé que estaba muerta
Vi un cuerpo en el cajón
En vez de flores eran Iibros
Lo que sujetaban mis manos
Soñé que estaba tendida
En lo alto de una mesa
Vi mi cuerpo sin vida
Entre cuatro velas encendidas

Al lado el padre rezaba
Me conmovió su oración
Al bueno Dios él imploraba
Para obtener la salvación
Suplicaba al Padre Eterno
Para deleitar mi sufrimiento
No enviarme al infierno
Que debe ser un tormento

Él me dio la extrema unción
Cuanta ternura noté
Cuando fue a cerrar el cajón
Yo sonreí… y desperté.

 

*

 

 

Juan Ramón Jiménez

 

Me gustó tanto y tanto la poesía de Juan Ramón, leído en profundidad durante el curso Preuniversitario en Madrid, que, durante un buen tiempo, fue mi sola referencia poética. Después lo fue Neruda.

Textos de Juan Ramón Jiménez traducidos al português

1.- Platero y yo
Libro infantil de Juan Ramón Jiménez

Advertencia a los hombres que lean este libro para niños Este breve libro, en donde la alegría y la pena son gemelas, cual las orejas de Platero, estaba escrito para… ¡qué sé yo para quién!… para quien escribimos los poetas líricos… Ahora que va a los niños, no le quito ni le pongo una coma. ¡Qué bien! «Dondequiera que haya niños», dice Novalis, «existe una edad de oro». Pues por esa edad de oro, que es como una isla espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta, y se encuentra allí tan a su gusto, que su mejor deseo sería no tener que abandonarla nunca. ¡Isla de gracia, de frescura y de dicha, edad de oro de los niños; siempre te halle yo en mi vida, mar de duelo; ¡y que tu brisa me dé su lira, alta y, a veces, sin sentido, igual que el trino de la alondra en el sol blanco del amanecer!
El poeta, Madrid, 1914.

Platero (Fragmento inicial)

Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro. Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo dulcemente: «¿Platero?», y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal… Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel… Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo: —Tien’ asero… Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.

Libertad

Llamó mi atención, perdida por las flores de la vereda, un pajarillo lleno de luz, que, sobre el húmedo prado verde, abría sin cesar su preso vuelo policromo. Nos acercamos despacio, yo delante, Platero detrás. Había por allí un bebedero umbrío, y unos muchachos traidores le tenían puesta una red a los pájaros. El triste reclamillo se levantaba hasta su pena, llamando, sin querer, a sus hermanos del cielo. La mañana era clara, pura, traspasada de azul. Caía del pinar vecino un leve concierto de trinos exaltados, que venía y se alejaba, sin irse, en el manso y áureo viento marero que ondulaba las copas. ¡Pobre concierto inocente, tan cerca del mal corazón! Monté en Platero, y, obligándolo con las piernas, subimos, en un agudo trote, al pinar. En llegando bajo la sombría cúpula frondosa, batí palmas, canté, grité. Platero, contagiado, rebuznaba una vez y otra, rudamente. Y los ecos respondían, hondos y sonoros, como en el fondo de un gran pozo. Los pájaros se fueron a otro pinar, cantando. Platero, entre las lejanas maldiciones de los chiquillos violentos, rozaba su cabezota peluda contra mi corazón, dándome las gracias hasta lastimarme el pecho.

Asnografía

Leo en un Diccionario: Asnografía: sentido figurado: se dice, irónicamente, por descripción del asno. ¡Pobre asno! ¡Tan bueno, tan noble, tan agudo como eres! Irónicamente… ¿Por qué? ¿Ni una descripción seria mereces, tú, cuya descripción cierta sería un cuento de primavera? ¡Si al hombre que es bueno debieran decirle asno! ¡Si al asno que es malo debieran decirle hombre! Irónicamente… De ti, tan intelectual, amigo del viejo y del niño, del arroyo y de la mariposa, del sol y del perro, de la flor y de la luna, paciente y reflexivo, melancólico y amable, Marco Aurelio de los prados…Platero, que sin duda comprende, me mira fijamente con sus ojazos lucientes, de una blanda dureza, en los que el sol brilla, pequeñito y chispeante, en un breve y convexo firmamento verdinegro. ¡Ay! ¡Si su peluda cabezota idílica supiera que yo le hago justicia, que yo soy mejor que esos hombres que escriben Diccionarios, casi tan bueno como él! Y he puesto al margen del libro: Asnografía: s. f.: se debe decir, con ironía, ¡claro está!, por descripción del hombre imbécil que escribe Diccionarios.

https://www.vicensvives.com/vvweb/_pdf/Muestra-estampas-platero-y-yo-01.pdf

1.- Platero e eu
Livro infantil de Juan Ramón Jiménez
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Advertência aos homens que leiam este livro para meninos. Este breve livro, onde a alegria e a pena são gémeas, qual as orelhas de Platero, estava escrito para… que sê eu para quem! … para quem escrevemos os poetas líricos… Agora que vai aos meninos, não lhe tiro nem lhe ponho uma vírgula. Que bem! «Onde quer que haja meninos», diz Novalis, «existe uma idade de ouro». Pois por essa idade de ouro, que é como uma ilha espiritual caída do céu, anda o coração do poeta, e se encontra ali tão a seu gosto, que seu melhor desejo seria não ter que a abandonar nunca. Ilha de graça, de frescura e de dita, idade de ouro dos meninos; sempre te ache eu em minha vida, mar de duelo; e que tua brisa me dê sua lira, alta e, às vezes, sem sentido, igual que o trino da calandra no sol branco do amanhecer!
O poeta, Madri, 1914.

Platero (Trecho inicial)

Platero é pequeno, peludo, suave; tão macio por fora, que se diria tudo de algodão, que não leva ossos. Só os espelhos de azeviche de seus olhos são duros qual dois escaravelhos de cristal negro. O deixo solto e se vai ao prado, e acaricia tibiamente com seu focinho, as roçagando quase, as florezinhas rosas, celestes e gualdas… O chamo docemente: «Platero?», e vem a mim com um trote alegre que parece que se ri, em não sê que som ideal de guizo… Come quanto lhe dou. Gosta das laranjas mandarinas, as uvas moscateises, todas de âmbar, os figos morados, com sua cristalina gotinha de mel… É terno e mimoso igual que um menino, que uma menina… mas forte e seco por dentro, como de pedra. Quando passo sobre ele, nos domingos, pelas últimas ruas do povo, os homens do campo, vestidos de limpo e vagarosos, ficam o olhando: —Tien’ asero… Tem aço. Aço e prata de lua, ao mesmo tempo.

Liberdade

Chamou minha atenção, perdida pelas flores da vereda, um passarinho cheio de luz, que, sobre o húmido prado verde, abria sem cessar seu preso voo policromo. Acercamo-nos devagar, eu diante, Platero detrás. Havia por ali um bebedouro sombrio, e uns rapazes traidores tinham posta uma rede aos pássaros. O triste apelo se levantava até sua pena, chamando, sem querer, a seus irmãos do céu. A manhã era clara, pura, traspassada de azul. Caía do pinar vizinho um leve concerto de trinos exaltados, que vinha e se afastava, sem se ir, no manso e áureo vento do mar que ondulava as copas. ¡Pobre concerto inocente, tão cerca do mau coração! Montei em Platero, e, empurrando com as pernas, subimos, num agudo trote, ao pinar. Ao chegar baixo a sombria cúpula frondosa, bati palmas, cantei, gritei. Platero, contagiado, ornejava uma vez e outra, rudemente. E os ecos respondiam, arraigados e sonoros, como no profundo de um poço ancho. Os pássaros se foram a outro pinar, cantando. Platero, entre as longínquas maldições dos rapazes violentos, roçava sua grande cabeça peluda contra meu coração, me agradecendo até me lastimar o peito.

Asnografia

Leio num Dicionário: Asnografia: sentido figurado: diz-se, ironicamente, por descrição do asno. Pobre asno! Tão bom, tão nobre, tão agudo como és! Ironicamente… Por que? Nem uma descrição séria mereces, tu, cuja descrição verdadeira seria um conto de primavera? Se ao homem que é bom devessem lhe dizer asno! Se ao asno que é mau devessem lhe dizer homem! Ironicamente… De ti, tão intelectual, amigo do velho e do menino, do arroio e da borboleta, do sol e do cão, da flor e da lua, paciente e reflexivo, melancólico e amável, Marco Aurélio dos prados. Platero, que sem dúvida compreende, me olha fixamente com seus olhos luzentes, de uma macia dureza, nos que o sol brilha, pequeninho e faiscante, num breve e convexo firmamento verde e negro. Ai! Se sua peluda cabeçona idílica soubesse que eu lhe faço justiça, que eu sou melhor que esses homens que escrevem Dicionários, quase tão bom como ele! E tenho posto à margem do livro: Asnografia: sentido figurado: se deve dizer, com ironia, claro está!, por descrição do homem imbecil que escreve Dicionários.

2-. Juan Ramón Jiménez en Madrid

Parque del Retiro
Texto de Juan Ramón Jiménez

(…) Es la hora en que vamos siempre al Retiro, cuando ya se han marchado todos y se puede estar en aquel pinar con soledad. Me gusta pasear un poco y luego sentarme en un banco a confrontar aquello en que estoy trabajando con la Naturaleza; esto lo he hecho siempre y sirve de mucho (…) para que caigan las cosas superfluas (…) pienso en ello para dictarlo ya depurado cuando vuelvo.
Ensalza en sus textos el frescor vivo y cambiante del parque donde la naturaleza –de carácter animista– cobra fuerza:
Mis sueños han tenido cien veces esta vista prodigiosa, y la arboleda de detrás, en la metamorfosis del sueño, era ya pinar de Moguer, palmeras de Sevilla, castaños de Burdeos…, de Filadelfia, pero la Puerta era siempre la misma, única y perfecta.
Nunca he visto tristeza más hermosa que la del Retiro aquella tarde.
Entre el ramaje, de un verde casi amarillento, los pinos negros se veían aunque no se mirasen, y producían impresión, no de cosas, sino de sombras que fuesen llegando. He oído llorar a un árbol; en el tronco tenía voz de fiera y, en las ramas altas, voz de niño. También oí cantar al aire en la hojarasca.
(…) Todos los verdes, todos los oros y todas las luces (…).
¡Adiós, hojitas –y se mueven, locas en el viento–; hasta mañana!
Las sanas hojas lustradas de los chopos agrios del camino azulean de dulce cielo (…). Los firmes mirlos atraviesan sombra y sol (…), se truecan constantemente con el viento, como peces que nadaran un doble oleaje feliz de mar y aire. Cuesta abajo viene el agua susurrante y dichosa, sonando a tesoro abierto, entre la flor caída y la hojilla seca del cauce de tierra oscura, todo bordeado de avispas orinegras (…).

Parque del Retiro
Texto de Juan Ramón Jiménez
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

É a hora em que vamos sempre ao Retiro, quando já se marcharam todos e se pode estar naquele pinar com solidão. Gosto de passear um pouco e depois me sento num banco a confrontar aquilo em que estou trabalhando com a Natureza; isto o fiz sempre e serve de muito (…) para que caiam as coisas supérfluas (…) penso em isso para ditá-lo já depurado quando volto.
Exalta em seus textos o frescor vivo e cambiante do parque onde a natureza –de caráter animista– cobra força:
Meus sonhos têm tido cem vezes esta vista prodigiosa, e o arvoredo de atrás, na metamorfose do sonho, era já pinar de Moguer, palmeiras de Sevilla, castanheiros de Burdeos…, de Filadelfia, mas a Porta era sempre a mesma, única e perfeita.
Nunca tenho visto tristeza mais formosa que a do Retiro aquela tarde.
Entre a ramagem, dum verde quase amarelento, os pinos negros se viam ainda que não se olhassem, e produziam impressão, não de coisas, senão de sombras que fossem chegando. Tenho ouvido chorar uma árvore; no tronco tinha voz de fera e, nos ramos altos, voz de menino. Também ouvi cantar o ar na folharada.
(…) Todos os verdes, todos os ouros e todas as luzes (…).
¡Adeus, folhinhas –e se movem, loucas no vento̵–; até amanhã!
As sãs folhas lustradas dos choupos azedos do caminho azuleiam de doce céu (…). Os firmes melros atravessam sombra e sol (…), se trocam constantemente com o vento, como peixes que nadassem um duplo fluxo feliz de mar e ar. Ladeira abaixo vem a água sussurrante e ditosa, soando a tesouro aberto, entre a flor caída e a folhinha seca do leito de terra escura, todo rodeado de vespas oro y negras (…).

3-. De Eternidades
Poemas de Juan Ramón Jiménez

¡Intelijencia, dame
el nombre exacto de las cosas!
… Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas…
¡Intelijencia, dame
el nombre exacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!

 

Vino, primero, pura,
vestida de inocencia.
Y la amé como un niño.

Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes.
Y la fui odiando, sin saberlo.

Llegó a ser una reina,
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de yel y sin sentido!

…Mas se fue desnudando.
Y yo le sonreía.

Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.

Y se quitó la túnica,
y apareció desnuda toda…
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!

 

Eres tan bella
tú, como el prado tierno tras el arcoíris,
en la siesta callada de agua y sol;
como el rizado de la primavera,
contra el sol de la aurora;
como la avena fina del vallado,
contra el sol de poniente del estío;
como tus ojos verdes con mi risa grana,
como mi hondo corazón con tu amor vivo.

Textos: Antología General Ediciones Orbis 1983

De Eternidades
Poemas de Juan Ramón Jiménez
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

INTELIGÊNCIA, DÁ-ME
o nome exato das coisas!
… Que minha palavra seja
a coisa mesma,
criada por minha alma novamente.
Que por mim vão todos
os que não as conhecem, às coisas;
que por mim vão todos
os que já as esquecem, às coisas;
que por mim vão todos
os mesmos que as amam, às coisas…
Inteligência, dá-me
o nome exato, e teu,
e seu, e meu, das coisas!

VEIO PRIMEIRO, PURA,
vestida de inocência.
E amei-a como um menino.

Depois se foi vestindo
de não sê que roupagens.
E a fui odiando, sem sabê-lo.

Chegou a ser uma rainha,
fastuosa de tesouros…
¡Que iracúndia de fel e sem sentido!

…Mas foi-se despindo.
E eu lhe sorria.

Ficou com a túnica
de sua inocência antiga.
Cri de novo nela.

E se tirou a túnica,
e apareceu nua toda…
¡Oh paixão de minha vida, poesia
nua, minha para sempre!

ÉS TÃO BELA
tu, como o prado terno depois do arco-íris,
na sesta calada de água e sol;
como o caracolado da primavera,
contra o sol da aurora;
como a aveia fina do valado,
contra o sol de poente do estio;
como teus olhos verdes com meu riso grana,
como meu fundo coração com teu amor vivo.

 

*

 

 

 

 

José Saramago

 

«Este mundo não presta, venha outro. / Já por tempo de mais aqui andamos / A fingir de razões suficientes. / Sejamos cães do cão: sabemos tudo / De morder os mais fracos se mandamos, / E de lamber as mãos, se dependentes».
Na primeira obra poética de José Saramago descobre-se uma poesia de liberdade, de fraternidade e de luta. Uma luta disfarçada, por dentro das palavras. Pelo interior labiríntico de respiração que habitam todos estes poemas, publicados pela primeira vez em 1966. Digamos que eram os poemas possíveis da altura, quando a censura espiava a alma dos escritores. E no entanto, as convicções profundas de Saramago já são bem visíveis em poemas como Criação: «Deus não existe ainda, nem sei quando / Sequer o esboço, a cor se afirmará / No desenho confuso da passagem / De gerações inúmeras nesta esfera. / Nenhum gesto se perde, nenhum traço, / Que o sentido da vida é este só: / Fazer da Terra um Deus que nos mereça, / E dar ao Universo o Deus que espera.”
Diário de Notícias, 9 de Outubro de 1998.

 

Textos de Saramago traduzidos ao castelhano

Os Poemas Possíveis
José Saramago

Nota da 2ª edição
Aparece esta edição de Os Poemas Possíveis dezasseis anos depois da primeira. Não é assim tanto, comparando com os dezasseis séculos que sinto ter juntado à minha idade de então. Pode-se perguntar se estes versos (palavra hoje pouco usada, mas competente para o caso) merecem segunda oportunidade, ou se a não ficaram devendo a porventura mais cabais demonstrações do autor no território da ficção. Se, enfim, estaremos observando um simples e nada raro fenómeno de aproveitamento editorial, mera estratégia daquilo a que costuma chamar-se política de autores, ou se, pelo contrário, foi a constante poética do trabalho deste que legitimou a ressuscitação do livro, porque nele teriam começado a definir-se nexos, temas e obsessões que viriam a ser a coluna vertebral, estruturalmente invariável, de um corpo literário em mudança. Aceitemos a última hipótese, única que poderá tornar plausível, primeiro, e justificar, depois, este regresso poético.
Poesia datada? Sem dúvida. Toda a criação cultural há-de ter logo a sua data, a que lhe é imposta pelo tempo que a produz. Mas outras datas leva sempre também, anteriores, as dos materiais herdados — quantas vezes importunamente dominantes —, e, de longe em longe, aquela impalpável data ainda pode vir, aquele sentir, aquele ver e experimentar só futuro ainda. Porém, essas entrevisões são coisa apenas para génios, e, obviamente, não é deles que se trata aqui.
Poesia do dia passado, da hora tarda, poesia não futurante. E contra isto não haveria remédio. Salvo tentar trazê-la até ao seu autor, hoje, por cima de dezasseis anos e dezasseis séculos. Assim foi feito, e esta edição aparece não só revista, mas emendada também. Quase tudo nela é dito de maneira diferente, diferente é muito do que por outra maneira se diz, e não faltaram ocasiões para contrariar radicalmente o que antes fora escrito. Mas nenhum poema foi retirado, nenhum acrescentado. É então outro libro? É ainda o mesmo? Eu diria (e com este remate me dou por explicado) que o romancista de hoje decidiu raspar com unha seca e irónica o poeta de ontem, lacrimal as veces. Ou, para usar expressões menos metafóricas, procurou tornar Os poemas Possíveis possíves outra vez. Ao menos

José Saramago Janeiro de 1982 Editorial Caminho, S.A. 1997

Alguns poemas desse livro

Até ao Sabugo

Dirão outros, em verso, outras razões,
Quem sabe se mais úteis, mais urgentes.
Deste, cá, não mudou a natureza,
Suspensa entre duas negações.
Agora, inventar arte e maneira
De juntar o acaso e a certeza,
Leve nisso, ou não leve, a vida inteira.

Assim como quem rói as unhas rentes.

 

Arte poética

Vem de quê o poema? De quanto serve
A traçar a esquadria da semente:
Flor ou erva, floresta e fruto.
Mas avançar um pé não é fazer jornada,
Nem pintura será a cor que não se inscreve
Em acerto rigoroso e harmonia.
Amor, se o há, com pouco se conforma
Se, por lazeres de alma acompanhada,
Do corpo lhe bastar a presciência.

Não se esquece o poema, não se adia,
Se o corpo da palavra for moldado
Em ritmo, segurança e consciência.

 

Se não tenho outra voz…

Se não tenho outra voz que me desdobre
Em ecos doutros sons este silêncio,
É falar, ir falando, até que sobre
A palavra escondida do que penso.

É dizê-la, quebrado, entre desvios
De flecha que a si mesma se envenena,
Ou mar alto coalhado de navios
Onde o braço afogado nos acena.

É forçar para o fundo uma raiz
Quando a pedra cabal corta caminho
É lançar para cima quanto diz
Que mais árvore é o tronco mais sozinho.

Ela dirá, palavra descoberta,
Os ditos do costume de viver:
Esta hora que aperta e desaperta,
O não ver, o não ter, o quase ser

 

Processo

As palavras mais simples, mais comuns,
As de trazer por casa e dar de troco,
Em língua doutro mundo se convertem:
Basta que, de sol, os olhos do poeta,
Rasando, as iluminem.

 

Balança

Com pesos duvidosos me sujeito
À balança até hoje recusada.
É tempo de saber o que mais vale:
Se julgar, assistir, ou ser julgado.
Ponho no prato raso quanto sou,
Matérias, outras não, que me fizeram,
O sonho fugidiço, o desespero
De prender violento ou descuidar
A sombra que me vai medindo os dias;
Ponho a vida tão pouca, o ruim corpo,
Traições naturais e relutâncias,
Ponho o que há de amor, a sua urgência,
O gosto de passar entre as estrelas,
A certeza de ser que só teria
Se viesses pesar-me, poesia.

 

Poema à boca fechada 

Não direi:
Que o silêncio me sufoca e amordaça.
Calado estou, calado ficarei,
Pois que a língua que falo é de outra raça.

Palavras consumidas se acumulam,
Se represam, cisterna de águas mortas,
Ácidas mágoas em limos transformadas,
Vasa de fundo em que há raízes tortas.

Não direi:
Que nem sequer o esforço de as dizer merecem,
Palavras que não digam quanto sei
Neste retiro em que me não conhecem.

Nem só lodos se arrastam, nem só lamas,
Nem só animais bóiam, mortos, medos,
Túrgidos frutos em cachos se entrelaçam
No negro poço de onde sobem dedos.

Só direi,
Crispadamente recolhido e mudo,
Que quem se cala quanto me calei
Não poderá morrer sem dizer tudo.
José Saramago

Os Poemas Possíveis
José Saramago
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Nota de la 2ª edición
Aparece esta edición de Los Poemas Posibles, dieciséis años detrás de la primera. No es mucho, si lo comparo con los dieciséis siglos que siento haber sumado a mi edad de entonces. Cabe preguntar si estos versos (palabra hoy poco usada, pero válida para el caso) merecen una segunda oportunidad, o si no se quedan como deudores de otras, posiblemente más cabales, demostraciones del autor en el territorio de la ficción. Si, finalmente, no estaremos ante un simple y nada raro fenómeno de aprovechamiento editorial, mera estrategia de aquello que se suele llamar política de autores, o si, por el contrario, fue la constante poética del propio trabajo la que legitimó la resurrección del libro, porque en él habrían comenzado a definirse nexos, temas y obsesiones que vendrían a ser la columna vertebral, estructuralmente invariable, de un cuerpo literario modificado. Aceptemos la última hipótesis, única que podrá hacer plausible, primero, y justificar, después, este regreso poético.
¿Poesía fechada? Seguramente. Toda la creación cultural debe tener luego su fecha, la impuesta por el tiempo que la produce. Pero siempre lleva otras fechas, además, estas anteriores, las de los materiales heredados — muchas veces importunamente dominantes — y, de tiempo en tiempo, aquella impalpable fecha que aún puede venir, aquel sentir, aquel ver y experimentar, todavía futuro solamente. Sin embargo, esas percepciones son cosa solo de genios, y, obviamente, no son ellos el asunto aquí tratado.
Poesía del día pasado, de la hora tardía, poesía en el futurible. Y contra esto no habría remedio. Salvo intentar traerla hasta su autor, hoy, con dieciséis años más y dieciséis siglos. Así fue hecho, y esta edición aparece no sólo revisada, sino enmendada también. Casi todo en ella está dicho de manera diferente, diferente es mucho de lo que de otra manera se dice, y no faltaron ocasiones para contradecir radicalmente lo que antes fue escrito. Pero ningún poema fue retirado, ninguno fue añadido. ¿Es entonces otro libro? ¿sigue siendo el mismo? Yo diría (y con este remate me doy por explicado) que el novelista de hoy decidió raspar con uña seca e irónica al poeta de ayer, lacrimal a veces. O, para emplear expresiones menos metafóricas, buscó el retorno de Os Poemas Possíveis, otra vez al menos.

Algunos poemas de ese libro

Hasta la Lúnula

Dirán otros, en verso, otras razones,
Quién sabe si más útiles, más urgentes.
De este, acá, no cambió la naturaleza,
Suspendida entre dos negaciones.
Ahora, inventar arte y manera
De juntar el acaso y la certeza,
Lleve en eso, o no lleve, la vida entera.

Así como quién roe las uñas al rape.

 

Arte poética

¿Cuál es el origen del poema? De qué sirve
Al trazar la escuadra de la semilla:
Flor o hierba, floresta y fruto.
Pero avanzar un pie no es hacer jornada,
Ni pintura será el color que no se extiende
con acierto riguroso y armonía.
Amor, si lo hay, con poco se conforma
Si, por ocios del alma acompañada,
Del cuerpo le basta la presciencia.

No se olvida el poema, no se pospone,
Si el cuerpo de la palabra fuera moldeado
En ritmo, seguridad y consciencia.

 

Si no tengo otra voz…

Si no tengo otra voz que me despliegue
En ecos de otro son este silencio,
Es hablar, ir hablando, hasta que sobre
La palabra escondida en lo que pienso.

Es decirla, quebrado, entre desvíos
De flecha que a sí misma se envenena,
O mar alto coagulado de navios
Donde el brazo ahogado nos enseña.

Es hundir hasta el fondo una raíz
Cuando la piedra cabal corta camino
Es lanzar para arriba cuanto dice
Que más árbol es el tronco más solito.

Ella dirá, palabra descubierta,
Los dichos de la rutina de vivir:
Esta hora que aprieta y desaprieta,
El no ver, el no tener, el casi ser

 

Proceso

Las palabras más sencillas, más comunes,
Las de andar por casa y dar el vuelto,
En lengua de otro mundo se convierten:
Basta que, de sol, los ojos del poeta,
Rozando, las iluminen.

 

Balanza

Con pesas dudosas me someto
A La balanza hasta hoy rechazada.
Es tiempo de conocer lo que más vale:
Si juzgar, presenciar, o ser juzgado.
Pongo en el plato llano cuánto soy,
Materias, otras no, que me entregaron,
El sueño fugitivo, la desesperación
De agarrar violento o descuidar
La sombra que me va contando los días;
Pongo la vida corta, el mezquino cuerpo,
Traiciones naturales y escrúpulos,
Pongo lo que hay de amor, su urgencia,
El placer de pasar por entre las estrellas,
La certeza de existir que sólo tendría
Si vinieras a pesarme, poesía.

 

Poema a la boca cerrada

No diré:
Que el silencio me asfixia y amordaza.
Callado estoy, callado quedaré,
Pues la lengua que hablo es de otra raza.

Palabras consumidas se acumulan,
Se estancan, cisterna de aguas muertas,
Ácidas penas en barros transformadas,
cenagoso fondo con raíces retorcidas.

No diré:
Que ni siquiera el esfuerzo de decirlas merecen,
Palabras que no digan cuánto sé
En este retiro donde no me conocen.

Ni sólo lodos arrastran, ni sólo limos,
Ni sólo animales flotan, muertos, miedos,
Túrgidos frutos en racimos se entrelazan
En el pozo lóbrego de donde suben dedos.

Sólo diré,
Crispado, recogido y mudo,
Que quién calla cuanto me callé
No podrá morir sin decir todo.

Traducido por PSdeJ El Escorial a 1 de julio de 2017

Artículo 30 y último, de La Declaración Universal de Derechos Humanos publicada por la ONU en árabe, chino, inglés, francés, ruso y español:
«Nada en esta Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades proclamados en esta Declaración.»

 

*

 

 

 

 

 

Gabriel García Márquez

 

En una de esas largas conversaciones que mantenían cuando se encontraban, Neruda y García Márquez, hablando de sus obras, confesaron que ambos iban, en la búsqueda del género amado, hacia una confluencia ya próxima. Próxima, aunque podría ocurrir en una vida que aún no habían comenzado. Horizonte detrás del horizonte, la poesía de Neruda iba tras la épica, tras la poesía que dice, cuenta y explica; prosa, sin embargo, bellísima. Página tras página la narrativa de García Márquez perseguía la palabra poética, la luz interior de las letras unidas para sugerir lo que no acababan de decir.

Debieron de comenzar temprano sus intentos versificadores de García Márquez, quizá cuando contaba trece años y estudiaba en el colegio jesuita de San José de Barranquilla; porque allí dirigía a sus compañeros y profesores cortas sátiras festivas en forma rimada. El elemento más importante de su afán lírico es el transcurrir danzarín del tiempo, ese tiempo narrativo que es protagonista y espacio de la acción. La danza estelar del tiempo en la historia, más que nada en Cien años de soledad, es lo más cercano a la verdadera poesía que hay en buena parte de su obra. Y quizá el autor llegó a las 14,35 horas del día 17 de abril de 2014, sin haberlo comprendido.

No obstante, García Márquez, en el relato breve, obedece a una idea y trata de desarrollarla con el mínimo gasto de recursos. Avanza floreciente y florecido de hallazgos argumentales, descubrimientos que facilitan la función de llegar, a pie o a caballo, hasta la idea final, llave de cierre. Y es en esos relatos y en sus poemas jóvenes donde son más evidentes el esfuerzo y la intención poéticos.

 

 

Textos de Gabriel García Márquez traducidos

Poema desde un caracol
Gabriel García Márquez

I
Yo he visto el mar. Pero no era
el mar retórico con mástiles
y marineros amarrados
a una leyenda de cantares.

II
Ni el verde mar cosmopolita
—mar de Babel— de las ciudades,
que nunca tuvo unas ventanas
para el lucero de la tarde.

III
Ni el mar de Ulises que tenía
siete sirenas musicales
cual siete islas rodeadas
de música por todas partes.

IV
Ni el mar inútil que regresa
con una carga de paisajes
para que siempre sea octubre
en el sueño de los alcatraces.

V
Ni el mar bohemio con un puerto
y un marinero delirante
que perdiera su corazón
en una partida de naipes.

VI
Ni el mar que rompe contra el muelle
una canción irremediable
que llega al pecho de los días
sin emoción, como un tatuaje.

VII
Ni el mar puntual que siempre tiene
un puerto para cada viaje
donde el amor se vuelve vida
como en el vientre de una madre.

VIII
Que era mi mar el mar eterno,
mar de la infancia, inolvidable,
suspendido de nuestro sueño
como una Paloma en el aire.

IX
Era el mar de la geografía,
de los pequeños estudiantes,
que aprendíamos a navegar
en los mapas elementales.

X
En el mar de los caracoles,
mar prisionero, mar distante,
que llevábamos en el bolsillo
como un juguete a todas partes.

XI
El mar azul que nos miraba,
cuando era nuestra edad tan frágil
que se doblaba bajo el peso
de los castillos en el aire.

XII
Y era el mar del primer amor
En unos ojos otoñales

***
Un día quise ver el mar
—mar de la infancia— y ya era tarde.

22 de Julio de 1947 La Razón Bogotá Colombia

 

Poema desde um caracol
Gabriel García Márquez
Tradução Pedro Sevylla de Juana

I
Eu tenho visto o mar. Mas não era
o mar retórico com mastros
e marinheiros prendidos
a uma lenda de cantos.

II
Nem o verde mar cosmopolita
—mar de Babel— das cidades,
que nunca teve janelas
para o luzeiro da tarde.

III
Nem o mar de Ulisses que tinha
sete sereias cantantes
qual sete ilhas cercadas
de música por todas partes.

IV
Nem o mar inútil que regressa
com um ónus de paisagens
para que sempre seja outubro
no sonho dos alcatrazes.

V
Nem o mar boêmio com um porto
e um marinheiro delirante
que seu coração perdesse
numa partida de naipes.

VI
Nem o mar que rompe contra o cais
uma canção irremediável
que chega ao peito dos dias
sem emoção, como tatuagem.

VII
Nem o mar pontual que sempre tem
um porto para cada viagem
onde o amor se volta vida
como no ventre duma mãe.

VIII
Que era meu mar o mar eterno,
mar da infância, inolvidável,
suspendido de nosso sonho
como uma Pomba nos ares.

IX
Era o mar da geografia,
dos pequenos estudantes,
que aprendíamos navegar
nos mapas elementares.

X
No mar dos caracóis,
mar prisioneiro, mar distante,
que levávamos no bolso
como brinquedo a todas partes.

XI
O mar azul que nos olhava,
quando era tão frágil nossa idade
que se dobrava com o peso
dos castelos nos ares.

XII
E era o mar do primeiro amor
Nuns olhos outonais

***

Um dia quis ver o mar
—mar da infância— e já era tarde.

La luz es como el agua
[Cuento – Texto completo.]
Gabriel García Márquez

En Navidad los niños volvieron a pedir un bote de remos.
—De acuerdo —dijo el papá, lo compraremos cuando volvamos a Cartagena.
Totó, de nueve años, y Joel, de siete, estaban más decididos de lo que sus padres creían.
—No, —dijeron a coro—. Nos hace falta ahora y aquí.
—Para empezar —dijo la madre-, aquí no hay más agua navegable que la que sale de la ducha.
Tanto ella como el esposo tenían razón. En la casa de Cartagena de Indias había un patio con un muelle sobre la bahía, y un refugio para dos yates grandes. En cambio, aquí en Madrid vivían apretados en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. Pero al final ni él ni ella pudieron negarse, porque les habían prometido un bote de remos con su sextante y su brújula si se ganaban el laurel del tercer año de primaria, y se lo habían ganado. Así que el papá compró todo sin decirle nada a su esposa, que era la más reacia a pagar deudas de juego. Era un precioso bote de aluminio con un hilo dorado en la línea de flotación.

—El bote está en el garaje —reveló el papá en el almuerzo-. El problema es que no hay cómo subirlo ni por el ascensor ni por la escalera, y en el garaje no hay más espacio disponible.
Sin embargo, la tarde del sábado siguiente los niños invitaron a sus condiscípulos para subir el bote por las escaleras, y lograron llevarlo hasta el cuarto de servicio.
—Felicitaciones —les dijo el papá ¿ahora qué?
—Ahora nada —dijeron los niños—. Lo único que queríamos era tener el bote en el cuarto, y ya está.
La noche del miércoles, como todos los miércoles, los padres se fueron al cine. Los niños, dueños y señores de la casa, cerraron puertas y ventanas, y rompieron la bombilla encendida de una lámpara de la sala. Un chorro de luz dorada y fresca como el agua empezó a salir de la bombilla rota, y lo dejaron correr hasta que el nivel llego a cuatro palmos. Entonces cortaron la corriente, sacaron el bote, y navegaron a placer por entre las islas de la casa.

Esta aventura fabulosa fue el resultado de una ligereza mía cuando participaba en un seminario sobre la poesía de los utensilios domésticos. Totó me preguntó cómo era que la luz se encendía con sólo apretar un botón, y yo no tuve el valor de pensarlo dos veces.
—La luz es como el agua —le contesté: uno abre el grifo, y sale.
De modo que siguieron navegando los miércoles en la noche, aprendiendo el manejo del sextante y la brújula, hasta que los padres regresaban del cine y los encontraban dormidos como ángeles de tierra firme. Meses después, ansiosos de ir más lejos, pidieron un equipo de pesca submarina. Con todo: máscaras, aletas, tanques y escopetas de aire comprimido.
—Está mal que tengan en el cuarto de servicio un bote de remos que no les sirve para nada —dijo el padre—. Pero está peor que quieran tener además equipos de buceo.
—¿Y si nos ganamos la gardenia de oro del primer semestre? —dijo Joel.
—No —dijo la madre, asustada—. Ya no más.
El padre le reprochó su intransigencia.
—Es que estos niños no se ganan ni un clavo por cumplir con su deber —dijo ella—, pero por un capricho son capaces de ganarse hasta la silla del maestro.

Los padres no dijeron al fin ni que sí ni que no. Pero Totó y Joel, que habían sido los últimos en los dos años anteriores, se ganaron en julio las dos gardenias de oro y el reconocimiento público del rector. Esa misma tarde, sin que hubieran vuelto a pedirlos, encontraron en el dormitorio los equipos de buzos en su empaque original. De modo que el miércoles siguiente, mientras los padres veían El último tango en París, llenaron el apartamento hasta la altura de dos brazas, bucearon como tiburones mansos por debajo de los muebles y las camas, y rescataron del fondo de la luz las cosas que durante años se habían perdido en la oscuridad.
En la premiación final los hermanos fueron aclamados como ejemplo para la escuela, y les dieron diplomas de excelencia. Esta vez no tuvieron que pedir nada, porque los padres les preguntaron qué querían. Ellos fueron tan razonables, que sólo quisieron una fiesta en casa para agasajar a los compañeros de curso.

El papá, a solas con su mujer, estaba radiante.
—Es una prueba de madurez —dijo.
—Dios te oiga —dijo la madre.
El miércoles siguiente, mientras los padres veían La Batalla de Argel, la gente que pasó por la Castellana vio una cascada de luz que caía de un viejo edificio escondido entre los árboles. Salía por los balcones, se derramaba a raudales por la fachada, y se encauzó por la gran avenida en un torrente dorado que iluminó la ciudad hasta el Guadarrama.
Llamados de urgencia, los bomberos forzaron la puerta del quinto piso, y encontraron la casa rebosada de luz hasta el techo. El sofá y los sillones forrados en piel de leopardo flotaban en la sala a distintos niveles, entre las botellas del bar y el piano de cola y su mantón de Manila que aleteaba a media agua como una mantarraya de oro. Los utensilios domésticos, en la plenitud de su poesía, volaban con sus propias alas por el cielo de la cocina. Los instrumentos de la banda de guerra, que los niños usaban para bailar, flotaban al garete entre los peces de colores liberados de la pecera de mamá, que eran los únicos que flotaban vivos y felices en la vasta ciénaga iluminada. En el cuarto de baño flotaban los cepillos de dientes de todos, los preservativos de papá, los pomos de cremas y la dentadura de repuesto de mamá, y el televisor de la alcoba principal flotaba de costado, todavía encendido en el último episodio de la película de media noche prohibida para niños.

Al final del corredor, flotando entre dos aguas, Totó estaba sentado en la popa del bote, aferrado a los remos y con la máscara puesta, buscando el faro del puerto hasta donde le alcanzó el aire de los tanques, y Joel flotaba en la proa buscando todavía la altura de la estrella polar con el sextante, y flotaban por toda la casa sus treinta y siete compañeros de clase, eternizados en el instante de hacer pipí en la maceta de geranios, de cantar el himno de la escuela con la letra cambiada por versos de burla contra el rector, de beberse a escondidas un vaso de brandy de la botella de papá. Pues habían abierto tantas luces al mismo tiempo que la casa se había rebosado, y todo el cuarto año elemental de la escuela de San Julián el Hospitalario, se había ahogado en el piso quinto del número 47 del Paseo de la Castellana. En Madrid de España, una ciudad remota de veranos ardientes y vientos helados, sin mar ni río, y cuyos aborígenes de tierra firme nunca fueron maestros en la ciencia de navegar en la luz.

García Márquez, G. (1992). Doce cuentos peregrinos (2ª Ed.). Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana.

 

 

 

A luz é como a água ( Texto completo. )
Conto de Gabriel García Márquez
Tradução Pedro Sevylla de Juana

No Natal, as crianças novamente pediram uma balsa a remos.
—De acordo, —disse o papai—, vamos comprar quando voltarmos para Cartagena. Totó, nove anos de idade, e Joel, sete, estavam mais decididos do que os pais pensavam.
—Não, —eles disseram em coro—. A precisamos agora e aqui.
—Para começar, —disse a mãe—, não há mais águas navegáveis aqui da que sai do chuveiro. Tanto ela quanto o marido tinham razão. Na casa de Cartagena de Indias, havia um pátio com um cais na baía e um abrigo para dois grandes iates. E em Madri moraram apertados no quinto andar do número 47 do Paseo de la Castellana. Mas nem ele nem ela se podiam negar, porque lhes prometeram uma balsa com seu sextante e sua bússola se ganhassem o laurel do terceiro ano da escola primária, e eles o ganharam. Assim que, o pai comprou tudo sem dizer nada a sua esposa, que era mais relutante em pagar dívidas de jogo. Era um belo barco de alumínio com um fio dourado na linha de água.

—O barco está na garagem, —papai revelou no almoço—. O problema é que não há como subi-lo pelo elevador ou pelas escadas, e na garagem não há mais espaço disponível. No entanto, na tarde de sábado seguinte, as crianças convidaram seus colegas de classe a subir o barco pelas escadas e conseguiram levá-lo para a sala de atendimento.
—Congratulações, —disse o papai—, e agora, o quê?
—Agora nada, —disseram as crianças—. A única coisa que queríamos era ter o barco na sala, e já está.
Na quarta-feira à noite, como todas as quartas-feiras, os pais foram ao cinema. As crianças, proprietários e senhores da casa, fecharam portas e janelas e quebraram o globo de vidro duma lâmpada incendida na sala de estar. Um jato de luz dourada, fresco como a água começou a sair da lâmpada quebrada, e eles o deixaram correr até atingir o nível quatro palmos. Então eles cortaram a corrente, dispuseram o barco e navegaram tranquilamente entre as ilhas da casa. Essa fabulosa aventura foi resultado da minha irreflexão quando participei num seminário sobre poesia de utensílios domésticos. Totó me perguntou como surgiu a luz apertando um botão, e não tive a coragem de pensar a resposta duas vezes.

—A luz é como a água —eu respondi— se abre a torneira e sai. Assim continuaram navegando nas noites de quarta-feira, aprendendo a usar o sextante e a bússola, até que os pais regressavam do cinema e os encontravam adormecidos como anjos de terra firme. Meses depois, ansiosos de ir mais longe, pediram um equipamento de pesca subaquática. Com tudo: máscaras, aletas, garrafas e espingardas de ar comprimido.
—Não é bom que tenham uma balsa a remos na sala de atendimento sem utilidade, —disse o pai—. Mas o pior é que também querem ter equipamentos de mergulho.
—E se ganharmos a gardênia de ouro do primeiro semestre?, —disse Joel.
—Não, —disse a mãe, assustada—. Já mais nada.
O pai lhe censurou sua intransigência.
—É que essas crianças não ganham um prego por fazer seu dever, -disse ela-, mas, por um capricho conseguem conquistar a cadeira do professor.

Os pais não disseram sim ou não. Mas Totó e Joel, que foram os últimos nos dois anos anteriores, ganharam em julho as duas gardênias de ouro e o reconhecimento público do reitor. Na mesma tarde, sem ter pedido nada novamente, encontraram no quarto o equipamento de mergulho na embalagem original. É assim como, na quarta-feira seguinte, enquanto os pais viram El último tango em Paris, eles alagaram o apartamento até uma altura de duas braças, mergulharam como tubarões domesticados debaixo dos móveis, e camas e resgataram do fundo da luz as coisas que, durante anos, se haviam perdido no escuro.

Na entrega dos prêmios finais, os irmãos foram aclamados como exemplo para a escola e receberam diplomas de excelência. Essa vez, os filhos não precisavam pedir nada, porque os pais perguntaram o que eles queriam. Mas eram tão razoáveis, que só quiseram uma festa em casa para agasalhar os colegas da classe. O papai, a sós com a esposa, estava radiante.
—É uma prova de madureza—, disse ele.
—Deus te ouça—, disse a mãe.
Na quarta-feira seguinte, enquanto os pais viam a Batalha de Argel, as pessoas que passavam pela Castellana descobriam uma cascata de luz descendo dum antigo edifício escondido entre as árvores. Saía pelas varandas, se derramava em abundância sobre a fachada, e se canalizou pela grande avenida em uma torrente de ouro que iluminava a cidade até o Guadarrama.

Chamados com urgência, os bombeiros forçaram a porta do quinto andar, e acharam a casa transbordada de luz até o teto. O sofá e as cadeiras de pele de leopardo flutuavam na sala em diferentes níveis, entre as garrafas do bar e o piano de cauda e o xale de Manila que tremulava a meio caminho como uma arraia de ouro. Os utensílios domésticos, na plenitude de sua poesia, voavam com as próprias asas pelo céu da cozinha. Os instrumentos da banda de guerra, que as crianças usavam para dançar, flutuavam à deriva entre os peixes coloridos liberados do aquário de mamãe, os únicos que boiavam vivos e felizes no vasto pântano iluminado. No banheiro vagueavam as escovas de dentes de todos, os preservativos do papai, os botões de creme e a segunda dentadura da mamãe, e o televisor do quarto principal flutuava ladeado, ainda aceso no último episódio do filme de meia noite proibido para crianças.

No final do corredor, flutuando entre duas águas, Totó estava sentado na popa da balsa, agarrado aos remos e com a máscara posta, procurando o farol do porto até onde o ar das garrafas alcançasse e Joel flutuava no arco ainda procurando o auge da estrela polar com o sextante, e seus trinta e sete colegas surgiram por toda a casa, eternizados no momento de urinar no vaso de gerânios, cantando o hino da escola com a letra alterada por versos de zombaria contra o reitor, de beber um copo de conhaque da garrafa de papai. Pois abriram tantas luzes ao mesmo tempo que a casa transbordou, e todo o quarto ano elementar da escola de San Julián el Hospitalario se afogou no quinto andar do número 47 do Paseo de la Castellana. Em Madri da Espanha, uma cidade remota de verões quentes e ventos gelados, sem mar ou rio, e cujos aborígenes de terra firme nunca foram mestres na ciência de vogar na luz.

Tradução PSdeJ 2 de novembro de 2017

 

 

Lo importante no era la vestimenta en la ceremonia de recepción del Premio Nobel, importaba de verdad lo que dijera. Y dijo, y dijo bien; ya señalado por el prestigioso dedo de la Academia. Explicó América desde sus ojos y su corazón, y explicando América explicó el Planeta, Europa, la triste y decadente Europa incluida. Injusticia, llevando de la mano a la pobreza y a la muerte. Vistió guayabera blanca como quería, traje caribeño de etiqueta, porque el otro, el esmoquin, es un traje de la clase dominante.

 

*

 

 

 

Cecília Meireles

Sus Poemas

Retrato
Poema de Cecília Meireles

Eu não tinha este rosto de hoje,
assim calmo, assim triste, assim magro,
nem estes olhos tão vazios,
nem o lábio amargo.

Eu não tinha estas mãos sem força,
tão paradas e frias e mortas;
eu não tinha este coração
que nem se mostra.

Eu não dei por esta mudança,
tão simples, tão certa, tão fácil:
– Em que espelho ficou perdida
a minha face?

 

Retrato Poema de Cecília Meireles
Tradução Pedro Sevylla de Juana

Yo no mostraba este rostro de ahora,
tan tranquilo, tan triste, tan delgado,
ni estos ojos vacíos,
ni el labio amargo.

No eran mías estas manos sin fuerza,
tan paradas, tan frías, tan muertas;
no sentía este corazón
que ni late apenas.

No me di cuenta del cambio,
tan paulatino, tan adecuado, tan sencillo:
– En que espejo quedó mi rostro
perdido?

 

 

 

Traze-me
Poema de Cecília Meireles

Traze-me um pouco das sombras serenas
que as nuvens transportam por cima do dia!
Um pouco de sombra, apenas,
—vê que nem te peço alegria.
Traze-me um pouco da alvura dos luares
que a noite sustenta no teu coração!
A alvura, apenas, dos ares:
—vê que nem te peço ilusão.
Traze-me um pouco da tua lembrança,
aroma perdido, saudade da flor!
—Vê que nem te digo— esperança!
—Vê que nem sequer sonho – amor!

 

Tráeme Poema de Cecília Meireles
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Tráeme el matiz de esas sombras serenas
que las nubes empujan en lo alto del día!
Una brizna de sombra, apenas,
— mira que no te pido alegría.
Envíame un atisbo del casto brillo lunar
que la noche mece en tu corazón!
El candor, tan solo, del suave céfiro:
— advierte que ni pretendo ilusión.
Acércame las pavesas de tu recuerdo,
fragancia perdida, nostalgia de la flor!
—Entiende que no te digo – esperanza!
—Nota que ni siquiera sueño – amor!

 

Motivo
Poema de Cecília Meireles

Eu canto porque o instante existe
e a minha vida está completa.
Não sou alegre nem sou triste:
sou poeta.

Irmão das coisas fugidias,
não sinto gozo nem tormento.
Atravesso noites e dias
no vento.

Se desmorono ou se edifico,
se permaneço ou me desfaço,
— não sei, não sei. Não sei se fico
ou passo.

Sei que canto. E a canção é tudo.
Tem sangue eterno a asa ritmada.
E um dia sei que estarei mudo:
— mais nada.

 

Motivo Poema de Cecília Meireles
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Canto porque el momento existe
y mi vida está llena.
No soy alegre ni triste:
simplemente, soy poeta.

Hermano de las cosas esquivas,
no siento deleite ni tormento.
Cruzo las noches y los días
cabalgando el viento.

Ya derribe o construya,
permanezca o me diluya,
— no sé, no sé. No sé si estoy
o es que me voy.

Sé que canto. Y la canción es la vida.
Tiene sangre inmortal y ritmo en las alas.
Sé que moriré un día:
— eso es todo, casi nada.

 

 

 

Canção
Poema de Cecília Meireles

Não te fies do tempo nem da eternidade
que as nuvens me puxam pelos vestidos,
que os ventos me arrastam contra o meu desejo.
Apressa-te, amor, que amanhã eu morro,
que amanhã morro e não te vejo!

Não demores tão longe, em lugar tão secreto,
nácar de silêncio que o mar comprime,
ó lábio, limite do instante absoluto!
Apressa-te, amor, que amanhã eu morro,
que amanhã morro e não te escuto!

Aparece-me agora, que ainda reconheço
a anêmona aberta na tua face
e em redor dos muros o vento inimigo…
Apressa-te, amor, que amanhã eu morro,
que amanhã morro e não te digo…

 

Canción Poema de Cecília Meireles
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

No te fíes del tiempo ni de la eternidad,
que las nubes me agarran de los vestidos
que los vientos me arrastran contra mi voluntad!
Apresúrate, amor, que mañana muero,
que mañana muero y ya no te veo!

No te quedes allá lejos, en lugar tan secreto,
nácar de silencio que el mar oprime,
el labio, término del instante eterno!
Apresúrate, amor, que mañana muero,
que mañana muero y ya no te siento!

Se me muestra ahora, que aún entiendo
la anémona abierta en tu semblante
y lame los muros el viento enemigo…
Apresúrate, amor, que mañana muero,
que mañana muero y ya no te digo…

 

 

Noções
Poema de Cecília Meireles

Entre mim e mim, há vastidões bastantes
para a navegação dos meus desejos afligidos.

Descem pela água minhas naves revestidas de espelhos.
Cada lâmina arrisca um olhar, e investiga o elemento que a atinge.

Mas, nesta aventura do sonho exposto à correnteza,
só recolho o gosto infinito das respostas que não se encontram.

Virei-me sobre a minha própria experiência, e contemplei-a.
Minha virtude era esta errância por mares contraditórios,
e este abandono para além da felicidade e da beleza.

Ó meu Deus, isto é minha alma:
qualquer coisa que flutua sobre este corpo efêmero e precário,
como o vento largo do oceano sobre a areia passiva e inúmera…

 

Nociones Poema de Cecília Meireles
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Entre mí y yo, hay vastedades bastantes
para que naveguen mis deseos afligidos.

Descienden por el agua mis naves recubiertas de espejos.
Cada cuchilla arriesga una mirada, e investiga el elemento que la alcanza.

Pero, en esta aventura del sueño expuesto a la fluencia,
solo recojo el sabor infinito de las inexistentes respuestas.

Me volqué, contemplándola, sobre mi propia experiencia.
Mi virtud nacía de esa deriva por mares discordantes,
y de la renuncia más allá de la felicidad y de la belleza.

Oh mi Dios, es decir mi alma:
cualquier cosa que flote sobre este cuerpo efímero y precario,
como el dilatado viento del océano sobre la arena insensible e innúmera…

 

 

 

Ressurreição
Poema de Cecíia Meireles

Não cantes, não cantes, porque vêm de longe os náufragos
vêm os presos, os tortos, os monges, os oradores, os suicidas.
Vêm as portas, de novo, e o frio das pedras, das escadas,
e, numa roupa preta, aquelas duas mãos antigas.

E uma vela de móvel chama fumosa. E os livros. E os escritos.
Não cantes. A praça cheia torna-se escura e subterrânea.
E meu nome se escuta a si mesmo, triste e falso.

Não cantes, não. Porque era a música da tua
voz que se ouvia. Sou morta recente, ainda com lágrimas.
Alguém cuspiu por distração sobre as minhas pestanas.
Por isso vi que era tão tarde.

E deixei nos meus pés ficar o sol e andarem moscas.
E dos meus dentes escorrer uma lenta saliva.
Não cantes, pois trancei o meu cabelo, agora,
e estou diante do espelho, e sei melhor que ando fugida.

 

 

Resurrección Poema de Cecília Meireles
Traducción de Pedro Sevylla

No cantes, no cantes, porque vienen de allá los náufragos
llegan los cautivos, los tuertos, los frailes, los oradores, los suicidas.
vienen las puertas, de nuevo, y el frío de las piedras, de las gradas,
y, en la ropa negra, aquellas dos manos antiguas.

Y una vela de inquieta llama humeante. Y los libros. Y los apuntes.
No cantes. La plaza llena se vuelve lóbrega y subterránea.
Y mi nombre se escucha a sí mismo, triste y hueco.

No cantes, no. Porque era la música de tu
voz la que se oía. Estoy recién muerta, llorosa aún.
Algún distraído baboseó sobre mis pestañas
Por eso noté que era tan tarde

Y permití que en mis pies diera el sol y se agitaran las moscas.
Y de mis dientes escapara una lenta saliba.
No cantes, pues retoqué mi cabello, ahora,
y estoy delante del espejo, y comprendo mejor que ando huida.

 

 

Reinvenção
Poema de Cecília Meireles

A vida só é possível
reinventada.

Anda o sol pelas campinas
e passeia a mão dourada
pelas águas, pelas folhas…
Ah! tudo bolhas
que vem de fundas piscinas
de ilusionismo… — mais nada.

Mas a vida, a vida, a vida,
a vida só é possível
reinventada.

Vem a lua, vem, retira
as algemas dos meus braços.
Projeto-me por espaços
cheios da tua Figura.
Tudo mentira! Mentira
da lua, na noite escura.

Não te encontro, não te alcanço…
Só — no tempo equilibrada,
desprendo-me do balanço
que além do tempo me leva.
Só — na treva,
fico: recebida e dada.

Porque a vida, a vida, a vida,
a vida só é possível
reinventada.

 

Recreación Poema de Cecília Meireles Traducción Pedro Sevylla de Juana

La vida solo es posible
recreada.

Avanza el sol por las campiñas
y pasea la mano dorada
sobre las aguas, sobre las hojas…
Ah! todo burbujas
que surgen de profundas piscinas
de ilusiones… — nada más.

Pero la vida, la vida, la vida,
la vida sólo es posible
recreada.

Viene la luna, viene, retira
las esposas de mis muñecas.
Me proyecto en espacios
saturados de tu Figura.
Todo mentiras! Mentira
de la luna, en la noche oscura.

No te alcanzo, no te encuentro…
Sola — en el tiempo estabilizada,
del vaivén me desprendo
que más allá del tiempo me traslada.
Sola — en la oscuridad,
quedo: recibida y entregada.

Porque la vida, la vida, la vida,
la vida solo es posible
recreada.

 

 

 

Carta
Poema de Cecília Meireles

Eu sim — mas a estrela da tarde que subia e descia o céu
[cansada e esquecida?
mas os pobres, batendo às portas, sem resultado, pregando a noite
[e o dia com seu punho seco?
mas as crianças, que gritavam de coração alarmado: «por que
[ninguém nos responde?»
mas os caminhos, mas os caminhos vazios, com suas mãos
[estendidas à toa?
mas o santo imóvel, deixando as coisas continuarem seu rumo?
e as músicas dentro de caixas, suspirando de asas fechadas?

Ah! —eu, sim—  porque já chorei tudo, e despi meu corpo
[usado e triste
e as minhas lágrimas o lavaram, e o silêncio da noite o enxugou.
mas os mortos, que dentro do chão sonhavam com pombos leves
[e flores claras
mas os que no meio do mar pensavam na mensagem que a praia
desenrolaria rapidamente até seus dedos…
mas os que adormeceram, de tão excessiva vigília – e eu não sei
[mais se acordarão…
e os que morreram de tanta espera… – e que nem sei se foram
[salvos…

Eu, sim. mas tudo isso, todos esses olhos postados em ti, no alto
[da vida
não sei se te olharão como eu
renascida de mim, e desprovida de vinganças
no dia em que precisares de perdão

 

Carta Poema de Cecília Meireles
Tradução de Pedro Sevylla

Yo, sí. — Pero la estrella de la noche, que ascendía
[y descendía del cielo, fatigada y desconocida?
Pero los pobres, golpeando las puertas, sin consecuencia,
[arremetiendo contra la noche y el día
[con su puño descarnado?
Y los niños, que gritaban con el corazón sobresaltado:
[“por qué nadie nos responde?”
Y los caminos, los caminos vacíos, con sus manos
[abiertas sin ton ni son?
Y el Santo inmutable, permitiendo a las cosas
[seguir su derrotero?
Y las músicas silenciadas en cajas, suspirando
[con las alas encogidas?
Ah! — Yo, sí — porque ya lloré todo, y desnudé
[mi cuerpo ajado y triste, y mis lágrimas
[lo purificaron, y el silencio de la noche lo enjugó.
Pero los muertos, que enterrados soñaban con
[palomos ligeros y flores límpidas,
y los que en altamar esperaban el mensaje que
[la playa desplegaría rauda hasta sus dedos…
Y los que dieron cabezadas, debido a tan larga vigilia
[ — de los que ignoro si despertarán…
y los que murieron de tanto esperar… — de los que ignoro
[si se salvaron.

Yo, sí, Pero todo eso, todos esos ojos puestos en
[su propio ser, en lo alto de la vida.
no sé si te mirarán como yo,
renacida de mí, y despojada de venganzas,
el día que necesites perdón.

 

 

Despedida
Poema de Cecília Meireles

Por mim, e por vós, e por mais aquilo
que está onde as outras coisas nunca estão,
deixo o mar bravo e o céu tranqüilo:
quero solidão.

Meu caminho é sem marcos nem paisagens.
E como o conheces? — me perguntarão.
— Por não ter palavras, por não ter imagens.
Nenhum inimigo e nenhum irmão.

Que procuras? – Tudo. Que desejas? – Nada.
Viajo sozinha com o meu coração.
Não ando perdida, mas desencontrada.
Levo o meu rumo na minha mão.

A memória voou da minha fronte.
Voou meu amor, minha imaginação…
Talvez eu morra antes do horizonte.
Memória, amor e o resto onde estarão?

Deixo aqui meu corpo, entre o sol e a terra.
(Beijo-te, corpo meu, todo desilusão!
Estandarte triste de uma estranha guerra…)

Quero solidão.

 

Despedida Poema de Cecília Meireles
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Por mí, y por vosotros, y por lo de más allá
que está donde las otras cosas nunca están
dejo el mar animoso y el cielo tranquilo:
quiero soledad.

Mi camino no tiene mojones ni paisajes.
Y como lo conoces ? — me preguntarán. —
Porque Carece de palabras, porque le falta imagen.
Ningún enemigo y ningún hermano.

Que buscas ? Todo. Que deseas ? Nada.
Viajo sola con mi corazón.
No ando perdida, aunque si desencontrada.
Llevo mi rumbo en la mano.

La memoria voló de mi cabeza.
Voló mi amor, mi imaginación…
Tal vez muera antes de alcanzar el horizonte.
Memoria, amor y el resto donde estarán?

Dejo aquí mi cuerpo, entre el sol y la tierra.
(Te beso, cuerpo mío, todo desencanto!
Estandarte triste de una extraña guerra … )

Quiero soledad.

 

 

 

Romanceiro da Inconfidência (Trecho)
Poema de Cecília Meireles

A bússola mira.
Toma para leste.
Dez dias de marcha
até que atravesse
campinas e montes
que com os olhos mede:
tão verdes… tão longos…
(E ninguém percebe
como é necessário
que terra tão fértil,
tão bela e tão rica
por si se governe!)
Águas de ouro puro
seu cavalo bebe.
Entre sede e espuma,
os diamantes fervem…
(A terra tão rica
e – ó almas inertes! –
o povo tão pobre…
Ninguém que proteste!
Se fossem como ele,
a alto sonho entregue!)
Suspiram as aves.
A tarde escurece.
(Voltará fidalgo,
livre de reveses,
com tantos cruzados…)
Discute. Reflete.
Brinda aos novos tempos!

 

 

Romanceiro de Inconfidência (Fragmento)
Poema de Cecília Meireles
Traducción: Pedro Sevylla de Juana

La brújula mira.
Se dirige al este.
Diez días de marcha
hasta que atraviese
campiñas y montes
que con los ojos mide:
tan verdes…tan vastos…
(Y nadie percibe
que es muy necesario
que tierra tan fértil,
tan bella y tan rica
por ella se gobierne)
Aguas de oro puro
su caballo bebe.
Entre sed y espuma
los diamantes hierven…
(La tierra tan rica
Y –oh almas inertes!
El pueblo tan pobre…
Nadie que proteste!
Si fuesen como él,
Al alto sueño entregado!)
Suspiran las aves
La tarde oscurece.
(Regresará hidalgo,
libre de reveses,
con tantos cruzados…)
Delibera. Reflexiona.
Brinda por los nuevos tiempos!

 

 

 

Lo que escribe sobre Cecília Meireles
Pedro Sevylla de Juana

La palabra sencilla y pura, surge en la mente armónica de Cecília Meireles, para expresar lo que su mirada ve. P;ara exponer ante los demás, lo recibido a través de todas las lenguas que entiende y habla. Su rostro, y lo que el rostro revela del interior armónico, me entregan el estímulo necesario para profundizar en su obra. Para llegar más allá de su fértil imaginación, y de la fascinante facilidad de encantamiento.download-9

Las fotos de Cecília que yo había ido viendo como ilustración de su obra sencilla; la más popular, la que los lectores conocen de memoria y recitan; esas fotos en blanco y negro, algunas sepia, me explicaban parcialmente sus razones. Los poemas cortos y bellos, que van de mano en mano, de boca en boca, contienen pensamiento y experiencia vital. Explican ellos, de manera recíproca su mirada nítida y su sonrisa de paisaje abierto a los espacios sin término. Esos poemas primeros de mi traducción, los aquí recogidos; estaban plenamente justificados ante la emoción y la lógica que me guían. Quedaba sin explicación la considerada su obra mayor: Romanceiro da Inconfidência, una poesía épica y narrativa muy adecuada para la tarea emprendida.

Pero, ¿porqué la mirada que yo conocía, y esa sonrisa, emprendieron tarea tan ardua? ¿De dónde salen, de repente, esa voluntad de acero, y ese sentimiento que la une a los que sufren, a las víctimas de la opresión del poderoso? ¿De dónde, esa valentía que la lleva, beligerante, a oponer su visión de los hechos históricos a la visión oficial, corrigiéndola?

cecilia-seriaAnoche, una amiga de Brasil, para ayudarme a conocer mejor a la poeta, me mandó una foto nueva. En el rostro fotografiado se exterioriza una Cecília que ha llegado a la madurez, asentándose sobre el almohadón de todo lo anterior. Una mujer nueva, seria, consolidada, fuerte; en la que la realidad de la existencia y del espacio mundo se han estampado, se han dibujado, se han grabado a buril. Ya es figura, ya es volumen, ya es escultura la foto que recibo. En ella están la niñez y la vida adulta, su relación con la muerte de hermanos y padres, su amada soledad constante. Esta foto, explica y justifica su obra fundamental. La escrita cuando lírica y épica se hicieron complementarias para ir de la mano. En Romanceiro sucede; herramienta, camino y objetivo son unidad y compromiso.

Así lo entiendo, porque también aparecen su resistencia a la adversidad, la preocupación social y la inquietud por los desvalidos, en poemas como As mulheres de Puri:
Alguém se lembrará de vosso corpo agachado, / deusas negras de castos peitos nus, / de vossas delgadas mãos a amontoarem pedras / para a construção dos caminhos. Escrito en su estancia en la India.
O en este otro anterior, Carta:
Eu sim,
mas os pobres, batendo às portas, sem resultado, pregando a noite e o dia con seu punho seco?
mas as crianças, que gritavam de coração alarmado: «por que
[ninguém nos responde?»

En ese poema nos dice las razones que yo le atribuía:
Ah! —eu, sim
—porque já chorei tudo, e despi meu corpo usado e triste
e as minhas lágrimas o lavaram, e o silêncio da noite o enxugou.

El Romanceiro de Inconfidência fue publicado en 1953, y pone la mirada en la historia del Estado brasileño de Minas Gerais, hasta la llamada Inconfidência Mineira, de finales del siglo XVIII. Une 84 romances en el estilo del romance hispano, más un prólogo y un cierre.

*

 

 

 

 

 

 

Ramón María del Valle Inclán

 

“México me abrió los ojos y me hizo poeta. Hasta entonces yo no sabía qué rumbo tomar.”: dijo Valle-Inclán al gran escritor y humanista Alfonso Reyes: “Aquella vitalidad patética, aquella cólera, aquella combatividad, aquella inmensa afirmación de dolor, aquel hombrearse con la muerte”, México en aquel primer viaje de Valle, 1892-1893. De todo aquello nació “Tirano Banderas”, su obra maestra, posiblemente. Dice Juan Antonio Hormigón sobre el Valle-Inclán de México: “Es un hijo de la burguesía media, algo liberal, algo aventurero, algo romántico”. Algo todo sobre algo nada, agigantándolo: añado yo.

Hay una definición que Rubén Darío hizo de Don Ramón en verso; un retrato contenido en un soneto, un cuadro pintado con palabras que expresan conceptos; un vaso, un cáliz, una crátera que lo contiene líquido y tornadizo; quizá una figura de nube, vapor de agua apenas. Lo traduzco al portugués y me veo obligado a cambiar el chivo, un tanto satánico, por cautivo, quizá otra característica de Valle, cautivo de sí mismo. Y me veo obligado a mudar ramo de olivo por guirnalda de divo, que siendo lo mismo diviniza un tanto al poeta. Hay dos “gran” que debo eliminar en aras de la métrica y el ritmo. Y los elimino sin pesar, pues en tan grande personaje sería redundancia mantenerlos. Así que, con todo, retrato original y retrato traducido son dos facetas de un mismo diamante.

Soneto de Rubén Darío
para el señor don Ramón del Valle-Inclán

Este gran don Ramón, de las barbas de chivo,
cuya sonrisa es la flor de su figura.
parece un viejo dios, altanero y esquivo.
que se animase en la frialdad de su escultura.

El cobre de sus ojos por instantes fulgura
y da una llama roja tras un ramo de olivo.
Tengo la sensación de que siento y que vivo
a su lado una vida más intensa y más dura.

Este gran don Ramón de Valle-Inclán me inquieta.
y a través del zodiaco de mis versos actuales
se me esfuma en radiosas visiones del poeta,

o se me rompe en un fracaso de cristales.
Yo le he visto arrancarse del pecho la saeta
que le lanzan los siete pecados capitales.

Soneto de Rubén Darío para o senhor dom Ramón del Valle-Inclán
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Este dom Ramón, das barbas de cativo,
cujo sorriso é a flor de sua figura.
parece um velho deus, arrogante e esquivo.
se ateando na frieza da sua escultura.

O cobre de seus olhos por instantes fulgura
e dá um lume vermelho trás a grinalda de divo.
Tenho a sensação de que sento e que vivo
a seu lado uma vida mais intensa e mais dura.

Este dom Ramón do Valle-Inclán me inquieta.
e através do zodíaco de meus versos atuais
se me esfuma em radiosas visões do poeta,

ou se me rompe num fracasso de cristais.
Eu lhe vi se arrancar do peito a seta
que lhe lançam os sete pecados capitais.

 

Retrato de Valle-Inclán
Compuesto por Antonio Machado

Yo era en mis sueños, don Ramón, viajero
del áspero camino, y tú, Caronte
de ojos de llama, el fúnebre barquero
de las revueltas aguas de Aqueronte.

Plúrima barba al pecho te caía.
(Yo quise ver tu manquedad en vano.)
Sobre la negra barca aparecía
tu verde senectud de dios pagano.

Habla, dijiste, y yo: cantar quisiera
loor de tu Don Juan y tu paisaje,
en esta hora de verdad sincera.

Porque faltó mi voz en tu homenaje,
permite que en la pálida ribera
te pague en áureo verso mi barcaje.

 

Retrato composto por Don Antonio Machado
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Eu era em meus sonhos, dom Ramón, viageiro
do áspero caminho, e tu, Caronte
de olhos de lume, o fúnebre barqueiro
das revoltas águas de Aqueronte. 

Abundante barba ao peito te caía.
(Eu quis te ver maneta em vão.)
Sobre a negra barca aparecia
tua verde vetustez de deus pagão. 

Fala, disseste, e eu: cantar quisera
loor de teu Dom Juan e tua paisagem,
nesta hora de verdade tão sincera 

Porque faltou minha voz em tua homenagem,
permite que na beira de clareza vera
te pague em áureo verso a barcagem.

 

La vida, para Valle-Inclán, al menos en el tiempo madrileño, era poco menos que salvamento de náufragos en lucha por una tabla, o carrera por salir airoso y destacar. Por aquel entonces vivía en una buhardilla de la calle Calvo Asensio, barrio de Argüelles. Dijo Baroja, refiriéndose al día que lo visitó: «Don Ramón vivía en un cuartucho pequeño, con una cama en el suelo y una caja como mesa de noche. Tenía en la pared tres o cuatro clavos, en donde colgaba todas sus ropas.» Pero también añade: «Nuestras normas de vida eran distintas y nuestras estéticas se oponían. Fascinado por él lo he estado siempre». Creo que la ambivalencia de sentimientos en la relación con Valle eran frecuentes entre los más cercanos. Veamos la razón de las dos vertientes: Amenaza Valle con una botella al grito de «¡Majadero! ¡Majadero!», a Manuel Bueno Bengoechea, escritor y periodista, por discrepancias en una tertulia del llamado Café de la Montaña. Manuel Bueno, propina un bastonazo a Valle en el brazo que, astillando los huesos, origina la necesidad de amputación y la consecuente manquedad. Hubo un encuentro posterior de ambos, donde Valle-Inclán dijo a Manuel Bueno: «Mira Bueno, lo pasado, pasado está. Aún me queda la mano derecha para estrechar la tuya.»

La rosa en Valle tiene un valor simbólico y, acaso, onírico, salpicados dentro de su obra. Son poemas y es teatro los que incluyen en sus títulos la flor; son poemas modernistas casi todos, además de una farsa y un esperpento: deshojada o de papel, la rosa, en estos casos últimos. Un símbolo como la niña y el acanto dice el propio autor que es la rosa para él. También aparece en los ensayos de La Lámpara maravillosa, y en alguno de sus cuentos. Inocencia y candor defendidos por las espinas del tallo.

Rosa de túrbulos
Poema de Ramón María del Valle Inclán

Era una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul,
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.

Crepusculares moscas de oro
abren su vuelo como un tesoro,
bordoneando con el calor.
Aroma el árbol de la canela,
y en el potrero se desconsuela
una vihuela de payador.

Indios que el tiempo cuentan por lunas
guían su esquife por las lagunas,
y por las selvas profundas van
ciervos y tigres. Sobre las lomas
eran los toros, y las palomas
bajo los vuelos del alcotán.

El lago canta versos solares,
y ondula la onda con malabares
juegos de luces, su indo chaúl.
Arduos jinetes como centauros
riñen combates contra los sauros
en la armoniosa ribera azul.

Y las pirámides con escrituras
de arcanas lenguas, y signaturas
de rudos soles, su sombra dan.
Y va graznando con negro vuelo,
por la turquesa magna del cielo,
el zopilote de Yucatán.

Entre las grietas de la pirámide
deja la sierpe su verde clámide,
y se hipnotiza frente a la luz.
Sobre las piedras con jeroglíficos
hace sus largos sueños científicos:
en la cabeza tiene una cruz.

Vuela la hamaca con ritmo lento,
las rosas frescas se dan al viento,
suelto en la fronda vuela el faisán.
Se enciende el día, la selva aroma,
la hamaca vuela, la niña asoma
un pie de oro bajo el fustán.

Rojos claveles prende en la rolla,
rojos corales al cuello enrolla,
rojo pecado sus labios son,
y sus caderas el anagrama
de la serpiente. Con roja llama
pintó su boca la tentación.

Era una reina de raza maya,
era en un bosque de calisaya,
y era la aurora. Daba el bulbul
sobre mi estrella su melodía,
y en los laureles que enciende el día
daba mi alma su grito azul.

 

Rosa de Túrbulos
Poema de Ramón del Valle-Inclán
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Era uma rainha de raça maia,
era num bosque de calisaia,
e era a aurora. Dava o bulbul
sobre minha estrela sua melodia,
e nos loureiros que acende o dia
dava minha alma seu grito azul.

Crepusculares moscas de ouro
abrem seu voo como um tesouro,
guitarreando com o calor.
Aroma a árvore da canela,
e no potreiro pronto se apena
uma cítara de bom cantor.

Índios que o tempo contam por luas
guiam sua esquife pelas lagunas,
e pelas selvas profundas vão
cervos e tigres. Sobre as encostas
eram os touros, eram as pombas
baixo os voos do alto falcão.

O lago canta versos solares,
e ondula a onda com malabares
jogos de luzes, seu manto hindu .
Arriscados ginetes como centauros
rinham combates contra os sauros
na harmoniosa beirada azul.

E as pirâmides com escrituras
de arcanas línguas, e assinaturas
de rudes sóis, sua sombra dão.
E vai grasnando com negro voo,
pela turquesa magna do cosmo,
o zopilote de Yucatão.

Entre as gretas da alta pirâmide
deixa a serpe seu verde clâmide,
e se hipnotiza em frente à luz.
Sobre as pedras com hieroglíficos
faz seus longos sonhos científicos:
na cabeça tem uma cruz.

Voa a rede com ritmo lento,
as rosas frescas se dão ao vento,
solto na espessura voa o faisão.
Se acende o dia, a selva aroma,
a rede voa, a menina assoma
um pé de ouro baixo o fustão.

Minha rainha maia languidescia
sobre a rede. Dourando o dia,
era dourada baixo o huipil,
se abanicava com uma rosa,
dizia sua rede, com cadenciosa
curva de opio, versos de Abril.

Vermelhos cravos prende na rolha,
vermelhos corais ao colo enrolha,
vermelho pecado seus lábios são,
e seus quadris o anagrama
da serpente. Com vermelha chama
pintou sua boca a tentação.

Era uma rainha de raça maia,
era num bosque de calisaia,
e era a aurora. Dava o bulbul
sobre minha estrela sua melodia,
e nos loureiros que acende o dia
dava minha alma seu grito azul.

 

 

Rosa del paraíso
Poema de Ramón María del Valle Inclán

Esta emoción divina es de la infancia,
cuando felices el camino andamos
y todo se disuelve en la fragancia
de un Domingo de Ramos.

El campo verde de una tinta tierna,
los montes mitos de amatista opaca,
la esfera de cristal como una eterna
voz de estrellas. ¡Un ídolo la vaca!

Aladas sombras en la gracia intacta
del ocaso poblaron los senderos,
y contempló la luna, estupefacta,
el paso de los blancos mensajeros.

Negros pastores, quietos en los tolmos,
adivinan la hora en las estrellas.
Cantan todas las hojas de los olmos,
la mano azul del viento va entre ellas.

El agua por las hierbas mueve olores
de frescos paraísos terrenales,
las fuentes quietas oyen a las flores
celestes, conversar en sus cristales.

Con reflejos azules y ligeros
el mar cantaba su odisea remota,
gentil de luces bajo los luceros
que a los bajeles dicen la derrota.

Mi bajel, en el claro de la luna,
navegaba impulsado por la brisa,
sob ocultos caminos de fortuna…
¡Era el cielo cristal, canto y sonrisa!

Con el ritmo que vuelan las estrellas
acordaba su ritmo la resaca,
y peregrina en las doradas huellas
fue sobre el mar una nocturna vaca.

En mi ardor infantil no cupo el miedo,
la vaca vino a mí, de luz dorada,
y en sus ojos enormes, con el dedo
quise tocar la claridad sagrada.

 

Rosa do Paraíso
Autor: Ramón del Valle-Inclán
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Esta emoção divina é da infância,
quando felizes o caminho andamos
e tudo se dissolve na fragrância
dum Domingo de Ramos.

O campo verde de uma tinta terna,
os montes mitos de ametista opaca,
a esfera de cristal como uma eterna
voz de estrelas. ¡Um ídolo a vaca!

Aladas sombras na graça intacta
do ocaso povoaram os sendeiros,
e contemplou a lua, estupefata,
o passo dos brancos mensageiros.

Negros pastores, quietos nos penedos,
adivinham a hora nas estrelas.
Cantam todas as folhas dos olmedos,
a mão azul do vento vai entre elas.

A água pelas ervas move olores
de frescos paraísos terrenais,
as fontes plácidas ouvem às flores
celestes, conversar em seus cristais.

Com reflexos azuis e ligeiros
o mar cantava seu odisseia remota,
gentil de luzes baixo os luzeiros
que aos baixeis dizem a derrota.

Meu baixel, no claro da lua,
navegava pela brisa impulsionado,
sobre ocultos caminhos de fortuna…
¡Era o céu cristal, sorriso e canto!

Com o ritmo que voam as estrelas
lembrava seu ritmo a ressaca,
e peregrina nas impressões amarelas
foi sobre o mar uma noturna vaca.

Em meu ardor infantil não coube o medo,
a vaca vejo a mim, de luz dourada,
e em seus olhos enormes, com o dedo
quis tocar a clareza sagrada.

 

Rosa matinal
Poema de Ramón María del Valle Inclán

Ante la parda tierra castellana,
se abre el verde milagro de una tierra
cristalina, en la paz de la mañana,
y el castañar comienza con la sierra.

El agrio vino, las melosas niñas,
la vaca familiar, el pan acedo,
un grato son de flauta entre las viñas,
y un místico ensalmar en el robledo.

El dionisiaco don de los molinos
enciende las divinas represalias,
y junta ramos celtas y latinos
en trocaicos cantares de faunalias.

Raptada, por la escala de la Luna,
la sombra de Tristán conduce a Iseo,
y amanece en las ondas sobre una
barca de luz, el áureo Cebedeo.

Al coro de la vieja romería
que tiene su camino en las estrellas,
la maternal virtud de la Mahía
lleva el triunfo de sus cien doncellas.

En un verde cristal de relicario,
son de esmalte los valles pastoriles,
tienen la gracia núbil del plenario
de las doncellas en los veinte abriles.

Al pie de las solanas abaciales
sinfoniza el bordón de las colmenas,
y en los huertos, en sombras de frutales,
dan su agreste fragancia las entenas.

Se enfonda y canta en las sonoras hoces
el Sil divino, de dorada historia,
y la gaita de grana da sus voces
montañera. ¡Del Celta es la Victoria!

 

Rosa matinal
Poema de Ramón María del Valle Inclán
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Ante a parda terra castelhana,
se abre o verde milagre duma terra
cristalina, no sossego da alvorada,
e o castanhal começa com a serra.

O acre vinho, as melosas meninas,
a vaca familiar, o pão acedo,
um grato som de flauta entre as vinhas,
e um místico ensalmar no roboredo.

O dionisíaco dom dos moinhos
acende as divinas represálias,
e junta ramos celtas e latinos
em trocaicos cantares de faunalias

Raptada, pela escala da Lua,
a sombra de Tristán conduz a Iseo,
e amanhece nas ondas sobre uma
barca de luz, o áureo Cebedeo.

Ao coro da velha romaria
que tem seu caminho nas estrelas,
a maternal virtude da Mahía
leva o triunfo de suas cem donzelas.

Num verde cristal de relicário,
são de esmalte os vales pastoris,
têm a graça núbil do plenário
das donzelas nos vinte abris.

Ao pé das solamas abaciais
sinfoniza o bordão das colmeias,
e nos hortos, em sombras de frutais,
dão sua agreste fragrância as antenas.

Se aprofunda e canta nas sonoras gargantas
o Sil divino, de dourada história,
e a gaita de grana dá suas falas
montanheira. ¡Do Celta é a Vitória!

 

Rosa de Saulo
Poema de Ramón María del Valle Inclán

Fue mi grito de amor brama guerrera,
fue de Heracles mi furia redentora.
¡Sobre los hombros pieles de pantera!
¡Sobre la frente rosas de la aurora!

Amé el gladio y el salto cuando era
en el comienzo de la vida.
Ahora el délfico laurel de mi cimera
bajo la tempestad se dobla y llora.

En mi frente era luz el áureo casco
helénico. Al vencido Prometeo
fui a dar la libertad sobre el peñasco,

y alzando sus cadenas por trofeo
vi a Cristo en el camino de Damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!

 

Rosa de Saulo
Poema de Ramón del Valle Inclán
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Foi meu grito de amor brama guerreira,
foi de Heracles minha fúria redentora.
¡Sobre os ombros peles de pantera!
¡Sobre a frente rosas da aurora!

Amei o gládio e o salto quando era
no começo de esta vida.
Agora o délfico laurel de meu cimeira
baixo a tempestade se dobra e chora.

Em meu frente era luz o áureo casco
helénico. Ao vencido Prometeo
fui dar a liberdade sobre o penhasco,

e alçando suas cadeias como prémio
vi a Cristo no caminho de Damasco.
¡Ego credebam et laudavi deo!

 

El pasajero
Soneto de Ramón del Valle-Inclán

¡Tengo rota la vida! En el combate
de tantos años ya mi aliento cede,
y al orgulloso pensamiento abate
la idea de la muerte, que lo obsede.

Quisiera entrar en mí, vivir conmigo,
poder hacer la cruz sobre mi frente,
y sin saber de amigo ni enemigo,
apartado, vivir devotamente.

¿Dónde la verde quiebra de la altura
con rebaños y músicos pastores?
¿Dónde gozar de la visión tan pura

que hace hermanas las almas y las flores?
¿Dónde cavar en paz la sepultura
y hacer místico pan con mis dolores?

 

O passageiro
Soneto de Ramón del Valle-Inclán
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Tenho rompida a vida! No combate
de tantos anos já meu alento cede,
e ao orgulhoso pensamento abate
a ideia da morte, que o obsede.

Quisesse entrar em mim, viver comigo,
poder fazer a cruz sobre minha frente,
e sem saber de amigo ou inimigo,
apartado, viver devotamente.

Onde a verde quebra da altura
com rebanhos e músicos pastores?
Onde gozar da visão tão pura

que faz irmãs as almas e as flores?
¿Onde cavar em paz a sepultura
e fazer místico pão com minhas dores?

Poemas traducidos por PSdeJ en El Escorial a finales de abril 2017
Sobre textos de la Cátedra Valle-Inclán

 

*

 

 

 

 

 

Jorge de Sena

Poemas de Jorge de Sena
Traducidos por Pedro Sevylla de Juana

El poema A Portugal, fue escrito por Jorge de Sena en los inicios del exilio en Brasil. Se publicó, cuando el autor ya había muerto, en el libro “40 anos de servidão”. Comienza con un verso de Camões en Os Lusiadas, canto III, 21 estância: «Esta é a ditosa pátria minha amada». Pero añade esse Não rotundo y solitário reforzado por estar entre puntos. Verso primero de uma elegia que termina «Eu te pertenço: mas ser´s minha, não». De nuevo la negación, pero ya menos rotunda.
A propósito del lenguaje vulgar, Jorge de Sena dice:
A linguagem vulgar, quando empregada literariamente, não é mais ou menos vulgar, conforme a percentagem de palavras especializadas ou difíceis. Um escritor pode ter um ‘rico estilo´, e ser de uma vulgaridade flagrante; enquanto outro, com palavras quase todas comuns, pode exprimir muitas ocultas verdades (SENA, 1949, p. 62).

 

A PORTUGAL
Poema de Jorge de Sena

Esta é a ditosa pátria minha amada. Não.
Nem é ditosa, porque o não merece.
Nem minha amada, porque é só madrasta.
Nem pátria minha, porque eu não mereço
a pouca sorte de ter nascido nela.

Nada me prende ou liga a uma baixeza tanta
quanto esse arroto de passadas glórias.
Amigos meus mais caros tenho nela,
saudosamente nela, mas amigos são
por serem meus amigos, e mais nada.

Torpe dejecto de romano império;
babugem de invasões; salsugem porca
de esgoto atlântico; irrisória face
de lama, de cobiça, e de vileza,
de mesquinhez, de fátua ignorância;
terra de escravos, cu pró ar ouvindo
ranger no nevoeiro a nau do Encoberto;
terra de funcionários e de prostitutas,
devotos todos do milagre, castos
nas horas vagas de doença oculta;
terra de heróis a peso de ouro e sangue,
e santos com balcão de secos e molhados
no fundo da virtude; terra triste
à luz do sol caiada, arrebicada, pulha,
cheia de afáveis para os estrangeiros
que deixam moedas e transportam pulgas,
oh pulgas lusitanas, pela Europa;
terra de monumentos em que o povo
assina a merda o seu anonimato;
terra-museu em que se vive ainda,
com porcos pela rua, em casas celtiberas;
terra de poetas tão sentimentais
que o cheiro de um sovaco os põe em transe;
terra de pedras esburgadas, secas
como esses sentimentos de oito séculos
de roubos e patrões, barões ou condes;
ó terra de ninguém, ninguém, ninguém:

eu te pertenço. És cabra, és badalhoca,
és mais que cachorra pelo cio,
és peste e fome e guerra e dor de coração.
Eu te pertenço: mas ser´s minha, não.

Jorge de Sena
“Peregrinatio ad Loca Infecta (1959-1969)” em 40 Anos de Servidão, Lisboa: Edições 70, 1989, pp. 85-86.

 

A Portugal
Poema de Jorge de Sena
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Esta es la dichosa patria mi amada. No.
Ni es dichosa, porque no lo merece.
Ni mi amada, porque es sólo madrastra.
Ni patria mía, porque yo no merezco
la escasa suerte de haber nacido en ella.

Nada me ata o vincula a tanta bajeza
como ese eructo de pasadas glorias.
Mis amigos más queridos están en ella,
nostálgicos en ella, pero amigos son
por ser mis amigos, y eso es todo.

Torpe deyección de romano imperio;
baba de invasiones; salitre puerco
de agotamiento atlántico; irrisoria cara
de lodo, de codicia, y de vileza,
de mezquindad, de vanidosa ignorancia
tierra de esclavos, culo por el aire oyendo
crujir en la niebla la nao del Encubierto;
tierra de funcionarios y prostitutas,
devotos todos del milagro, castos
en las horas vacías de enfermedad oculta;
tierra de héroes a peso de oro y sangre,
y santos con mostrador de secos y mojados
en el fondo de la virtud; tierra triste
a la luz del sol encalada, acicalada, sin brio,
llena de amabilidad para los extranjeros
que dejan monedas y transportan pulgas,
oh pulgas lusitanas, hacia Europa;
tierra de monumentos en los que el pueblo
da nombre a la mierda anónima;
tierra – museo en que aún se vive,
con cerdos por la calle, en casas celtiberas;
tierra de poetas tan sentimentales
que el olor de un sobaco los pone en trance;
tierra de piedras descarnadas, sequías
como esos sentimientos de ocho siglos
de robos y patrones, barones o condes;
oh tierra de nadie, nadie, nadie:

yo te pertenezco. Eres cabra, eres puerca,
eres más que perra en celo,
eres peste y hambre y guerra y dolor de corazón.
Yo te pertenezco: pero pertenecerme tú, no.

 

 

Jorge de Sena fue casi todo en escritura, pero más que nada fue poeta. Y más aún, un poeta de convicciones que pretendía, siendo testigo, dar testimonio y extender. Y lo dijo así:
«É que à poesia, melhor que a qualquer outra forma de comunicação, cabe, mais que compreender o mundo, transformá-lo.» (SENA, 1961, p.11)

 

Carta a meus filhos sobre os fuzilamentos de Goya
Poema de Jorge de Sena

Não sei, meus filhos, que mundo será o vosso.
É possível, porque tudo é possível, que ele seja
aquele que eu desejo para vós. Um simples mundo,
onde tudo tenha apenas a dificuldade que advém
de nada haver que não seja simples e natural.
Um mundo em que tudo seja permitido,
conforme o vosso gosto, o vosso anseio, o vosso prazer,
o vosso respeito pelos outros, o respeito dos outros por vós.

E é possível que não seja isto, nem seja sequer isto
o que vos interesse para viver. Tudo é possível,
ainda quando lutemos, como devemos lutar,
por quanto nos pareça a liberdade e a justiça,
ou mais que qualquer delas uma fiel
dedicação à honra de estar vivo.
Um dia sabereis que mais que a humanidade
não tem conta o número dos que pensaram assim,
amaram o seu semelhante no que ele tinha de único,
de insólito, de livre, de diferente,
e foram sacrificados, torturados, espancados,
e entregues hipocritamente à secular justiça,
para que os liquidasse “com suma piedade e sem efusão de
sangue.”

Por serem fiéis a um deus, a um pensamento,
a uma pátria, uma esperança, ou muito apenas
à fome irrespondível que lhes roía as entranhas,
foram estripados, esfolados, queimados, gaseados,
e os seus corpos amontoados tão anonimamente quanto haviam vivido,
ou suas cinzas dispersas para que delas não restasse memória.
Às vezes, por serem de uma raça, outras
por serem de uma classe, expiaram todos
os erros que não tinham cometido ou não tinham consciência
de haver cometido. Mas também aconteceu
e acontece que não foram mortos.
Houve sempre infinitas maneiras de prevalecer,
aniquilando mansamente, delicadamente,
por ínvios caminhos quais se diz que são ínvios os de Deus.

Estes fuzilamentos, este heroísmo, este horror,
foi uma coisa, entre mil, acontecida em Espanha
há mais de um século e que por violenta e injusta
ofendeu o coração de um pintor chamado Goya,
que tinha um coração muito grande, cheio de fúria
e de amor. Mas isto nada é, meus filhos.
Apenas um episódio, um episódio breve,
nesta cadeia de que sois um elo (ou não sereis)
de ferro e de suor e sangue e algum sêmen
a caminho do mundo que vos sonho.
Acreditai que nenhum mundo, que nada nem ninguém
vale mais do que uma vida ou a alegria de tê-la.
É isto o que mais importa – essa alegria.
Acreditai que a dignidade em que hão-de falar-vos tanto
não é senão essa alegria que vem
de estar-se vivo e sabendo que nenhuma vez
alguém está menos vivo ou sofre ou morre
para que um só de vós resista um pouco mais
à morte que é de todos e virá.
Que tudo isto sabereis serenamente,
sem culpas a ninguém, sem terror, sem ambição,
e sobretudo sem desapego ou indiferença,
ardentemente espero. Tanto sangue,
tanta dor, tanta angústia, um dia
—mesmo que o tédio de um mundo feliz vos persiga––
não hão de ser em vão. Confesso que
muitas vezes, pensando no horror de tantos séculos
de opressão e crueldade, hesito por momentos
e uma amargura me submerge inconsolável.
Serão ou não em vão? Mas, mesmo que o não sejam,
quem ressuscita esses milhões, quem restitui
não só a vida, mas tudo o que lhes foi tirado?
Nenhum Juizo Final, meus filhos, pode dar-lhes
aquele instante que não viveram, aquele objeto
que não fruíram, aquele gesto
de amor, que fariam ‘amanhã’.
E, por isso, o mesmo mundo que criemos
nos cumpre tê-lo com cuidado, como coisa
que não é só nossa, que nos é cedida
para a guardarmos respeitosamente
em memória do sangue que nos corre nas veias,
da nossa carne que foi outra, do amor que
outros não amaram porque lho roubaram.

Lisboa, 25 junho 1959.
(Em poesia II, pg 125 a 128.)

 

Carta a mis hijos sobre los fusilamientos de Goya
Poema de Jorge de Sena
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

No sé, hijos míos, qué mundo será el vuestro.
Es posible, porque todo es posible, que sea
aquel que yo deseo para vosotros. Un sencillo mundo,
donde la única dificultad provenga
de lo simple y natural.
Un mundo en que todo esté permitido,
conforme a vuestro gusto, vuestro anhelo, vuestro placer,
vuestro respeto a los otros, el respeto de los otros a vosotros.

Y es posible que no sea esto, ni siquiera esto,
lo que necesitéis para vivir. Todo es posible,
aun cuando luchemos, como debemos luchar,
por cuanto valoremos la libertad y la justicia,
o más que cualquiera de ellas una fiel
dedicación al honor de estar vivo.
Un día sabréis que, aunque la humanidad
no lleva cuenta del número de los que pensaron así,
amaron a su semejante por cuanto tenía de único,
de insólito, de libre, de diferente,
y fueron sacrificados, torturados, apartados,
y entregados con hipocresía a la secular justicia,
para que los liquidara “con suma piedad y sin efusión de sangre.

Por ser fieles a un dios, a una idea,
a una patria, una esperanza, o acaso
al hambre sin respuesta que les roía las entrañas,
fueron destripados, desgarrados, quemados, gaseados,
y sus cuerpos amontonados tan anónimos como vivieron,
o sus cenizas diseminadas para que de ellas ni memoria quedara.
A veces, por ser de una raza, otras
por ser de una clase, purgaran todos
los errores que no habían cometido o no tenían conciencia
de haber cometido. Pero también ocurrió
y ocurre que no murieran.
Hubo siempre infinitas maneras de prevalecer,
aniquilando mansamente, delicadamente,
por caminos inescrutables como se dice que son los de Dios.

Estos fusilamientos, este heroísmo, este horror,
fue una cosa, entre mil, acontecida en España
hace más de un siglo y que por violenta e injusta
ofendió el corazón de un pintor llamado Goya,
dotado de un corazón muy grande, lleno de furia
y de amor. Pero esto no es nada, hijos míos.
Sólo un episodio, un episodio breve,
en esta cadena de la que sois un eslabón (o no seréis)
de hierro y de sudor y sangre y algo de esperma
en el camino del mundo que os imagino.
Aceptad que ningún mundo, que nada ni nadie
vale más que una vida o la alegría de vivirla.
Es esto lo que más importa – esa alegría.
Aceptad que la dignidad, de la que os hablarán tanto,
no es sino esa alegría que nace
de seguir vivo sabiendo que nunca
nadie está menos vivo o sufre o muere
para que uno solo de vosotros resista un poco más
a la muerte que es de todos y vendrá.
Que todo esto lo sabréis estoicamente,
sin culpar a nadie, sin terror, sin ambición,
y sobre todo sin desapego o indiferencia,
ardientemente espero. Tanta sangre,
tanto dolor, tanta angustia, un día
– aunque el tedio de un mundo feliz os persiga –
no han de suceder en vano. Confieso que
muchas veces, pensando en el horror de tantos siglos
de opresión y crueldad, dudo unos instantes
y la amargura me sumerge inconsolable.
¿Serán o no en vano? Pero, aunque no lo sean,
¿quién resucita a esos millones, quiénes restituyen
no sólo la vida, sino todo lo que les fue quitado?
Ningún Juicio Final, mis hijos, puede darles
aquel instante que no vivieron, aquel objeto
que no disfrutaron, aquel gesto
de amor futuro.
Y, por eso, ese mundo que formemos
debemos tenerlo con cuidado, como cosa
que no es sólo nuestra, que nos es cedida
para guardarla con respeto
en memoria de la sangre que nos corre por las venas,
de nuestra carne que antes fue otra, del amor que
otros no amaron porque les fue robado.

 

 

*

 

 

 

 

Gustavo Adolfo Bécquer

 

Rimas de Gustavo Adolfo Bécquer
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Rima I
Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras

Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas

Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, contártelo a solas.

Rima I
Eu sei um hino gigante e estranho
que anuncia na noite da alma uma aurora
e estas páginas são desse hino
cadencias que o ar dilata nas sombras

Eu quisesse escrevê-lo, do homem
domando o rebelde, mesquinho idioma
com palavras que fossem a um tempo
suspiros e risos, cores e notas

Mas é vão lutar; que não há cifra
capaz de encerrá-lo, e apenas, oh meu sol!
se, tendo em minhas mãos as tuas,
pudesse, ao ouvido, te o contar a sós.

Rima IV
No digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas,
mientras el sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista,

mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías,
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista,

mientras la humanidad siempre avanzando
no sepa a do camina,
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!

Mientras se sienta que se ríe el alma,
sin que los labios rían,
mientras se llore, sin que el llanto acuda
a nublar la pupila,

mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan,
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran,
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira,

mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas,
mientras exista una mujer hermosa,
¡habrá poesía!

Rima IV
Não digais que esgotado seu tesouro,
de assuntos falta, emudeceu a lira;
poderá não haver poetas; mas sempre
haverá poesia.

Enquanto as ondas da luz ao beijo
palpitem acendidas,
enquanto o sol as rasgadas nuvens
de fogo e oro vista,

enquanto o ar em seu regaço leve
perfumes e harmonias,
enquanto haja no mundo primavera,
haverá poesia!

Enquanto a ciência a descobrir não atinja
as fontes da vida,
e no mar ou no céu haja um abismo
que ao cálculo resista,

enquanto a humanidade sempre avançando
não saiba aonde caminha,
enquanto haja um mistério para o homem,
haverá poesia!

Enquanto sintamos rir a alma,
sem que os lábios riam,
enquanto se chore, sem que o pranto acuda
a nublar a pupila,

enquanto o coração e a cabeça
batalhando prossigam,
enquanto tenha esperanças e lembranças,
haverá poesia!

Enquanto haja uns olhos que reflitam
os olhos que os miram,
enquanto responda o lábio suspirando
ao lábio que suspira,

enquanto se possam sentir num beijo
duas almas confundidas,
enquanto exista uma mulher formosa,
haverá poesia!

Rima VII
Del salón en el ángulo oscuro,
de su dueña tal vez olvidada,
silenciosa y cubierta de polvo,
veíase el arpa.

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,
como el pájaro duerme en las ramas,
esperando la mano de nieve
que sabe arrancarlas!

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio
así duerme en el fondo del alma,
y una voz como Lázaro espera
que le diga «Levántate y anda»!

Rima VII
Do salão no ângulo escuro,
de sua dona talvez esquecida,
silenciosa e coberta de pó,
a harpa se via.

Quanta nota dormia em suas cordas,
como o pássaro dorme na rama,
esperando a mão de neve
que sabe arrancá-las!

Ai!, pensei; quantas vezes o génio
assim dorme no fundo da alma,
e uma voz como Lázaro espera
que lhe diga «Levanta-te e anda»!

Rima XV
Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz:
eso eres tú.

Tú, sombra aérea, que cuantas veces
voy a tocarte te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como el gemido
del lago azul

En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento
del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.

¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía,
los ojos vuelvo de noche y día;
yo, que incansable corro demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!

Rima XV
Cendal flutuante de leve bruma,
rizada fita de branca espuma,
rumor sonoro
de harpa de ouro,
beijo da aura, onda de luz:
isso és tu.

Tu, sombra aérea, que quantas vezes
vou tocar-te te desvaneces
como o lume, como o sonido,
como o nevoeiro, como o gemido
do lago azul

Em mar sem praias onda sonante,
no vazio cometa errante,
longo lamento
do rouco vento,
ânsia perpétua de algo melhor,
eu isso sou.

Eu, que a teus olhos, em minha agonia,
os olhos volto de noite e dia;
eu, que incansável corro demente
trás uma sombra, trás a filha ardente
duma visão!

Rima XXI
¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas
en mi pupila tu pupila azul,
¡Qué es poesía! ¿Y tú me lo preguntas?
Poesía… eres tú.

Rima XXI
Que é poesia?, dizes, enquanto fincas
em minha pupila tua pupila azul,
Que é poesia! E tu mo perguntas?
Poesia… és tu.

RIMA XXIII
[A ella. No sé…]
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso… ¡Yo no sé
qué te diera por un beso!

RIMA XXIII
[A ela. Não sei…]
Por uma mirada, um mundo;
por um sorriso, um céu;
por um beijo… Eu não sê
que te desse por um beijo!

Rima XXV
Cuando en la noche te envuelven
las alas de tul del sueño
y tus tendidas pestañas
semejan arcos de ébano,
por escuchar los latidos
de tu corazón inquieto
y reclinar tu dormida
cabeza sobre mi pecho,
diera, alma mía,
cuanto poseo,
¡la luz, el aire
y el pensamiento!

Cuando se clavan tus ojos
en un invisible objeto
y tus labios ilumina
de una sonrisa el reflejo,
por leer sobre tu frente
el callado pensamiento
que pasa como la nube
del mar sobre el ancho espejo,
diera, alma mía,
cuanto deseo,
¡la fama, el oro,
la gloria, el genio!

Cuando enmudece tu lengua
y se apresura tu aliento
y tus mejillas se encienden
y entornas tus ojos negros,
por ver entre sus pestañas
brillar con húmedo fuego
la ardiente chispa que brota
del volcán de los deseos,
diera, alma mía,
por cuanto espero:
¡la fe, el espíritu,
la tierra, el cielo!

XXV
Quando na noite te envolvem
as asas de tule do sonho
e tuas tendidas pestanas
semelham arcos de ébano,
por escutar os batidos
de teu coração inquieto
e reclinar tua dormida
cabeça sobre meu peito,
desse, alma minha,
quanto eu tenho,
a luz, o ar
e o pensamento!

Quando se cravam teus olhos
num invisível objeto
e teus lábios alumia
dum sorriso o reflexo,
por ler sobre tua frente
o calado pensamento
que passa como a nuvem
do mar sobre o largo espelho,
desse, alma minha,
quanto desejo,
a fama, o ouro,
a glória, o génio!

Quando emudece tua língua
e se apressa teu alento
e tuas bochechas se acendem
e entornas teus olhos negros,
por ver entre seus cílios
brilhar com húmido incêndio
a ardente chispa que brota
do vulcão dos desejos,
desse, alma minha,
porquanto espero:
a fé, o espírito,
a terra, o céu!

Rima XXXVII
Antes que tú me moriré; escondido
en las entrañas ya
el hierro llevo con que abrió tu mano
la ancha herida mortal.

Antes que tú me moriré; y mi espíritu
en su empeño tenaz
se sentará a las puertas de la muerte,
esperándote allá.

Con las horas los días, con los días
los años volarán,
y a aquella puerta llamarás al cabo…
¿Quién deja de llamar?

Entonces, que tu culpa y tus despojos
la tierra guardará,
lavándote en las ondas de la muerte
como en otro Jordán;

allí donde el murmullo de la vida
temblando a morir va,
como la ola que a la playa viene
silenciosa a expirar;

allí donde el sepulcro que se cierra
abre una eternidad,
¡todo cuanto los dos hemos callado
allí lo hemos de hablar!

Rima XXXVII
Antes que tu morrerei; escondido
nas entranhas já
o ferro levo com que abriu tua mão
a larga ferida mortal.

Antes que tu morrerei; e meu espírito,
em seu empenho tenaz,
se sentará às portas da morte
te esperando lá.

Com as horas os dias, com os dias
os anos voaram,
e àquela porta chamarás ao cabo…
Quem deixa de chamar?

Então, que tua culpa e teus despojos
a terra guardará,
te lavando nas ondas da morte
como em outro Jordán;

ali onde o murmúrio da vida
tremendo a morrer vai,
como a onda que à praia vem
silenciosa a expirar;

ali onde o sepulcro que se fecha
abre uma eternidade,
todo quanto os dois temos calado
ali o temos de falar.

Rima XXXVIII
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer, cuando el amor se olvida
¿sabes tú adónde va?

Rima XXXVIII
Os suspiros são ar e vão ao ar!
As lágrimas são água e vão ao mar!
Dize-me, mulher, quando o amor se esquece
sabes  aonde vai?

Rima LIII
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
¡esas… no volverán!.

Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán.

Pero aquellas, cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
¡esas… no volverán!

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;

pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar, …
como yo te he querido…; desengáñate,
¡así… no te querrán!

Rima LIII
Voltarão as escuras andorinhas
em teu balcão seus ninhos a colgar,
e outra vez com a asa a seus cristais
jogando chamarão;

mas aquelas que o voo refreavam
teu formosura e minha dita ao contemplar,
aquelas que aprenderam nossos nomes,
essas… não vão voltar!.

Voltarão as tupidas madressilvas
de teu jardim as taipas a escalar,
e outra vez à tarde ainda mais lindas
suas flores se abrirão;

mas aquelas, coalhadas de orvalho
cujas gotas olhávamos tremer
e cair como lágrimas do dia…
essas… não vão volver!

Voltarão do amor em teus ouvidos
as palavras ardentes a soar;
teu coração de seu profundo sonho
talvez acordará;

mas mudo e absorto e de joelhos
como se adora a Deus ante seu altar,
como eu te quis…; desengana-te,
assim… não te vão amar!

Rima LXXIII
Cerraron sus ojos
que aún tenía abiertos,
taparon su cara
con un blanco lienzo,
y unos sollozando,
otros en silencio,
de la triste alcoba
todos se salieron.

La luz, que en un vaso
ardía en el suelo,
al muro arrojaba
la sombra del lecho,
y entre aquella sombra
veíase a intérvalos
dibujarse rígida
la forma del cuerpo.

Despertaba el día,
y a su albor primero
con sus mil ruidos
despertaba el pueblo.
Ante aquel contraste
de vida y misterio,
de luz y tinieblas,
yo pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!

De la casa en hombros
lleváronla al templo,
y en una capilla
dejaron el féretro.
Allí rodearon
sus pálidos restos
de amarillas velas
y de paños negros.

Al dar de las Ánimas
el toque postrero,
acabó una vieja
sus últimos rezos,
cruzó la ancha nave,
las puertas gimieron,
y el santo recinto
quedóse desierto.

De un reloj se oía
compasado el péndulo
y de algunos cirios
el chisporroteo.
Tan medroso y triste,
tan oscuro y yerto
todo se encontraba,
que pensé un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!

De la alta campana
la lengua de hierro
le dio volteando
su adiós lastimero.
El luto en las ropas,
amigos y deudos
cruzaron en fila
formando el cortejo.

Del último asilo,
oscuro y estrecho,
abrió la piqueta
el nicho a un extremo:
allí la acostaron,
tapiáronle luego
y con un saludo
despidióse el duelo.

La piqueta al hombro
el sepulturero,
cantando entre dientes,
se perdió a lo lejos.
La noche se entraba,
Reinaba el silencio;
perdido en las sombras
medité un momento:
¡Dios mío, qué solos
se quedan los muertos!!

En las largas noches
del helado invierno,
cuando las maderas
crujir hace el viento
y azota los vidrios
el fuerte aguacero,
de la pobre niña
a solas me acuerdo.

Allí cae la lluvia
con un son eterno;
allí la combate
el soplo del cierzo.
Del húmedo muro
tendida en el hueco,
¡acaso de frío
se hielan sus huesos!…

¿Vuelve el polvo al polvo?
¿Vuela el alma al cielo?
¿Todo es vil materia
podredumbre y cieno?
¡No sé; pero hay algo
que explicar no puedo,
que al par nos infunde,
repugnancia y duelo,
al dejar tan tristes,
tan solos los muertos!

Rima LXXIII
Fecharam seus olhos,
que ainda tinha abertos;
taparam sua cara
com um branco lenço,
e uns soluçando,
outros em silêncio,
da triste alcova
saíram presto.

A luz, que num copo
ardia no solo,
ao muro arrojava
a sombra do leito,
e entre aquela sombra
se via dum tempo a outro
se desenhar rígida
a forma do corpo.

Acordava o dia
e a seu alvor primeiro,
com seus mil ruídos
acordava o povo.
Ante aquele contraste
de vida e mistérios,
de luz e trevas,
meditei um momento:
¡Deus meu, como ficam
sozinhos os mortos!

Da casa em ombros
a levaram ao templo,
e numa capela
deixaram o féretro.
Ali rodearam
seus pálidos restos
de amarelas velas
e de panos negros.

Ao dar das almas
o toque postremo,
acabou uma velha
suas últimas rezas;
cruzou a larga nave,
as portas gemeram
e a santa estância
quedou deserta.

De um relógio se ouvia
compassado o pêndulo,
e de alguns círios
a crepitação.
Tão medroso e triste,
tão escuro e teso
todo se encontrava…
que pensei um momento:
¡Deus meu, como ficam
sozinhos os mortos!

Do alto sino
a língua de ferro
deu-lhe volteando
seu adeus aflito.
O luto nas roupas
parentes e amigos
cruzaram em fila
formando o préstito.

Do último asilo,
escuro e estreito,
abriu a picareta
o nicho a um extremo.
Ali a deitaram,
a taparam logo,
e com cumprimentos
despediu-se o enterro

A picareta ao ombro,
o sepultureiro,
cantando entre dentes,
perdeu-se ao longe.
A noite se entrava,
reinava o silêncio;
perdido nas sombras,
meditei um momento:
Deus meu, como ficam
sozinhos os mortos!

Nas longas noites
do gelado inverno,
quando as madeiras
chiar faz o vento
e açoita os vidros
o forte aguaceiro
da pobre menina
a sozinhas me lembro.

Ali cai a chuva
com um som eterno;
ali a combate
o sopro do vento,
do húmido muro
tendida no oco,
talvez de frio
se gelam seus ossos!…

Volta o pó ao pó?
Voa a alma ao céu?
Tudo é vil matéria,
podridão e lodo?
Não sei; mas há algo
que explicar não posso,
que ao par nos infunde
repugnância e desgosto,
ao deixar tão tristes,
tão sozinhos os mortos!

Rima XCIV
Lejos y entre los árboles
de la intrincada selva,
¿no ves algo que brilla
y llora? Es una estrella.

Ya se la ve más próxima,
como a través de un tul,
de una ermita en el pórtico
brillar. Es una luz.

De la carrera rápida
el término está aquí.
Desilusión. No es lámpara ni estrella
la luz que hemos seguido: es un candil.

Rima XCIV
Longe e entre as árvores
da intrincada selva,
não vês algo que brilha
e chora? É uma estrela.

Já se a vê mais próxima,
como por entre um tule,
duma ermida no pórtico
brilhar. É uma luz.

Da rápida carreira
o termo está aqui.
Desilusão. Não é luminária nem estrela
a luz que temos seguido: é um candil.

Texto original: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/rimas-y-leyendas–0/html

 

*

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Fernando Pessoa

 

 

Tabacaria, foi publicado originalmente na revista de Coimbra, Presença, em julho de 1933

Tabacaria
Álvaro de Campos, in Poemas
Heterónimo de Fernando Pessoa

Não sou nada.
Nunca serei nada.
Não posso querer ser nada.
À parte isso, tenho em mim todos os sonhos do mundo.

Janelas do meu quarto,
Do meu quarto de um dos milhões do mundo que ninguém sabe quem é
(E se soubessem quem é, o que saberiam?),
Dais para o mistério de uma rua cruzada constantemente por gente,
Para uma rua inacessível a todos os pensamentos,
Real, impossivelmente real, certa, desconhecidamente certa,
Com o mistério das coisas por baixo das pedras e dos seres,
Com a morte a pôr humidade nas paredes e cabelos brancos nos homens,
Com o Destino a conduzir a carroça de tudo pela estrada de nada.

Estou hoje vencido, como se soubesse a verdade.
Estou hoje lúcido, como se estivesse para morrer,
E não tivesse mais irmandade com as coisas
Senão uma despedida, tornando-se esta casa e este lado da rua
A fileira de carruagens de um comboio, e uma partida apitada
De dentro da minha cabeça,
E uma sacudidela dos meus nervos e um ranger de ossos na ida.

Estou hoje perplexo como quem pensou e achou e esqueceu.
Estou hoje dividido entre a lealdade que devo
À Tabacaria do outro lado da rua, como coisa real por fora,
E à sensação de que tudo é sonho, como coisa real por dentro.

Falhei em tudo.
Como não fiz propósito nenhum, talvez tudo fosse nada.
A aprendizagem que me deram,
Desci dela pela janela das traseiras da casa,
Fui até ao campo com grandes propósitos.
Mas lá encontrei só ervas e árvores,
E quando havia gente era igual à outra.
Saio da janela, sento-me numa cadeira. Em que hei-de pensar?

Que sei eu do que serei, eu que não sei o que sou?
Ser o que penso? Mas penso ser tanta coisa!
E há tantos que pensam ser a mesma coisa que não pode haver tantos!
Génio? Neste momento
Cem mil cérebros se concebem em sonho génios como eu,
E a história não marcará, quem sabe?, nem um,
Nem haverá senão estrume de tantas conquistas futuras.
Não, não creio em mim.
Em todos os manicómios há doidos malucos com tantas certezas!
Eu, que não tenho nenhuma certeza, sou mais certo ou menos certo?
Não, nem em mim…
Em quantas mansardas e não-mansardas do mundo
Não estão nesta hora génios-para-si-mesmos sonhando?
Quantas aspirações altas e nobres e lúcidas –
Sim, verdadeiramente altas e nobres e lúcidas -,
E quem sabe se realizáveis,
Nunca verão a luz do sol real nem acharão ouvidos de gente?
O mundo é para quem nasce para o conquistar
E não para quem sonha que pode conquistá-lo, ainda que tenha razão.
Tenho sonhado mais que o que Napoleão fez.
Tenho apertado ao peito hipotético mais humanidades do que Cristo,
Tenho feito filosofias em segredo que nenhum Kant escreveu.
Mas sou, e talvez serei sempre, o da mansarda,
Ainda que não more nela;
Serei sempre o que não nasceu para isso;
Serei sempre só o que tinha qualidades;
Serei sempre o que esperou que lhe abrissem a porta ao pé de uma parede sem porta
E cantou a cantiga do Infinito numa capoeira,
E ouviu a voz de Deus num poço tapado.
Crer em mim? Não, nem em nada.
Derrame-me a Natureza sobre a cabeça ardente
O seu sol, a sua chuva, o vento que me acha o cabelo,
E o resto que venha se vier, ou tiver que vir, ou não venha.
Escravos cardíacos das estrelas,
Conquistámos todo o mundo antes de nos levantar da cama;
Mas acordámos e ele é opaco,
Levantámo-nos e ele é alheio,
Saímos de casa e ele é a terra inteira,
Mais o sistema solar e a Via Láctea e o Indefinido.

(Come chocolates, pequena;
Come chocolates!
Olha que não há mais metafísica no mundo senão chocolates.
Olha que as religiões todas não ensinam mais que a confeitaria.
Come, pequena suja, come!
Pudesse eu comer chocolates com a mesma verdade com que comes!
Mas eu penso e, ao tirar o papel de prata, que é de folhas de estanho,
Deito tudo para o chão, como tenho deitado a vida.)

Mas ao menos fica da amargura do que nunca serei
A caligrafia rápida destes versos,
Pórtico partido para o Impossível.
Mas ao menos consagro a mim mesmo um desprezo sem lágrimas,
Nobre ao menos no gesto largo com que atiro
A roupa suja que sou, sem rol, pra o decurso das coisas,
E fico em casa sem camisa.

(Tu, que consolas, que não existes e por isso consolas,
Ou deusa grega, concebida como estátua que fosse viva,
Ou patrícia romana, impossivelmente nobre e nefasta,
Ou princesa de trovadores, gentilíssima e colorida,
Ou marquesa do século dezoito, decotada e longínqua,
Ou cocote célebre do tempo dos nossos pais,
Ou não sei quê moderno – não concebo bem o quê -,
Tudo isso, seja o que for, que sejas, se pode inspirar que inspire!
Meu coração é um balde despejado.
Como os que invocam espíritos invocam espíritos invoco
A mim mesmo e não encontro nada.
Chego à janela e vejo a rua com uma nitidez absoluta.
Vejo as lojas, vejo os passeios, vejo os carros que passam,
Vejo os entes vivos vestidos que se cruzam,
Vejo os cães que também existem,
E tudo isto me pesa como uma condenação ao degredo,
E tudo isto é estrangeiro, como tudo.)

Vivi, estudei, amei, e até cri,
E hoje não há mendigo que eu não inveje só por não ser eu.
Olho a cada um os andrajos e as chagas e a mentira,
E penso: talvez nunca vivesses nem estudasses nem amasses nem cresses
(Porque é possível fazer a realidade de tudo isso sem fazer nada disso);
Talvez tenhas existido apenas, como um lagarto a quem cortam o rabo
E que é rabo para aquém do lagarto remexidamente.

Fiz de mim o que não soube,
E o que podia fazer de mim não o fiz.
O dominó que vesti era errado.
Conheceram-me logo por quem não era e não desmenti, e perdi-me.
Quando quis tirar a máscara,
Estava pegada à cara.
Quando a tirei e me vi ao espelho,
Já tinha envelhecido.
Estava bêbado, já não sabia vestir o dominó que não tinha tirado.
Deitei fora a máscara e dormi no vestiário
Como um cão tolerado pela gerência
Por ser inofensivo
E vou escrever esta história para provar que sou sublime.

Essência musical dos meus versos inúteis,
Quem me dera encontrar-te como coisa que eu fizesse,
E não ficasse sempre defronte da Tabacaria de defronte,
Calcando aos pés a consciência de estar existindo,
Como um tapete em que um bêbado tropeça
Ou um capacho que os ciganos roubaram e não valia nada.

Mas o dono da Tabacaria chegou à porta e ficou à porta.
Olhou-o com o desconforto da cabeça mal voltada
E com o desconforto da alma mal-entendendo.
Ele morrerá e eu morrerei.
Ele deixará a tabuleta, e eu deixarei versos.
A certa altura morrerá a tabuleta também, e os versos também.
Depois de certa altura morrerá a rua onde esteve a tabuleta,
E a língua em que foram escritos os versos.
Morrerá depois o planeta girante em que tudo isto se deu.
Em outros satélites de outros sistemas qualquer coisa como gente
Continuará fazendo coisas como versos e vivendo por baixo de coisas como tabuletas,
Sempre uma coisa defronte da outra,
Sempre uma coisa tão inútil como a outra,
Sempre o impossível tão estúpido como o real,
Sempre o mistério do fundo tão certo como o sono de mistério da superfície,
Sempre isto ou sempre outra coisa ou nem uma coisa nem outra.

Mas um homem entrou na Tabacaria (para comprar tabaco?),
E a realidade plausível cai de repente em cima de mim.
Semiergo-me enérgico, convencido, humano,
E vou tencionar escrever estes versos em que digo o contrário.

Acendo um cigarro ao pensar em escrevê-los
E saboreio no cigarro a libertação de todos os pensamentos.
Sigo o fumo como uma rota própria,
E gozo, num momento sensitivo e competente,
A libertação de todas as especulações
E a consciência de que a metafísica é uma consequência de estar mal disposto.

Depois deito-me para trás na cadeira
E continuo fumando.
Enquanto o Destino mo conceder, continuarei fumando.

(Se eu casasse com a filha da minha lavadeira
Talvez fosse feliz.)
Visto isto, levanto-me da cadeira. Vou à janela.

O homem saiu da Tabacaria (metendo troco na algibeira das calças?).
Ah, conheço-o: é o Esteves sem metafísica.
(O dono da Tabacaria chegou à porta.)
Como por um instinto divino o Esteves voltou-se e viu-me.
Acenou-me adeus gritei-lhe Adeus ó Esteves!, e o universo
Reconstruiu-se-me sem ideal nem esperança, e o dono da Tabacaria sorriu.

Poemas de Pessoa https://www.citador.pt/

 

 

 

Estanco Poema de Álvaro de Campos, in Poemas
Heterónimo de Fernando Pessoa
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Nada soy.
Nunca seré nada.
No puedo desear ser nada.
Más allá de eso, poseo todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
el cuarto de uno de los millones de personas que nadie conoce.
(Y si supieran quién es, ¿qué sabrían?),
añadís al misterio de una calle cruzada todo el tiempo por gente,
a una calle inaccesible a todos los pensamientos,
real, de una realidad imposible, cierta, sorprendentemente cierta,
con el misterio de las cosas situadas bajo las piedras y los seres,
con la muerte humedeciendo las paredes
y plateando los cabellos de los hombres,
con el Destino llevando la carreta del todo por la senda de la nada.

Hoy me siento vencido, como si conociera la verdad.
Hoy me siento lúcido, como si estuviera a punto de morir,
y no tuviera más familiaridad con las cosas
que una despedida, haciéndose esta casa y este lado de la calle
la hilera de vagones de un tren, y una salida anunciada
dentro de mi cabeza,
y una sacudida de mis nervios y un chirriar de huesos al partir.

Hoy me encuentro perplejo, como quién pensó y halló y olvidó.
Hoy me encuentro dividido entre la lealtad que debo
al Estanco del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
y a la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro.

Fallé en todo.
Al no hacer propósito alguno, puede que todo fuera nada.
El aprendizaje que me proporcionaron,
descendí de él por la ventana posterior de la casa,
fui hasta el campo con fuerte determinación.
Pero allí solo encontré hierbas y árboles,
y si había gente se parecía a la otra.
Me aparto de la ventana y me siento en una silla ¿En qué he de pensar?

¿Ignoro lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pero pienso ser tanto!
¡Y hay tantos que piensan ser lo mismo, que no podemos serlo tantos!
¿Genio? En este momento
cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo,
y la historia no señalará, ¿quién sabe? ni a uno de ellos,
no habrá más que un muladar de tantas conquistas futuras.
No, no creo en mí.
¡En todos los manicomios hay locos chiflados con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna seguridad, ¿estoy más seguro o menos? No, ni en mí…
¿En cuantas, buhardillas o no, del mundo
hay, en este momento, genios soñados para ellos mismos?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas—
Sí, verdaderamente altas y nobles y lúcidas—,
Y quién sabe si realizables,
¿Nunca verán la luz del sol real ni encontrarán los oídos de nadie?
El mundo es para quien nace capaz de conquistarlo
y no para quien sueña que puede hacerlo suyo, aunque tenga
razón.
He soñado más que Napoleón soñó.
He abrazado al pecho hipotético más humanidades que Cristo,
pensé filosofías en secreto que ningún Kant escribió.
Pero soy, y tal vez seré siempre, el de la buhardilla,
aunque no viva en ella;
seré siempre el que no nació para eso,
seré siempre solo el que poseía cualidades;
seré siempre el que esperó a que le abriesen la puerta, al pie
de una pared sin puerta,
y cantó la cantiga del Infinito en un gallinero,
y escuchó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? No, ni en nada.
Vierta la Naturaleza sobre la cabeza ardiente
su sol, su lluvia, el viento que me despeina,
y lo demás que venga si viene, o que deba venir, o que no
venga.
Esclavos cordiales de las estrellas,
conquistamos el mundo entero antes de abandonar el lecho;
pero nos despertamos y el mundo es sombrío,
nos levantamos y es ajeno,
salimos de casa y el mundo es la tierra entera,
además del sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.

(Come chocolatinas, niña;
¡Come chocolatinas!
Mira que la única metafísica en el mundo es la del chocolate.
Mira que las religiones no enseñan más que la confitería.
¡Come, niña sucia, come!
¡Si pudiera yo comer chocolatinas con la misma sinceridad con que tú las comes!
Pero yo pienso y, al quitarles la envoltura plateada, que es de papel de estaño,
arrojo todo al suelo, como arrojé la vida.)

Pero, al menos queda, de la amargura de lo que nunca seré
la caligrafía urgente de estos versos,
pórtico abierto hacia lo Imposible.
Pero al menos dispongo para mí mismo un desprecio sin lágrimas,
noble al menos por el ademán preciso con que arrojo
la ropa sucia que soy, sin orden, para el devenir de las cosas,
y me quedo en casa descamisado.

(Tú que consuelas, que no existes y por eso consuelas,
o diosa griega, concebida como estatua vital,
o patricia romana, improbablemente noble y nefasta,
o princesa de trovadores, gentilísima y coloreada,
o marquesa del siglo dieciocho, escotada y distante,
o célebre mujer mundana del tiempo de nuestros padres,
o no sé qué moderno —no concibo bien qué—,
todo eso, sea lo que fuera que seas, si puede iluminar ¡qué ilumine!
Mi corazón es un balde vacío.
Como los que invocan espíritus exhortan espíritus imploro
a mí mismo y no encuentro nada.
Me aproximo a la ventana y veo la calle con absoluta nitidez.
Veo las tiendas, veo los paseos, veo los coches que circulan,
veo los seres vivos vestidos que se cruzan,
veo los perros que también existen,
y todo eso me pesa como una condena a destierro,
y todo eso es extranjero, como todo.)

Viví, estudié, amé, incluso creí,
y hoy no existe mendigo al que yo no envidie sólo por no ser yo.
Veo, de cada uno, los harapos y las llagas y la mentira,
y pienso: es posible que nunca hayas vivido ni estudiado ni amado ni creído
(Porque se puede formar la realidad de todo eso sin hacer nada de eso);
tal vez solo hayas existido, como un lagarto a quien cortan la cola
Y que es la cola antes de que el lagarto se retuerza.

Hice de mí lo que no supe,
y lo que pude hacer de mí no lo hice.
El disfraz que vestí estaba confundido.
Me conocieron luego por quien no era, y no lo desmentí, y me perdí.
Cuando quise arrancar la máscara,
estaba unida a la cara.
Cuando la retiré y me vi en el espejo,
ya había envejecido.
Estaba borracho, ya no sabía ponerme el disfraz que no me había
quitado.
Arrojé la máscara y dormí en el vestuario
como un perro que la gerencia consiente
por ser inofensivo
y voy a escribir esta historia para probar que soy excelso.

Esencia musical de mis versos inútiles,
quién pudiera encontrarte como obra mía,
y no quedarme siempre frente al Estanco de enfrente,
pisoteando la conciencia de existir,
como una alfombra con la que tropieza un beodo
o el felpudo que los gitanos roban y no valía nada.

Pero el dueño del Estanco se acercó a la puerta y quedó a la puerta.
Lo miro con el desagrado de la cabeza atravesada
y con la incomodidad de un alma confusa y confundida.
Él morirá y yo moriré.
Él dejará el cartel, y yo dejaré versos.
Tiempo después morirá también el letrero, y los versos también.
Después de ese tiempo morirá la calle donde estuvo el letrero,
y la lengua en que fueron escritos los versos.
Morirá más tarde el planeta girante en que todo esto sucedió.
En otros satélites de otros sistemas cualquier cosa parecida a gente
continuará haciendo cosas parecidas a versos y viviendo debajo de cosas parecidas a letreros,
siempre una cosa frente a otra,
siempre una cosa tan inútil como la otra,
siempre lo imposible tan insulso como lo real,
siempre el misterio del fondo tan palpable como el sueño misterioso de la superficie,
siempre ésta o aquella cosa o ni una ni otra.

Pero un hombre entró en el Estanco (¿a comprar tabaco?),
y la realidad admisible cae de repente sobre mí.
Me alzo casi, enérgico, convencido, humano,
e intento escribir estos versos en los que digo lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar escribirlos
y saboreo en el cigarro la liberación de todos los pensamientos.
Sigo el humo como una ruta propia,
y gozo, en un momento sensitivo e idóneo,
la liberación de todas las investigaciones
y la conciencia de que la metafísica es consecuencia de la indisposición.

Después me recuesto en la silla
y sigo fumando.
Mientras el Destino me lo permita, seguiré fumando.

(Si me casase con la hija de mi lavandera
tal vez fuera feliz.)
Visto esto, me levanto de la silla. Voy a la ventana.

El hombre salió del Estanco (¿dejando el cambio en el bolsillo del pantalón?).
Ah, lo conozco: es Esteves sin metafísica.
(El Dueño del Estanco llegó a la puerta.)
Como por dictado divino, Esteves se volvió y me vio.
Hizo una señal de adiós, le grité ¡Adiós, Esteves!, y el universo
Se reconstruyó en mí sin ideal ni esperanza, y el dueño del Estanco sonrió.

Alvaro de Campos, heterónimo de Fernando Pessoa

 

*

 

 

 

 

 

Emilia Pardo Bazán

 

Emilia Pardo Bazán compuso su primer poema a los ocho años. Continuó en la juventud escribiendo poesía. Publicó dos libros: En 1866, El Castillo de la rada. Leyenda Fantástica, un poema narrativo; y en 1881, Jaime, con una tirada mínima. Además, en publicaciones periódicas, dio a conocer poemas sueltos. Después de morir apareció una reunión de poemas dispersos del tiempo que va de 1865 a 1871 con el título  Álbum de poesía. La gran novelista pedía a la poesía dos cualidades muy simples, y a la vez muy raras: originalidad y perfección. Ángeles Quesada Novás, estudiosa e investigadora de la obra de Pardo Bazán, dice en su ensayo Los poemas indios de Emilia Pardo Bazán, publicado en la Tribuna: Sobre la obra poética de la gran narradora vamos sabiendo cada vez más, a medida que los estudiosos de su obra nos hemos ido acercando a sus manuscritos, a los borradores en los que se conserva aquello que no publicó en vida. Se sabe que Emilia Pardo Bazán no tenía en la misma consideración esta parcela de su obra con respecto del resto, y que, desde muy temprano -quizá tras la publicación de Jaime (1881) y aquel intento de edición con prólogo de Núñez de Arce al que se refiere en sus Apuntes Aubiográficos- no sólo no buscó publicar más poemas, sino que, posiblemente, tampoco dedicó mucho más tiempo a un arte en el que se sentía tan poco segura, que la lleva a confesar que lejos «de defender mi hacienda poética, hasta caigo en la manía de ocultar mis rimas como si fueran pecados. Y es que por pecados los tengo.» (Pardo Bazán 1973: 713)
No obstante lo dicho por ella de sí, en los juegos florales de Orense, octubre de 1876, además de ganar los cuatro mil reales del premio al mejor Estudio Crítico sobre el Padre Feijoo, recibió la Rosa de Oro por su “Oda al Insigne filósofo Feijoo».

Desconocía yo la existencia de estos Poemas Indios, tomados del ensayo de Ángeles Quesada Novás a que me he referido. De los que dice Quesada: «Me limito en el presente a ofrecer una transcripción de los poemas contenidos en el Libro de Apuntes, que nunca fueron publicados en vida de la autora, a la espera de que, en algún momento, se emprenda la edición crítica, tanto de este volumen como de los otros dos, con el consiguiente estudio e interpretación de correcciones y variantes. Conservo el orden de aparición y la puntuación original. Los poemas completos y fragmentos están separados por una raya continua. Los puntos suspensivos señalan la falta de algunos versos que sí aparecen en el otro manuscrito.»
Los encuentro yo de tal belleza, de ingenio tal, tan equilibrados, que me decido a traducirlos al idioma portugués, para que los lectores de ese idioma puedan apreciarlos como yo.

Poemas Indios
de Emilia Pardo Bazán
Traducidos por Pedro Sevylla de Juana

La prometida del brahma

Del ascético brahma penitente
la virgen prometida
jugó con sus hermosas compañeras
del lago en las orillas.
Retozando entre juncos y ninfeas
en su loca alegría
no vio una gran serpiente, en el camino
enroscada y dormida.

Como si se arrojase tras la muerte
sin saber lo que hacía
apoyó en el reptil su pie ligero
la gentil aturdida.
Irguiose el animal rápidamente
mordiola en la rodilla
y a impulsos del veneno cayó a tierra
temblando yerta y fría.

Como escapa el collar de la garganta
cuando rompe la cinta
así del bello cuerpo fugose el espíritu
de la doncella tímida.
Viéronla los brahmanes y su padre
en el suelo tendida
como yace tronchado blanco lirio
a quien el sol marchita.

También la vio su prometido el brahma
cuando inmóvil yacía,
y llenó con sus gritos la floresta
y la risueña orilla.
“Oh Dios, alma del mundo! oh Dios del fuego
el infeliz gemía,
tú que creas los mundos y los seres!
tú que la tierra animas!
torna a esta flor su delicioso aroma,
encanto de mis días!
haz que de nuevo
se levante y juegue
mi bella prometida!

El mensajero entonces de los Dioses
se presentó a su vista
Brahma, le dijo, se te ofrece un medio
de que la flor reviva.
Si quieres devolverle la existencia
a la doncella tímida,
tienes que darle, penitente brâmane,
la mitad de tu vida.

«Toma todos mis años, dijo el brahma,
temblando de alegría;
el amor es más dulce y más precioso
que la existencia misma.»

Como tornando de profundo sueño
se alzó la virgen linda,
y celebraron las alegres nupcias
entre danzas festivas.
Y los esposos, a quien era dado
igual tiempo de vida,
después de amarse tiernamente y siempre
murieron en un día.
———————-
Cual árbol cuyas raíces
tronza el hacha en la floresta,
cayó el héroe traspasado
por centenares de flechas,
como a la flor de Kadamba
sus filamentos rodean,
y se esparció por el suelo
su ondulante cabellera…

A prometida do brâmane
Poema de Emilia Pardo Bazán
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Do ascético brâmane penitente
a virgem noiva
jogou com suas formosas companheiras
do lago nas orilhas.
Brincando entre juncos e nenúfares
em sua louca alegria
não viu uma grande serpente, no caminho
enroscada e dormida.

Como se se arrojasse depois da morte
sem saber o que fazia
apoiou no réptil seu pé ligeiro
a gentil aturdida.
Se ergueu o animal rapidamente
a mordeu no joelho
e a impulsos do veneno caiu em terra
hirta e fria tremendo.

Como escapa o colar da garganta
quando rompe a fita
assim do belo corpo se fugiu o espírito
da donzela tímida.
A viram os brâmanes e seu pai
no solo tendida
como jaz tronchado branco lírio
a quem o sol mirra.

Também a viu seu noivo o brâmane
quando imóvel jazia,
e encheu com seus gritos a floresta
e a risonha orilha.
“Oh Deus, alma do mundo! oh Deus do fogo
o infeliz gemia,
tu que creias os mundos e os seres!
tu que a terra animas!
torna a esta flor sua delicioso aroma,
encanto de meus dias!
faz que de novo
se levante e jogue
a bela noiva minha!

O mensageiro então dos Deuses
se apresentou na sua vista
Brahma, disse-lhe, te ofereço um meio
de que a flor reviva.
Se queres devolver a existência
à donzela tímida,
tens que lhe dar, penitente brâmane,
a metade de tua vida.

«Toma todos meus anos, disse o brâmane,
tremendo de alegria;
o amor é mais doce e mais precioso
que a existência própria.»

Como regressando de profundo sonho
se alçou a virgem linda,
e celebraram as alegres núpcias
entre danças festivas.
E os esposos, a quem era dado
igual tempo de vida,
após se amar ternamente e sempre
morreram num dia.
—————————
Qual árvore cujas raízes
troncha o machado na floresta,
caiu o herói traspassado
por centenas de setas,
como à flor de Kadamba
suas filamentos rodeiam,
e se espalhou pelo solo
seu ondulante cabeleira…

Traduzidos por PSdeJ 7 setembro de 2017

 

El carro de Jaggernaut. Imitación de Heine
Poema de Emilia Pardo Bazán

El sol irradia espléndido
en límpido horizonte
y la azulada sábana
del Gánges duerme inmóvil.
En la apartada orilla
insectos, yerbas, flores
se inclinan oprimidos
por un calor de bronce.
Y en tanto, allá en el atrio
de colosal pagoda
espera al Dios terrible
la multitud ansiosa.
Surca las mejillas
sudor en gruesas gotas
a parias, a brahmines
y a bayaderas locas.
Con un fragor horrísono
el reluciente carro
del ídolo aparece
de sangre y muertes ávido.

Le arrastran elefantes
según el rito, blancos,
y están los áureos ejes
de entrañas salpicados.
Aquella muchedumbre
que espera palpitante
dispútase a empellones
quien ha de morir antes.
Que es cosa averiguada
que Jaggernaut amable
recibe en el Nirvana
al que primero aplaste.
Y caen a porfía
debajo de las ruedas
los parias, los brahmines,
las locas bayaderas.
Y el carro formidable
siguiendo en su carrera
revienta aquellos pechos,
tritura las cabezas.
……………………………..
las víctimas son héroes,
o mártires o santos.
Yo también que miro
con desdeñosa frente
la hecatombe humana
que se renueva siempre,
ante esas mismas ruedas
en sacrificio estéril
me he de arrojar un día
en busca de la muerte!
_____________________
La estación de las lluvias
______________________

 

A carroça de Jaggernaut. Imitação de Heine
Poema de Emilia Pardo Bazán
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

O sol irradia esplêndido
em límpido horizonte
e o lençol da cor azulada
do Gánges dorme imóvel.
Na apartada orla
insetos, ervas, flores
se inclinam oprimidos
por um calor de bronze.
E em tanto, lá no átrio
de colossal pagode
espera ao Deus terrível
a multidão ansiosa.
Surca as bochechas
suor em grossas gotas
aos parias, a brâmanes
e a bailarinas loucas.
Com um fragor horríssono
a reluzente carroça
do ídolo aparece
ávido de sangue e vida morta.

Lhe arrastam elefantes
segundo o rito, alvos,
e estão os áureos eixos
de entranhas salpicados.
Aquela multitude
que espera palpitante
disputa-se a empurrões
quem deve morrer antes.
Que é coisa averiguada
que Jaggernaut amável
recebe no Nirvana
ao que primeiro aplaste.
E caem em porfia
embaixo das rodas
os parias, os brâmanes,
as loucas bailarinas.
E a carroça formidável
seguindo em sua carreira
rebenta aqueles peitos,
tritura as cabeças.
——————-
as vítimas são heróis,
ou mártires ou santos.
Eu também que olho
com desdenhosa frente
a hecatombe humana
que se renova sempre,
ante essas mesmas rodas
em sacrifício sem sorte
me tenho de arrojar um dia
em procura da morte!
_____________________
A estação das chuvas
—————————

 

Los Dados
Poema de Emilia Pardo Bazán

El poder, las riquezas,
la ciencia vasta
la virtud y energía
todos alaban
del constante en sus votos,
del noble Nala.
Hermoso como el fuego,
sabio monarca.
A su ley obedece
todo Nishâda,
y en reñido certamen
su esposa casta
bella como las flores
del loto blancas
le prefirió a los Dioses
con forma humana.
Quién, excepto el Augusto
terrible Brama
venció en fortuna y ciencias
al noble Nala?
Un día en su palacio
entró Ponshara
y le dijo: Juguemos
tu roja capa.
Y los dados cayeron
y perdió Nala.
El tentador repite
“Doy la revancha,
juega tus barras de oro”
Jugó el monarca,
y de nuevo la suerte
le fue contraria.
“Juega tu rico carro,
tus yeguas blancas”
Y cayeron los dados
perdiendo Nala.

Aún te quedan
bellas esclavas
valientes elefantes.
Doy la revancha.
Perdiste. Queda el reino
Perdiste, Nala.
Aún te queda tu esposa;
como al pisarla
ponzoñosa la serpiente
despierta y salta,
así indignado alzose
entonces Nala,
y llamando a la bella
tímida dama,
que el frenético juego
viera con lágrimas,
echó los fuerte brazos
a su garganta
y con
——————————–
Todos admiran la gran belleza,
los firmes votos, la ciencia vasta,
del poderoso rey de los hombres
del noble Nala.
Tiene elefantes, tiene caballos,
gratos jardines, bellas esclavas,
tiene carrozas de oro bruñido
con esmeraldas.
Tiene una esposa dulce y tan bella
como las flores del loto blancas;
como los vasos del sacrificio
fiel, pura y casta.
Mas ¿por qué azares de la fortuna
a pie y tan solo veo al monarca,
medio desnudo, vagando, errante
por la montaña?
Es porque un punto sintió del juego
la peligrosa fiebre malsana,
y jugó reinos, siervos, tesoros,
y hasta la capa.
Solo le queda la tierna esposa,
fuerzas no tuvo para jugarla,
y ella, a su lado, va dirigiéndole
dulces palabras.
Tan solo un trozo de humilde tela
del desdichado las carnes tapa
y el hambre roe los filamentos
de sus entrañas.
Allá a lo lejos, a los fulgores
que despedía la luna pálida,
vio de unos pájaros con alas de oro
densa bandada.
El rey hambriento cazarlos quiso
pero no tiene flecha acerada,
y les arroja la pobre túnica
que le abrigaba.
Entonces vuelan rápidamente
aquellas aves con carcajadas.
Y el rey contempla su último andrajo
que le arrebatan.
«Necio, le gritan, somos los dados,
y este es el traje que te restaba;
era vergüenza para nosotros
dejarte nada.”
El rey quedose petrificado
todo desnudo como una estatua;
pero su esposa rasgó en dos trozos
su única falda.
Y sonriendo, con gran dulzura,
pero con los ojos llenos de lágrimas
dio al rey el grande; con el pequeño
cubriose casta.
—————————

El héroe cayó. De sus heridas
olas de sangre recogió la tierra,
y su voz imploró de los guerreros
un cojín do reposa su cabeza.
¡Dadme un cojín, mi frente desfallece!
Y le trajeron un cojín de seda
muelle, suave, digno de los Dioses,
recamado de perlas.
«No es ese el lecho donde el héroe yace,
murmuró con sonrisa placentera,
Tú… Arjuna… tú… guerrero incontrastado…
prepara un almohadón que me convenga.»
Inundados de lágrimas los ojos
hincó el mancebo la rodilla en tierra,
y la frente apoyó del moribundo
en tres agudas flechas.
El guerrero expirante alza los ojos
en que brilló felicidad suprema
“Me diste la almohada de los héroes,
hijo del corazón, bendito seas!
Así debe morir el que batalla,
tendido sobre el arco y las saetas,
y el rostro vuelto al sol! Velad mi sueño
y termine esta guerra!
(5.723-5.744)
————————-

Os Dados
Poema de Emilia Pardo Bazán
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

O poder, as riquezas,
a ciência vasta
a virtude e energia
todos cantam
do constante em seus votos,
do nobre Nala.
Formoso como o fogo,
sábio monarca.
A sua lei obedece
todo Nishâda,
e em competido certâmen
sua esposa casta
bela como as flores
do loto brancas
lhe preferiu aos Deuses
com forma humana.
Quem, exceto o Augusto
terrível Brama
venceu em fortuna e ciências
ao nobre Nala?

Um dia em seu palácio
entrou Ponshara
e lhe disse: Joguemos
tua vermelha capa.
E os dados caíram
e perdeu Nala.
O tentador repete
«Dou a revanche,
joga tuas barras de ouro»
Jogou o monarca,
e de novo a sorte
lhe foi contrária.
«Joga tua rica carroça,
tuas éguas brancas»
E caíram os dados
perdendo Nala.

Ainda te ficam
belas escravas
valentes elefantes.
Dou a vingança.
Perdeste. Fica o reino
Perdeste, Nala.
Ainda te fica tua esposa;
como ao calcá-la
peçonhenta a serpente
acorda e salta,
assim indignado se alçou
então Nala,
e chamando à bela
tímida dama,
que o frenético jogo
visse com lágrimas,
jogou os forte braços
para sua garganta
e com
————————–
Todos admiram a grande beleza,
os firmes votos, a ciência vasta,
do poderoso rei dos homens
do nobre Nala.
Tem elefantes, tem cavalos,
gratos jardins, belas escravas,
tem carruagens de ouro brunido
com esmeraldas.
Tem uma esposa doce e tão bela
como as flores do loto brancas;
como os copos do sacrifício
fiel, pura e casta.
Mas ¿por que casualidades da fortuna
a pé e tão só vejo ao monarca,
médio nu, vagando, errante
pela montanha?
É porque um ponto sentiu do jogo
a perigosa febre malsã,
e jogou reinos, servos, tesouros,
e até a capa.
Só lhe fica a terna esposa,
forças não teve para jogá-la,
e ela, a seu lado, vai lhe dirigindo
doces palavras.
Tão só um pedaço de humilde teia
do azarado as carnes tampa
e a fome rói os filamentos
de suas entranhas.
Lá ao longe, aos fulgores
que despedia a lua pálida,
viu duns pássaros com asas de ouro
densa bandada.
O rei faminto quis os caçar
mas não tem seta acerada,
e lhes arroja a pobre túnica
que lhe abrigava.
Então voam rapidamente
aquelas aves com gargalhadas.
E o rei contempla seu último andrajo
que lhe arrebatam.
«Néscio, gritam-lhe, somos os dados,
e este é o traje que te restava;
era vergonha para nós
te deixar nada.»
O rei ficou petrificado
todo nu como uma estátua;
mas sua esposa rasgou em duas troços
sua única saia.
E sorrindo, com grande doçura,
mas com os olhos cheios de lágrimas
deu ao rei o grande; com o pequeno
se cobriu casta.
———————-

O herói caiu. De suas feridas
ondas de sangue recolheu a terra,
e sua voz implorou dos guerreiros
uma almofada onde repousa sua cabeça.
Deem-me uma almofada, minha frente desfalece!
E trouxeram-lhe uma almofada de seda
branda, suave, digna dos Deuses,
adornada de pérolas.
“Não é esse o leito onde o herói jaz,
murmurou com risada prazenteira,
Tu… Arjuna… tu… guerreiro não contrastado…
prepara um almofadão que me convenha.”
Inundados de lágrimas os olhos
fincou o mancebo o joelho em terra,
e a testa apoiou do moribundo
em três agudas setas.
O guerreiro expirante alça os olhos
em que brilhou felicidade suprema
“Me deste a almofada dos heróis,
filho do coração, bendito sejas!
Assim deve morrer o que batalha,
tendido sobre o arco e as setas,
e o rosto voltado ao sol! Velai meu sonho
e termine esta guerra!
(5.723-5.744)
———————-

 

Eternamente verde
Poema de Emilia Pardo Bazán

Hay un árbol eterno y misterioso
una gigante higuera
que tiene las raíces en el cielo,
las ramas en la tierra.
Sus hojas son los himnos y plegarias,
su savia son los Vedas,
sus tenaces retoños los sentidos,
y su fruto la ciencia!
(1.338-1339)
———————————
Por la maldición de un brahma
pesaba sobre el gran rey
antes del tiempo marcado
una cansada vejez.
Llamó entonces a sus hijos
cuyo número era seis,
y al mayor dijo en voz débil.
Hijo muy amado, ven.
Toma el peso de mis años,
yo los tuyos tomaré,
porque aún siento en el pecho
sangre férvida correr,
y de dichas y de amores,
y de goces no me harté.
Padre, contestóle el hijo,
enfermiza es la vejez;
ella en nieve torna el pelo,
ella roba la esbeltez,
ella surca nuestra frente,
y nos hace el burla ser
de criados y de niños.
Yo me encuentro así muy bien.
«Pues rechazas mi plegaria,
te maldigo, hijo cruel.
“Ven acá, segundo brote,
y mis años te daré.
«Padre mío, dijo el otro,
con la edad se va el placer,
y el amor y la hermosura
desvanécense también
y se ve con la memoria
la razón palidecer.
Hijo ingrato, te maldigo,
ya que necio te engendré.
Ven acá tercer retoño,
que no ignoras tu deber.

Quieres darme tú tus años?
Padre amado, yo bien sé
que no puede el triste anciano
sus corceles contener
ni regir sus elefantes
con gallarda intrepidez,
ni lanzar la rauda flecha.
No me gusta la vejez.
Así fueron los mancebos
rechazando al triste rey,
pero el último, que estaba
terminando la niñez,
dijo al padre: Yo gustoso
tus achaques tomaré,
y te doy mis verdes años;
vive y goza del placer!
Cambiaron los papeles
y rapaz el viejo fue.
Muy de prisa, muy de prisa
se pasaron años cien
en que el mozo antes anciano
pudo el mundo recorrer.
En jardines, en palacios,
en el monte, en el vergel
gozó ardiente de la vida,
y el amor de la mujer.
Mas al fin llegó un día
en que el monarca la fatiga siente
y entonces llamó al hijo que vivía
anciano y penitente.
Ven: tu vigor florido
te devuelvo con creces hijo amado,
entre dichas y placeres he vivido,
pero estoy muy cansado.
Probé que la sed ardiente
que el correr tras el goce nos provoca,
y es agua que no bebe eternamente
nuestra sedienta boca.

Cuanto se obtiene luego
es como grasa que cayó en la llama,
con el placer, nuestro deseo es fuego
que más aún se inflama.
Cuanto existe en la tierra
no alcanza a contentar a un hombre solo,
ni cuanto el universo todo cierra
de un polo al otro polo.
Fiebre mortal del loco
es esta sed hidrópica, infinita
feliz el que la vence poco a poco!
Feliz el que la evita!
Tras el placer corrí
yo con afán la redondez del mundo
y cada vez mi anhelo renacía
más terrible y profundo.
Hoy quiero despojarme
del lazo caprichoso, hijo bendito,
y olvidado del mundo concentrarme
en el Ser infinito.
(3.467-3515)

 

Eternamente verde
Poema de Emilia Pardo Bazán
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Há uma árvore eterna e misteriosa
uma gigante figueira
que tem as raízes no céu,
os ramos na terra.
Suas folhas são os hinos e preces,
Sua seiva são os Vedas,
seus tenazes rebentos os sentidos,
e seu fruto a ciência!
(1.338-1339)
_______________________________________
Pela maldição dum brâmane
pesava sobre o grande rei
antes do tempo marcado
uma cansada vetustez.
Chamou então a seus filhos
cujo número era seis,
e ao maior disse em voz débil:
Filho muito amado, vem.
Toma o peso de meus anos,
eu os teus tomarei,
porque ainda sento no peito
sangue férvida correr,
e de ditas e de amores,
e gozos não me fartei.
Pai, lhe contestou o filho,
enfermiça é a vetustez;
ela em neve torna o cabelo,
ela rouba a esbeltez,
ela surca nossa testa,
e nos faz a burla ser
de criados e meninos.
Eu me encontro assim muito bem.
«Pois rejeitas minha prece,
te maldiçoo, filho cruel.
«Vem cá, segundo brote,
e meus anos te darei.
«Pai meu, disse o outro,
com a idade se vai o prazer,
e o amor e a formosura
se desvanecem também
e se vê com a memória
a razão empalidecer.
Filho ingrato, te amaldiçoo,
já que néscio te engendrei.
Vem cá terceiro rebento,
que não ignoras teu dever.

Queres dar-me tu teus anos?
Pai amado, eu bem sei
que não pode o triste idoso
seus corcéis conter
nem reger seus elefantes
com galharda intrepidez,
nem lançar a veloz seta.
Não gosto da vetustez.
Assim foram os mancebos
recusando ao triste rei,
mas o último, que estava
terminando a infância,
disse ao pai: Eu gostoso
seus achaques tomarei,
te dou meus verdes anos;
vive e goza do prazer!
Mudaram os papéis
e rapaz o velho foi.
Muito de pressa, muito de pressa
passaram anos cem
em que o moço dantes idoso
pôde o mundo percorrer.
Em jardins, em palácios,
no monte, no vergel
gozou ardente da vida,
e o amor da mulher.
Mas ao fim chegou um dia
em que o monarca a fadiga sente
e então chamou ao filho que vivia
idoso e penitente.
Vem: teu vigor florido
te devolvo com cresces filho amado,
vivi entre ditas e prazeres,
mas estou muito cansado.
Provei que a sede ardente
que o correr depois do goze nos provoca,
e é água que não bebe eternamente
nossa sedenta boca.

Quanto se obtém logo
é como gordura que caiu na chama,
com o prazer, nosso desejo é fogo
que mais ainda se inflama.
Quanto existe na terra
não atinge a contentar a um homem só,
nem quanto o universo tudo fecha
dum polo ao outro polo.
Febre mortal do louco
é esta sede hidrópica, infinita
feliz o que a vence pouco a pouco!
Feliz o que a evita!
Depois do prazer corri
eu com afã a redondez do mundo
e a cada vez meu anseio renascia
mais terrível e profundo.
Hoje quero despojar-me
do laço caprichoso, filho bendito,
e esquecido do mundo concentrar-me
no Ser infinito.
(3.467-3515)

 

*

 

 

 

 

 

José Régio

 

Mi camino hacia Régio fue progresivo sin yo saberlo. El encuentro con Nicolau Saião se hizo de manera virtual. En mi visita a Portalegre no coincidimos. Por medio del correo forjamos una excelente amistad. Nicolau estuvo al comienzo de todo. Con varios poemas de aquellos días, comencé a publicar en la prestigiosa revista portuguesa TriploV, de Estela Guedes, en la que llevo muchos años colaborando. Mis mejores poemas y relatos, y las traducciones de los poetas en portugués, están en sus páginas . El libro-revista Diversos, llevado adelante por José Carlos Marques durante y tiempo y tiempo, publicó mis poemas y traducciones de Brasil junto a las de escritores de otros países. Conocí, a raíz de aquello, a la hoy amiga Joana Ruas, investigadora, historiadora y escritora sobre la descolonización y las colonias portuguesas. Nicolau Saião, experto en la vida y obra de Régio, me llevó hasta quien considero uno de los creadores de la moderna literatura portuguesa. En primer lugar, Régio es un filósofo que se interroga sobre lo que le rodea, sobre su origen y objetivo. Llega así a Dios y a la sociedad, pasto inagotable para su entendimiento. Pensamiento y método le llevan a crear un cuerpo de certezas del que hace norma de conducta personal. Es, en ese sentido, una persona consecuente. La obra emana de la vida, la vida emana de la obra. Han dicho que su obra rezuma misticismo, creo que revela humanidad, una humanidad social que va y lleva a alguna parte de creciente interés. Su Dios es causa, pero, sobre todo, consecuencia. El teatro del mundo está formado por individuos actores. Él lo sabe y lo tiene como premisa de sus silogismos. De ahí su sentido del humor. He traducido algunos de sus poemas donde se muestran estos rasgos.

 

 

 

Cântico negro
Poema de José Régio

«Vem por aqui» » — dizem-me alguns com os olhos doces
Estendendo-me os braços, e seguros
De que seria bom que eu os ouvisse
Quando me dizem: «vem por aqui!»
Eu olho-os com olhos lassos,
(Há, nos olhos meus, ironias e cansaços)
E cruzo os braços,
E nunca vou por ali…
A minha glória é esta:
Criar desumanidades!
Não acompanhar ninguém.
— Que eu vivo com o mesmo sem-vontade
Com que rasguei o ventre à minha mãe
Não, não vou por aí! Só vou por onde
Me levam meus próprios passos…
Se ao que busco saber nenhum de vós responde
Por que me repetis: «vem por aqui!»?
Prefiro escorregar nos becos lamacentos,
Redemoinhar aos ventos,
Como farrapos, arrastar os pés sangrentos,
A ir por aí…
Se vim ao mundo, foi
Só para desflorar florestas virgens,
E desenhar meus próprios pés na areia inexplorada!
O mais que faço não vale nada.
Como, pois, sereis vós
Que me dareis impulsos, ferramentas e coragem
Para eu derrubar os meus obstáculos?…
Corre, nas vossas veias, sangue velho dos avós,
E vós amais o que é fácil!
Eu amo o Longe e a Miragem,
Amo os abismos, as torrentes, os desertos…
Ide! Tendes estradas,
Tendes jardins, tendes canteiros,
Tendes pátria, tendes tetos,
E tendes regras, e tratados, e filósofos, e sábios…
Eu tenho a minha Loucura !
Levanto-a, como um facho, a arder na noite escura,
E sinto espuma, e sangue, e cânticos nos lábios…
Deus e o Diabo é que guiam, mais ninguém!
Todos tiveram pai, todos tiveram mãe;
Mas eu, que nunca principio nem acabo,
Nasci do amor que há entre Deus e o Diabo.
Ah, que ninguém me dê piedosas intenções,
Ninguém me peça definições!
Ninguém me diga: «vem por aqui»!
A minha vida é um vendaval que se soltou,
É uma onda que se alevantou,
É um átomo a mais que se animou…
Não sei por onde vou,
Não sei para onde vou
Sei que não vou por aí!

 

Cántico Negro
Poema de José Régio
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

«Ven por aquí» — me dicen algunos con los ojos tiernos
tendiéndome los brazos, y seguros
de que sería bueno que yo los escuchara.
Cuando me dicen: «ven por aquí!»
yo los miro con ojos lánguidos,
(Hay, en mis ojos, ironías y cansancios)
Y cruzo los brazos,
nunca voy por allí…
Mi gloria es esta:
Crear barbaridades!
No acompañar a nadie.
— Que yo vivo con el mismo desánimo
con que rasgué el vientre a mi madre
no, no voy por ahí! Sólo voy por donde
me llevan mis propios pasos…
¿Si a lo que quiero saber ninguno de vosotros responde
Por qué me repetís: «ven por aquí!»?

Yo prefiero resbalar en los callejones embarrados,
arremolinar vientos,
como andrajos, arrastrar los pies ensangrentados,
a ir por ahí…
Si vine al mundo, fue
solo para desflorar selvas vírgenes,
y dibujar mis pies en la arena inexplorada!
la mayor parte de lo que hago es inútil.
¿Cómo, pues, vais a ser vosotros
quienes me deis impulsos, herramientas y coraje
para derribar mis obstáculos? …
Corre, por vuestras venas , vieja sangre de los abuelos,
Amáis lo sencillo!
Me gusta lo Distante y el Espejismo
aprecio los abismos, los torrentes , los desiertos…
Id! Tienes carreteras,
tienes jardines, tienes parterres,
tienes patria, tienes techos,
y tienes normas, y tratados, y filósofos, y sabios…
Yo tengo mi locura!
La alzo como una antorcha ardiendo en la noche oscura
y siento espuma, y sangre, y cánticos en los labios…
Dios y el Diablo conducen, nadie más!
Todos tuvieron padre, todos tuvieron madre;
mas yo, que nunca comienzo ni acabo,
nací del amor existente entre Dios y el Diablo.
Ah, que nadie me entregue intenciones piadosas,
nadie me pida definiciones!
nadie me diga: «ven por aquí»!
Mi vida es un vendaval que se desató,
y una ola que se elevó,
y un átomo más que se estimuló…
No sé por donde voy,
no sé hacia donde voy
sé que no voy por allí! PSdeJ

 

Soneto de amor Poema de José Régio

Não me peças palavras, nem baladas,
Nem expressões, nem alma… Abre-me o seio,
Deixa cair as pálpebras pesadas,
E entre os seios me apertes sem receio.

Na tua boca sob a minha, ao meio,
Nossas línguas se busquem, desvairadas…
E que os meus flancos nus vibrem no enleio
Das tuas pernas ágeis e delgadas.

E em duas bocas uma língua…, — unidos,
Nós trocaremos beijos e gemidos,
Sentindo o nosso sangue misturar-se.

Depois… — abre os teus olhos, minha amada!
Enterra-os bem nos meus; não digas nada…
Deixa a Vida exprimir-se sem disfarce!

 

Soneto de amor
Poema de José Regio
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

No me pidas palabras ni Salmos,
ni expresiones, ni alma… Ábreme el seno,
Deja caer los párpados pesados,
y entre los pechos apriétame sin recelo.

En tu boca debajo de la mia, en el medio,
Nuestras lenguas buscan, desvariadas…
Y que mis flancos desnudos vibren en el fuego
de tus piernas ágiles, delgadas.

Y en dos bocas una lengua …,. —unidos,
vamos a intercambiar besos y gemidos,
Sintiendo nuestra sangre mezclarse.

Después … — abre los ojos, mi amada!
entiérralos bien en los míos; no digas nada …
deje la vida expresarse sin disfraces!

 

Testamento do Poeta
Poema de José Regio

Todo esse vosso esforço é vão, amigos:
Não sou dos que se aceita… a não ser mortos.
Demais, já desisti de quaisquer portos;
Não peço a vossa esmola de mendigos.

O mesmo vos direi, sonhos antigos
De amor! olhos nos meus outrora absortos!
Corpos já hoje inchados, velhos, tortos,
Que fostes o melhor dos meus pascigos!

E o mesmo digo a tudo e a todos, – hoje
Que tudo e todos vejo reduzidos,
E ao meu próprio Deus nego, e o ar me foge.

Para reaver, porém, todo o Universo,
E amar! e crer! e achar meus mil sentidos!….
Basta-me o gesto de contar um verso.

 

Testamento del poeta
Poema de José Régio. Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Todo vuestro esfuerzo es vano, amigos:
no soy de los que se conforman… con no estar muertos.
además, ya renuncié a cualquier puerto;
no pido vuestro óbolo de mendigos.

Lo mismo os diré, sueños antiguos
de amor! ojos en los míos, una vez absortos!
cuerpos ya hoy torcidos, viejos, gordos,
que fuiste el mejor de mis ejidos!

Y lo mismo digo a todo y a todos, – ahora
que todo y todos veo reducidos,
a mi propio Dios niego, y el aire me abandona.

Para recuperar, sin embargo, todo el Universo,
y amar! y creer! y hallar mis mil sentidos! ….
me basta el gesto de contar un verso.

 

Obsessão
Poema de José Régio, à morte da su filhinha única

Sobre umas pobres rosas desfolhadas,
Vestidinha de branco, imóvel, fria,
Ela estava ali pronta para o fim.
Eu pensava: «De tudo, eis o que resta!»
E entre as pálpebrazinhas mal fechadas,
(Como um raio de sol por uma fresta)
O seu olhar inda me via,
E despedia-se de mim.

Despedir-se, porquê?, se nunca mais,
Sobre essas pobres rosas desfolhadas,
A deixei eu de ver…, imóvel, fria.
Pois eu, acaso vivo onde apareço?
Lutas, ódios, amores, sonhos de glória, ideais,
Tudo me esqueceu já! Só não esqueço,
Entre as pálpebrazinhas mal fechadas,
Aquele olhar que inda me via.

 

Obsessão
Poema de José Régio, a la muerte de su hijita única
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Sobre unas pobres rosas deshojadas
vestidita de blanco, inmóvil, fría,
ella estaba allí dispuesta para el fin.
Yo pensaba: «¡De todo lo existente, he aquí lo que queda!»
y entre los parpaditos mal cerrados,
(como un rayo de sol por una rendija)
su mirada aún me veía,
y se despedía de mí.

Despedirse, ¿por qué?, si nunca más,
la dejé de ver…, inmóvil, fría,
pues yo, ¿acaso vivo donde aparezco?
Luchas, odios, amores, sueños de gloria, ideales,
¡todo, todo, todo, me olvidó ya! Solamente no olvido,
entre los parpaditos mal cerrados
aquella mirada que aún me veía.

 

 

 

 

Traduzco aquí, por su interés, un fragmento del artículo de Enrico Martines, de la Università degli studi di Parma, publicado en este enlace:
httpss://www.researchgate.net/publication/266903313_Os_poemas_dispersos_de_Jose_Regio

«Al analizar las razones de no incluir José Régio tantos poemas en el canon de volúmenes poéticos, es preciso prestar atención a la evolución de la obra del multifacético escritor de Vila do Conde. Manifiesta él, después de la publicación de Mas Deus é Grande —quinto volumen de poesía en menos de veinte años— un progresivo apartamiento de este género literário; para decirlo más ajustado, pasa a ser más urgente para José Régio, a partir del final de la década de los años cuarenta , la necesidad de afirmar otras facetas de su arte, claramente el teatro o la novela; la escasa disposición para componer versos (testimoniada, a partir de aquel periodo, en varios trechos de su diario íntimo) se debía también a la orgullosa intención de demostrar que era tan buen novelista o dramaturgo como poeta, al contrario de lo que la crítica parecía sugerir. Si los manuscritos compilados hasta los años treinta contiene varios planes de publicación de libros de versos, el escribe en 1950, en ‘Noticia de esta edición’ que introduce la colección de la obra de José Régio:
“También a esta edición completa de mi poesía pertenecerán cualesquiera otros libros de versos que venga a producir; pues me inclino a creer que no voy a producir ninguno más: Supongo que me llegarán, escasamente, el entusiasmo y la vida para trabajar en otros géneros que aún, en ocasiones, me parece poder realizar»

 

*

 

 

 

 

 

Jorge Luis Borges

 

Escribe Jorge Luis Borges, dueño de un gran pasado que mantiene vivo en el recuerdo:

Solo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria.
Y cifra, en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Esa imposibilidad del olvido, en mi opinión, quizá sea la esencia de la eternidad, junto con la naturaleza circular o elíptica del tiempo. En ese sentido, Iberia, la Península que se extendió y aún se extiende, será eterna, siempre eterna. Los grandes autores de Iberoamérica, la seguirán cantando en sus dos idiomas, português y castellano. Y lo harán con cariño, hasta en la denuncia.

España
Poema de Jorge Luis Borges

Más allá de los símbolos,
más allá de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
más allá de la aberración del gramático
que ve en la historia del hidalgo
que soñaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegría
sino un herbario de arcaísmos y un refranero,
estás, España silenciosa, en nosotros.
España del bisonte, que moriría
por el hierro o el rifle,
en las praderas del ocaso, en Montana,
España donde Ulises descendió a la Casa de Hades,
España del íbero, del celta, del cartaginés, y de Roma,
España de los duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearon y olvidaron la escritura de Ulfilas,
pastor de pueblos,
España del Islam, de la cábala
y de la Noche Oscura del Alma,
España de los inquisidores,
que padecieron el destino de ser verdugos
y hubieran podido ser mártires,
España de la larga aventura
que descifró los mares y redujo crueles imperios
y que prosigue aquí, en Buenos Aires,
en este atardecer del mes de julio de 1964,
España de la otra guitarra, la desgarrada,
no la humilde, la nuestra,
España de los patios,
España de la piedra piadosa de catedrales y santuarios,
España de la hombría de bien y de la caudalosa amistad,
España del inútil coraje,
podemos profesar otros amores,
podemos olvidarte
como olvidamos nuestro propio pasado,
porque inseparablemente estás en nosotros,
en los íntimos hábitos de la sangre,
en los Acevedo y los Suárez de mi linaje,
España,
madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones,
incesante y fatal.
Texto https://ciudadseva.com/texto/espana/

Espanha
Poema de Jorge Luis Borges
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Além dos símbolos,
além da pompa e a cinza dos aniversários,
além da aberração do gramático
que vê na história do fidalgo
que sonhava ser dom Quijote e ao fim o foi,
não uma amizade e uma alegria
senão um herbário de arcaísmos e um conjunto de rifões,
estás, Espanha silenciosa, em nós.
Espanha do bisonte, que morreria
pelo ferro ou o refle,
nas pradarias do ocaso, em Montana,
Espanha onde Ulisses desceu à Casa de Hades,
Espanha do ibero, do celta, do cartaginês, e de Roma,
Espanha dos duros visigodos,
de estirpe escandinava,
que deletrearam e esqueceram a escritura de Úlfilas,
pastor de povos,
Espanha do Islão, da cabala
e da Noite Escura do Alma,
Espanha dos inquisidores,
que padeceram o destino de ser verdugos
e tivessem podido ser mártires,
Espanha da longa aventura
que decifrou os mares e reduziu cruéis impérios
e que prossegue aqui, em Buenos Aires,
neste entardecer do mês de julho de 1964,
Espanha da outra guitarra, a rasgada,
não a humilde, a nossa,
Espanha dos pátios,
Espanha da pedra piedosa de catedrais e santuários,
Espanha da hombridade de bem e da caudalosa amizade,
Espanha da inútil coragem,
podemos professar outros amores,
podemos te esquecer
como esquecemos nosso próprio passado,
porque inseparavelmente estás em nós,
nos íntimos hábitos do sangue,
nos Acevedo e os Suárez de minha linhagem,
Espanha,
mãe de rios e de espadas e de multiplicadas gerações,
incesante e fatal.

 

En mi poema póstumo titulado “Morí”, fijé la fecha de mi muerte. Y la fijé alejada, no fuera a ser, la profecía, consecuente. Conocer esas incógnitas, lugar, fecha y entre quienes se producirá, facilita a los autores el hecho ansiado de no dejar a medias obra alguna. Tiene alguna ventaja la sorpresa, como ejemplo, el trabajar hasta el final con la ilusión crecida. Sea como sea, vendrá, o la encontraremos en nuestro camino. PSdeJ

Qué será del caminante fatigado
Poema de Jorge Luis Borges

¿En cuál de mis ciudades moriré?
¿En Ginebra, donde recibí la revelación,
no de Calvino ciertamente, sino de Virgilio
y de Tácito?
¿En Montevideo donde Luis Melián
Lafinur, ciego y cargado de años, murió
entre los archivos de esa imparcial
historia del Uruguay que no escribió
nunca?
¿En Nara donde en una hostería
japonesa dormí en el suelo y soñé con la terrible
imagen del Buda, que yo había tocado y no
visto, pero que vi en el sueño?
¿En Buenos Aires, donde soy casi
un forastero, dado mis muchos años, o una
costumbre de la gente que me pide un
autógrafo?
¿En Austin, Texas, donde mi madre y yo,
en el otoño de 1961, descubrimos América?
Otros lo sabrán y lo olvidarán. ¿En qué
idioma habré de morir? ¿En el
castellano que usaron mis mayores
para comandar una carga o para conversar un
truco?
¿En el inglés de aquella Biblia que mi
abuela leía frente al desierto?
Otros lo sabrán y lo olvidarán.
¿Qué hora será?
La del crepúsculo de la paloma, cuando
aún no hay colores, la del crepúsculo del
cuervo, cuando la noche simplifica y
abstrae las cosas visibles, o la hora trivial,
las dos de la tarde?
Otros lo sabrán y lo olvidarán.
Estas preguntas no son digresiones del
miedo, sino de la impaciente esperanza.
Son parte de la trama fatal de efectos y de
causas, que ningún hombre puede
predecir, y acaso ningún dios.

Original: Borges en Revista Multicolor
Universidad de Alcalá Club Internacional del Libro
Editorial Atlántida 1995 Supervisión: María Kodama

Que será do caminhante fatigado
Poema de Jorge Luis Borges
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Em qual das minhas cidades morrerei?
Em Genebra, onde recebi a revelação,
não de Calvino certamente, senão de Virgílio
e de Tácito?
Em Montevideo onde Luis Melián
Lafinur, cego e carregado de anos, morreu
entre os arquivos dessa imparcial
história do Uruguai que não escreveu
nunca?
Em Nara onde numa pousada
japonesa dormi no solo e sonhei com a terrível
imagem do Buda, que eu tinha tocado e não
visto, mas que vi no sonho?
Em Buenos Aires, onde sou quase
um estranho, dado meus muitos anos, ou um
costume da gente que me pede um
autógrafo?
Em Austin, Texas, onde minha mãe e eu,
no outono de 1961, descobrimos América?
Outros o saberão e o esquecerão. Em que
idioma terei de morrer? No
castelhano que usaram meus maiores
para comandar um ônus ou para conversar um
truque?
No inglês daquela Bíblia que minha
avó lia em frente ao deserto?
Outros o saberão e o esquecerão.
Que horas serão?
A do crepúsculo da pomba, quando
ainda não há cores, a do crepúsculo do
corvo, quando a noite simplifica e
abstrai as coisas visíveis, ou a hora trivial,
as duas da tarde?
Outros o saberão e o esquecerão.
Estas perguntas não são digressões do
medo, senão da impaciente esperança.
São parte da trama fatal de efeitos e de causas,
que nenhum homem pode
predizer, e talvez nenhum deus.

 

Parábola de Cervantes y de Quijote
[Minicuento – Texto completo.]
Jorge Luis Borges

Harto de su tierra de España, un viejo soldado del rey buscó solaz en las vastas geografías de Ariosto, en aquel valle de la luna donde está el tiempo que malgastan los sueños y en el ídolo de oro de Mahoma que robó Montalbán. En mansa burla de sí mismo, ideó un hombre crédulo que, perturbado por la lectura de maravillas, dio en buscar proezas y encantamientos en lugares prosaicos que se llamaban El Toboso o Montiel. Vencido por la realidad, por España, don Quijote murió en su aldea natal hacia 1614. Poco tiempo lo sobrevivió Miguel de Cervantes. Para los dos, para el soñador y el soñado, toda esa trama fue la oposición de dos mundos: el mundo irreal de los libros de caballerías, el mundo cotidiano y común del siglo XVII. No sospecharon que los años acabarían por limar la discordia, no sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura del caballero serían, para el porvenir, no menos poéticas que las estepas de Simbad o que las vastas geografías de Ariosto. Porque en el principio de la literatura está el mito, y así mismo en el fin.
FIN
Texto https://ciudadseva.com/texto/parabola-de-cervantes-y-de-quijote/

Parábola de Cervantes y de Quijote
Conto de Jorge Luis Borges
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Farto da sua terra de Espanha, um velho soldado do rei procurou bem-estar nas vastas geografias de Ariosto, naquele vale da lua onde está o tempo que esbanjar os sonhos e no ídolo de ouro de Mahoma que roubou Montalbán. Em mansa burla de si mesmo, criou um homem crédulo que, perturbado pela leitura de maravilhas, deu em procurar proezas e encantamentos em lugares prosaicos que se chamavam O Toboso ou Montiel. Vencido pela realidade, por Espanha, dom Quijote morreu em sua aldeia natal em 1614. Pouco tempo sobreviveu-o Miguel de Cervantes. Para os dois, para o sonhador e o sonhado, toda essa trama foi a oposição de dois mundos: o mundo irreal dos livros de cavalarias, o mundo quotidiano e comum do século XVII. Não suspeitaram que nos anos acabariam por limar a discórdia, não suspeitaram que a Mancha e Montiel e a magra figura do cavaleiro seriam, para o porvir, não menos poéticas que as estepes de Simbad ou que as vastas geografias de Ariosto. Porque no princípio da literatura está o mito, e assim mesmo no fim.

Borges y yo
[Minicuento – Texto completo.]
Jorge Luis Borges

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo XVII, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y solo algún instante de mí podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro. No sé cuál de los dos escribe esta página.
FIN
Texto: https://ciudadseva.com/texto/borges-y-yo/

Borges e eu
Conto de Jorge Luis Borges
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Ao outro, a Borges, é a quem lhe ocorrem as coisas. Eu caminho por Buenos Aires e me demoro, talvez já mecanicamente, para olhar o arco dum saguão e a cancela; de Borges tenho notícias pelo correio e vejo seu nome numa terna de professores ou num dicionário biográfico. Gosto dos relógios de areia, os mapas, a tipografia do século XVII, as etimologias, o sabor do café e a prosa de Stevenson; o outro compartilha essas preferências, mas de um modo vaidoso que as converte em atributos de um ator. Seria exagerado afirmar que nossa relação é hostil; eu vivo, eu me deixo viver para que Borges possa tramar sua literatura e essa literatura me justifica. Nada me custa confessar que tem conseguido certas páginas válidas, mas essas páginas não me podem salvar, quiçá porque o bom já não é de ninguém, nem sequer do outro, senão da linguagem ou a tradição. Pelo demais, eu estou destinado a me perder, definitivamente, e só algum instante de mim poderá sobreviver no outro. Pouco a pouco vou cedendo-lhe tudo, ainda que me consta seu perverso costume de falsear e magnificar. Spinoza entendeu que todas as coisas querem perseverar em suo ser; a pedra eternamente quer ser pedra e o tigre um tigre. Eu tenho de ficar em Borges, não em mim (se é que alguém sou), mas me reconheço menos em seus livros que em muitos outros ou que no laborioso pontear duma guitarra. Faz anos eu tratei de me livrar dele e passei das mitologias do subúrbio aos jogos com o tempo e com o infinito, mas esses jogos são de Borges agora e terei que criar outras coisas. Assim minha vida é uma fuga e tudo o perco e tudo é do esquecimento, ou do outro. Não sê qual dos dois escreve esta página.
Fim

 

*

 

 

 

 

Ligya Fagundes Telles

Escritora vocacional ella, plena de ilusión, entusiasmo y coraje,  excelente comunicadora oral. Un cuento de Lygia Fagundes Teles, leído con interés creciente hasta un final que rompe el encanto cerrando la intriga, nos descubre en su escritura un arroyo que va a dar a un río, y a otro, y a otro que ya llega al mar. El manantial originario, pronto arroyo inicial, es lo que empuja a los ríos sucesivos hasta esa agua grande, enorme, origen de la vida y su reguladora. Resulta imprescindible en el proceso, la lluvia copiosa o ausente según las temporadas y las condiciones creadas por la actuación humana, evaporación y pequeños diluvios. El cuento As formigas, me gustó lo suficiente como para traducirlo. Traducir, en cierto modo, es interpretar; y Lygia deja la puerta abierta a la interpretación, tan frondoso es el árbol de sus cuentos. Traduje y avancé, fui adelante. Lo mismo hice con Herbarium, cuento más complejo a pesar de la aparente simplicidad de la trama. Escritura reinventada, sintaxis que tiene algo de pintura impresionista. Con frecuencia la forma se convierte en fondo: suma y sigue. El amor, punto de arranque y aceleración.

Dois contos de Lygia Fagundes Telles: As Formigas e Herbarium, traducidos por Pedro Sevylla de Juana

As formigas
Conto de Ligia Fagundes Telles

Quando minha prima e eu descemos do táxi, já era quase noite. Ficamos imóveis diante do velho sobrado de janelas ovaladas, iguais a dois olhos tristes, um deles vazado por uma pedrada. Descansei a mala no chão e apertei o braço da prima.
– É sinistro.
Ela me impeliu na direção da porta. Tínhamos outra escolha? Nenhuma pensão nas redondezas oferecia um preço melhor a duas pobres estudantes com liberdade de usar o fogareiro no quarto, a dona nos avisara por telefone que podíamos fazer refeições ligeiras com a condição de não provocar incêndio. Subimos a escada velhíssima, cheirando a creolina.
– Pelo menos não vi sinal de barata – disse minha prima.
A dona era uma velha balofa, de peruca mais negra do que a asa da graúna. Vestia um desbotado pijama de seda japonesa e tinha as unhas aduncas recobertas por uma crosta de esmalte vermelho-escuro, descascado nas pontas encardidas. Acendeu um charutinho.
– É você que estuda medicina? – perguntou soprando a fumaça na minha direção.
– Estudo direito. Medicina é ela.
A mulher nos examinou com indiferença. Devia estar pensando em outra coisa quando soltou uma baforada tão densa que precisei desviar a cara. A saleta era escura, atulhada de móveis velhos, desparelhados. No sofá de palhinha furada no assento, duas almofadas que pareciam ter sido feitas com os restos de um antigo vestido, os bordados salpicados de vidrilho.
Vou mostrar o quarto, fica no sótão – disse ela em meio a um acesso de tosse. Fez um sinal para que a seguíssemos. – O inquilino antes de vocês também estudava medicina, tinha um caixotinho de ossos que esqueceu aqui, estava sempre mexendo neles.
Minha prima voltou-se:
– Um caixote de ossos?
A mulher não respondeu, concentrada no esforço de subir a estreita escada de caracol que ia dar no quarto. Acendeu a luz. O quarto não podia ser menor, com o teto em declive tão acentuado que nesse trecho teríamos que entrar de gatinhas. Duas camas, dois armários e uma cadeira de palhinha pintada de dourado. No ângulo onde o teto quase se encontrava com o assoalho, estava um caixotinho coberto com um pedaço de plástico. Minha prima largou a mala e, pondo-se de joelhos, puxou o caixotinho pela alça de corda. Levantou o plástico. Parecia fascinada.
– Mas que ossos tão miudinhos! São de criança?
– Ele disse que eram de adulto. De um anão.
– De um anão? é mesmo, a gente vê que já estão formados… Mas que maravilha, é raro a beça esqueleto de anão. E tão limpo, olha aí – admirou-se ela. Trouxe na ponta dos dedos um pequeno crânio de uma brancura de cal. – Tão perfeito, todos os dentinhos!
– Eu ia jogar tudo no lixo, mas se você se interessa pode ficar com ele. O banheiro é aqui ao lado, só vocês é que vão usar, tenho o meu lá embaixo. Banho quente extra. Telefone também. Café das sete às nove, deixo a mesa posta na cozinha com a garrafa térmica, fechem bem a garrafa recomendou coçando a cabeça. A peruca se deslocou ligeiramente. Soltou uma baforada final: – Não deixem a porta aberta senão meu gato foge.
Ficamos nos olhando e rindo enquanto ouvíamos o barulho dos seus chinelos de salto na escada. E a tosse encatarrada.
Esvaziei a mala, dependurei a blusa amarrotada num cabide que enfiei num vão da veneziana, prendi na parede, com durex, uma gravura de Grassman e sentei meu urso de pelúcia em cima do travesseiro. Fiquei vendo minha prima subir na cadeira, desatarraxar a lâmpada fraquíssima que pendia de um fio solitário no meio do teto e no lugar atarraxar uma lâmpada de duzentas velas que tirou da sacola. O quarto ficou mais alegre. Em compensação, agora a gente podia ver que a roupa de cama não era tão alva assim, alva era a pequena tíbia que ela tirou de dentro do caixotinho. Examinou- a. Tirou uma vértebra e olhou pelo buraco tão reduzido como o aro de um anel. Guardou-as com a delicadeza com que se amontoam ovos numa caixa.
– Um anão. Raríssimo, entende? E acho que não falta nenhum ossinho, vou trazer as ligaduras, quero ver se no fim da semana começo a montar ele.
Abrimos uma lata de sardinha que comemos com pão, minha prima tinha sempre alguma lata escondida, costumava estudar até de madrugada e depois fazia sua ceia. Quando acabou o pão, abriu um pacote de bolacha Maria.
– De onde vem esse cheiro? – perguntei farejando. Fui até o caixotinho, voltei, cheirei o assoalho. – Você não está sentindo um cheiro meio ardido?
– É de bolor. A casa inteira cheira assim – ela disse. E puxou o caixotinho para debaixo da cama.
No sonho, um anão louro de colete xadrez e cabelo repartido no meio entrou no quarto fumando charuto. Sentou-se na cama da minha prima, cruzou as perninhas e ali ficou muito sério, vendo-a dormir. Eu quis gritar, tem um anão no quarto! mas acordei antes. A luz estava acesa. Ajoelhada no chão, ainda vestida, minha prima olhava fixamente algum ponto do assoalho.
– Que é que você está fazendo aí? – perguntei.
– Essas formigas. Apareceram de repente, já enturmadas. Tão decididas, está vendo?
Levantei e dei com as formigas pequenas e ruivas que entravam em trilha espessa pela fresta debaixo da porta, atravessavam o quarto, subiam pela parede do caixotinho de ossos e desembocavam lá dentro, disciplinadas como um exército em marcha exemplar.
– São milhares, nunca vi tanta formiga assim. E não tem trilha de volta, só de ida – estranhei.
– Só de ida.
Contei-lhe meu pesadelo com o anão sentado em sua cama.
– Está debaixo dela – disse minha prima e puxou para fora o caixotinho. Levantou o plástico. – Preto de formiga. Me dá o vidro de álcool.
– Deve ter sobrado alguma coisa aí nesses ossos e elas descobriram, formiga descobre tudo. Se eu fosse você, levava isso lá pra fora.
– Mas os ossos estão completamente limpos, eu já disse. Não ficou nem um fiapo de cartilagem, limpíssimos. Queria saber o que essas bandidas vem fuçar aqui.
Respingou fartamente o álcool em todo o caixote. Em seguida, calçou os sapatos e como uma equilibrista andando no fio de arame, foi pisando firme, um pé diante do outro na trilha de formigas. Foi e voltou duas vezes. Apagou o cigarro. Puxou a cadeira. E ficou olhando dentro do caixotinho.
– Esquisito. Muito esquisito.
– O quê?
– Me lembro que botei o crânio em cima da pilha, me lembro que até calcei ele com as omoplatas para não rolar. E agora ele está aí no chão do caixote, com uma omoplata de cada lado. Por acaso você mexeu aqui?
– Deus me livre, tenho nojo de osso. Ainda mais de anão.
Ela cobriu o caixotinho com o plástico, empurrou-o com o pé e levou o fogareiro para a mesa, era a hora do seu chá. No chão, a trilha de formigas mortas era agora uma fita escura que encolheu. Uma formiguinha que escapou da matança passou perto do meu pé, já ia esmagá-la quando vi que levava as mãos a cabeça, como uma pessoa desesperada. Deixei-a sumir numa fresta do assoalho.
Voltei a sonhar aflitivamente mas dessa vez foi o antigo pesadelo em torno dos exames, o professor fazendo uma pergunta atrás da outra e eu muda diante do único ponto que não tinha estudado. Às seis horas o despertador disparou veementemente. Travei a campainha. Minha prima dormia com a cabeça coberta. No banheiro, olhei com atenção para as paredes, para o chão de cimento, a procura delas
. Não vi nenhuma. Voltei pisando na ponta dos pés e então entreabri as folhas da veneziana. O cheiro suspeito da noite tinha desaparecido. Olhei para o chão: desaparecera também a trilha do exército massacrado. Espiei debaixo da cama e não vi o menor movimento de formigas no caixotinho coberto.
Quando cheguei por volta das sete da noite, minha prima já estava no quarto. Achei-a tão abatida que carreguei no sal da omelete, tinha a pressão baixa. Comemos num silêncio voraz. Então me lembrei:
– E as formigas?
– Até agora, nenhuma.
– Você varreu as mortas?
Ela ficou me olhando.
– Não varri nada, estava exausta. Não foi você que varreu?
– Eu?! Quando acordei, não tinha nem sinal de formiga nesse chão, estava certa que antes de deitar você juntou tudo… Mas então quem?!
Ela apertou os olhos estrábicos, ficava estrábica quando se preocupava.
– Muito esquisito mesmo. Esquisitíssimo.
Fui buscar o tablete de chocolate e perto da porta senti de novo o cheiro, mas seria bolor? Não me parecia um cheiro assim inocente, quis chamar a atenção da minha prima para esse aspecto mas estava tão deprimida que achei melhor ficar quieta. Espargi água-de-colônia flor de maçã por todo o quarto (e se ele cheirasse como um pomar?) e fui deitar cedo. Tive o segundo tipo de sonho que competia nas repetições com o sonho da prova oral: nele, eu marcava encontro com dois namorados ao mesmo tempo. E no mesmo lugar. Chegava o primeiro e minha aflição era levá-lo embora dali antes que chegasse o segundo. O segundo, desta vez, era o anão. Quando só restou o oco de silêncio e sombra, a voz da minha prima me fisgou e me trouxe para a superfície. Abri os olhos com esforço. Ela estava sentada na beira da minha cama, de pijama e completamente estrábica.
– Elas voltaram.
– Quem?
– As formigas. Só atacam de noite, antes da madrugada. Estão todas aí de novo.
A trilha da véspera, intensa, fechada, seguia o antigo percurso da porta até o caixotinho de ossos por onde subia na mesma formação até desformigar lá dentro. Sem caminho de volta.
– E os ossos?
Ela se enrolou no cobertor, estava tremendo.
Aí é que está o mistério. Aconteceu uma coisa, não entendo mais nada! Acordei pra fazer pipi, devia ser umas três horas. Na volta senti que no quarto tinha algo mais, está me entendendo? Olhei pro chão e vi a fila dura de formiga, você lembra? não tinha nenhuma quando chegamos. Fui ver o caixotinho, todas trançando lá dentro, lógico, mas não foi isso o que quase me fez cair pra trás, tem uma coisa mais grave: é que os ossos estão mesmo mudando de posição, eu já desconfiava mas agora estou certa, pouco a pouco eles estão… estão se organizando.
– Como, organizando?
Ela ficou pensativa. Comecei a tremer de frio, peguei uma ponta do seu cobertor. Cobri meu urso com o lençol.
– Você lembra, o crânio entre as omoplatas, não deixei ele assim. Agora é a coluna vertebral que já está quase formada, uma vértebra atrás da outra, cada ossinho tomando seu lugar, alguém do ramo está montando o esqueleto, mais um pouco e… Venha ver!
– Credo, não quero ver nada. Estão colando o anão, é isso?
Ficamos olhando a trilha rapidíssima, tão apertada que nela não caberia sequer um grão de poeira. Pulei-a com o maior cuidado quando fui esquentar o chá. Uma formiguinha desgarrada (a mesma daquela noite?) sacudia a cabeça entre as mãos. Comecei a rir e tanto que se o chão não estivesse ocupado, rolaria por ali de tanto rir. Dormimos juntas na minha cama. Ela dormia ainda quando saí para a primeira aula. No chão, nem sombra de formiga, mortas e vivas, desapareciam com a luz do dia.
Voltei tarde essa noite, um colega tinha se casado e teve festa. Vim animada, com vontade de cantar, passei da conta. Só na escada é que me lembrei: o anão. Minha prima arrastara a mesa para a porta e estudava com o bule fumegando no fogareiro.
– Hoje não vou dormir, quero ficar de vigia – ela avisou.
O assoalho ainda estava limpo. Me abracei ao urso.
– Estou com medo.
Ela foi buscar uma pílula para atenuar minha ressaca, me fez engolir a pílula com um gole de chá e ajudou a me despir.
– Fico vigiando, pode dormir sossegada. Por enquanto não apareceu nenhuma, não está na hora delas, é daqui a pouco que começa. Examinei com a lupa debaixo da porta, sabe que não consigo descobrir de onde brotam?
Tombei na cama, acho que nem respondi. No topo da escada o anão me agarrou pelos pulsos e rodopiou comigo até o quarto, acorda, acorda! Demorei para reconhecer minha prima que me segurava pelos cotovelos. Estava lívida. E vesga.
– Voltaram – ela disse.
Apertei entre as mãos a cabeça dolorida.
– Estão aí?
Ela falava num tom miúdo como se uma formiguinha falasse com sua voz.
– Acabei dormindo em cima da mesa, estava exausta. Quando acordei, a trilha já estava em plena. Então fui ver o caixotinho, aconteceu o que eu esperava…
– Que foi? Fala depressa, o que foi?
Ela firmou o olhar oblíquo no caixotinho debaixo da cama.
– Estão mesmo montando ele. E rapidamente, entende? O esqueleto está inteiro, só falta o fêmur. E os ossinhos da mão esquerda, fazem isso num instante. Vamos embora daqui.
– Você está falando sério?
– Vamos embora, já arrumei as malas.
A mesa estava limpa e vazios os armários escancarados.
– Mas sair assim, de madrugada? Podemos sair assim?
– Imediatamente, melhor não esperar que a bruxa acorde. Vamos, levanta.
– E para onde a gente vai?
– Não interessa, depois a gente vê. Vamos, vista isto, temos que sair antes que o anão fique pronto.
Olhei de longe a trilha: nunca elas me pareceram tão rápidas. Calcei os sapatos, descolei a gravura da parede, enfiei o urso no bolso da japona e fomos arrastando as malas pelas escadas, mais intenso o cheiro que vinha do quarto, deixamos a porta aberta. Foi o gato que miou comprido ou foi um grito?
No céu, as últimas estrelas já empalideciam. Quando encarei a casa, só a janela vazada nos via, o outro olho era penumbra.

 

 

 

Las hormigas
Cuento de Lygia Fagundes Telles
Traducción de Pedro Sevylla de Juana

Cuando mi prima y yo bajamos del taxi, ya era casi de noche. Nos quedamos quietas frente al viejo piso de ventanas ovaladas, como dos ojos tristes, uno de ellos vaciado de una pedrada. Bajé la maleta al suelo y apreté el brazo de mi prima.
-Es siniestro.
Ella me empujó hacia la puerta. ¿Teníamos otra posibilidad? Ninguna pensión de las cercanías ofrecía un precio mejor a dos pobres estudiantes, con permiso, además, para usar el hornillo en la habitación: la dueña nos dijo por teléfono que podíamos guisar comidas ligeras a condición de no provocar un incendio. Subimos la añosa escalera, oliendo a ese antiséptico de alquitrán de la marca creolina.
– Al menos no muestra indicios de ser barata – dijo mi prima.
La dueña era una vieja rechoncha, con peluca más negra que ala de cuervo. Vestía un descolorido pijama de seda japonesa y tenía las uñas en garra recubiertas por una corteza de esmalte rojo oscuro, descascarillado en las puntas sucias. Encendió un canutillo.
– ¿Es usted quien estudia medicina? – preguntó soplando el humo en mi dirección.
– Estudio derecho. La de medicina es ella.
La mujer nos examinó con indiferencia. Debía de estar pensando en otra cosa cuando soltó una humarada tan densa que debí apartar la cara. La salita estaba oscura, atestada de muebles viejos, desiguales. En el sofá de paja perforada en el asiento, había dos cojines que parecían hechos con los restos de un antiguo vestido, bordados con cristalitos de azabache.
Les voy a enseñar la habitación, queda en el ático – dijo ella en medio de un acceso de tos. Hizo una señal para que la siguiésemos.
-El inquilino anterior también estudiaba medicina, tenía un cajoncito de huesos que olvidó aquí, estaba siempre revolviendo en ellos. Mi prima se volvió:
– ¿Un cajón de huesos?
La mujer no respondió, concentrada en el esfuerzo de subir la estrecha escalera de caracol que llegaba a la habitación. Encendió la luz. La habitación era mínima, abuhardillada con el techo en declive, tan acentuado, que en ese trecho tendríamos que entrar a gatas. Dos camas, dos armarios y una silla de paja dorada. En el ángulo donde el techo casi tocaba el suelo, había un cajón tapado con plástico. Mi prima soltó la maleta y, poniéndose de rodillas, sacó el cajón tirando del asa de cuerda. Levantó el plástico. Parecía fascinada.
– ¡Pero qué huesos tan pequeños! ¿Son de niño?
– Él dijo que eran de adulto. De un enano.
– ¿De un enano? Es más, cualquiera puede ver que ya están formados… Pero qué maravilla, es raro por demás un esqueleto de enano. Y tan limpio, míralo – se admiró ella. Tomó en la punta de los dedos un pequeño cráneo de una blancura de cal.
– ¡Tan perfecto, todos los dientecitos!
– Yo iba a arrojar todo a la basura, pero si a usted le interesa puede quedarse con él. El baño está aquí al lado, sólo para ustedes, tengo el mío abajo. El baño caliente es extra. El teléfono también. El desayuno de siete a nueve; dejo la mesa puesta en la cocina con la botella térmica, cierren bien el termo, recomendó rascándose la cabeza. La peluca se desplazó ligeramente. Soltó un resoplido final:
– Si dejan la puerta abierta mi gato se escapa.

Nos quedamos mirando y riendo mientras oíamos el golpeteo de sus zapatos de tacón en la escalera. Y la tos de acatarrada.
Vacié la maleta, colgué la blusa en una percha que introduje en un hueco de la veneciana, sujeté en la pared, con cinta adhesiva durex, un grabado de Grassman y senté mi osito de peluche sobre la almohada. Me quedé viendo a mi prima subir sobre la silla, desatornillar la lámpara pobrísima que colgaba de un hilo solitario en medio del techo, y en su lugar atornillar una lámpara de doscientas velas que sacó de la bolsa. La habitación estaba más alegre. Un inconveniente: se podía apreciar que la ropa de cama no era tan blanca; blanquísima era la pequeña tibia que sacó del cajón. La examinó. Quitó una vértebra y miró por el agujero, tan reducido como un anillo. Guardó las demás con la delicadeza de colocar huevos en una caja.
– Un enano. Rarísimo, ¿entiendes? Y creo que no falta ningún huesito, voy a traer los enlaces, quiero ver si este fin de semana empiezo a montarlo.
Abrimos una lata de sardinas y la comemos con pan, mi prima guarda siempre alguna lata escondida, suele estudiar hasta la madrugada y después cena. Al acabar el pan, abrió un paquete de galletas María.
– ¿De dónde viene ese olor? – pregunté olisqueando. Fui hasta el cajón, volví, olfateé el suelo.
– ¿No percibes un olor a quemado?
– Es de moho. La casa entera huele así – dijo. Y dejó el cajón debajo de la cama.
En el sueño, un enano rubio con chaleco de rombos y raya en medio del cabello, entró en la habitación fumando un puro. Se sentó en la cama de mi prima, cruzó las piernecitas y allí se puso muy serio observándola dormir. ¡Quise gritar, hay un enano en el cuarto! pero desperté antes. La luz estaba encendida. Arrodillada en el suelo, aún vestida, mi prima miraba fijamente algún punto del piso.
– ¿Qué estás haciendo ahí? – pregunté.
– Estas hormigas. Aparecieron de repente, ya agrupadas. ¿Así, tan decididas, lo ves?
Me puse en pie y di con unas hormigas pequeñas y rojizas que entraban formando una cinta densa por debajo de la puerta, atravesaban la habitación, subían por la pared del cajón de huesos y se deslizaban dentro, disciplinadas como un ejército en marcha ordenada.
– Son miles, nunca he visto tantas hormigas así. Y no tiene camino de vuelta, solo de ida – dije extrañada.
– Sólo de ida.
Le conté mi pesadilla con el enano sentado en su cama.
– Está debajo de ella – dijo mi prima y sacó el cajón. Levantó el plástico. – Negro de hormigas. Dame el frasco de alcohol.
– Debe de haber sobrado algo en esos huesos, y ellas lo descubrieron; las hormigas descubren todo. Yo que tú llevaba eso allá fuera.
– Pero los huesos están completamente limpios, ya te lo he dicho. No quedó ni una fibra de cartílago, limpísimos. Me gustaría saber lo que esas bandidas vienen a hozar aquí.
Sopló con fuerza el alcohol por todo el cajón. A continuación, se calzó los zapatos y, como un equilibrista caminando en el hilo de alambre, fue pisando firme, un pie delante del otro en la senda de hormigas. Fue y volvió dos veces. Apagó el cigarro. Acercó la silla. Y se quedó mirando dentro del cajoncito.
– Raro. Muy raro.
– ¿Qué es lo raro?
– Recuerdo que tiré el cráneo sobre el montón, recuerdo que hasta lo calcé con los omoplatos para que no rodara. Y ahora él está ahí en el fondo del cajón, con un omoplato a cada lado. ¿Acaso lo has movido?
– Dios me libre, me da asco de los huesos. Y aún más si son de enano.
Cubrió ella el cajoncito con el plástico, lo empujó con el pie y llevó el hornillo a la mesa, era la hora de su té. En el suelo, la senda de hormigas muertas era ahora una cinta oscura encogida. Una hormiguita que escapó de la matanza pasó cerca de mi pie, ya iba a aplastarla cuando vi que se llevaba las manos a la cabeza, como una persona desesperada. La dejé desaparecer en una ranura del piso.
Volví a soñar de manera aflictiva, pero esta vez se trataba de la vieja pesadilla en torno a los exámenes, el profesor haciendo una pregunta detrás de otra, y yo muda ante el único punto que no había estudiado. A las seis el despertador sonó vehemente. Cerré el timbre. Mi prima dormía con la cabeza cubierta. En el baño, miré cuidadosamente las paredes, el suelo de cemento, en busca de hormigas.
No vi ninguna. Volví de puntillas y entonces entreabrí las hojas de la veneciana. El olor sospechoso de anoche había desaparecido. Miré al suelo: desapareció también la senda del ejército masacrado. Espié debajo de la cama y no vi el menor movimiento de hormigas en el cajón cubierto.
Cuando llegué, alrededor de las siete de la tarde, mi prima ya estaba en la habitación. La encontré tan abatida que cargué de sal la tortilla, tenía la presión baja. Comimos en un silencio voraz. Entonces me acordé:
– ¿Y las hormigas?
– Hasta ahora, ninguna.
– ¿Has barrido las muertas?
Ella me miró.
– No barrí nada, estaba exhausta. ¿No barriste tú?
– ¿Yo? Cuando me desperté, no había ni rastro de hormiga en el suelo. Estaba segura de que antes de acostarte dejaste todo limpio … Pero entonces, ¿quién fue?!
Ella apretó los ojos estrábicos, se quedaba estrábica cuando se preocupaba
– Muy extraño. Incluso extrañísimo.
Fui a buscar la tableta de chocolate, y cerca de la puerta sentí de nuevo el olor, ¿sería moho? No me parecía un olor tan inocente; quise llamar la atención de mi prima en ese aspecto, pero estaba tan deprimida que me pareció mejor quedarme quieta. Rocié de agua de colonia flor de manzana toda la habitación (¿y si oliese como un huerto?) Y me acosté temprano. Tuve el segundo tipo de sueño que competía en las repeticiones con el sueño de la prueba oral: en él, yo quedaba con dos novios al mismo tiempo. Y en el mismo lugar. Llegaba el primero y mi preocupación era despedirlo antes de que llegase el segundo. El segundo, esta vez, era el enano. Cuando estaba sumida en silencio y oscuridad, la voz de mi prima me sacó a la superficie. Abrí los ojos con esfuerzo. Ella estaba sentada al borde de mi cama, en pijama y estrábica.
– Volvieron.
– ¿Quienes?
– Las hormigas. Sólo atacan de noche, antes de la madrugada. Están todas ahí de nuevo.
La senda de la víspera, intensa, cerrada, seguía el antiguo recorrido de la puerta al cajón de huesos, por donde subía en la misma formación hasta descomponerse allí. No hay camino de vuelta.
– ¿Y los huesos?
Ella se resguardó en la colcha, estaba temblando.
-Ahí está el misterio. ¡Sucedió algo, no sé nada más! Me desperté para hacer pipí, debían de ser las tres. Al volver al cuarto sentí que había algo más, ¿me estás entendiendo? Miré al suelo y vi la fila compacta de hormigas, ¿recuerdas que no había ninguna cuando llegamos? Fui a ver el cajoncito, todas entrelazadas dentro, lógico; pero no fue eso lo que casi me hace caer de espaldas. Ocurre algo más grave: los huesos están cambiando de posición, yo ya desconfiaba, pero ahora estoy segura, poco a poco ellas están … se están organizando.
– ¿Cómo, organizando?
Mi prima quedó pensativa. Empecé a temblar de frío, cogí un extremo de su colcha. Cubrí mi osito de peluche con la sábana.
– ¿Recuerdas el cráneo entre los omoplatos?, no quedó así. Ahora es la columna vertebral la que ya está casi formada, una vértebra detrás de la otra, cada hueso ocupando su lugar, alguien del oficio está montando el esqueleto, un poco más y … ¡Ven a verlo!
– Te creo, no quiero ver nada. ¿Están formando al enano, es eso?
Nos quedamos mirando el reguero rapidísimo, tan apretado que no cabría siquiera un átomo de polvo. La puse con el mayor cuidado cuando fui a calentar el té. Una hormiguita extraviada (¿la misma de la otra noche?) sacudía la cabeza entre las manos. Empecé a reír, y reí tanto que, si el suelo no hubiera estado ocupado, rodaría por allí de tanta risa. Dormimos las dos mujeres en mi cama. Mi prima dormía aún cuando salí hacia la primera clase. En el suelo, ni sombra de hormigas: muertas y vivas, desaparecían con la luz del día.
Volví tarde esa noche, un colega se había casado y tuve fiesta. Llegué animada, con ganas de cantar, me pasé de la raya. Hasta llegar a la escalera no me acordé: el enano. Mi prima arrastró la mesa hacia la puerta y estudiaba con la tetera humeando en el hornillo.
– Hoy no voy a dormir, quiero quedarme de vigía – me avisó.
El piso todavía estaba limpio. Me abracé al osito.
– Tengo miedo.
Ella fue a buscar una píldora para mitigar mi resaca, me hizo tragar la píldora con un trago de té y me ayudó a desvestirme.
– Me quedo vigilando, puedes dormir tranquila. Hasta el momento no ha aparecido ninguna, llegarán pronto. Examiné con lupa la rendija que deja la puerta por debajo. ¿sabes que no he podido averiguar de dónde surgen?
Me acosté en la cama, creo que ya no respondí. En la parte superior de la escalera el enano me agarró por las muñecas y giró conmigo hasta la habitación, despierta, despierta. Tardé en reconocer a mi prima que me sostenía por los codos. Estaba lívida. Y estrábica.
– Regresaron – dijo.
Apreté entre las manos la cabeza dolorida.
– ¿Están ahí?
Su tono era como el de una hormiguita que hablara con su voz.
– Acabé durmiendo sobre la mesa, estaba exhausta. Cuando me desperté, el reguero ya había alcanzado su plenitud. Entonces fui a ver el cajón: sucedió lo que yo esperaba …
– ¿Que pasó? Habla rápidamente, ¿qué fue?
Ella dirigió la mirada oblicua al cajón debajo de la cama.
– Lo están montando. Y rápidamente, ¿entiendes? El esqueleto está casi acabado, sólo falta el fémur. Y los huesitos de la mano izquierda lo colocarán en un instante. Vámonos ahora de aquí.
– ¿Hablas en serio?
– Vamos sin tardanza, ya dispuse las maletas.
La mesa estaba limpia y vacíos los armarios abiertos.
– ¿Pero salir así, de madrugada? ¿Podemos marchar de esta manera?
– Inmediatamente, es mejor no esperar a que la bruja despierte. Vamos, levántate.
– ¿Y a dónde vamos?
– No importa, después lo decidimos. Vamos, compréndelo, tenemos que salir antes de que el enano quede terminado.
Miré de lejos el camino de hormigas: nunca me parecieron tan rápidas. Me puse los zapatos, despegué el grabado de la pared, introduje el oso en el bolsillo de la japonesa y fuimos arrastrando las maletas escaleras abajo, mas debido al intenso olor que venía de la habitación, dejamos la puerta abierta. ¿Fue un mayido prolongado del gato, o fue un grito?
En el cielo, las últimas estrellas ya palidecían. Cuando fijé la vista en la casa, sólo la ventana sin cristal nos veía, el otro ojo estaba en penumbra.

 

 

Herbarium
Cuento de Lygia Fagundes Telles

Todas as manhãs eu pegava o cesto e me embrenhava no bosque, tremendo inteira de paixão quando descobria alguma folha rara. Era medrosa mas arriscava pés e mãos por entre espinhos, formigueiros e buracos de bichos (tatu? cobra?) procurando a folha mais difícil, aquela que ele examinaria demoradamente: a escolhida ia para o álbum de capa preta. Mais tarde, faria parte do herbário, tinha em casa um herbário com quase duas mil espécies de plantas. «Você já viu um herbário» – ele quis saber.
Herbarium, ensinou-me logo no primeiro dia em que chegou ao sítio. Fiquei repetindo a palavra, herbarium. Herbarium. Disse ainda que gostar de botânica era gostar de latim, quase todo o reino vegetal tinha denominação latina. Eu detestava latim mas fui correndo desencavar a gramática cor de tijolo escondida na última prateleira da estante, decorei a frase que achei mais fácil e na primeira oportunidade apontei para a formiga saúva subindo na parede: formica bestiola est. Ele ficou me olhando. A formiga é um inseto, apressei-me em traduzir. Então ele riu a risada mais gostosa de toda a temporada. Fiquei rindo também, confundida mas contente: ao menos achava alguma graça em mim.

Um vago primo botânico convalescendo de uma vaga doença. Que doença era essa que o fazia cambalear, esverdeado e úmido quando subia rapidamente a escada ou quando andava mais tempo pela casa?
Deixei de roer as unhas, para espanto da minha mãe que já tinha feito ameaças de cortes de mesada ou proibição de festinhas no grêmio da cidade. Sem resultado. «Seu eu contar, ninguém acredita» – disse ela quando viu que eu esfregava para valer a pimenta vermelha nas pontas dos dedos. Fiz minha cara inocente: na véspera, ele me advertira que eu podia ser uma moça de mãos feias, «ainda não pensou nisso?» Nunca tinha pensado antes, nunca me importei com as mãos mas no instante em que ele fez a pergunta comecei a me importar. E se um dia elas fossem rejeitadas como as folhas defeituosas? Ou banais. Deixei de roer unhas e deixei de mentir. Ou mentir menos, mais de uma vez me falou no horror que tinha por tudo quanto cheirava falsidade, escamoteação. Estávamos sentados na varanda. Ele selecionava as folhas ainda pesadas de orvalho quando me perguntou se já tinha ouvido falar em folha persistente. Não?

Alisava o tenro veludo de uma malva-maçã. A fisionomia ficou branda quando amassou a folha nos dedos e sentiu seu perfume. As folhas persistentes duravam até mesmo três anos mas as cadentes amareleciam e se despregavam ao sopro do primeiro vento. Assim a mentira, folha cadente que podia parecer tão brilhante mas de vida breve. Quando o mentiroso olhasse para trás, veria no final de tudo uma árvore nua. Seca. Mas os verdadeiros, esses teriam uma árvore farfalhante, cheia de passarinhos – e abriu as mãos para imitar o bater das folhas e asas. Fechei as minhas. Fechei a boca em brasa agora que os tocos das unhas (já crescidas) eram tentação e punição maior. Podia dizer-lhe que justamente por me achar assim apagada é que precisava de me cobrir de mentira como se cobre com um manto fulgurante. Dizer-lhe que diante dele, mais do que diante dos outros, tinha de inventar e fantasiar para obrigá-lo a se demorar em mim como se demorava agora na verbena – será que não percebia essa coisa tão simples?
Chegou ao sítio com suas largas calças de flanela cinza e grosso suéter de lã tecida em trança, era inverno. E era noite. Minha mãe tinha queimado incenso (era sexta-feira) e preparou o Quarto do Corcunda, corria na família a história de um corcunda que se perdeu no bosque e minha bisavó instalou-o naquele quarto que era o mais quente da casa, não podia haver melhor lugar para um corcunda perdido ou para um primo convalescente.

Convalescente do quê? Qual doença tinha ele? Tia Marita, que era alegrinha e gostava de se pintar, respondeu rindo (falava rindo) que nossos chazinhos e bons ares faziam milagres. Tia Clotilde, embutida, reticente, deu aquela sua resposta que servia a qualquer tipo de pergunta: tudo na vida podia se alterar menos o destino traçado na mão, ela sabia ler as mãos. «Vai dormir feito uma pedra» – cochichou tia Marita quando me pediu que lhe levasse o chá de tília. Encontrei-o recostado na poltrona, a manta de xadrez cobrindo-lhe as pernas. Aspirou o chá. E me olhou: «Quer ser minha assistente? perguntou soprando a fumaça. – A insônia me pegou pelo pé, ando tão fora de forma, preciso que me ajude. A tarefa é colher folhas para minha coleção, vai juntando o que bem entender que depois seleciono. Por enquanto, não posso mexer muito, terá que ir sozinha» – disse e desviou o olhar úmido para a folha que boiava na xícara. Suas mãos tremiam tanto que a xícara transbordou no pires. É o frio, pensei. Mas continuaram tremendo no dia seguinte que fez sol, amareladas como os esqueletos de ervas que eu catava no bosque e queimava na chama da vela. Mas o que ele tem? perguntei e minha mãe respondeu que mesmo que soubesse, não diria, fazia parte de um tempo em que doença era assunto íntimo.
Eu mentia sempre, com ou sem motivo. Mentia principalmente à tia Marita que era bastante tonta. Menos à minha mãe porque tinha medo de Deus e menos ainda à tia Clotilde que era meio feiticeira e sabia ver o avesso das pessoas. Aparecendo a ocasião, eu enveredava por caminhos os mais imprevistos, sem o menor cálculo de volta. Tudo ao acaso. Mas aos poucos, diante dele, minha mentira começou a ser dirigida, com um objetivo certo. Seria mais simples, por exemplo, dizer que colhi a bétula perto do córrego, onde estava o espinheiro. Mas era preciso fazer render o instante em que se detinha em mim, ocupá-lo antes de ser posta de lado como as folha sem interesse, amontoadas no cesto. Então ramificava perigos; exagerava dificuldades, inventava histórias que encompridavam a mentira. Até ser decepada com um rápido golpe de olhar, não com palavras, mas com o olhar ele fazia a hidra verde rolar emudecida enquanto minha cara se tingia de vermelho o sangue da hidra.
«Agora você vai me contar direito como foi: – ele pedia tranqüilamente, tocando na minha cabeça. Seu olhar transparente. Reto. Queria a verdade. E a verdade era tão sem atrativos como a folha da roseira, expliquei-lhe isso mesmo, acho a verdade tão banal como esta folha. Ele me deu a lupa e abriu a folha na palma da mão: «Veja então de perto.» Não olhei a folha, que me importava a folha? mas sua pele ligeiramente úmida, branca como papel com seu misterioso emaranhado de linhas, estourando aqui e ali em estrelas. Fui percorrendo as cristas e depressões, onde era o começo? Ou o fim? Demorei a lupa num terreno de linhas tão disciplinadas que por elas devia passar o arado, ih! vontade de deitar minha cabeça nesse chão. Afastei a folha, queria ver apenas os caminhos. O que significa este cruzamento, perguntei e ele me puxou o cabelo: «Também você, menina?!»
Nas cartas do baralho, tia Clotilde já lhe desvendara o passado e o presente. «E mais desvendaria» – acrescentou ele guardando a lupa no bolso do avental banco, às vezes vestia o avental. O que ela previu? Ora, tanta coisa. De mais importante, só isso, que no fim da semana viria uma amiga buscá-lo, uma moça muito bonita, podia ver até a cor do seu vestido de corte antiquado, verde-musgo. Os cabelos eram compridos, com reflexos de cobre, tão forte o reflexo na palma da mão!
Uma formiga vermelha entrou na greta do lajedo e lá se foi com seu pedaço de folha, veleiro desarvorado soprado pelo vento. Soprei eu também, a formiga é um inseto! gritei, as pernas flexionadas, pendentes os braços para diante e para trás no movimento do macaco, hi hi ! hu hu! é um inseto! um inseto! repeti rolando no chão. Ele ria e procurava me levantar, você se machuca, menina, cuidado! Fugi para o campo, os olhos desvairados de pimenta e sal, sal na boca, não, não vinha ninguém, tudo loucura, uma louca varrida essa tia, invenção dela, invenção pura, como podia? Até a cor do vestido, verde-musgo? E os cabelos, uma louca, tão louca como a irmã de cara pintada feito uma palhaça, rindo e tecendo seus tapetinhos, centenas de tapetinhos pela casa, na cozinha, na privada, duas loucas! Lavei os olhos cegos de dor, lavei a boca pesada de lágrimas, os últimos fiapos de unha me queimando a língua, não! Não. Não existia ninguém de cabelo de cobre que no fim da semana ia aparecer para buscá-lo, ele não ia embora nunca mais, NUNCA MAIS! repeti e minha mãe que viera me chamar para o almoço acabou se divertindo com a cara de demônio que fiz, disfarçava o medo fazendo caras de medo. E as pessoas se distraíam com essas caras e não pensavam mais em mim.
Quando lhe entreguei a folha de hera com formato de coração (um coração de nervuras trementes se abrindo em leque até as bordas verde-azuladas) ele beijou a folha e levou-a ao peito. Espetou-a na malha do suéter: «Esta vai ser guardada aqui.» Mas não me olhou nem mesmo quando eu saí tropeçando no cesto. Corri até a figueira, posto de observação onde podia ver sem ser vista. Através do rendilhada de ferro do corrimão da escada, ele me pareceu menos pálido. A pele mais seca e mais firme a mão que segurava a lupa sobre a lâmina do espinho-do-brejo. Estava se recuperando, não estava? Abracei o tronco da figueira e pela primeira vez senti que abraçava Deus.
No sábado, levantei mais cedo. O sol forcejava a névoa, o dia seria azul quando ele conseguisse rompê-la. «Aonde você vai com esse vestido de maria-mijona? – perguntou minha mãe me dando a xícara de café com leite. Por que desmanchou a barra?» Desviei sua atenção para a cobra que disse ter visto no terreiro, toda preta com listras vermelhas, seria um coral? Quando ela correu com a tia para ver, peguei o cesto e entrei no bosque, como explicar-lhe? Que descera todas as barras das saias para esconder minhas pernas finas, cheias de marcas de picadas de mosquitos. Numa alegria desatinada fui colhendo as folhas, mordi goiabas verdes, atirei pedras nas árvores, espantando os passarinhos que cochichavam seus sonhos, me machucando de contente por entre a galharia. Corria até o córrego. Alcancei uma borboleta e, prendendo-a pelas pontas das asas, deixei-a na corola de uma flor, te solto no meio do mel! gritei-lhe. O que vou receber em troca? Quando perdi o fôlego, tombei de costas nas ervas do chão. Fiquei rindo para o céu de névoa atrás da malha apertada dos ramos. Virei de bruços e esmigalhei nos dedos os cogumelos tão macios que minha boca começou a se encher d’água. Fui avançando de rastros até o pequeno vale de sombra debaixo da pedra. Ali era mais frio e maiores os cogumelos pingando um líquido viscoso dos seus chapéus inchados. Salvei uma abelinha das mandíbulas de uma aranha, permiti que saúva-gigante arrebatasse a aranha e a levasse na cabeça como uma trouxa de roupa esperneando mas recuei quando apareceu o besouro de lábio leporino. Por um instante me vi refletida em seus olhos facetados. Fez meia-volta e se escondeu no fundo da fresta. Levantei a pedra: o besouro tinha desaparecido mas no tufo raso vi uma folha que nunca encontrara antes, única. Solitária. Mas que folha era aquela? Tinha a forma aguda de uma foice, o verde do dorso com pintas vermelhas irregulares como pingos de sangue. Uma pequena foice ensangüentada foi no que se transformou o besouro? Escondi a folha no bolso, peça principal de um jogo confuso. Essa eu não juntaria às outras folhas, essa tinha que ficar comigo, segredo que não podia ser visto. Nem tocado. Tia Clotilde previa os destinos mas eu podia modificá-los, assim, assim! e desfiz na sola do sapato o cupim que se armava debaixo da amendoeira. Fui andando solene porque no bolso onde levara o amor levava agora a morte.
Tia Marita veio ao meu encontro, mais aflita e gaguejante do que de costume. Antes de falar começou a rir: «Acho que vamos perder nosso botânico, sabe quem chegou? A amiga, a mesma moça que Clotilde viu na mão dele, lembra? Os dois vão embora no trem da tarde, ela e linda como os amores, bem que Clotilde viu uma moça igualzinha, estou toda arrepiada, olha aí, me perguntou como a mana adivinha uma coisa dessas!»
Deixei na escada os sapatos pesados de barro. Larguei o cesto. Tia Marita me enlaçou pela cintura enquanto se esforçava para lembrar o nome da recém-chegada, um nome de flor, como era mesmo? Fez uma pausa para estranhar minha cara branca, e esse branco de repente? Respondi que voltara correndo, a boca estava seca e o coração fazia um tuntum tão alto, ela não estava ouvindo? Encostou o ouvido no meu peito e riu sacudindo inteira, quando tinha minha idade pensa que também não vivia assim aos pulos?
Fui me aproximando da janela. Através do vidro (poderoso como a lupa) vi os dois. Ela sentada com o álbum provisório de folhas no colo. Ele, de pé e um pouco atrás da cadeira, acariciando-lhe o pescoço e seu olhar era o mesmo que tinha para as folhas escolhidas, a mesma leveza de dedos indo e vindo no veludo da malva-maçã. O vestido não era verde mas os cabelos soltos tinham o reflexo de cobre que transparecera na mão. Quando me viu, veio até a varanda no seu andar calmo. Mas vacilou quando disse que esse era nosso último cesto, por acaso não tinham me avisado? O chamado era urgente, teriam que voltar nessa tarde. Sentia perder tão devotada ajudadora mas um dia, quem sabe?… Precisaria perguntar à tia Clotilde em que linha do destino aconteciam os reencontros.
Estendi-lhe o cesto mas ao invés de segurar o cesto, segurou meu pulso: eu estava escondendo alguma coisa, não estava? O que estava escondendo, o quê? Tentei me livrar fugindo para os lados, aos arrancos, não estou escondendo nada, me larga! Ele me soltou mas continuou ali, de pé, sem tirar os olhos de mim. Encolhi quando me tocou no braço: «E o nosso trato de só dizer a verdade? Hem? Esqueceu nosso trato?» – perguntou baixinho.
Enfiei a mão no bolso e apertei a folha, intacta a umidade pegajosa da ponta aguda, onde se concentravam as nódoas. Ele esperava. Eu quis então arrancar a toalha de crochê da mesinha, cobrir com ela a cabeça e fazer micagens, hi hi! hu hu! até vê-lo rir pelos buracos da malha, quis pular da escada e sair correndo em ziguezague até o córrego, me vi atirando a foice na água, que sumisse na correnteza! Fui levantando a cabeça. Ele continuava esperando, e então? No fundo da sala, a moça também esperava numa névoa de ouro, tinha rompido o sol. Encarei-o pela última vez, sem remorso, quer mesmo? Entreguei-lhe a folha.
(Os melhores contos de Lygia Fagundes Telles, 1984.)

 

 

 

Herbario
Cuento de Lygia Fagundes Telles
Traducido por Pedro Sevylla de Juana

Todas las mañanas agarraba yo la cesta y me adentraba en el bosque, temblando por completo de pasión cuando descubría alguna hoja rara. Era miedosa, pero arriesgaba pies y manos al pasar por entre espinas, hormigueros y agujeros de animales (¿armadillo? ¿serpiente?), buscando la hoja más difícil, aquella que él examinaría largamente: la escogida iba al álbum de portada negra. Más tarde, formaría parte del herbario, tenía en su casa un herbario con casi dos mil especies de plantas. «Usted ha visto un herbario» – él lo quiso saber.
Herbarium, me lo enseñó el primer día en que llegó al sitio. Me quedé repitiendo la palabra, herbarium. Herbario. También dijo que apreciar la botánica era apreciar el latín, casi todo el reino vegetal tenía denominación latina. Yo detestaba el latín, pero fui corriendo a liberar la gramática color de ladrillo escondida en el último estante de la estantería, memoricé la frase que encontré más sencilla y en la primera ocasión me referí a la hormiga saúva que subía por la pared: formica bestiola est. Él me miró. La hormiga es un insecto, me apresuré a traducir. Entonces se rio con la risa más agradable de toda la temporada. Me quedé riendo también, confundida pero contenta: al menos hallaba alguna gracia en mí.

Un vago primo botánico convaleciente de una vaga enfermedad. ¿Qué enfermedad era aquella que lo hacía tambalearse, ponerse verde y húmedo cuando subía rápidamente la escalera o cuando se movía mucho tiempo por la casa? Dejé de morderme las uñas, para desconcierto de mi madre que ya había amenazado con rebajas en la paga o prohibición de fiestecitas en la asociación recreativa de la ciudad. Sin resultado práctico. «Si yo contara, nadie lo creería», dijo ella cuando vio que me frotaba para imitar la presencia de la pimienta roja en las puntas de los dedos. Dibujé mi cara más inocente: la víspera, él me señaló que yo podía ser una muchacha de manos feas, «¿aún no pensó en eso?» Nunca había pensado antes, nunca me importaron las manos, pero en el instante en que él hizo la pregunta empecé a preocuparme. ¿Y si un día se las rechazan como hojas defectuosas? O insignificantes. Dejé de roer las uñas y dejé de mentir. O mentir menos, más de una vez se refirió al horror que tenía por todo lo que olía a falsedad, escamoteo. Estábamos sentados en el balcón. Él seleccionaba las hojas aún húmedas de rocío cuando me preguntó si ya había oído hablar de las hojas perennes. ¿No?

Alisaba el tierno terciopelo de una hoja de malva manzana. La apariencia apareció blanda al amasar la hoja en los dedos y sintió su perfume. Las hojas persistentes vivían incluso hasta tres años, pero las caedizas amarilleaban y se soltaban con el soplo del primer viento. Así era la mentira, hoja caediza que podía parecer muy brillante pero su vida era breve. Cuando el mentiroso mirase hacia atrás, vería al final de todo un árbol desnudo. Sequía. Pero los sinceros, esos tendrían un árbol de intenso follaje agitado por el viento lleno de pajaritos, y abrió las manos para imitar el revoloteo de las hojas y las alas. Cerré las mías. Cerré la boca incandescente ahora que los tocones de las uñas (ya crecidas) suponían más tentación y un castigo mayor. Podía decirle que justamente por encontrarme así disminuida, necesitaba cubrirme con la mentira como cubre un manto fulgurante. Decirle que delante de él, más que ante los demás, tenía que inventar y fantasear para obligarle a demorarse conmigo como se demoraba ahora con la hoja de verbena – ¿Es que no percibía esa razón tan simple?
Llegó al sitio con sus largos pantalones de franela gris y el grueso suéter de lana tejida en trenza, era invierno. Y era de noche. Mi madre había quemado incienso (era viernes) y preparó el Cuarto del Jorobado, corría en la familia la historia de un jorobado que se perdió en el bosque y mi bisabuela lo instaló en aquel cuarto que era el más caliente de la casa, no podía haber otro lugar mejor para un jorobado perdido o para un primo convaleciente.

¿Convaleciente de qué? ¿Qué enfermedad tenía él? Tía Marita, que era divertidilla y le gustaba pintarse, respondió riendo (hablaba riendo) que nuestros tés y los buenos aires hacían milagros. Tía Clotilde, oprimida, reticente, dio aquella respuesta que servía para cualquier tipo de pregunta: todo en la vida podía cambiar menos el destino rayado en la mano, ella sabía leer las líneas de las manos. «Va a dormir como un tronco» – cuchicheó tía Marita cuando me pidió que le llevara el té de tila. Lo encontré recostado en el sillón, la manta de rombos cubriendo las piernas. Aspiró el té. Y me miró: «¿Quieres ser mi asistente?» Preguntó expeliendo una fumada. «El insomnio me tomó por el pie, ando tan bajo de forma, necesito que me ayudes. La tarea es recoger hojas para mi colección, las vas juntando según tu buen entender y después las selecciono. Y como no me puedo mover mucho, tendrás que ir solita”, dijo y desvió la mirada líquida hacia la hoja que flotaba en la jícara. Sus manos temblaban tanto que la jícara se desbordó hasta el platillo. Es el frío, pensé- Mas siguieron temblando al día siguiente que hizo sol, amarillentas como los esqueletos de yerbas que yo buscaba en el bosque y quemaba con la llama de la vela. Pero, ¿qué mal sufre?, pregunté, y mi madre respondió que aunque lo supiese no lo diría, formaba ella parte de un tiempo en que la enfermedad era asunto íntimo.

Yo siempre mentía, con o sin motivo. Mentía principalmente a la tía Marita que era bastante tonta. Menos a mi madre porque tenía miedo de Dios, y menos aún a la tía Clotilde que era medio hechicera y sabía ver el interior de las personas. Cuando se daba la ocasión, me dirigía por caminos más imprevistos, sin el menor cálculo de vuelta. Todo al azar. Pero poco a poco, ante él, mi mentira comenzó a ser dirigida, con un objetivo correcto. Sería más simple, por ejemplo, decir que recogí la hoja de abedul cerca del arroyo, donde estaba la acacia. Pero era necesario aprovechar el instante en que se detenía en mí, ocuparlo antes de ser puesta yo a un lado como las hojas sin interés, amontonadas en la cesta. Entonces ramificaba peligros; exageraba dificultades, inventaba historias que agrandaban la mentira. Hasta quedar yo cortada a cercén con un rápido golpe de ojos, sin palabras, pues con la mirada hacía él rodar enmudecida a la hidra verde, mientras en mi cara se teñía de rojo la sangre de la hidra.

Ahora me vas a contar de verdad como sucedió: me pedía suavemente, poniendo la mano en mi cabeza. Su mirada era transparente. Directo. Quería la verdad. Y la verdad era tan poco atractiva como la hoja del rosal, le expliqué eso mismo, esa verdad tan trivial como esa hoja. Me entregó la lupa y abrió la hoja en la palma de la mano: «Mira entonces de cerca.» No miré la hoja, no me importaba la hoja; pero su piel ligeramente húmeda, blanca como papel con su misterioso enmarañado de líneas, estallaba aquí y allá en estrellas. Fui recorriendo las cimas y las depresiones, ¿dónde estaban el comienzo o el fin?, Mantuve la lupa en un espacio de líneas, tan disciplinadas, que por ellas podía pasar el arado, ¡uf! Sentí ganas de acostar mi cabeza en el suelo. Separé la hoja, quería ver sólo los caminos. Lo que significaba ese cruce, pregunté y él me tiró del pelo: «¡También tú, niña?»

Con las cartas de la baraja, tía Clotilde ya le había desvelado el pasado y el presente. «Y más desvelaría» – agregó guardando la lupa en el bolsillo del delantal blanco, en ocasiones se ponía el delantal. ¿Qué vio en ellas? Al momento, tantas cosas… Entre lo más importante, sólo eso, que en el fin de semana vendría una amiga a buscarlo, una muchacha muy bonita, podía ver hasta el color de su vestido de corte anticuado, verde musgo. Los cabellos largos, con reflejos cobrizos, ¡muy fuerte el reflejo en la palma de la mano!
Una hormiga roja entró por la grieta del empedrado y se llevó su pedazo de hoja, velero desarbolado impulsado por el viento. Soplé yo también, ¡la hormiga es un insecto!, grité, las piernas flexionadas, los brazos sueltos hacia delante y hacia atrás, con el gesto del mono, ¡hi hi! ¡hu hu! es un insecto! un insecto! repetí rodando por el suelo. Él se reía y trataba de levantarme, te vas a lastimar, niña, ¡ten cuidado! Hui al campo, con los ojos desvariados de pimienta y sal, sal en la boca, no, no venía nadie, simple locura, una loca barrida esa tía, invención de ella, invención pura, ¿cómo podía? ¿Hasta el color del vestido, verde musgo? Y los cabellos, una loca, tan loca como la hermana de cara pintada hecha un payaso, riendo y tejiendo sus alfombritas, centenares de alfombritas por la casa, en la cocina, en el cuarto de baño, ¡dos locas!

Me lavé los ojos ciegos de dolor, me lavé la boca grávida de lágrimas, las últimas hebras de uña quemándome la lengua, ¡no! No. No existía nadie de pelo cobrizo que fuera a aparecer el fin de semana para recogerlo, él no se iba a ir nunca más, ¡NUNCA MÁS! Repetí y mi madre que me venía a llamar para el almuerzo terminó riéndose con la cara de demonio que puse, disfrazaba el miedo poniendo cara de miedo. Y la gente se distraía con esas muecas y no pensaban más en mí.
Cuando le entregué la hoja de hiedra con forma de corazón (un corazón de nervaduras temblorosas que se abría en abanico hasta los bordes verde azulados) él besó la hoja y se la llevó al pecho. La colocó en el tejido del suéter: «Esta va a estar guardada aquí.» Pero no me miró ni siquiera cuando salí tropezando en la cesta. Corrí hasta la higuera, puesto de observación donde podía ver sin ser vista. A través de la malla de hierro del pasamanos de la escalera, me pareció menos pálido. La piel más seca y más firme, la mano que sostenía la lupa sobre la lámina de las espinas del brezo. ¿Se estaba recuperando, no se recuperaba? Abracé el tronco de la higuera y por primera vez sentí que abrazaba a Dios.

El sábado, me levanté más temprano. El sol expulsaba a la niebla, el día sería azul cuando consiguiera romperla. «¿Dónde vas con ese vestido de desaliñada maria-mijona, ?», Preguntó mi madre dándome la taza de café con leche. ¿Por qué se descompuso la barra? Desvié su atención hacia la serpiente que dijo haber visto en la terraza, toda negra con rayas rojas, ¿sería un coral? Cuando ella corrió con la tía para verla, cogí la cesta y entré en el bosque, ¿cómo explicarle? Que descolgara todas las barras de las faldas para ocultar mis piernas finas, llenas de marcas de picaduras de mosquitos. Con una alegría incoherente fui recogiendo las hojas, mordí guayabas verdes, arrojé piedras a los árboles, espantando a los pajaritos que cuchicheaban sus sueños, lastimándome de contento por entre la enramada. Corría hasta el arroyo. Alcancé una mariposa y, sosteniéndola por las puntas de las alas, la dejé en la corola de una flor, ¡te suelto en medio de la miel! la grité. ¿Qué voy a recibir a cambio? Cuando perdí el aliento, me tumbé de espaldas sobre las hierbas del suelo. Me quedé riendo hacia el cielo neblinoso detrás de la red tupida de las ramas. Me volví de bruces y desmigué entre los dedos hongos tan blandos que mi boca comenzó a llenarse de agua. Fui avanzando a rastras hasta el pequeño valle de sombra debajo de la piedra.

Allí hacía más frío y eran más grandes los champiñones, que goteaban un líquido viscoso de sus sombreros hinchados. Salvé a una abejita de las mandíbulas de una araña, permitiendo que la hormiga saúva gigante arrebatara a la araña y la llevara en la cabeza como un fardo de ropa pataleando, pero retrocedí cuando apareció el escarabajo de labio leporino. Por un instante me vi reflejada en sus ojos facetados. Dio media vuelta y se escondió en el fondo de la grieta. Levanté la piedra: el escarabajo había desaparecido, pero en la lava cortada vi una hoja que no había encontrado antes, única. Solitaria. ¿Pero qué hoja era ésa? Tenía la forma aguda de una hoz, el verde del dorso con pintas rojas irregulares como gotas de sangre. ¿En una pequeña hoz ensangrentada se convirtió el escarabajo? Escondí la hoja en el bolsillo, pieza principal de un juego confuso. A esa hoja no la pondría con las otras hojas, esa tenía que quedarse conmigo, secreto que no podía ser visto. Ni tocado. Tia Clotilde adivinaba los destinos pero yo podía modificarlos, ¡así, así! y aplastar con la suela del zapato la termita que se armaba debajo del almendro. Me fui caminando pomposa porque en el bolsillo donde llevaba el amor llevaba ahora la muerte.

Tía Marita vino a mi encuentro, más afligida y tartamuda que de costumbre. Antes de hablar comenzó a reír: «Creo que vamos a perder a nuestro botánico, ¿sabes quién llegó? La amiga, la misma muchacha que Clotilde vio de su mano, recuerda. Los dos se van en el tren de la tarde, ella es linda como los amores, claro que Clotilde vio a una muchacha igualita, estoy toda horrorizada, mira ahí, me preguntó cómo la hermana adivina una cosa así.

Dejé en la escalera los zapatos pesados de barro. Solté la cesta. Tía Marita me enlazó por la cintura mientras se esforzaba en recordar el nombre de la recién llegada, un nombre de flor, ¿como era? Hizo una pausa para admirar mi cara blanca, ¿y ese blanco de repente? Yo respondí que volvía corriendo, mi boca estaba seca y el corazón hacía tantán muy alto, ¿ella no lo oía? Puso el oído en mi pecho y se rio agitándose por completo, cuando tenía mi edad ¿cree que no vivía a trompicones?
Me fui acercando a la ventana. A través del cristal (poderoso como lupa) vi a los dos. Ella sentada con el álbum de fotos en el regazo. Él, de pie y un poco separado de la silla, acariciándole el cuello y con la mirada de mirar las hojas escogidas, la misma suavidad de dedos yendo y viniendo en el terciopelo de la malva manzana. El vestido no era verde, pero los cabellos sueltos tenían el reflejo cobrizo que había aparecido en la mano. Cuando me vio, vino hasta la balconada con su andar tranquilo. Pero vaciló cuando dijo que esa era nuestra última cesta, ¿por casualidad no me habían avisado? El llamamiento era urgente, tendrían que volver esa tarde. Sentía perder tan devota ayudante pero un día, ¿quién sabe? … Necesitaba preguntar a tía Clotilde en qué línea del destino aparecían los reencuentros.

Le tendí la cesta, pero en vez de agarrar la cesta, comprobó mi pulso: yo estaba escondiendo algo, ¿no era así? ¿Qué estaba escondiendo, qué? Traté de librarme huyendo por los lados, a impulsos, no estoy escondiendo nada, ¡me suelta! Él me soltó, pero continuó allí, de pie, sin quitarme los ojos de encima. Encogí cuando me tocó el brazo: «¿Y nuestro trato de decir solo la verdad? ¿He? ¿Olvidaste nuestro trato?» – preguntó bajito.
Introduje la mano en el bolsillo y apreté la hoja, intacta la humedad pegajosa de la punta aguda, donde se concentraban las manchas. Él esperaba. Entonces quise arrancar la pieza de ganchillo de la mesita, cubrirme con ella la cabeza y hacer monadas, ¡hi hi! ¡hu hu! hasta verlo reír por los agujeros de la malla, quise saltar de la escalera y salir corriendo en zigzag hasta el arroyo, me vi arrojando la hoz al agua, ¡deseando que desapareciera en la corriente! Fui levantando la cabeza. Él seguía esperando, y ¿entonces? En el fondo de la habitación, su muchacha también esperaba una niebla de oro, había roto el sol. Lo miré por última vez, sin remordimiento, ¿quieres esto? Le entregué la hoja.

 

 

 


 

Federico García Lorca

 

«El teatro es uno de los más expresivos y útiles instrumentos para la educación de un país y el barómetro que marca su grandeza o su descenso. Un teatro sensible y bien orientado en todas sus ramas, desde la tragedia al vodevil, puede cambiar en pocos años la sensibilidad de un pueblo; y un teatro destrozado, donde las pezuñas sustituyen a las alas, puede achabacanar a una nación entera. El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equivocadas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y el sentimiento del hombre». Federico García Lorca, palabras dichas en el Teatro Español de Madrid durante una representación especial de Yerma [1934-1935].

Yerma
Fragmento de La Obra de teatro de Federico García Lorca

YERMA. ¿De dónde vienes?
MARÍA. De la tienda.
YERMA. ¿De la tienda tan temprano?
MARÍA. Por mi gusto hubiera esperado en la puerta a que abrieran. ¿Y a que no sabes lo que he comprado?
YERMA. Habrás comprado café para el desayuno, azúcar, los panes.
MARÍA. No. He comprado encajes, tres varas de hilo, cintas y lana de color para hacer madroños. El dinero lo tenía mi marido y me lo ha dado él mismo.
YERMA. Te vas a hacer una blusa.
MARÍA. No, es porque… ¿sabes?
YERMA. ¿Qué?
MARÍA. Porque ¡ya ha llegado! (Queda con la cabeza baja.)
(Yerma se levanta y queda mirándola con admiración.)
YERMA. ¡A los cinco meses!
MARÍA. Sí.
YERMA. ¿Te has dado cuenta de ello?
MARÍA. Naturalmente.
YERMA. (Con curiosidad.)¿Y qué sientes?
MARÍA. No sé. (Pausa.) Angustia.
YERMA. Angustia. (Agarrada a ella.) Pero… ¿cuándo llegó? Dime… Tú estabas descuidada…
MARÍA. Sí, descuidada…
YERMA. Estarías cantando, ¿verdad? Yo canto. ¿Tú?…, dime
MARÍA. No me preguntes. ¿No has tenido nunca un pájaro vivo apretado en la mano?
YERMA. Sí.
MARÍA. Pues lo mismo… pero por dentro de la sangre.
YERMA. ¡Qué hermosura! (La mira extraviada.)
MARÍA. Estoy aturdida. No sé nada.
YERMA. ¿De qué?
MARÍA. De lo que tengo que hacer. Preguntaré a mi madre.
YERMA. ¿Para qué? Ya está vieja y habrá olvidado estas cosas. No andes mucho y cuando respires respira tan suave como si tuvieras una rosa entre los dientes.
MARÍA. Oye, dicen que más adelante te empuja suavemente con las piernecitas.
YERMA. Y entonces es cuando se le quiere más, cuando se dice ya ¡mi hijo!
MARÍA. En medio de todo tengo vergüenza.
YERMA. ¿Qué ha dicho tu marido?
MARÍA. Nada.
YERMA. ¿Te quiere mucho?
MARÍA. No me lo dice, pero se pone junto a mí y sus ojos tiemblan como dos hojas verdes.
YERMA. ¿Sabía él que tú…?
MARÍA. Sí.
YERMA. ¿Y por qué lo sabía?
MARÍA. No sé. Pero la noche que nos casamos me lo decía constantemente con su boca puesta en mi mejilla, tanto que a mí me parece que mi niño es un palomo de lumbre que él me deslizó por la oreja.
YERMA. ¡Dichosa!

 

 

YERMA Trecho da pieza de teatro de
Federico García Lorca
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

YERMA. De onde vens?
MARÍA. Da loja.
YERMA. Da loja tão cedo?
MARÍA. Por meu gosto tivesse esperado na porta a que abrissem. E a que não sabes o que tenho comprado?
YERMA. Terás comprado café para o dejejum, açúcar, os pães.
MARÍA. Não. Tenho comprado encaixes, três varas de fio, fitas e lã de cor para fazer borlas como medronhos. O dinheiro o tinha meu marido e tem-mo dado ele mesmo.
YERMA. Vais te fazer uma blusa.
MARÍA. Não, é porque… sabes?
YERMA. Que?
MARÍA. Porque já tem chegado! (Fica com a cabeça baixa.)
(Yerma se levanta e fica a olhando com admiração.)
YERMA. Aos cinco meses!
MARÍA. Sim.
YERMA. Te deste conta disso?
MARÍA. Naturalmente.
YERMA. (Com curiosidade.) E daí sentes?
MARÍA. Não sei. (Pausa.) Angústia.
YERMA. Angústia. (Agarrada a ela.) Mas… quando chegou? Dize-me… Tu estavas descuidada…
MARÍA. Sim, descuidada…
YERMA. Estarias cantando, ¿verdade? Eu canto. Tu?…, dize-me
MARÍA. Não me perguntes. Não tens tido nunca um pássaro vivo apertado na mão?
YERMA. Sim.
MARÍA. Pois o mesmo… mas por dentro do sangue.
YERMA. Que formosura! (A olha extraviada.)
MARÍA. Estou atordoada. Não sei nada.
YERMA. De que?
MARÍA. Do que tenho que fazer. Perguntarei a minha mãe.
YERMA. Para que? Já está velha e terá esquecidas estas coisas. Não andes muito e quando respires respira tão suave como se tivesses uma rosa entre os dentes.
MARÍA. Ouve, dizem que mais adiante te empurra suavemente com as pernazinhas
YERMA. E então é quando se lhe quer mais, quando já se diz meu filho!
MARÍA. No meio de tudo tenho vergonha.
YERMA. Que tem dito teu marido?
MARÍA. Nada.
YERMA. Te quer muito?
MARÍA. Não mo diz, mas se põe junto a mim e seus olhos tremem como duas folhas verdes.
YERMA. Sabia ele que tu…?
MARÍA. Sim.
YERMA. E por que o sabia?
MARÍA. Não sei. Mas a noite que nos casamos mo dizia constantemente com sua boca posta em minha bochecha, tanto que me parece que meu menino é um pombo de lume que ele me deslizou pela orelha.
ERMA. Ditosa!

 

 

Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías
Poema de Federico García Lorca

I
La cogida y la muerte
A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.
Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.
Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.
Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.
Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.
Ya luchan la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.
Y un muslo con un asta desolada
a las cinco de la tarde.
Comenzaron los sones del bordón
a las cinco de la tarde.
Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.
En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.
¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.
Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,
cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,
la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.
Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.
El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.
El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.
A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.
Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.
Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,
y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.
A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!
¡Eran las cinco en todos los relojes
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!
https://federicogarcialorca.net/obras_lorca/llanto_por_ignacio_sanchez_mejias.htm#01

Pranto pela morte de Ignacio Sánchez Mejias
Poema de Federico García Lorca
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

I
A colhida e a morte
Às cinco da tarde.
Eram as cinco em ponto da tarde.
Um menino trouxe o lençol branco
às cinco da tarde.
Uma seira de cal já prevenida
às cinco da tarde.
O demais era morte e só morte
às cinco da tarde.

O vento levou-se os algodões
às cinco da tarde.
E o óxido semeou cristal e níquel
às cinco da tarde.
Já lutam a pomba e o leopardo
às cinco da tarde.
E uma coxa com um chifre desolado
às cinco da tarde.
Começaram os sons do bordão
às cinco da tarde.
Os sinos de arsénico e o fumo
às cinco da tarde.
Nos cantos grupos de silêncio
às cinco da tarde.
E o touro, só coração acima!
às cinco da tarde.
Quando o suor de neve foi chegando
às cinco da tarde,
quando a praça se cobriu de iodo
às cinco da tarde,
a morte pôs ovos na ferida
às cinco da tarde.
Às cinco da tarde.
Às cinco em ponto da tarde.

Um ataúde com rodas é a cama
às cinco da tarde.
Ossos e flautas soam em seu ouvido
às cinco da tarde.
O touro já mugia por sua frente
às cinco da tarde.
O quarto se irisava de agonia
às cinco da tarde.
Ao longe já vem a gangrena
às cinco da tarde.
Trompa de lírio pelas verdes virilhas
às cinco da tarde.
As feridas queimavam como sóis
às cinco da tarde,
e a multidão rompia as janelas
às cinco da tarde.
Às cinco da tarde.
Ai que terríveis cinco da tarde!
Eram as cinco em todos os relógios
Eram as cinco em sombra da tarde! PsdeJ

 

 

 

Poeta en Nueva York Calles y sueños
Danza de la muerte
Poema de Federico García Lorca

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo viene del África a New York!

Se fueron los árboles de la pimienta,
los pequeños botones de fósforo.
Se fueron los camellos de carne desgarrada
y los valles de luz que el cisne levantaba con el pico.

Era el momento de las cosas secas,
de la espiga en el ojo y el gato laminado,
del óxido de hierro de los grandes puentes
y el definitivo silencio del corcho.

Era la gran reunión de los animales muertos,
traspasados por las espadas de la luz;
la alegría eterna del hipopótamo con las pezuñas de ceniza
y de la gacela con una siempreviva en la garganta.

En la marchita soledad sin honda
el abollado mascarón danzaba.
Medio lado del mundo era de arena,
mercurio y sol dormido el otro medio.

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
!Arena, caimán y miedo sobre Nueva York!

Desfiladeros de cal aprisionaban un cielo vacío
donde sonaban las voces de los que mueren bajo el guano.
Un cielo mondado y puro, idéntico a sí mismo,
con el bozo y lirio agudo de sus montañas invisibles,

acabó con los más leves tallitos del canto
y se fue al diluvio empaquetado de la savia,
a través del descanso de los últimos desfiles,
levantando con el rabo pedazos de espejo.

Cuando el chino lloraba en el tejado
sin encontrar el desnudo de su mujer
y el director del banco observando el manómetro
que mide el cruel silencio de la moneda,
el mascarón llegaba al Wall Street.

No es extraño para la danza
este columbario que pone los ojos amarillos.
De la esfinge a la caja de caudales hay un hilo tenso
que atraviesa el corazón de todos los niños pobres.
El ímpetu primitivo baila con el ímpetu mecánico,
ignorantes en su frenesí de la luz original.
Porque si la rueda olvida su fórmula,
ya puede cantar desnuda con las manadas de caballos:
y si una llama quema los helados proyectos,
el cielo tendrá que huir ante el tumulto de las ventanas.

No es extraño este sitio para la danza, yo lo digo.
El mascarón bailará entre columnas de sangre y de números,
entre huracanes de oro y gemidos de obreros parados
que aullarán, noche oscura, por tu tiempo sin luces,
¡oh salvaje Norteamérica! ¡oh impúdica! ¡oh salvaje,
tendida en la frontera de la nieve!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Qué ola de fango y luciérnaga sobre Nueva York!

Yo estaba en la terraza luchando con la luna.
Enjambres de ventanas acribillaban un muslo de la noche.
En mis ojos bebían las dulces vacas de los cielos.
Y las brisas de largos remos
golpeaban los cenicientos cristales de Broadway.

La gota de sangre buscaba la luz de la yema del astro
para fingir una muerta semilla de manzana.
El aire de la llanura, empujado por los pastores,
temblaba con un miedo de molusco sin concha.

Pero no son los muertos los que bailan,
estoy seguro.
Los muertos están embebidos, devorando sus propias manos.
Son los otros los que bailan con el mascarón y su vihuela;
son los otros, los borrachos de plata, los hombres fríos,
los que crecen en el cruce de los muslos y llamas duras,
los que buscan la lombriz en el paisaje de las escaleras,
los que beben en el banco lágrimas de niña muerta
o los que comen por las esquinas diminutas pirámides del alba.

¡Que no baile el Papa!
¡No, que no baile el Papa!
Ni el Rey,
ni el millonario de dientes azules,
ni las bailarinas secas de las catedrales,
ni constructores, ni esmeraldas, ni locos, ni sodomitas.
Sólo este mascarón,
este mascarón de vieja escarlatina,
¡sólo este mascarón!

Que ya las cobras silbarán por los últimos pisos,
que ya las ortigas estremecerán patios y terrazas,
que ya la Bolsa será una pirámide de musgo,
que ya vendrán lianas después de los fusiles
y muy pronto, muy pronto, muy pronto.
¡Ay, Wall Street!

El mascarón. ¡Mirad el mascarón!
¡Cómo escupe veneno de bosque
por la angustia imperfecta de Nueva York!

(Diciembre 1929) https://federicogarcialorca.net/obras_lorca/poeta_en_nueva_york.htm#18Poeta en Nueva York

Poeta em Nova York / Ruas e sonhos
Dança da morte.
Poema de Federico García Lorca
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

O mascarão. Olhem o mascarão!
Como vem do África a New York!

Se foram as árvores da pimenta,
os pequenos botões de fósforo.
Se foram os camelos de carne rasgada
e os vales de luz que o cisne levantava com o bico.

Era o momento das coisas secas,
da espiga no olho e o gato laminado,
do óxido de ferro das grandes pontes
e o definitivo silêncio da cortiça.

Era a grande reunião dos animais mortos,
traspassados pelas espadas da luz;
a alegria eterna do hipopótamo com os cascos de cinza
e da gazela com uma sempre-viva na garganta.

Na murcha solidão sem funda
o amassado mascarão dançava.
Médio lado do mundo era de areia,
mercúrio e sol dormido o outro médio.

O mascarão. Olhem o mascarão!
Areia, caimão e medo sobre Nova York!

Desfiladeiros de cal aprisionavam um céu vazio
onde soavam as vozes dos que morrem baixo o guano.
Um céu mondado e puro, idêntico a si mesmo,
com o buço e lírio agudo de suas montanhas invisíveis,

acabou com os mais leves caules do canto
e se foi ao diluvio empacotado da seiva,
através do descanso dos últimos desfiles
levantando com o rabo pedaços de espelho.

Quando o chinês chorava no telhado
sem encontrar o nu da sua mulher
e o diretor do banco observando o manómetro
que mede o cruel silêncio da moeda,
o mascarão chegava ao Wall Street.

Não é estranho para a dança
este columbário que põe os olhos amarelos.
Da esfinge à caixa de caudais há um fio tenso
que atravessa o coração de todos os meninos pobres.
O impulso primitivo dança com o impulso mecânico,
ignorantes em seu frenesi da luz original.
Porque se a roda esquece sua fórmula,
já pode cantar nua com as manadas de cavalos:
e se um lume queima os gelados projetos,
o céu terá que fugir ante o tumulto das janelas.

Não é estranho este lugar para a dança, eu o digo.
O mascarão dançará entre colunas de sangue e de números,
entre furacões de ouro e gemidos de operários desocupados
que uivaram, noite escura, por teu tempo sem luzes,
oh selvagem Norte América! oh impudente! oh selvagem,
tendida na fronteira da neve!

O mascarão. Olhem o mascarão!
Que onda de lodo e pirilampo sobre Nova York!

Eu estava no terraço lutando com a lua.
Enxames de janelas crivavam uma coxa da noite.
Em meus olhos bebiam as doces vacas dos céus.
E as brisas de longos remos
golpeavam os cinzentos cristais de Broadway.

A gota de sangue procurava a luz da gema do astro
para fingir uma morta semente de maçã.
O ar da planície, empurrado pelos pastores,
tremia com um medo de molusco sem concha.

Mas não são os morridos os que dançam,
estou seguro.
Os mortos estão embebidos, devorando suas próprias mãos.
São os outros os que dançam com o mascarão e sua guitarra;
são os outros, os bêbados de prata, os homens frios,
os que crescem no cruze das coxas e lumes duros,
os que procuram a lombriga na paisagem das escadas,
os que bebem no banco lágrimas de menina morta
ou os que comem pelos cantos diminutos pirâmides do alva.

Que não dance o Papa!
Não, que não dance o Papa!
Nem o Rei,
nem o milionário de dentes azuis,
nem as bailarinas secas das catedrais,
nem construtores, nem esmeraldas, nem loucos, nem sodomitas.
Só este mascarão,
este mascarão de velha escarlatina,
só este mascarão!

Que já as cobras assobiarão pelos últimos andares,
que já as ortigas estremecerão pátios e terraços,
que já a Carteira será uma pirâmide de musgo,
que já virão lianas após os fuzis
e muito cedo, muito cedo, muito cedo.
Ai, Wall Street!

 

 

 

Poeta en Nueva York / Huida de Nueva York
Pequeño vals vienés
Poema de Federico García Lorca

En Viena hay diez muchachas,
un hombro donde solloza la muerte
y un bosque de palomas disecadas.
Hay un fragmento de la mañana
en el museo de la escarcha.
Hay un salón con mil ventanas.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals con la boca cerrada.

Este vals, este vals, este vals, este vals,
de sí, de muerte y de coñac
que moja su cola en el mar.

Te quiero, te quiero, te quiero,
con la butaca y el libro muerto,
por el melancólico pasillo,
en el oscuro desván del lirio,
en nuestra cama de la luna
y en la danza que sueña la tortuga.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals de quebrada cintura.

En Viena hay cuatro espejos
donde juegan tu boca y los ecos.
Hay una muerte para piano
que pinta de azul a los muchachos.
Hay mendigos por los tejados,
hay frescas guirnaldas de llanto.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals que se muere en mis brazos.

Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños,
soñando viejas luces de Hungría
por los rumores de la tarde tibia,
viendo ovejas y lirios de nieve
por el silencio oscuro de tu frente.

¡Ay, ay, ay, ay!
Toma este vals, este vals del «Te quiero siempre».

En Viena bailaré contigo
con un disfraz que tenga
cabeza de río.
¡Mira qué orillas tengo de jacintos!
Dejaré mi boca entre tus piernas,
mi alma en fotografías y azucenas,
y en las ondas oscuras de tu andar
quiero, amor mío, amor mío, dejar,
violín y sepulcro, las cintas del vals.

https://www.poetasandaluces.com/poema/2686/

 

 

 

Poeta em Nova Iorque / Fugida de Nova Iorque
Pequeno valse vienense
Poema de Federico García Lorca
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Em Viena há dez raparigas,
um ombro onde soluça a morte
e um bosque de pombas dissecadas.
Há um fragmento da manhã
no museu da escarcha.
Há um salão com mil janelas.

Ai, ai, ai, ai!
Toma este valse com a boca fechada.

Este vals, este vals, este vals, este vals,
de si, de morte e de conhaque
que molha sua bicha no mar.

Eu te quero, te quero, te quero,
com a poltrona e o livro morto,
pelo corredor melancólico,
no escuro desvão do lírio,
em nossa cama da lua
e na dança que sonha a tartaruga.

Ai, ai, ai, ai!
Toma este valse de quebrada cintura.

Em Viena há quatro espelhos
onde brincam tua boca e os ecos.
Há uma morte para piano
que pinta de azul aos rapazes.
Há mendigos pelos telhados,
há frescas grinaldas de pranto.

Ai, ai, ai, ai!
Toma este valse que se morre em meus braços.

Porque te quero, te quero, amor meu,
no desvão onde brincam os meninos,
sonhando velhas luzes da Hungria
pelos rumores da tarde tíbia,
vendo ovelhas e lírios de neve
pelo silêncio escuro de teu frente.

Ai, ai, ai, ai!
Toma este valse, este valse do «Te quero sempre».

Em Viena dançarei contigo
com um disfarce que tenha
cabeça de rio.
Olha que orlas tenho de jacintos!
Deixarei minha boca entre tuas pernas,
minha alma em fotografias e açucenas,
e nas ondas escuras de tu caminhar
quero, amor meu, amor meu, deixar,
violino e sepulcro, as fitas do valse.

 

 

*

 

 

 

Octavio Paz

 

La poesía no es la llave maestra que todo abre; pero es una llave, es muchas llaves. De ellas, unas abren, y otras cierran.
Y a veces coinciden en un mismo poema. El lector toma de entre todas, las que le interesan, las que necesita, las que le sirven. Me gusta la poesía que va, el poema que avanza, el verso que dice y el verso que sugiere, la palabra que añade sentido a las otras, que forma el sentido con las otras. Entre los poemas de Octavio Paz que traduzco aquí, el titulado La exclamación, me parece la mejor definición que he leído del colibrí, símbolo del Estado de Espírito Santo en Brasil. La más escueta, la que describe su esencia.
Poeta completo es aquel capaz de escribir ese poema y, también, el otro, el titulado Piedra de Sol.

Cinco Poemas de Octavio Paz
Traduzidos por Pedro Sevylla de Juana

 

Acabar con todo
Poema de Octavio Paz

Dame, llama invisible, espada fría,
tu persistente cólera,
para acabar con todo,
oh mundo seco,
oh mundo desangrado,
para acabar con todo.

Arde, sombrío, arde sin llamas,
apagado y ardiente,
ceniza y piedra viva,
desierto sin orillas.

Arde en el vasto cielo, laja y nube,
bajo la ciega luz que se desploma
entre estériles peñas.

Arde en la soledad que nos deshace,
tierra de piedra ardiente,
de raíces heladas y sedientas.

Arde, furor oculto,
ceniza que enloquece,
arde invisible, arde
como el mar impotente engendra nubes,
olas como el rencor y espumas pétreas.
Entre mis huesos delirantes, arde;
arde dentro del aire hueco,
horno invisible y puro;
arde como arde el tiempo,
como camina el tiempo entre la muerte,
con sus mismas pisadas y su aliento;
arde como la soledad que te devora,
arde en ti mismo, ardor sin llama,
soledad sin imagen, sed sin labios.
Para acabar con todo,
oh mundo seco,
para acabar con todo.

 

 

Acabar com tudo
Poema de Octavio Paz
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Dá-me, lume invisível, espada fria,
tua persistente cólera,
para acabar com tudo,
oh mundo seco,
oh mundo dessangrado,
para acabar com tudo.

Arde, sombrio, arde sem lumes,
apagado e ardente,
cinza e pedra viva,
deserto sem orlas.

Arde no vasto céu, laja e nuvem,
baixo a cega luz que se desaba
entre estéreis penhas.

Arde na solidão que nos desfaz,
terra de pedra ardente,
de raízes geladas e sedentas.

Arde, furor oculto,
cinza que enlouquece,
arde invisível, arde
como o mar impotente engendra nuvens,
ondas como o rancor e espumas pétreas.
Entre meus ossos delirantes, arde;
arde dentro do ar oco,
forno invisível e puro;
arde como arde o tempo,
como caminha o tempo entre a morte,
com suas mesmas calcadas e seu alento;
arde como a solidão que te devora,
arde em ti mesmo, ardor sem lume,
solidão sem imagem, sede sem lábios.
Para acabar com tudo,
ó mundo seco,
para acabar com tudo.

 

 

Deprecación
Poema de Octavio Paz

No he sido Don Quijote,
no deshice ningún entuerto
(aunque a veces
me han apedreado los galeotes)
pero quiero,
como él, morir con los ojos abiertos.
Morir
sabiendo que morir es regresar
adonde no sabemos,
adonde,
sin esperanza, lo esperamos.
Morir
reconciliado con los tres tiempos
y las cinco direcciones,
el alma
-o lo que así llamamos-
vuelta una transparencia.
Pido
no la iluminación:
abrir los ojos,
mirar, tocar al mundo
con mirada de sol que se retira;
pido ser la quietud del vértigo,
la conciencia del tiempo
apenas lo que dure un parpadeo
del ánima sitiada;
pido
frente a la tos, el vómito, la mueca,
ser día despejado,
luz mojada
sobre tierra recién llovida
y que tu voz, mujer, sobre mi frente sea
el manso soliloquio de algún río;
pido ser breve centelleo,
repentina fijeza de un reflejo
sobre el oleaje de esa hora:
memoria y olvido,
al fin,
una misma claridad instantánea.

 

 

Deprecação
Poema de Octavio Paz
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Não tenho sido Dom Quijote,
não desfiz nenhum agravo
(ainda que às vezes
me apedrejaram os galeotes)
mas quero,
como ele, morrer com os olhos abertos.
Morrer
sabendo que morrer é regressar
onde não sabemos,
onde,
sem esperança, o esperamos.
Morrer
reconciliado com os três tempos
e as cinco direções,
a alma
-ou o que assim chamamos-
voltada uma transparência.
Peço
não a iluminação:
abrir os olhos,
olhar, tocar o mundo
com mirada de sol que se retira;
peço ser a quietude da vertigem,
a consciência do tempo
mal o que dure um pisco
da alma sitiada;
peço
em frente à tosse, o vómito, a careta,
ser dia aberto,
luz molhada
sobre terra recém chovida
e que tua voz, mulher, sobre minha frente seja
o manso soliloquio de algum rio;
peço ser breve cintilação,
repentina firmeza dum reflexo
sobre o fluxo das ondas de essa hora:
memória e esquecimento,
ao fim,
uma mesma clareza instantânea.

 

 

La exclamación
Poema de Octavio Paz

Quieto

No en la rama
En el aire

No en el aire
En el instante

El colibrí

De Ladera Este Los mejores poemas de Octavio Paz Seix Barral

 

 

A exclamação
Poema de Octavio Paz
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Imóvel

Não no ramo
No ar

Não no ar
No instante

O colibri

 

 

La vida sencilla
Poema de Octavio Paz

LLAMAR al pan el pan y que aparezca
sobre el mantel el pan de cada día;
darle al sudor lo suyo y darle al sueño
y al breve paraíso y al infierno
y al cuerpo y al minuto lo que piden;
reír como el mar ríe, el viento ríe,
sin que la risa suene a vidrios rotos;
beber y en la embriaguez asir la vida;
bailar el baile sin perder el paso;
tocar la mano de un desconocido
en un día de piedra y agonía
y que esa mano tenga la firmeza
que no tuvo la mano del amigo;
probar la soledad sin que el vinagre
haga torcer mi boca, ni repita
mis muecas el espejo, ni el silencio
se erice con los dientes que rechinan:
estas cuatro paredes -papel, yeso,
alfombra rala y foco amarillento-
no son aún el prometido infierno;
que no me duela más aquel deseo,
helado por el miedo, llaga fría,
quemadura de labios no besados:
el agua clara nunca se detiene
y hay frutas que se caen de maduras;
saber partir el pan y repartirlo,
el pan de una verdad común a todos,
verdad de pan que a todos nos sustenta,
por cuya levadura soy un hombre,
un semejante entre mis semejantes;
pelear por la vida de los vivos,
dar la vida a los vivos, a la vida,
y enterrar a los muertos y olvidarlos
como la tierra los olvida: en frutos…
Y que a la hora de mi muerte logre
morir como los hombres y me alcance
el perdón y la vida perdurable
del polvo, de los frutos y del polvo.

Tomado de II Calamidades y milagros El Fuego de Cada Día / Seix Barral 1989

 

 

A vida singela
Poema de Octavio Paz
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

CHAMAR ao pão o pão e que apareça
sobre o mantel o pão de cada dia;
dar ao suor o seu e dar ao sono
e ao breve paraíso e ao inferno
e ao corpo e ao minuto o que pedem;
rir como o mar ri, o vento ri,
sem que o riso soe a vidros rompidos;
beber e na embriaguez enlaçar a vida;
dançar a dança sem perder o passo;
tocar a mão dum desconhecido
num dia de pedra e agonia
e que essa mão tenha a firmeza
que não teve a mão do amigo;
provar a solidão sem que o vinagre
faça torcer minha boca, nem repita
minhas caretas o espelho, nem o silêncio
se arrepie com os dentes que rangem
estas quatro paredes –papel, gesso,
tapete rala e foco amarelento-
não são ainda o prometido inferno;
que não me doa mais aquele desejo,
gelado pelo medo, chaga fria,
queimadura de lábios não beijados:
a água clara nunca se detém
e há frutas que se caem maduras;
saber partir o pão e reparti-lo,
o pão duma verdade comum a todos,
verdade de pão que a todos nos sustenta,
por cujo fermento sou um homem,
um semelhante entre meus semelhantes;
brigar pela vida dos vivos,
dar a vida aos vivos, à vida,
e enterrar aos mortos e esquecê-los.
como a terra os esquece: em frutos…
E que à hora de minha morte consiga
morrer como os homens e me atinja
o perdão e a vida perdurável
do pó, dos frutos e do pó.

 

 

Interior
Poema de Octavio Paz

PENSAMIENTOS en guerra
quieren romper mi frente

Por caminos de pájaros
avanza la escritura

La mano piensa en voz alta
una palabra llama a otra

En la hoja en que escribo
van y vienen los seres que veo

El libro y el cuaderno
repliegan las alas y reposan

Ya encendieron las lámparas
la hora se abre y cierra como un lecho

Con medias rojas y cara pálida
entran tú y la noche

Noche en Claro De Lo mejor de Octavio Paz Seix Barral 1989

 

Interior
Poema de Octavio Paz
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

PENSAMENTOS em guerra
querem romper minha testa

Por caminhos de pássaros
avança a escrita

A mão pensa em voz alta
uma palavra chama a outra

Na folha em que eu escrevo
vão e vêm os seres que vejo

O livro e o caderno
recolhem as asas e repousam

Já acenderam as lâmpadas
a hora se abre e fecha como um leito

Com meias vermelhas e cara pálida
entram tu e a noite

 

 

 

 

 

 

Jacint Verdaguer i Santaló

 

Un poema en catalán de Jacint Verdaguer, traducido por Pedro Sevylla de Juana al castellano y al português

Flors del Calvari es un poemario escrito por el Verdaguer humillado y desilusionado, dueño, sim embargo, de un interior fuerte y una gran capacidad creativa. En el año 1895 Jacint Verdaguer trabajaba con intensidad en la producción de su obra: En octubre daba a conocer el poema Sant Francesc y los artículos Un sacerdot calumniat (En defensa pròpia). En el mes de diciembre —con fecha de 1896— aparecía Flors del Calvari. Esos tres trabajos reflejan la crisis personal originada en la primavera de 1893. Se produce, entonces, la salida hacia el santuario de la Gleva, lugar de su reclusión, castigado por la jerarquía eclesiástica. Crisis que se agravó, en el verano de 1895, por la huida del santuario para volver a Barcelona, y por la suspensión a divinis sobre él recaída. Tal realidad llega a público conocimiento debido al Comunicat publicado en El Noticiero Universal, del que un fragmento dice:

[…] demano justícia i protesto davant de la llei, davant de la gent honrada de Barcelona que em coneix, davant de cel i terra i del mateix Déu qui ens ha de judicar a tots, de la iniquitat de què és víctima, no sé amb quin fi, aquest pobre sacerdot.

Se añade a esta divulgación la salida en el diario La Publicidad, de una serie de cartas bajo el título: Un saderdot calumniat.
El drama vivido tuvo eco en la escritura de Verdaguer, pues fue evolucionando hacia una literatura del yo. Así, Flors del Calvari, Llibre de consols, recoge la hondura de la experiencia vivida.

 

Sum vermis
Poema de Jacint Verdaguer

Non vivificatur nisi prius moriatur 1ª Cor, 15,36

E carcere ad aethere.
Dant vincula pennas.

Veieu-me aquí, Senyor, á vostres plantes,
despullat de tot bé, malalt i pobre,
de mon no-res perdut dintre l’abisme.
Cuc de la terra vil, per una estona
he vingut en la cendra a arrossegar-me.
Fou mon bressol un gra de polsinera,
i un altre gra serà lo meu sepulcre.
Voldría ser quelcom per oferir-vos,
però Vós me voleu petit é inútil,
de glòria despullat i de prestigi.

Feu de mi lo que us plàcia, fulla seca
de les que el vent se’mporta, o gota d’aigua
de les que el sol sobre l’herbei eixuga,
o, si voleu, baboia del escarni.
Jo só un no-res, mes mon no-res és vostre;
vostre és, Senyor, i us ama i vos estima.
Feu de mi lo que us plàcia; no en só digne,
d’anar a vostres peus; com arbre estèril,
de soca a arrel traieu-me de la terra;
morfoneu-me, atuï-me, anihilau-me.

Veniu a mi, congoixes del martiri,
veiu, oh Creus, mon or i ma fortuna,
ornau mon front, engalonau mos braços.
Veniu, llorers i palmes del Calvari,
si em sou aspres avui, abans de gaire
a vostre ombriu me será dolç l’asseure’m.
Espina del dolor, vine a punyir-me,
cuita á abrigar-me amb ton mantell, oh injúria;
calúmnia, al meu voltant tos llots apila;
misèria, vine’m a portar lo ròssec.
Vull ser volva de pols de la rodera
a on tots los qui passen me trepitgen;
vull ser llençat com una escombraria
del palau al carrer, de la més alta
cima a l’afrau, i de l’afrau al córrec.

Escombreu mes petjades en l’altura;
ja no hi faré més nosa, la pobresa
será lo meu tresor, será l’oprobi
lo meu orgull, les penes ma delícia.
Desde avui colliré los vilipendis
y llengoteigs com perles y topazis
per la corona que en lo cel espero.
Muira aquest cos insuportable, muira;
cansat estic de tan feixuga càrrega;
devore’l lo fossar, torne a la cendra
d’on ha sortit, sum vermis et non homo.
Jo no só pas la industriosa eruga
que entre el fullam de la morera es fila
de finíssima seda lo sudari.
Jo me’l filo del cànem de mes penes;
mes, dintre aqueixa fosca sepultura,
tornat com Vós, Jesús, de mort a vida,
jo hi trobaré unes ales de crisàlide
per volar-me’n amb Vós a vostra gloria.

Flors del Calvari. Llibre de consols. Jacint Verdaguer (Ed. Columna, a cura de Narcís Garolera, Barcelona, 1995)

 

 

Sum vermis
Poema de Jacint Verdaguer
Traducido del catalán por Pedro Sevylla de Juana

Non vivificatur nisi prius moriatur 1ª Cor., 15,36

E carcere ad aethere.
Dant vincula pennas.

Vedme aquí, Señor, a vuestras plantas,
desnudo de todo bien, enfermo y pobre,
de mi nada perdida dentro del abismo.
Gusano de la tierra vil, por un rato
he venido en la ceniza a arrastrarme.
Fue mi cuna un grano de polvo,
y otro grano será mí sepulcro.
Quisiera ser algo que ofreceros,
pero Vos me queréis pequeño e inútil,
de gloria desvestido y de prestigio.

Haced de mí lo que os plazca, hoja seca
de las que el viento lleva, o gota de agua
de las que el sol sobre la hierba enjuga,
o, si queréis, causa de escarnio.
Yo soy una nada, mas mi nada es vuestra:
vuestra es, Señor, y os ama y os estima.
Haced de mí lo que os plazca; no soy digno
de ponerme a vuestros pies: como árbol estéril,
de tronco a raíz sacadme de la tierra;
deformadme, abatidme, aniquiladme.

Venid a mí, congojas del martirio,
venid, oh cruces, mi oro y mi fortuna,
adornad mi frente, engalanad mis brazos.
Venid, laureles y palmas del Calvario,
si me sois ásperos hoy, dentro de poco
a vuestra sombra me será dulce sentarme.
Espina del dolor, ven a punzarme,
apresúrate a abrigarme con tu manto, oh injuria;
calumnia, cercando al mío tus lodos apila,
miseria, venme a traer el suma y sigue.

Quiero ser mota de polvo en la rodera
para que todos los que pasen me pisen;
quiero ser arrojado como basura
del palacio a la calle, de la más alta
cima al valle, y del valle al arroyo.
Borrad mis huellas en la altura;
ya no estorbaré más, la pobreza
será mi tesoro, será el oprobio
mi orgullo; las penas mi delicia.

Desde hoy cosecharé vilipendios
y humillaciones como perlas y topacios
para la corona que en el cielo espero.
Muera este cuerpo insoportable, muera;
cansado estoy de tan pesada carga;
devórelo el cementerio, vuelva a la ceniza
de donde salió, sum vermis et non homo.
Yo no soy la industriosa oruga
que entre el follaje de la morera hila
de finísima seda el sudario.
Yo lo hilo del cáñamo de mis penas;
mas, dentro de esa sombría sepultura,
vuelto como Vos, Jesús, de muerte a vida,
yo encontraré unas alas de crisálida
para volar con Vos a vuestra gloria.

 

 

Sum vermis
Poema de Jacint Verdaguer
Traduzido  del catalán original al castellano, y de este al portugués, por Pedro Sevylla de Juana

Non vivificatur nisi prius moriatur 1ª Cor., 15,36

E carcere ad aethere.
Dant vincula pennas.

Veja-me aqui, Senhor, a vossas plantas,
nu de todo bem, doente e pobre,
de meu nada perdido dentro do abismo.
Gusano da terra vil, por um momento
eu vim na cinza a arrastar-me.
Foi meu berço um grão de pó,
e outro grão será o meu sepulcro.
Quisesse ser algo que oferecer-vos,
mas Vos me quereis pequeno e inútil,
de glória despido e de prestígio.

Faça de mim o que vos praza, folha seca
das que o vento leva, ou gota de água
das que o sol sobre a erva enxuga,
ou, se quereis, causa de escárnio.
Eu sou um nada, mas meu nada é vosso:
vosso é, Senhor, e vos ama e vos estima.
Faça de mim o que vos praza; não sou digno
de me pôr a vossos pés: como árvore estéril,
de tronco a raiz saque-me da terra;
deforme-me, abata-me, aniquile-me.

Venham a mim, pesares do martírio,
venham, oh cruzes, meu ouro e minha fortuna,
ornem minha frente, engalanem meus braços.
Venham, louros e palmas do Calvário,
se sois-me ásperos hoje, daqui a pouco
a vossa sombra me será doce sentar-me.
Espinha da dor, venha a punçar-me,
apressa-te a me abrigar com teu manto, oh injúria;
calúnia, cercando o meu teus lodos empilha,
miséria, vem-me a trazer o soma e segue.

Quero ser mota de pó na rodeira
para que todos os que passem me pisem;
quero ser arrojado como lixo
do palácio à rua, da mais alta
cume ao vale, e do vale ao córrego.
Apague minhas pegadas na altura;
já não estorvarei mais, a pobreza
será meu tesouro, será o opróbio
meu orgulho; as penas minha delícia.

Desde hoje colherei vilipêndios
e humilhações como pérolas e topázios
para a coroa que no céu espero.
Morra este corpo insuportável, morra;
cansado estou de tão pesada carga;
devore-o o cemitério, volte à cinza
de onde saiu, sum vermis et non homo.
Eu não sou a industriosa larva
que entre a folhagem da amoreira fia
de finíssima seda o sudário.
Eu o teço do cânhamo de minhas penas;
mas, dentro dessa sombria sepultura,
voltado como Vos, Jesús, de morte a vida,
eu encontrarei umas asas de crisálida
para voar com Vos a vossa glória.

 

 

 

 

 

 

 

José Martí

 

José Martí es uno de los poetas en castellano mejor valorados del siglo XIX. Sus poemas han pasado a ser canciones con frecuencia. Se puede decir que, con esos poemas cantados, hubo cantantes que alcanzaron la fama. Silvio Rodríguez y Pablo Milanés fueron, acaso, los más conocidos. Versos claros, limpios y directos, que se hicieron saetas para expresar y difundir las ideas del autor.
José Martí se convirtió en el espejo donde se miraron muchos de los poetas posteriores.

Poemas de José Martí traducidos por mí al portugués

Abdala es un Poema Dramático publicado en La Patria Libre, semanario democrático-cosmopolita de La Habana, el 23 de enero de 1869

Abdala
Fragmento de la Obra de José Martí

Escena Primera
ABDALA, UN SENADOR Y CONSEJEROS.

Senador:
Noble caudillo: a nuestro pueblo llega
Feroz conquistador: necio amenaza
Si a su fuerza y poder le resistimos
En polvo convertir nuestras murallas:
Fiero pinta a su ejército que monta
Nobles corceles de la raza arábiga;
Inmensa gente al opresor auxilia,
Y tan alto es el número de lanzas
Que el enemigo cuenta, que a su vista
La fuerza tiembla y el valor se espanta:
Tantas sus tiendas son, noble caudillo,
Que a la llanura llegan inmediata,
Y del rudo opresor ¡oh Abdala ilustre!
Es tanta la fiereza y arrogancia
Que envió un emisario reclamando
Rindiese fuego y aire, tierra y agua!

Abdala:
Pues decidle al tirano que en la Nubia
Hay un héroe por veinte de sus lanzas:
Que del aire se atreva a hacerse dueño:
Que el fuego a los hogares hace falta:
Que la tierra la compre con su sangre:
Que el agua ha de mezclarse con sus lágrimas.

Senador
Guerrero ilustre: calma tu entusiasmo!
Del extraño a la impúdica arrogancia
Diole el pueblo el laurel que merecían
Tan necia presunción y audacia tanta;
Mas hoy no son sus bárbaras ofensas
Muestras de orgullo y simples amenazas:
Ya detiene a los nubios en el campo!
Ya en nuestras puertas nos coloca guardias!

Abdala:
! ¿Qué dices, Senador?

Senador:
Te digo ¡oh, jefe
Del ejército nubio! que las lanzas
Deben brillar, al aire desenvuelta
La sagrada bandera de la patria!
Te digo que es preciso que la Nubia
Del opresor la lengua arranque osada,
Y la llanura con su sangre bañe
Y luche Nubia cual luchaba Esparta!
Vengo en tus manos a dejar la empresa
De vengar las cobardes amenazas
Del bárbaro tirano que así llega
A despojar de vida nuestras almas!
Vengo a rogar al esforzado nubio
Que a la batalla con el pueblo parta

Abdala:
Acepto, Senador. Alma de bronce
Tuviera si tu ruego no aceptara.
Que me sigan espero los valientes
Nobles caudillos que el valor realza,
Y si insulta a los libres un tirano
Veremos en el campo de batalla!
En la Nubia nacidos, por la Nubia
Morir sabremos: hijos de la patria,
Por ella moriremos, y el suspiro
Que de mis labios postrimero salga
Para Nubia será, que para Nubia
Nuestra fuerza y valor fueron creadas.
Decid al pueblo que con él al campo
Cuando se ordene emprenderé la marcha;
Y decid al tirano que se apreste,
Que prepare su gente, y que a sus lanzas
Brillo dé y esplendor. Más fuertes brillan
Robustas y valientes nuestras almas!

Senador:
Feliz mil veces ¡oh valiente joven!
El pueblo que es tu patria!

Todos
—Viva Abdala!—
(Se van senador y consejeros.)
https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20160824043346/JOSE-MARTI_Tomo-01.pdf

 

Abdala
Trecho do poema de José Martí
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Cena Primeira
ABDALA, UM SENADOR E CONSELHEIROS.

Senador:
Nobre caudilho: a nosso povo chega
Feroz conquistador: néscio ameaça
Se sua força e poder lhe resistimos
Em pó converter nossas muralhas:
Feroz pinta a seu exército que monta
Nobres corcéis da raça arábiga;
Imensa gente ao opressor auxilia,
E tão alto é o número de lanças
Que o inimigo conta, que a sua vista
A força treme e o valor se espanta:
Tantas suas lojas são, nobre caudilho,
Que à planície chegam imediata,
E do rude opressor oh Abdala ilustre!
É tanta a fereza e arrogância
Que enviou um emissário reclamando
Rendesse fogo e ar, terra e água!

Abdala:
Pois dizei ao tirano que na Nubia
Há um herói por vinte de seus lanças:
Que do ar se atreva a se fazer dono:
Que o fogo aos lares faz falta:
Que compre a terra com seu sangue:
Que a água deve misturar-se com suas lágrimas.

Senador
Guerreiro ilustre: acalma teu entusiasmo!
Do estranho à impudica arrogância
Le deu o povo o laurel que mereciam
Tão néscia presunção e audácia tanta;
Mas hoje não são suas bárbaras ofensas
Mostras de orgulho e simples ameaças:
Já detém aos núbios no campo!
Já em nossas portas nos coloca guardas!

Abdala:
Que dizes, Senador?

Senador:
Te digo oh, chefe
Do exército núbio! Que as lanças
Devem brilhar, ao ar desenvolta
A sagrada bandeira da pátria!
Te digo que é preciso que a Nubia
Do opressor a língua arranque ousada,
E a planície com seu sangue banhe
E lute Nubia qual lutava Esparta!
Venho em tuas mãos a deixar a empresa
De vingar as covardes ameaças
Do bárbaro tirano que assim chega
A despojar de vida nossas almas!
Venho a rogar ao esforçado núbio
Que à batalha com o povo parta

Abdala:
Aceito, Senador. Alma de bronze
Tivesse se teu rogo não aceitasse.
Que me sigam espero os valentes
Nobres caudilhos que o valor realça,
E se insulta aos livres um tirano
Veremos no campo de batalha!
Na Nubia nascidos, pela Nubia
Morrer saberemos: filhos da pátria,
Por ela morreremos, e o suspiro
Que de meus lábios postremo saia
Para Nubia será, que para Nubia
Nossa força e valor foram criadas.
dizei ao povo que com ele ao campo
Quando se ordene empreenderei a marcha;
E dizei ao tirano que se apreste,
Que prepare sua gente, e que a suas lanças
Brilho dê e esplendor. Mais fortes brilham
Robustas e valentes nossas almas!

Senador:
Feliz mil vezes ¡oh valente jovem!
O povo que é tua pátria!

Todos
—Viva Abdala!—
(Se vão senador e conselheiros.)

 

 

Musa Traviesa pertenece a Ismaelillo, um libro de poemas dedicado a su hijo José Francisco Martí Zayas, considerado como uno de los poemarios más influyentes del Modernismo. Martí emplea, no obstante, un estilo natural, sencillo y claro; desprendido de adornos y de palabras extranjeras. Su verso es herramienta para el trabajo del poeta concienciado, la raíz permanece hincada en la tierra y la realidad la riega. Pensamiento e idea constituyen su principal alimento. Soledad y angustia, le llevan hacia la humanidad extensa, formada de individuos vivos. Innova al versificar Martí: ritmo y lenguaje.
El amor sentido por su hijo en la ausencia, es la llave, separado de la esposa y perdido el contacto con su pequeño. Hay remembranzas Bíblicas, Ismael y Jacob. Musa traviesa es un poema doble, divido en dos partes, derecha e izquierda separadas por la letra mayúscula. Pueden leerse por separado y, también, juntas.

Musa Traviesa
Poema de José Martí

Mi musa? Es un diablillo   Contándolo, me inunda
Con ala de ángel.   Un gozo grave:-
¡Ah, musilla traviesa   Y cual si el monte alegre,
Qué vuelo trae!   Queriendo holgarse

Al alba enamorando
Yo suelo, caballero   Con voces ágiles,
En sueños graves,    Sus hilillos sonoros
Cabalgar horas luengas Desanudase,
Sobre los aires. Y salpicando riscos,
Me entro en nubes rosadas, Labrando esmaltes,
Bajo a hondos mares, Refrescando sedientas
Y en los senos eternos Cálidas cauces,
Hago viajes. Echáralos risueños
Allí asisto a la inmensa Por falda y valle, –
Boda inefable, Así, al alba del alma
Y en los talleres huelgo Regocijándose,
De la luz madre: Mi espíritu encendido
Y con ella es la oscura Me echa a raudales
Vida, radiante, Por las mejillas secas
Y a mis ojos los antros Lágrimas suaves.
Son nidos de ángeles! Me siento, cual si en magno
Al viajero del cielo Templo oficiase:
¿Qué el mundo frágil? Cual si mi alma por mirra
Pues, ¿no saben los hombres Virtiese al aire;
Qué encargo traen? Cual si en mi hombro surgieran
¡Rasgarse el bravo pecho, Fuerzas de Atlante;
Vaciar su sangre, Cual si el sol en mi seno
Y andar, andar heridos La luz fraguase: –
Muy largo valle, !Y estallo, hiervo, vibro,
Roto el cuerpo en harapos, Alas me nacen!

Los pies en carne,
Hasta dar sonriendo Suavemente la puerta
-¡No en tierra!- exánimes! Del cuarto se abre,
Y entonces sus talleres Y éntranse a él gozosos
La luz les abre, Luz, risas, aire.
Y ven lo que yo veo: Al par da el sol en mi alma
¿Qué el mundo frágil? Y en los cristales:
Seres hay de montaña, !Por la puerta se ha entrado
seres de valle, Mi diablo ángel!
Y seres de pantanos ¿Qué fue de aquellos sueños,
Y lodazales. De mi viaje,

Del papel amarillo,
De mis sueños desciendo, Del llanto suave?
Volando vanse, Cual si de mariposas
Y en papel amarillo Tras gran combate
Cuento el viaje. Volaran alas de oro
Por tierra y aire, Mis libros lance,
Así vuelan las hojas Y siéntese magnífico
Do cuento el trance. Sobre el desastre,
Hala acá el travesuelo Y muéstreme riendo,
Mi paño árabe; Roto el encaje-
Allá monta en el lomo -¡Qué encaje no se rompe
De un incunable; En el combate!-
Un carcax con mis plumas Su cuello, en que la risa
Fabrica y átase; Gruesa onda hace!
Un sílex persiguiendo Venga, y por cauce nuevo
Vuelca un estante, Mi vida lance,
Y ¡allá ruedan por tierra Y a mis manos la vieja
Versillos frágiles, Péñola arranque,
Brumosos pensadores, Y del vaso manchado
Lópeos galanes! ¡La tinta vacie!
De águilas diminutas !Vaso puro de nácar:
Puéblase el aire: Dame a que harte
¡Son las ideas, que ascienden, Esta sed de pureza:
Rotas sus cárceles! Los labios cánsame!

¿Son éstas que lo envuelven
Del muro arranca, y cíñese, Carnes, o nácares?
Indio plumaje: La risa, como en taza
Aquella que me dieron De ónice árabe,
De oro brillante, En su incólume seno
Pluma, a marcar nacida Bulle triunfante:
Frentes infames, ¡Hete aquí, hueso pálido,
De su caja de seda Vivo y durable!
Saca, y la blande: Hijo soy de mi hijo!
Del sol a los requiebros El me rehace!

Brilla el plumaje,
Que baña en aúreas tintas Pudiera yo, hijo mío,
Su audaz semblante. Quebrando el arte
De ambos lados el rubio Universal, muriendo
Cabello al aire, Mis años dándote,
A mí súbito viénese Envejecerte súbito,
A que lo abrace. La vida ahorrarte!-
De beso en beso escala Mas no: que no verías
Mi mesa frágil; En horas graves
¡Oh, Jacob, mariposa, Entrar el sol al alma
Ismaelillo, árabe! Y a los cristales!
¿Qué ha de haber que me guste Hierva en tu seno puro
Como mirarle Risa asonante:
De entre polvo de libros Rueden pliegues abajo
Surgir radiante, Libros exangës:
Y, en vez de acero, verle Sube, Jacob alegre,
De pluma armarse, La escala suave:
Y buscar en mis brazos Ven, y de beso en beso
Tregua al combate? Mi mesa asaltes:-
Venga, venga Ismaelillo: ¡Pues ésa es mi musilla,
La mesa asalte, Mi diablo ángel!
Y por los anchos pliegues ¡Ah, musilla traviesa,
Del paño árabe Qué vuelo trae!
En rota vergonzosa

 

 

 

Musa travessa
Poema de José Martí
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Minha musa? é um diabinho    Referindo-o, me inunda
Com asa de anjo.   Um gozo grave:-
Ah, musinha travessa     E qual se o monte alegre,
Que voo traz!     Querendo folgar-se

Ao alva apaixonando
Eu solo, cavaleiro    Com vozes ágeis,
Em sonhos graves,    Seus filhinhos sonoros
Cavalgar horas longas Desprega-se,
Sobre os ares. E salpicando riscos,
Entro em nuvens rosadas, Lavrando esmaltes,
Baixo a fundos mares, Refrescando sedentas
E nos seios eternos Cálidos leitos,
Faço viagens. Os fechara risonhos
Ali assisto à imensa Por ladeira e vale, –
boda inefável, Assim, ao alva do alma
E nas oficinas folgo Regozijando-se,
Da luz mãe: Meu espírito acendido
E com ela é a escura Me joga caudais
Vida, radiante, Pelas bochechas secas
E a meus olhos os antros De lágrimas suaves.
São ninhos de anjos! Me sento, qual se em magno
Ao viajante do céu Templo oficia-se:
Que o mundo frágil? Qual se minha alma por mirra
Pois, não sabem os homens Verte-se ao ar;
Que encarrego trazem? Qual se em meu ombro surgissem
Se rasgar o bravo peito, Forças de Atlante;
Esvaziar seu sangue, Qual se o sol em meu seio
E andar, andar feridos A luz fragua-se: –
Muito longo vale, E estoiro, fervo, vibro,
Rompido o corpo em farrapos, Asas me nascem!

Os pés em carne,
Até dar sorrindo Suavemente a porta
—Não em terra!— exânimes! Do quarto se abre,
E então suas oficinas E se entram a ele gozosos
A luz lhes abre, Luz, risos, ares.
E veem o que eu vejo: Ao par dá o sol em minha alma
Que o mundo frágil? E nos cristais:
Seres há de montanha, !Pela porta entrou-se
seres de vale, Meu diabo anjo!
E seres de pântanos Que foi daqueles sonhos,
E lodaçais. Da minha viagem,

Do papel amarelo,
De meus sonhos desço, Do pranto suave?
Voando vão-se, Qual se de borboletas
E em papel amarelo Depois de grande combate
Conto a viagem. Voassem asas de ouro
Por terra e ar, Meus livros lance,
Assim voam as folhas E se sente magnífico
Do conto o trance. Sobre o desastre,
Venha cá o buliçoso E me mostre rindo,
Meu pano árabe; Rompido o encaixe-
Lá monta no lombo -Que encaixe não se rompe
De um incunábulo; No combate!-
Um carcás com minhas plumas Seu colo, em que o riso
Fabrica e ata-se; Grossa onda faz!
Um sílex perseguindo Vinga, e por leito novo
Vira um estante, Minha vida lance,
E lá rodam por terra E a minhas mãos a velha
Versinhos frágeis, Caneta arranque,
Brumosos pensadores, E do copo manchado
Galãs de Lope! A tinta esvazie!
De águias diminutas !Copo puro de nácar:
Se povoa o ar: Dá-me a que farte
São as ideias, que ascendem, Esta sede de pureza:
Rompidas seus cárceres! Os lábios cansa-me!

São estas que o envolvem
Do muro arranca, e cinge-se, Carnes, ou nácares?
Índia plumagem: O riso, como em xícara
Aquela que me deram De ónix árabe,
De ouro brilhante, Em seu incólume seio
Pluma, a marcar nascida Bule triunfante:
Frentes infames, Está aqui, osso pálido,
De sua caixa de seda Vivo e durável!
Saca, e a brande: Filho sou de meu filho!
Do sol aos requebros Ele refaz-me!

Brilha a plumagem,
Que banha em áureas tintas Pudesse eu, filho meu,
Seu audaz semblante. Quebrando a arte
De ambos lados o loiro Universal, morrendo
Cabelo ao ar, Meus anos dando-te,
A mim súbito vem-se Te envelhecer súbito,
A que o abrace. A vida poupar-te!-
De beijo em beijo escala Mas não: que não verias
Minha mesa frágil; Em horas graves
Oh, Jacob, borboleta, Entrar o sol ao alma
Ismaelillo, árabe! E aos cristais!
Que há de haver que eu goste Ferva em teu seio puro
Como olhar-lhe Riso assoante:
Dentre pó de livros Rodem dobras abaixo
Surgir radiante, Livros exangues:
E, em vez de aço, ver-lhe Sobe, Jacob alegre,
De pluma armar-se, A escala suave:
E procurar em meus braços Vem, e de beijo em beijo
Trégua ao combate? Minha mesa assaltes:-
Vinha, vinha Ismaelillo: ¡Pois essa é a musa minha,
A mesa assalte, Meu diabo anjo!
E pelas largas dobras ¡Ah, musinha arteira,
Do pano árabe Que voo traz!
Em infame derrota

 

«¡Oh México querido! ¡Oh México adorado, ve los peligros que te cercan!» Es en México donde Martí recibe la visión nítida de la realidad latino americana. Allí arraiga su latinoamericanismo. Salió Martí de México tras el derrocamiento de Lerdo de Tejada y la llegada del general Porfirio Díaz. «¡Oye el clamor de un hijo tuyo que no nació de ti!»
Manuel Mercado, mexicano, fue secretario de gobierno de Sebastián Lerdo de Tejada, y amigo de Martí, con quien cruzó una nutrida correspondencia. Martí le dedicó Versos Libres. Pongo aquí la carta inconclusa de Martí dirigida a Mercado, interrumpida para marchar al combate donde Martí murió. Esta carta posee tanto valor, que ha sido considerada su testamento político.

 

 

 

 

 

Julio Cortázar

 

Escritos de Cortázar traducidos por mí

 

Rayuela 7
Escrito de Julio Cortázar

«Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. «

Rayuela 7
Texto de Julio Cortázar
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Toco tua boca, com um dedo toco a borda de tua boca, vou a debuxando como se surgisse de minha mão, como se pela primeira vez tua boca se entreabrira, e me basta fechar os olhos para desfazer todo e recomeçar, faço nascer a cada vez a boca que desejo, a boca que minha mão prefere e te esboça na cara, uma boca selecionada entre todas, com soberana liberdade eleita por mim desenha-la com minha mão na tua cara, e que por uma casualidade que não espero compreender coincide exatamente com a tua boca que sorri por embaixo da que minha mão te pinta.

Me olhas, de perto me olhas, a cada vez mais de perto e então jogamos ao ciclope, nos olhamos a cada vez mais de perto e os olhos se engrandecem, se acercam entre si, se sobrepõem e os ciclopes se olham, respirando confundidos, as bocas se encontram e lutam tibiamente, se mordendo com os lábios, apoiando um pouco a língua nos dentes, jogando em seus recintos onde um ar pesado vai e vem com um perfume velho e um silêncio. Então minhas mãos procuram se afundar em teu cabelo, acariciar lentamente a profundidade de teu cabelo enquanto nos beijamos como se tivéssemos a boca cheia de flores ou de peixes, de movimentos vivos, de fragrância escura. E se nos mordemos a dor é doce, e se nos afogamos num breve e terrível absorver simultâneo do alento, essa instantânea morte é bela. E há uma sozinha saliva e um só sabor de fruta madura, e eu te sinto tremer contra mim como uma lua na água. «
Traduzido por PSdeJ El Escorial 2 de setembro de 2017

 

 

Ceremonias (Continuidad en los parques)
Texto de Julio Cortázar

«Había empezado a leer la novela unos días antes. La abandonó por negocios urgentes, volvió a abrirla cuando regresaba en tren a la finca; se dejaba interesar lentamente por la trama, por el dibujo de los personajes. Esa tarde, después de escribir una carta a su apoderado y discutir con el mayordomo una cuestión de aparcerías volvió al libro en la tranquilidad del estudio que miraba hacia el parque de los robles. Arrellanado en su sillón favorito de espaldas a la puerta que lo hubiera molestado como una irritante posibilidad de intrusiones, dejó que su mano izquierda acariciara una y otra vez el terciopelo verde y se puso a leer los últimos capítulos. Su memoria retenía sin esfuerzo los nombres y las imágenes de los protagonistas; la ilusión novelesca lo ganó casi enseguida. Gozaba del placer casi perverso de irse desgajando línea a línea de lo que lo rodeaba, y sentir a la vez que su cabeza descansaba cómodamente en el terciopelo del alto respaldo, que los cigarrillos seguían al alcance de la mano, que más allá de los ventanales danzaba el aire del atardecer bajo los robles. Palabra a palabra, absorbido por la sórdida disyuntiva de los héroes, dejándose ir hacia las imágenes que se concertaban y adquirían color y movimiento, fue testigo del último encuentro en la cabaña del monte. Primero entraba la mujer, recelosa; ahora llegaba el amante, lastimada la cara por el chicotazo de una rama. Admirablemente restallaba ella la sangre con sus besos, pero él rechazaba las caricias, no había venido para repetir las ceremonias de una pasión secreta, protegida por un mundo de hojas secas y senderos furtivos. El puñal se entibiaba contra su pecho, y debajo latía la libertad agazapada. Un diálogo anhelante corría por las páginas como un arroyo de serpientes, y se sentía que todo estaba decidido desde siempre. Hasta esas caricias que enredaban el cuerpo del amante como queriendo retenerlo y disuadirlo, dibujaban abominablemente la figura de otro cuerpo que era necesario destruir. Nada había sido olvidado: coartadas, azares, posibles errores. A partir de esa hora cada instante tenía su empleo minuciosamente atribuido. El doble repaso despiadado se interrumpía apenas para que una mano acariciara una mejilla. Empezaba a anochecer.

Sin mirarse ya, atados rígidamente a la tarea que los esperaba, se separaron en la puerta de la cabaña. Ella debía seguir por la senda que iba al norte. Desde la senda opuesta él se volvió un instante para verla correr con el pelo suelto. Corrió a su vez, parapetándose en los árboles y los setos, hasta distinguir en la bruma malva del crepúsculo la alameda que llevaba a la casa. Los perros no debían ladrar, y no ladraron. El mayordomo no estaría a esa hora, y no estaba. Subió los tres peldaños del porche y entró. Desde la sangre galopando en sus oídos le llegaban las palabras de la mujer: primero una sala azul, después una galería, una escalera alfombrada. En lo alto, dos puertas. Nadie en la primera habitación, nadie en la segunda. La puerta del salón, y entonces el puñal en la mano, la luz de los ventanales, el alto respaldo de un sillón de terciopelo verde, la cabeza del hombre en el sillón leyendo una novela.»
Texto: Ceremonias Julio Cortázar Seix Barral 1985

 

 

 

Cerimônias (Continuidade nos parques)
Texto de Julio Cortázar
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

«Tinha começado a ler a novela uns dias antes. Abandonou-a por negócios urgentes, voltou abrí-la quando regressava em trem à propriedade; se deixava interessar lentamente pela trama, pelo desenho das personagens. Essa tarde, após escrever uma carta a seu apoderado e discutir com o governante uma questão de parcerias voltou ao livro na tranquilidade do estudo que olhava para o parque dos robles. Encostado em seu cadeirão favorito de costas à porta que o tivesse molestado como uma irritante possibilidade de intrusões, deixou que sua mão esquerda acariciasse uma e outra vez o veludo verde e quis ler os últimos capítulos. Sua memória retinha sem esforço os nomes e as imagens dos protagonistas; a ilusão novelesca o ganhou quase em seguida. Gozava do prazer quase perverso de se ir desprendendo linha a linha do que o rodeava, e sentir ao mesmo tempo que sua cabeça descansava comodamente no veludo do alto respaldo, que os cigarros seguiam ao alcance da mão, que para além dos vidros dançava o ar do entardecer baixo os robles. Palavra a palavra, absorvido pela sórdida disjuntiva dos heróis, se deixando ir para as imagens que se marcavam e adquiriam cor e movimento, foi testemunha do último encontro na cabana do monte. Primeiro entrava a mulher, receosa; agora chegava o amante, lastimada a cara pelo chicotaço dum ramo. Admiravelmente estalava ela o sangue com seus beijos, mas ele recusava as caricias, não tinha vindo para repetir as cerimónias de uma paixão secreta, protegida por um mundo de folhas secas e caminhos furtivos. O punhal se entibiava contra seu peito, e embaixo batia a liberdade entocada. Um diálogo anelante corria pelas páginas como um arroio de serpentes, e se sentia que tudo estava decidido desde sempre. Até essas caricias que envolviam o corpo do amante como querendo o reter e dissuadir, desenhavam abominavelmente a figura de outro corpo que era necessário destruir. Nada tinha sido esquecido: coartadas, casualidades, possíveis erros. A partir dessa hora a cada instante tinha seu emprego minuciosamente atribuído. A dupla revisão desapiedada se interrompia um pouco para que uma mão acariciasse uma bochecha. Começava a anoitecer.

Sem olhar-se já, atados rigidamente à tarefa que os esperava, se separaram na porta da cabana. Ela devia seguir pela senda que ia ao norte. Desde a senda oposta ele se voltou um instante para a ver correr com o cabelo solto. Correu a sua vez, se parapeitando nas árvores e as sebes, até distinguir na bruma malva do crepúsculo a alameda que levava à casa. Os cães não deviam ladrar, e não ladrarão. O governador não estaria a essa hora, e não estava. Subiu os três degraus do alpendre e entrou. Desde o sangue galopando em seus ouvidos lhe chegavam as palavras da mulher: primeiro uma sala azul, depois uma galeria, uma escada alfombrada. No alto, duas portas. Ninguém na primeira habitação, ninguém na segunda. A porta do salão, e então o punhal na mão, a luz dos vidros, o alto respaldo de um cadeirão de veludo verde, a cabeça do homem no cadeirão lendo uma novela. »
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana, 2 de setembro de 2017

 

 

 

No publiqué muchos poemas, pues considero la poesía algo íntimo, dijo Cortázar. Seguramente destinada a unos pocos. Y así es, en términos generales. Sí, la poesía parece estar escrita, solamente para aquellos que se sienten destinatarios.
Será brasilidade mía, no sé, pero en el poema La Patria, encuentro reminiscencias de poetas brasileños, exempli gratia, Gilberto Freire. No sé, lea el lector y juzgue.

Te amo por ceja
Poema de Julio Cortázar

Te amo por ceja, por cabello,
te debato en corredores
blanquísimos
donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre,
te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpagoay cintas
que dormían en la lluvia.

No quiero que tengas una forma,
que seas precisamente
lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua,
y los leones cuando
se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.

Todo mañana es la pizarra donde te invento
y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres,
ni tampoco con ese pelo
lacio, esa sonrisa.

Busco tu suma, el borde de la copa
donde el vino es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre
en una galería de museo.

Además te quiero, y hace tiempo y frío.

 

 

 

Eu te amo por sobrecelha
Poema de Julio Cortázar
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Te amo por sobrancelha, por cabelo,
te debato em corredores
branquíssimos
onde se jogam as fontes da luz,
te discuto em cada nome,
te arranco com delicadeza de cicatriz,
vou pondo no teu cabelo cinzas de relâmpago
e fitas
que dormiam na chuva.

Não quero que tenhas uma forma,
que sejas precisamente
o que vem por trás de tua mão,
porque a água, considera a água,
e os leões quando
se dissolvem no açúcar da fábula,
e os gestos, essa arquitetura da nada,
acendendo suas lâmpadas na metade do encontro.

Tudo amanhã é o quadro-negro onde te invento
e te desenho,
cedo a te apagar, assim não és,
nem também não com esse cabelo
escorrido, esse sorriso.

Procuro tua soma, a borda da copa
onde o vinho é também a lua e o espelho,
procuro essa linha que faz tremer a um homem
numa galeria de museu.

Ademais te quero, e faz tempo e frio.

 

 

 

El encubridor
Poema de Julio Cortázar

Ese que sale de su país porque tiene miedo,
no sabe de que,
miedo del queso con ratón,
de la cuerda entre los locos,
de la espuma en la sopa.

Entonces quiere cambiarse como una figurita,
el pelo que antes se alambraba
con gomina y espejo lo suelta en jopo,
se abre la camisa, muda de costumbres,
de vino, de idioma.
Se da cuenta, infeliz, que va tirando mejor,
y duerme a pata ancha.
Hasta de estilo cambia,
y tiene amigos que no saben su historia provinciana,
ridícula y casera.

A ratos se pregunta como pudo esperar
todo ese tiempo
para salirse del río sin orillas,
de los cuellos garrote,
de los domingos, lunes, martes, miércoles y jueves.

A fojas uno, sí, pero cuidado:
un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.

Aparte que no olvida,
porque es arte de pocos,
lo que quiso,
esa sopa de estrellas y letras que infatigable comerá
en numerosas mesas de variados hoteles,
la misma sopa, pobre tipo,
hasta que el pescadito intercostal
se plante y diga basta.

 

 

O encobridor
Poema de Julio Cortázar
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Esse que sai de seu país porque tem medo,
não sabe de que,
medo do queijo com rato,
da corda entre os loucos,
da espuma na sopa.

Então quer se mudar como uma figurinha,
o cabelo que dantes se aramava
com gomalina e espelho o solta em cauda,
se abre a camisa, muda de costumes,
de vinho, de idioma.
se dá conta, infeliz, que vai atirando melhor,
e dorme à perna solta.
Até de estilo muda,
e tem amigos que não sabem sua história provinciana,
ridícula e caseira.

Às vezes se pergunta como pôde esperar
todo esse tempo
para sair do rio sem orlas,
dos pescoços garrote,
dos domingos, segundas-feiras, terças, quartas e quintas

A folhas um, se, mas cuidado:
um mesmo espelho é todos os espelhos,
e o passaporte diz que nasceste e que és
e cútis cor branca, nariz de dorso reto,
Buenos Aires, setembro.

Aparte que não esquece,
porque é arte de poucos,
o que quis,
essa sopa de estrelas e letras que infatigável comerá
em numerosas mesas de variados hotéis,
a mesma sopa, pobre tipo,
até que o pescadinho intercostal
fique a pé firme e diga basta.

 

 

 

La Patria
Poema de Julio Cortázar

Esta tierra sobre los ojos,
este paño pegajoso, negro de estrellas impasibles,
esta noche continua, esta distancia.
Te quiero, país tirado más abajo del mar, pez panza arriba,
pobre sombra de país, lleno de vientos,
de monumentos y espamentos,
de orgullo sin objeto, sujeto para asaltos,
escupido curdela inofensivo puteando y sacudiendo banderitas,
repartiendo escarapelas en la lluvia, salpicando
de babas y estupor canchas de fútbol y ringsides.

Pobres negros.

Te estás quemando a fuego lento, y dónde el fuego,
dónde el que come los asados y te tira los huesos.
Malandras, cajetillas, señores y cafishos,
diputados, tilingas de apellido compuesto,
gordas tejiendo en los zaguanes, maestras normales, curas, escribanos,
centroforwards, livianos, Fangio solo, tenientes primeros,
coroneles, generales, marinos, sanidad, carnavales, obispos
bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,
secretarías, subsecretarías, jefes, contrajefes, truco,
contraflor al resto. Y qué carajo,
si la casita era su sueño, si lo mataron en
pelea, si usted lo ve, lo prueba y se lo lleva.

Liquidación forzosa, se remata hasta lo último.

Te quiero, país tirado a la vereda, caja de fósforos vacía,
te quiero, tacho de basura que se llevan sobre una cureña
envuelto en la bandera que nos legó Belgrano,
mientras las viejas lloran en el velorio, y anda el mate
con su verde consuelo, lotería del pobre,
y en cada piso hay alguien que nació haciendo discursos
para algún otro que nació para escucharlos y pelarse las manos.

Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos,
pobres blancos que viven un carnaval de negros,
qué quiniela, hermanito, en Boedo, en la Boca,
en Palermo y Barracas, en los puentes, afuera,
en los ranchos que paran la mugre de la pampa,
en las casas blanqueadas del silencio del norte,
en las chapas de zinc donde el frío se frota,
en la Plaza de Mayo donde ronda la muerte trajeada de Mentira.
Te quiero, país desnudo que sueña con un smoking,
vicecampeón del mundo en cualquier cosa, en lo que salga,
tercera posición, energía nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coraje, puños, viveza y elegancia.

Tan triste en lo más hondo del grito, tan golpeado
en lo mejor de la garufa, tan garifo a la hora de la autopsia.
Pero te quiero, país de barro, y otros te quieren, y algo
saldrá de este sentir. Hoy es distancia, fuga,
no te metás, qué vachaché, dale que va, paciencia.
La tierra entre los dedos, la basura en los ojos,
ser argentino es estar triste,
ser argentino es estar lejos.
Y no decir: mañana,
porque ya basta con ser flojo ahora.

Tapándome la cara
(el poncho te lo dejo, folklorista infeliz)
me acuerdo de una estrella en pleno campo,
me acuerdo de un amanecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragante,
de Tupungato arisca, de un vuelo de flamencos
quemando un horizonte de bañados.
Te quiero, país, pañuelo sucio, con tus calles
cubiertas de carteles peronistas, te quiero
sin esperanza y sin perdón, sin vuelta y sin derecho,
nada más que de lejos y amargado y de noche.

 

 

A Pátria
Poema de Julio Cortázar
Traduzido por Pedro Sevylla de Juana

Esta terra sobre os olhos,
este pano pegajoso, negro de estrelas impassíveis,
esta noite contínua, esta distância.
Te quero, país empurrado mais abaixo do mar, peixe pança acima,
pobre sombra de país, cheio de ventos,
de monumentos e espaventos,
de orgulho sem objeto, sujeito para assaltos,
cuspido ébrio inofensivo incomodando e sacudindo bandeirinhas,
repartindo rosetas na chuva, salpicando
de babugem e estupor campos de futebol e ringsides.

Pobres pretos

Te estás queimando a fogo lento, e onde o fogo,
onde quem come os asados e te atira os ossos.
Malandras, carteiras, senhores e proxenetas,
deputados, sandios de apelido composto,
gordas tecendo nos saguões, maestras normais, curas, escrivães,
centroforwards, levianos, Fangio sozinho, tenentes primeiros,
coronéis, gerais, marinhos, previdência, carnavais, bispos
danças bagualas, chamamés, malambos, mambos, tangos,
secretarias, subsecretarias, chefes, contra chefes, jogo de truque,
contraflor ao resto. E que caralho,
se a casinha era seu sonho, se o mataram em briga,
se você o vê, o prova e o leva.

Liquidação forçada, se arremata até o último.

Te quero, país arrojado à vereda, caixa de fósforos vazia,
te quero, tacho de lixo que se levam sobre um armão
envolvido na bandeira que nos legou Belgrano,
enquanto as velhas choram no velório, e anda o mate
com seu verde consolo, loteria do pobre,
e na cada andar há alguém que nasceu fazendo discursos
para algum outro que nasceu para os escutar e se pelar as mãos.

Pobres negros que juntam as vontades de ser brancos,
pobres alvos que vivem um carnaval de negros,
que totóbola, irmãozinho, em Boedo, na Boca,
em Palermo e Barracas, nas pontes, afora,
nos ranchos que param o óxido da pampa,
nas casas branqueadas do silêncio do norte,
nas chapas de zinco onde o frio se esfrega,
na praça de Maio onde ronda a morte elegante de Mentira.

Te quero, país nu que sonha com um smoking,
vice-campeão do mundo em qualquer coisa, no que saia,
terceira posição, energia nuclear, justicialismo, vacas,
tango, coragem, punhos, viveza e elegância.
Tão triste no mais fundo do grito, tão golpeado
no melhor da farra, tão vistoso à hora da autópsia.
Mas quero-te, país de varro, e outros te querem, e algo
sairá deste sentir. Hoje é distância, fuga,
não te metás, que vachaché, lhe dá que vai, paciência.
A terra entre os dedos, o lixo nos olhos,
ser argentino é estar triste,
ser argentino é estar longe.
E não dizer: amanhã,
porque já basta com ser frouxo agora.

Cobrindo-me a cara
(o poncho te deixo, folclorista infeliz)
me lembro duma estrela em pleno campo,
me lembro dum amanhecer de puna,
de Tilcara de tarde, de Paraná fragrante,
de Tupungato arisca, de um voo de flamingos
queimando um horizonte de banhados.
Te quero, país, lenço sujo, com tuas ruas
cobertas de cartazes peronistas, te quero-
sem esperança e sem perdão, sem volta e sem direito,
somente que de longe e amargurado e de noite.

 

 

 

 

Oí decir al autor, que tiempo después de terminar Rayuela, intuyó, creyó, vio, supo y aceptó, que el cuento sobre el saxofonista Charlie Parker, titulado “El perseguidor”, era un precedente de la extraordinaria novela, su precursor. Muchos de los elementos utilizados en el cuento sirvieron luego para la elaborar Rayuela. Johnny Carter, nombre del músico en el cuento, fue acaso el germen del personaje Oliveira. Yo conozco, por propia experiencia, ese proceso creativo de echar mano, de modo más o menos consciente, de lo aprendido en toda la escritura anterior. Además, está el juego, del todo voluntario, de evolucionar a los personajes que nacieron antes en otros textos. La escritura es un acto progresivo, y lo es en todos los sentidos. Gracias a eso, lo posterior mejora lo anterior. No siempre, lo sé. Pero en Cortázar, su exigencia de cohesión, esa forma personal de entender el objeto de la escritura en cada escrito, le llevaban, aunque con algún esfuerzo, a ascender a progresar al margen del resto. Pretendía Cortázar, si es que pretendía algo al escribir Rayuela, activar al lector. En ese activar, estaba el hecho insólito de encargarle concebir el argumento de la novela, un argumento individual, que en cada lector podía ser distinto. Empeño loable pero arriesgado. Aunque para saber si constituyó un acierto el empeño, basta con ver la trayectoria que siguió la novela a través del tiempo.

 

 

 

 

 

César Vallejo

 

 

La poesía es dúctil y maleable: hilos finísimos que vengan y vayan de lo lejos a lo lejos, panes de oro que todo lo recubran vistiéndolo de belleza incontaminada, incontaminable. La poesía es un pozo sin fondo donde todo se acomoda, incluidas las numerosas contradicciones personales del poeta. La poesía es la amiga que en los días claros puede ser amante sin dejar de ser aquella amiga de los días turbios. Aquí van, haciéndolos míos, poemas dispersos de César Vallejo, llevados a la intención ecléctica. Aceptándolos, recibiéndolos en mi casa, habitación de invitados, la mejor de todas; haciéndolos míos: porque en eso consiste mi traducción. Un día de esos tan numerosos y tan grandes de Brasil, me dije al iniciar un traslado de contenido de un idioma al otro: «Voy a inaugurar el alma de un amigo». Hoy sé a quién pertenecía esa alma y quien era ese amigo. Despertar al nacer el sol, avanzar por la mañana de trinos de ruiseñores y calandrias; de chozpidos de gatos solitarios y caballos domesticados; subir las cuestas de los páramos para ver un tramo llano del curso del río Nubis, la tierra parda verdeando en primavera de trigales, el azul del cielo manchado de blanco. Llovía aquella noche, y aún llueven pétalos de rosa transformados en colibríes. Todo lo veía el Cóndor andino desde arriba, y así me lo contó, tal que lo escribo, escribano, a su dictado. PSdeJ

 

Los Heraldos Negros
Poema de César Vallejo

Hay golpes en la vida, tan fuertes… Yo no sé.
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… Yo no sé.

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como un charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes … Yo no sé!

 

 

 

Os arautos negros
Poema de César Vallejo
Tradução: Pedro Sevylla de Juana

Há golpes na vida, tão fortes… Eu não sei.
Golpes como do ódio de Deus; como se diante eles,
a ressaca de todo o suportado
se empoçara na alma… Eu não sei.

São poucos; mas são… Abrem valetas escuras
no rosto mais feroz e no lombo mais forte.
Serão talvez os potros de bárbaros átilas;
ou os heraldos negros que nos envia a Morte.

São as quedas fundas dos Cristos da alma,
de alguma fé adorável que o Destino blasfema.
Esses golpes sangrentos são as crepitações
de algum pão que na porta do forno se nos queima.

E o homem… Coitado… infeliz! Volta os olhos, como
quando sobre o ombro nos chama uma palmada;
volta os olhos loucos, e todo o vivido
se empoça, como um charco de culpa, na mirada.

Há golpes na vida, tão fortes … Eu não sei!

 

Nervazón de Angustia
Poema de César Vallejo

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor….
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas… vuelves… Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo….
Hay frío….Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue….Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café….!

Nervura de Angústia
Poema de César Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Doce hebraica, desprega meu trânsito de argila;
desprega minha tensão nervosa e minha dor….
Desprega, amada eterna, meu longo afã e os
dois pregos de minhas asas e o prego de meu amor!

Regresso do deserto onde desci muito;
retira a cicuta e obsequia-me teus vinhos:
espanta com um pranto de amor a meus sicários,
cujos gestos são férreas cegueiras de Longinos!

Desprega meus pregos ¡oh nova mãe minha!
Sinfonia de oliveiras, escanceia teu chorar!
E tens de esperar, sentada junto a minha carne morta,
qual cede a ameaça, e a calandra se vai!

Passas… voltas… Teus lutos entrançam meu grande cilício
com gotas de curar, fios de humanidade,
a dignidade roqueira que há em tua castidade,
e o judithesco azougue de teu mel interior.

São as oito duma manhã em creme bruxo….
Há frio….Um cão passa roendo o osso de outro
cão que foi….E começa a chorar em meus nervos
um fósforo que em cápsulas de silêncio apaguei!

E em minha alma herege canta sua doce festa asiática
um dionisíaco fastio de café….!

El poeta a su amada
Poema de César Vallejo

Amada, en esta noche tú me has crucificado
sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,
y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanta me has mirado,
la Muerte he estado alegre y ha cantado en su hueso.
En esta noche de setiembre se ha oficiado
mi segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;
se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;
ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos dormiremos, como dos hermanitos.

O poeta à sua amada
Poema de César Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Amada, nesta noite tu me crucificaste
sobre os dois madeiros curvados de meu beijo;
e tua pena me disse que Jesus tem chorado,
e que há uma sextasanta mais doce que esse beijo.

Nesta noite rara que tanta me olhaste,
a Morte esteve alegre e cantou em seu osso.
Nesta noite de setembro tem-se oficiado
minha segunda queda e o mais humano beijo.

Amada, morreremos os dois juntos, muito juntos;
se irá secando a pausas nossa excelsa amargura;
e terão tocado a sombra nossos lábios defuntos.

E já não terão reproches teus olhos benditos;
nem voltarei a te ofender. E numa sepultura
os dois dois dormiremos, como dois irmãozinhos.

Verano
Poema de César Vallejo

Verano, ya me voy. Y me dan pena
las manitas sumisas de tus tardes.
Llegas devotamente; llegas viejo;
y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

¡Verano! y pasarás por mis balcones
con gran rosario de amatistas y oros,
como un obispo triste que llegara
de lejos a buscar y bendecir
los rotos aros de unos muertos novios.

Verano, ya me voy. Allá, en setiembre
tengo una rosa que te encargo mucho;
la regarás de agua bendita todos
los días de pecado y de sepulcro.

Si a fuerza de llorar el mausoleo,
con luz de fe su mármol aletea,
levanta en alto tu responso, y pide
a Dios que siga para siempre muerta.
Todo ha de ser ya tarde;
y tú no encontrarás en mi alma a nadie.

Ya no llores, Verano! En aquel surco
muere una rosa que renace mucho…

Verano
Poema de César Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Verão, já me vou. E me dão pena
as mãozinhas submissas de tuas tardes.
Chegas devotamente; chegas velho;
e já não encontrarás em minha alma a ninguém.

Verão! e passarás por meus balcões
com grande rosário de ametistas e ouros,
como um bispo triste que chegasse
de longe a procurar e abençoar
os rompidos aros duns mortos noivos.

Verão, já me vou. Lá, em setembro
tenho uma rosa que te encarrego muito;
a regarás de água bendita todos
os dias de pecado e de sepulcro.

Se a força de chorar o mausoléu,
com luz de fé seu mármore adeja,
levanta em alto teu responso, e pede
a Deus que siga para sempre morta.
Todo tem de ser já tarde;
e tu não encontrarás a ninguém na minha alma.

Já não chores, Verão! Naquele sulco
morre uma rosa que renasce muito…

 

 

Nostalgias imperiales
Poema de César Vallejo

I
En Los paisajes de Mansiche labra
imperiales nostalgias el crepúsculo;
y lábrase la raza en mi palabra,
como estrella de sangre a flor de músculo.

El campanario dobla… No hay quien abra
la capilla… Diríase un opúsculo
bíblico que muriera en la palabra
de asiática emoción de este crepúsculo.

Un poyo con tres patas, es retablo
en que acaban de alzar labios en coro
la eucaristía de una chicha de oro.

Más allá de los ranchos surge al viento
el humo oliendo a sueño y a establo,
como si se exhumara un firmamento.

 

 

Nostalgias imperiais
Poema de César Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Nas paisagens de Mansiche lavra
imperiais nostalgias o crepúsculo;
e se lavra a raça em minha palavra,
como estrela de sangue para flor de músculo.

O campanário dobra… Não há quem abra
a capela… Se diria um opúsculo
bíblico que morresse na palavra
de asiática emoção deste crepúsculo

Um poial com três patas, é retábulo
em que acabam de alçar lábios em coro
a eucaristia duma chicha de ouro.

Para além dos ranchos surge ao vento
a fumaça cheirando a sonho e a estábulo,
como se se exumara um firmamento.

 

Los dados eternos
Poema de César Vallejo

Para Manuel González Prada, esta emoción
bravía y selecta, una de las que, con más entusiasmo,
me ha aplaudido el gran maestro.

Dios mío, estoy llorando el ser que vivo;
me pesa haber tomádote tu pan;
pero este pobre barro pensativo
no es costra fermentada en tu costado:
¡tú no tienes Marías que se van!

Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!

Hoy que en mis ojos brujos hay candelas,
como en un condenado,
Dios mío, prenderás todas tus velas,
y jugaremos con el viejo dado.
Tal vez ¡oh jugador! al dar la suerte
del universo todo,
surgirán las ojeras de la Muerte,
como dos ases fúnebres de lodo.

Dios míos, y esta noche sorda, obscura,
ya no podrás jugar, porque la Tierra
es un dado roído y ya redondo
a fuerza de rodar a la aventura,
que no puede parar sino en un hueco,
en el hueco de inmensa sepultura.

Os Dados Eternos
Poema de César Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Para Manuel González Prada, esta emoção bravia
e seleta, uma das que, com mais entusiasmo,
me aplaudiu o grande mestre.

Deus meu, estou chorando o ser que vivo;
me pesa ter te tomado teu pão;
mas este pobre varro pensativo
não é crosta fermentada em teu custado:
tu não tens Marias que se vão!

Deus meu, se ontem tivesses sido homem,
hoje soubesses ser um Deus;
mas tu, que estiveste sempre bem,
não sentes nada de tua criação.
E o homem sim te sofre: o Deus é ele!

Hoje que em meus olhos bruxos há candeias,
como num condenado,
Deus meu, acenderás todas tuas velas,
e jogaremos com o velho dado.
Talvez ¡oh jogador! ao dar a sorte
do universo tudo,
surgirão as olheiras da Morte,
como duas ases fúnebres de lodo.

Deus meus, e esta noite surda, escura,
já não poderás jogar, porque a Terra
é um dado roído e já redondo
a força de rodar à aventura,
que não pode parar senão num oco,
no oco de imensa sepultura.

Poema XV de
España, aparta de mí este cáliz
Autor: César Vallejo

Niños del mundo,
si cae España —digo, es un decir—
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!

¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra madre con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
está con ella, padres procesales!

Si cae —digo, es un decir— si cae
España, de la tierra para abajo,
niños ¡cómo vais a cesar de crecer!
¡cómo va a castigar el año al mes!
¡cómo van a quedarse en diez los dientes,
en palote el diptongo, la medalla en llanto!
¡Cómo va el corderillo a continuar
atado por la pata al gran tintero!
¡Cómo vais a bajar las gradas del alfabeto
hasta la letra en que nació la pena!

Niños,
hijos de los guerreros, entre tanto,
bajad la voz que España está ahora mismo repartiendo
la energía entre el reino animal,
las florecillas, los cometas y los hombres.
¡Bajad la voz, que está
en su rigor, que es grande, sin saber
qué hacer, y está en su mano
la calavera, aquella de la trenza;
la calavera, aquella de la vida!

¡Bajad la voz, os digo;
bajad la voz, el canto de las sílabas, el llanto
de la materia y el rumor menos de las pirámides, y aún
el de las sienes que andan con dos piedras!
¡Bajad el aliento, y si
el antebrazo baja,
si las férulas suenan, si es la noche,
si el cielo cabe en dos limbos terrestres,
si hay ruido en el sonido de las puertas,
si tardo,
si no veis a nadie, si os asustan
los lápices sin punta, si la madre
España cae —digo, es un decir—,
salid, niños, del mundo; id a buscarla!…

Poema Quince de
España Aparta de mí este cáliz
Autor: Cesar Vallejo
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Meninos do mundo,
se cai Espanha —digo, é um dizer—
se cai
do céu abaixo seu antebraço que asem,
em cabresto, duas lâminas terrestres;
meninos, ¡que idade a das têmporas côncavas!
que cedo no sol o que vos dizia!
que cedo em vosso peito o ruído idoso!
que velho vosso 2 no caderno!

Meninos do mundo, está
a mãe Espanha com seu ventre a custas;
está nossa mãe com suas férulas,
está mãe e mestre,
cruz e madeira, porque vos deu a altura,
vertigem e divisão e soma, meninos;
está com ela, pais processuais!

Se cai —digo, é um dizer— se cai
Espanha, da terra para abaixo,
Meninos, como vais cessar de crescer!
como vai castigar no ano ao mês!
como vão se ficar em dez os dentes,
em graveto o ditongo, a medalha em pranto!
Como vai o cordeirinho a continuar
atado pela pata ao grande tinteiro!
Como vais baixar as arquibancadas do alfabeto
até a letra em que nasceu a pena!

Meninos,
filhos dos guerreiros, entre tanto,
baixem a voz que Espanha está agora mesmo repartindo
a energia entre o reino animal,
as florzinhas, os cometas e os homens.
Baixem a voz, que está
em seu rigor, que é grande, sem saber
que fazer, e está em sua mão
a caveira, aquela da trança;
a caveira, aquela da vida!

Baixem a voz, digo-vos;
baixem a voz, o canto das sílabas, o pranto
da matéria e o rumor menos das pirâmides, e ainda
o das têmporas que andam com duas pedras!
Baixem o alento, e se
o antebraço baixa,
se as férulas soam, se é a noite,
se o céu cabe em dois limbos terrestres,
se há ruído no som das portas
se demoro,
se não vedes a ninguém, se vos assustam
os lápis sem ponta, se a mãe
Espanha cai —digo, é um dizer—,
saiam, meninos, do mundo; vão a procurar!…

Poema Catorce ¡Cuídate, España…!
Autor: César Vallejo

¡Cuídate, España, de tu propia España!
¡Cuídate de la hoz sin el martillo,
cuídate del martillo sin la hoz!
¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,
del verdugo a pesar suyo
y del indiferente a pesar suyo!
¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,
negárate tres veces,
y del que te negó, después, tres veces!
¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,
y de las tibias sin las calaveras!
¡Cuídate de los nuevos poderosos!
¡Cuídate del que come tus cadáveres,
del que devora muertos a tus vivos!
¡Cuídate del leal ciento por ciento!
¡Cuídate del cielo más acá del aire
y cuídate del aire más allá del cielo!
¡Cuídate de los que te aman!
¡Cuídate de tus héroes!
¡Cuídate de tus muertos!
¡Cuídate de la República!
¡Cuídate del futuro!…

Poema Catorce ¡Cuídate España!
Autor: César Vallejo
Traductor: Pedro Sevylla de Juana

Cuida-te, Espanha, da tua própria Espanha!
Cuida-te da fouce sem o martelo,
cuida-te do martelo sem a fouce!
Cuida-te da vítima apesar seu,
do verdugo apesar seu
e do indiferente apesar seu!
Cuida-te do que, dantes de que cante o galo,
te negara três vezes,
e do que te negou, depois, três vezes!
Cuida-te das caveiras sem as tíbias,
e das tíbias sem as caveiras!
Cuida-te dos novos poderosos!
Cuida-te do que come teus cadáveres,
do que devora mortos a teus vivos!
Cuida-te do leal cento por cento!
Cuida do céu mais cá do ar
e cuida do ar para além do céu!
Cuida-te dos que te amam!
Cuida-te de teus heróis!
Cuida-te de teus mortos!
Cuida-te da República!
Cuida-te do futuro!…

Traducción
Sobre textos de www.literatura.us

 

 

 

 

 

*

Antonio Machado

 

Cuatro poemas de Antonio Machado traducidos por mí

 

RETRATO
Poema de Antonio Machado

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido
—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.
¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo
—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Campos de Castilla Poema XCVII de Poesías Completas

 

Retrato
Poema de Antonio Machado
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Minha infância são lembranças dum pátio de Sevilla,
e um horto claro onde madura o limoeiro;
a mocidade, vinte anos em terra de Castilla;
minha história, alguns casos que recordar não quero.
Nem sedutor Mañara, nem Bradomín tenho sido
—já conheceis meu torpe alinho indumentário—,
mais recebi a seta que me atribuiu Cupido,
e amei quanto elas possam ter de hospitalário.
Há em minhas veias gotas de sangue jacobina,
mas meu verso brota de manancial sereno;
e, mais que um homem ao uso que sabe sua doutrina,
sou, no bom sentido da palavra, bom.
Adoro a formosura, e na moderna estética
cortei as velhas rosas do horto de Ronsard;
mas não amo os adereços da atual cosmética,
nem sou uma ave dessas do novo gay-trinar.
Desdenho as romanças dos tenores ocos
e o coro dos grilos que cantam à lua.
A distinguir me paro as vozes dos ecos,
e escuto somente, entre as vozes, uma.
Sou clássico ou romântico? Não sei. Deixar quisera
meu verso, como deixa o capitão sua espada:
famosa pela mão viril que a brandira,
não pelo douto oficio do forjador prezada.
Converso com o homem que sempre vai comigo
—quem fala só espera falar a Deus um dia—;
meu solilóquio é conversa com esse bom amigo
que me ensinou o segredo da filantropia.
A meu trabalho vou, com meu dinheiro pago
o traje que me cobre e a mansão que habito,
o pão que me alimenta e o leito onde jazo.
E quando chegue o dia da última viagem,
e parta a nave que não tem de tornar,
me encontrareis a bordo ligeiro de bagagem,
quase despido, como os filhos da mar.

 

 

A la muerte de Rubén Dario
Poema de Antonio Machado

Si era toda en tu verso la armonía del mundo,
¿dónde fuiste, Darío, la armonía a buscar?
Jardinero de Hesperia, ruiseñor de los mares,
corazón asombrado de la música astral,
¿te ha llevado Dionysos de su mano al infierno
y con las nuevas rosas triunfantes volverás?
¿Te han herido buscando la soñada Florida,
la fuente de la eterna juventud, capitán?
Que en esta lengua madre la clara historia quede;
corazones de todas las Españas, llorad.
Rubén Darío ha muerto en sus tierras de Oro,
esta nueva nos vino atravesando el mar.
Pongamos, españoles, en un severo mármol,
su nombre, flauta y lira, y una inscripción no más:
Nadie esta lira pulse, si no es el mismo Apolo,
nadie esta flauta suene, si no es el mismo Pan.

Elogios Poema CXLVIII de Poesías Completas

 

À morte de RubénDarío
Poema de Antonio Machado
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

Se era toda em teu verso a harmonia do mundo,
onde foste, Darío, a harmonia a buscar?
Jardineiro de Hesperia, rouxinol dos mares,
coração assombrado da música astral,
levou-te Dionysos de sua mão ao inferno
e com as novas rosas triunfantes voltarás?
Te feriram procurando a sonhada Flórida,
a fonte da eterna juventude, capitão?
Que nesta língua mãe a clara história fique;
corações de todas as Espanhas, chorem.
Rubén Darío morreu em suas terras de Ouro,
esta nova veio-nos atravessando o mar.
Ponhamos, espanhóis, num severo mármore,
seu nome, flauta e lira, e uma inscrição não mais:
Ninguém esta lira pulse, se não é o mesmo Apolo,
ninguém esta flauta soe, se não é o mesmo Pan.

 

 

El mañana efímero
Poema de Antonio Machado

La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y de alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar de la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.

Poema CXXXV Poesías Completas Espasa Calpe colección Austral

 

O amanhã efêmero
Poema de Antonio Machado
Tradução de Pedro Sevylla de Juana

A Espanha de charanga e pandeireta,
fechado e sacristia,
devota de Frascuelo e de Maria,
de espírito burlão e de alma quieta,
tem de ter seu mármore e seu dia,
seu infalível amanhã e seu poeta.
O vão ontem engendrará o amanhã
vazio e por ventura! passageiro.
Será pessoa vil e azoratada,
um saião com feituras de bolero,
à moda de França realista
um pouco ao uso do Paris pagão
e ao estilo de Espanha especialista
no vício ao alcance da mão.
Essa Espanha inferior que ora e boceja,
velha e batoteira, agitadora e triste;
essa Espanha inferior que ora e investe,
quando se digna usar da cabeça,
ainda terá longo parto de varões
amantes de sagradas tradições
e de sagradas formas e maneiras;
florescerão as barbas apostólicas,
e outras calvas em outras caveiras
brilharão, veneráveis e católicas.
O vão ontem engendrará um amanhã
vazio e por ventura! passageiro,
a sombra dum velhaco atordoado,
dum saião com feituras de bolero;
o vácuo ontem dará um amanhã cavo.
Como a náusea de um bêbado farto
de vinho mau, um vermelho sol coroa
de fezes turvas as cimeiras de granito;
há um discordante amanhã escrito
na tarde pragmática e muito doce.
Mas outra Espanha nasce,
a Espanha do cinzel e da maça,
com essa eterna juventude que se faz
do passado maciço da raça.
Uma Espanha implacável e redentora,
Espanha que alvoreja
com um machado na mão vingadora,
Espanha da raiva e da ideia.

 

 

El Dios ibero
Poema de Antonio Machado

Igual que el ballestero
tahúr de la cantiga,
tuviera una saeta el hombre ibero
para el Señor que apedreó la espiga
y malogró los frutos otoñales,
y un “gloria a ti” para el Señor que grana
centenos y trigales
que el pan bendito le darán mañana.
Señor de la ruina
adoro porque aguardo y porque temo:
con mi oración se inclina
hacia la tierra un corazón blasfemo.
¡Señor, por quien arranco el pan con pena,
sé tu poder, conozco mi cadena!
¡Oh dueño de la nube del estío
que la campiña arrasa,
del seco otoño, del helar tardío
y del bochorno que la mies abrasa!
“¡Señor del iris, sobre el campo verde
donde la oveja pace;
Señor del fruto que el gusano muerde
y de la choza que el turbión deshace,
“tu soplo el fuego del hogar aviva,
tu lumbre da sazón al rubio grano,
y cuaja el hueso de la verde oliva,
la noche de San Juan, tu santa mano!
“¡Oh dueño de fortuna y de pobreza,
ventura y malandanza,
que al rico das favores y pereza
y al pobre su fatiga y su esperanza!
“¡Señor, Señor: en la voltaria rueda
del año he visto mi simiente echada,
corriendo igual albur que la moneda
del jugador en el azar sembrada!
“¡Señor, hoy paternal, ayer cruento,
con doble faz de amor y de venganza,
a Ti, en un dado de tahúr al viento,
va mi oración, blasfemia y alabanza!”
Este que insulta a Dios en los altares,
no más atento al ceño del destino,
también soñó caminos en los mares
y dijo: es Dios sobre la mar camino.
¿No es él quien puso a Dios sobre la guerra
más allá de la suerte,
más allá de la tierra,
más allá de la mar y de la muerte?
¿No dio la encina ibera
para el fuego de Dios la buena rama,
que fue en la santa hoguera
de amor una con Dios en pura llama?
Mas hoy… ¡Qué importa un día!
Para los nuevos lares
estepas hay en la floresta umbría,
leña verde en los viejos encinares.
Aún larga patria espera
abrir al corvo arado sus besanas;
para el grano de Dios hay sementera
bajo cardos y abrojos y bardanas.
¡Qué importa un día! Está el ayer alerto
al mañana, mañana al infinito;
¡hombres de España, ni el pasado ha muerto,
ni está el mañana—ni el ayer—escrito!
¿Quién ha visto la faz al Dios hispano?
Mi corazón aguarda
al hombre ibero de la recia mano,
que tallará en el roble castellano
el Dios adusto de la tierra parda.

Campos de Castilla Poema CI de Poesías Completas

 

O Deus ibero
Poema de Antonio Machado
Tradução Pedro Sevylla de Juana

Igual que o besteiro
batoteiro da cantiga,
tivesse uma seta o homem ibero
para o Senhor que apedrejou a espiga
e malogrou os frutos outonais,
e um “glória para você” Senhor que grana
centeios e trigais
que o pão bendito lhe darão amanhã.
Senhor da ruína
adoro porque aguardo e porque temo:
com minha oração se inclina
para a terra um coração blasfemo.
Senhor, por quem arranco o pão com pena,
sei teu poder, conheço minha corrente!
Oh dono da nuvem do estio
que a campina arrasa,
do seco outono, do gelar tardio
e do bochorno que a seara abrasa!
“Senhor do íris, sobre o campo verde
onde a ovelha pasce;
Senhor do fruto que o verme morde
e da choça que o aguaceiro rompe,
“teu sopro o fogo do lar aviva,
teu lume dá ponto ao louro grão,
e coalha o osso da verde oliva,
a noite de San Juan, tua santa mão!
“Oh dono de fortuna e de pobreza,
ventura e malandança,
que ao rico dás favores e preguiça
e ao pobre sua fadiga e sua esperança!
“Senhor, Senhor: na instável roda
do ano tenho visto a semente deitada,
correndo igual sorte que a moeda
do jogador no azar semeada!
“Senhor, hoje paternal, ontem cruento,
com duplo rosto de amor e de vingança,
a Ti, num dado de batoteiro ao vento,
vai minha oração, blasfêmia e alabança!”
Este que insulta a Deus nos altares,
não mais atento ao cenho do Destino,
também sonhou caminhos nos mares
e disse: “É Deus sobre o mar caminho.”
Não é ele quem pôs Deus sobre a guerra
para além da sorte,
para além da terra,
para além da mar e da morte?
Não deu o azinho ibero
para o fogo de Deus o bom ramo,
que foi na santa fogueira
de amor uma com Deus em pura chama?
Mas hoje… Que importa um dia!
Para os novos lares
estepes há na floresta umbria,
lenha verde nos velhos azinhais.
Ainda longa pátria espera
abrir ao curvo arado suas besanas;
para o grão de Deus há sementeira
baixo cardos e abrolhos e bardanas.
Que importa um dia! Está o ontem alerto
ao amanhã, amanhã ao infinito;
homens da Espanha, nem o passado tem morrido,
nem está o amanhã—nem o ontem—escrito!
Quem tem visto a cara do Deus hispano?
Meu coração aguarda
ao homem ibero da vigorosa mão,
que talhará no roble castelhano
o árido Deus da terra parda.

Poemas originais de Poesías Completas Espasa Calpe S-A. Colección Austral nº 149